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8:08:00 a.m.

(ZENIT – 1 diciembre 2019).- El Papa Francisco expresó su preocupación por la situación en Irak después de los disturbios en los que hubo muertos y heridos.

Después del Ángelus de este 1 de diciembre, primer domingo de Adviento, el Papa mencionó esta situación en la Plaza de San Pedro, diciendo en italiano: “Estoy preocupado por la situación en Irak. He sabido con tristeza que las manifestaciones y protestas de los últimos días han provocado una reacción dura, que ha causado docenas de víctimas”.

El Papa ha pedido paz y concordia: “Rezo por los muertos y por los heridos; Estoy cerca de sus familias y de todo el pueblo iraquí, pidiéndole a Dios paz y armonía”.

La respuesta a las protestas, contra la pobreza y el desempleo, habría matado a 400 personas en dos meses, según la Radio Vaticana, especialmente en Bagdad. El primer ministro iraquí, Adel Abdul Mahdi, quien fue liberado por las autoridades religiosas chiítas, anunció el 30 de noviembre su intención de renunciar.

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6:35:00 a.m.

VATICANO, 01 Dic. 19 (ACI Prensa).-
El Papa Francisco lamentó este domingo 1 de diciembre tras el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro del Vaticano los numerosos fallecidos en las protestas registradas en Irak en los últimos días.

“Sigo con preocupación la situación en Irak”, comenzó el Santo Padre. “He visto con dolor que las manifestaciones de protesta de los días pasados han recibido una dura reacción que ha causado decenas de víctimas”.

“Rezo por los difuntos y por los heridos; permanezco cercano a las familias y a todo el pueblo iraquí, invocando de Dios paz y concordia”, concluyó el Papa.

Irak, país que atraviesa por una larga crisis política desde el estallido de la guerra en 2003 con la invasión del ejército de Estados Unidos que supuso el derribo del régimen de Sadam Hussein, se encuentra inmerso en una ola de protestas desde hace varios meses que se han intensificado en los últimos días con numerosos muertos.

El país padece un vacío de poder tras la dimisión el pasado 29 de noviembre del primer ministro Adel Abdelmahdi. Las protestas, respaldadas por las autoridades religiosas chiíes, una rama del islam con gran presencia en Irak, están motivadas por la larga crisis política y económica que ha generado una situación social insostenible agravada por la invasión del norte del país por parte de milicianos de Estado Islámico que, hasta la derrota de este grupo terrorista, agravó la desestabilización interna del Estado.

Los manifestantes se quejan de la falta de empleo, la corrupción y la ineficacia de los servicios públicos.

6:17:00 a.m.

VATICANO, 01 Dic. 19 (ACI Prensa).-
El Papa Francisco hizo un llamado a despertar “del sueño de la indiferencia, de la vanidad” que lleva a abandonar al débil.

Así lo expresó en su comentario previo al rezo del Ángelus este domingo 1 de diciembre, primer domingo de Adviento, en el Palacio Apostólico del Vaticano.

“El sueño del cual debemos despertarnos está constituido por la indiferencia, la vanidad, la incapacidad de instaurar relaciones genuinamente humanas, de hacerse cargo del hermano que está solo, abandonado o enfermo”, dijo el Papa.

El Pontífice explicó el sentido del Adviento y recordó que significa “vigilancia”, mientras que “vigilancia significa estar pendientes de nuestro prójimo en dificultad, dejarse interpelar por sus necesidades, sin esperar a que él nos pida ayuda, sino aprendiendo a prevenir, a anticipar, como siempre hace Dios con nosotros”.

“La espera de Jesús que viene se debe traducir en un compromiso de vigilancia. Se trata, principalmente, de maravillarse ante la acción de Dios, de sus sorpresas, y de darle a Él la prioridad”.

“Estamos llamados a tener visión de fe y de esperanza, mientras caminamos sobre el camino de la vida, a través de sucesos felices y dolorosos, serenos y dramáticos”.

El Santo Padre hizo estas reflexiones tras comentar las lecturas del día. En la Primera Lectura de este domingo, del Libro de Isaías, el Profeta afirma que “sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones”.

Francisco explicó que “el templo del Señor en Jerusalén se presenta como el punto de convergencia y de encuentro de todo el pueblo. Después de la Encarnación del Hijo de Dios, Jesús se reveló como el verdadero templo”.

Por lo tanto, “la visión maravillosa de Isaías es una promesa divina y nos empuja a asumir una actitud de peregrinación, de camino hacia Cristo, sentido y fin de la historia”.

“Cuantos tienen hambre y sed de justicia las pueden encontrar únicamente recorriendo la vía del Señor, mientras que el mal y el pecado provienen del hecho de que los individuos y los grupos sociales prefieren seguir el camino marcado por intereses egoístas que provocan conflictos y guerras”.

Por el contrario, “si cada uno buscase, con la guía del Señor, la vía del bien, entonces el mundo tendría más armonía y concordia. El Adviento es el tiempo propicio para la acogida de la venida de Jesús, que viene como mensajero de paz para indicarnos los caminos de Dios”.

Luego comentó el Evangelio de este domingo, de San Mateo, donde “Jesús nos exhorta a estar preparados para su venida: ‘Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor’. Velar no significa tener materialmente los ojos abiertos, sino tener el corazón libre y dirigido a la dirección precisa, es decir, dispuesto a la entrega y al servicio”.

6:13:00 a.m.

(ZENIT – 1 diciembre 2019).- Al finalizar la celebración eucarística para la comunidad católica congoleña en Roma,
celebrado en la Basílica Vaticana con motivo del 25º aniversario de la fundación de la Capellanía de la comunidad católica congoleña de Roma, el Santo Padre Francisco se asoma a la ventana del estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

***

Palabras del Papa antes de la oración mariana

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, primer domingo del tiempo de Adviento, comienza el nuevo año litúrgico. En estas cuatro semanas de Adviento, la liturgia nos lleva a celebrar la Navidad de Jesús, al tiempo que nos recuerda que Él viene a nuestras vidas cada día, y regresará gloriosamente al final de los tiempos. Esta certeza permitirá nos lleva a mirar al futuro con confianza, como el profeta Isaías nos invita a hacer, que con su voz inspirada acompaña todo el camino del Adviento.

En la primera lectura de hoy, Isaías profetiza que “al final de los días, estará firme el monte del templo del Señor en la cumbre de las montañas mas elevado que las colinas; hacia el confluirán todas las naciones”. (2,2). El templo del Señor en Jerusalén se presenta como punto de convergencia, como punto de encuentro de todos los pueblos. Después de la Encarnación del Hijo de Dios, Jesús mismo se reveló como el verdadero templo. Por lo tanto, la maravillosa visión de Isaías es una promesa divina y nos impulsa a asumir una actitud de peregrinación, de camino hacia Cristo, sentido y fin de la historia. Los que tienen hambre y sed de justicia sólo pueden encontrarla recorriendo los caminos del Señor; mientras que el mal y el pecado provienen del hecho de que los individuos y los grupos sociales prefieren seguir caminos dictados por intereses egoístas, causando conflictos y guerras. El Adviento es tiempo favorable para acoger la venida de Jesús, que viene como mensajero de paz para mostrarnos los caminos del Señor.

En el Evangelio de hoy, Jesús nos exhorta a estar preparados para su venida: “Velen, pues, porque no saben en qué día vendrá el Señor” (Mt 24, 42). Velar no significa tener materialmente los ojos abiertos, sino tener el corazón libre y orientado en la dirección correcta, es decir, dispuesto al don y al servicio, esto es velar. El sueño del que debemos despertar está constituido por la indiferencia, por la vanidad, por la incapacidad de establecer relaciones genuinamente humanas, por la inacapacidad de hacerse cargo del hermano solo, abandonado o enfermo. La espera de Jesús que viene debe traducirse, por tanto, en un compromiso de vigilancia. Se trata, en primer lugar, de maravillarse ante la acción de Dios, ante sus sorpresas, y de darle a Él  la primacía. La vigilancia significa también, concretamente, estar atentos a nuestro prójimo en dificultades, a dejarnos interpelar por sus necesidades, sin esperar a que él o ella nos pida ayuda, sino aprender a prevenir, a anticipar, como hace Dios siempre con nosotros.

Que María, la Virgen vigilante y Madre de la esperanza, nos guíe en este camino, ayudándonos a para dirigir nuestra mirada hacia la  “montaña del Señor”, imagen de Jesucristo, que atrae hacia sí a todos los a los hombres y a todos los pueblos.

 

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5:10:00 a.m.

VATICANO, 01 Dic. 19 (ACI Prensa).-
El Papa Francisco advirtió contra el peligro del consumismo y afirmó que es “un virus que infecta la fe desde la raíz.

“El consumismo es un virus que infecta la fe desde la raíz, porque te hace creer que la vida depende sólo de aquello que tiene, y así te olvidas de Dios que viene al encuentro y de quien tienes a tu lado. El Señor viene, pero en cambio sigues los apetitos que te llegan; el hermano llama a tu puerta, pero a ti te molesta porque interrumpe tus planes”.

El Santo Padre habló así en su homilía de la Misa celebrada este domingo 1 de diciembre en la Basílica de San Pedro del Vaticano por el rito zaireño, con motivo del 25 aniversario de la fundación de la Capellanía Congoleña de Roma.

Francisco explicó que “en el Evangelio, cuando Jesús señala los peligros para la fe, no se preocupa de enemigos poderosos, de hostilidades y de persecuciones. Todo eso lo ha habido y lo habrá, pero no debilita la fe. El verdadero peligro, por el contrario, es aquel que anestesia el corazón: depender del consumismo, y cargar el corazón con necesidades”.

“Entonces se vive de cosas y no se sabe para qué; se tienen muchos bienes, pero no se hace el bien; las casas se llenan de cosas, pero se vacían de hijos; se pierde el tiempo en pasatiempos, pero no se dedica tiempo a Dios y a los demás”.

Advirtió que “cuando se vive para las cosas, las cosas no bastan nunca, la codicia crece y los demás parecen obstáculos en el camino, y así se termina por sentirse amenazados e insatisfechos siempre, y enfadados, se eleva el novel del odio”.

“Lo vemos hoy allí donde impera el consumismo: cuánta violencia, aunque sólo sea verbal, cuánta rabia y necesidad de buscar un enemigo a toda costa. Así, mientras el mundo está lleno de armas que provocan muertos, no nos damos cuenta de que continuamos armando nuestros corazones con ira”.

El Papa Francisco subrayó que Jesús quiere despertar al pueblo de este consumismo, y “lo hace con el verbo ‘vigilad’. Vigilar era el trabajo del centinela, que vigilaba permaneciendo despierto mientras los demás dormían. Vigilar es no ceder al suelo que atrapa a todos”.

“Para poder vigilar se necesita tener una esperanza segura: que la noche no durará para siempre, que pronto llegará el alba. Y así también nosotros: Dios viene y su luz iluminará hasta las tinieblas más oscuras”.

“A nosotros nos toca hoy vigilar: vencer la tentación de que el sentido de la vida sea acumular, desenmascarar el engaño de que se es feliz si se tienen muchas cosas, resistir las luces resplandecientes del consumismo que brillan por todos sitios durante este mes, y creer que la oración y la caridad no son tiempo perdido, sino los tesoros más grandes”.

Adviento

Por otro lado, el Papa Francisco reflexionó sobre el significado del Adviento. “Jesús viene: el Adviento nos recuerda esta certeza ya en su nombre, porque la palabra Adviento significa ‘venida’. El Señor viene: he ahí la raíz de nuestra esperanza, la seguridad de que ante las tribulaciones del mundo viene a nosotros el consuelo de Dios, un consuelo que no necesita palabras, sino presencia, su presencia que viene en medio de nosotros”.

“El Señor no nos deja solos. Vino hace dos mil años y volverá a venir al final de los tiempos, pero también viene hoy a mi vida, a tu vida. Sí, a esta vida nuestra, con todos sus problemas, con sus angustias y con sus incertezas”.

El Papa Francisco se dirigió a los fieles congoleños: “Habéis venido de lejos”, les dijo. “Habéis dejado vuestra casa, afectos y cosas queridas. Juntos aquí habéis encontrado acogida junto con dificultades e imprevistos. Pero para Dios siempre seréis invitados bienvenidos. Para Él, nunca somos extranjeros, sino hijos esperados. Y la Iglesia es la casa de Dios: aquí, por lo tanto, os sentís siempre en casa. Aquí venimos para caminar juntos hacia el Señor”.

Sin embargo, “frente a las luces del Señor se pueden preferir las tinieblas del mundo. Al Señor que viene y a su invitación a caminar con Él se le puede responder que no. Con frecuencia, no se trata de un no directo, insolente, sino sutil. Es el no del que nos advierte Jesús en el Evangelio al exhortarnos a no hacer como en los días de Noé”.

“¿Qué es lo que sucedía en los días de Noé? Sucedía que, mientras algo nuevo y perturbador estaba a punto de llegar, nadie le hizo caso, porque todos pensaban sólo en comer y en beber. En otras palabras, todos reducían su vida sólo a sus necesidades, se contentaban con una vida plana, horizontal, sin impulso. No había espera de nadie, sólo la pretensión de tener algo para sí mismo, algo para consumir”, concluyó.

 

1:18:00 a.m.

«Cuando Juan Pablo II beatificó a esta capuchina, la denominó la ‘mística del breviario’. En vida, su portentoso dominio de la sagrada Escritura y de la Patrística suscitó ciertos recelos, y tuvo que comparecer ante un tribunal»

Esta religiosa capuchina española cuya existencia discurrió entre Barcelona, Zaragoza y Murcia estuvo agraciada con singulares favores místicos. Nació el 1 de septiembre de 1592 en Barcelona, en el seno de una familia adinerada. Creció sin la presencia y tutela de sus virtuosos padres que perdió prematuramente. Su madre murió antes de que ella cumpliera su primer año de vida. Y cuanto tenía 4, falleció su padre. Arropada por su aya, que la colmó de cariño, Ángela (Jerónima de nombre de pila) no experimentó añoranzas por la ternura de sus progenitores que prácticamente no llegó a saborear.

Era una niña alegre y espontánea. Llevada de esos descuidos propios de la infancia hacia los 7 años estuvo a punto de morir por haber ingerido almendras verdes. Atribuyó su curación a la Virgen María y a la intercesión de la Madre Ángela Serafina, fundadora de las capuchinas. El hecho supuso un punto de inflexión en su vida; marcó el límite de su infancia y le abrió el camino hacia otra etapa de madurez. Es lo que manifestó en su Autobiografía: «Mi niñez no fue sino hasta los siete años: de éstos en adelante fui ya mujer de juicio y no poco advertida, y así sufrida, compuesta, callada y verdadera». Siempre al abrigo de tutores fue formándose humana e intelectualmente. En la adolescencia su prodigiosa memoria comenzó a llamar la atención de los preceptores. Familiarizada con los libros –su padre había estado vinculado al gremio de los libreros y seguramente le habría legado una selecta biblioteca–, tuvo en la lectura una de sus aficiones predilectas, y de manera especial, los textos latinos.

Al final del estío de 1603 ingresó en el convento de las capuchinas de Barcelona donde le había precedido su hermana mayor, Isabel, una de las primeras integrantes del mismo que acababa de constituirse como tal en febrero de ese mismo año. Allí se curtió en la oración y la mortificación, atenta a los rasgos de virtud que apreciaba a su alrededor, bajo la dirección espiritual de un sacerdote aragonés que tenía detrás una importante experiencia eremítica. A su lado comenzó a familiarizarse con la oración y la contemplación. En su trayectoria espiritual encontró ásperos momentos caracterizados por las humillaciones y maltrato concreto de una religiosa atrapada por sus celos que hubiera querido asemejarse a la beata en su delicadeza, elegancia, cualidades para el canto y su gran formación, además de los gestos de virtud que veía en ella.

Todo desaire sirvió a Ángela para crecer en caridad y humildad máxime cuando era consciente del antagonismo que existía entre ambas, sentimiento que le ocasionaba gran aflicción. En un momento dado, por indicación de su confesor se vio privada de los textos latinos bíblicos y litúrgicos que llevó consigo al convento, añadiendo la prohibición de tenerlos como soporte en su día a día, así como de entonar versículos fuera del coro cuando realizaba las labores que tenía encomendadas. Y eso que el breviario era el sustento de su intensísima y singular vida mística: «Me acontece muchas veces que, cantando los salmos, me comunica su Majestad, por efectos interiores, lo propio que voy cantando, de modo que puedo decir con verdad que canto los efectos interiores de mi espíritu y no la composición y versos de los salmos». Como maestra de novicias tampoco se libró del retintín con que algunas de ellas acogían sus enseñanzas. Con oración y penitencia superó todas las tentaciones, incluida la de integrarse en otra Orden donde tuviera libertad para hacer su voluntad: orar y leer textos de espiritualidad. Y creció exponencialmente en su amor a Dios de manera admirable.

En 1614 se trasladó a Zaragoza siendo componente de la primera comunidad que se establecía allí. Y siguió formando a las religiosas con sabiduría y virtud. En 1626 fue designada abadesa, y en 1645 puso en marcha la fundación de Murcia. Desde 1620 percibía gracias sobrenaturales que no cesaron. Por su sorprendente dominio de la Sagrada Escritura, así como de la Patrística, fue sometida a examen en Zaragoza por cinco expertos y en Murcia por un deán y un canónigo impresionados de su capacidad para señalar con exactitud los lugares donde se hallaban las citas escriturarias en lengua latina que le plantearon. A lo largo de su vida saboreó las numerosas gracias místicas que recibió –de las que se sentía indigna y que no pudo impedir aunque le ordenaron que las evitara–, y se afligió en las «ausencias» divinas. Ha sido denominada «mística del breviario».

Fue particularmente devota del Sagrado Corazón de Jesús: «Mi incomparable tesoro, toda mi riqueza, única esperanza cierta de todo lo que espero, claridad y sosiego de mis dudas, aliento de mis ahogos, centro íntimo de mi alma, propiciatorio de oro de mi espíritu…, escuela y cátedra donde leo ciencia y finezas de tu inmensa caridad…». A Él se ofrecía en reparación de las ofensas que recibía. Amó profundamente a la Iglesia. Tuvo como consigna de vida «callar y sufrir, y llevar el peso que las cosas de gobierno traen consigo, como sierva de la casa de Dios». Siendo abadesa consiguió que las religiosas pudieran recibir la comunión diariamente. Actuó de forma admirable en la epidemia de 1648 y en la inundación de 1651 que arrasó por completo el convento. En 1654 regresó junto con el resto de la comunidad, y seis años más tarde comenzó su declive físico con una merma tal de sus facultades mentales que le llevó a renunciar a su cargo; las recuperó en noviembre de 1665 tras un ataque de hemiplejía. Falleció con fama de santidad el 2 de diciembre de ese mismo año. Juan Pablo II la beatificó el 23 de mayo de 1982.

La entrada Beata María Ángela Astorch, 2 de diciembre se publicó primero en ZENIT - Espanol.

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