junio 2019

10:41:00 a.m.

(ZENIT – 30 junio 2019).- En el Ángelus de este 30 de junio de 2019, el Papa Francisco oró “por todos aquellos que en estos días han sufrido mas las consecuencias del calor: enfermos, ancianos, personas que tienen que trabajar al exterior “Que nadie sea abandonado o explotado”.

En sus saludos después de la oración mariana en la Plaza de San Pedro, también deseó a todos los trabajadores “un período de descanso durante el verano, que pueda beneficiarlos a ellos y a sus familias”.

AK

Palabras del Papa después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas!
En las últimas horas hemos visto un buen ejemplo de una cultura de encuentro en Corea. Saludo a los protagonistas, orando para que este gesto significativo constituya un paso más en el camino de la paz no sólo en esa península, sino en beneficio de todo el mundo.

En este último día de junio, deseo a todos los trabajadores que durante el verano puedan tener un periodo de descanso que les beneficiará a ellos y a sus familias.

Rezo por los que más han sufrido las consecuencias del calor estos días: los enfermos, personas mayores, personas que tienen que trabajar al aire libre, en obras de construcción…. Que nadie sea abandonado o explotado.

Y ahora dirijo mi cordial saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos: familias, grupos parroquiales, asociaciones. Saludo en particular al grupo de Hermanas de Santa Isabel y a los peregrinos que vinieron en bicicleta de Sartirana Lomellina. Veo que hay muchos polacos…. Saludo a los polacos. ¡Bravo!

Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós.

 

La entrada Ola de calor: El Papa reza por los que sufren del calor se publicó primero en ZENIT - Espanol.

9:02:00 a.m.

(ZENIT – 30 junio 2019).- El Papa Francisco saludó un “nuevo paso” hacia la paz después del encuentro entre el presidente Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong-un,  este 30 de junio de 2019.

“En las últimas horas hemos presenciado en Corea un buen ejemplo de una cultura del encuentro”, dijo en el Ángelus que presidió en la Plaza de San Pedro.

Y el Papa agregó: “Saludo a los protagonistas, orando para que este gesto significativo constituya un nuevo paso en el camino hacia la paz, no solo en esta península, sino en favor de todo el mundo”.

El encuentro ha tenido lugar en Panmunjom, cerca de la línea de demarcación entre las dos Coreas: los dos líderes intercambiaron un histórico apretón de manos y Donald Trump simbólicamente dio unos pasos en el territorio de Corea del Norte.

La entrada Corea: El Papa saluda un “nuevo paso” hacia la paz se publicó primero en ZENIT - Espanol.

7:37:00 a.m.

VATICANO, 30 Jun. 19 (ACI Prensa).-
El Papa Francisco explicó este domingo 30 de junio la actitud de tres personajes diferentes ante la vocación del seguimiento de Jesús narrados en el Evangelio de San Lucas.

Antes del rezo del Ángelus de este domingo, el Santo Padre reflexionó en el Evangelio del día en el que San Lucas describe el último viaje de Jesús hacia Jerusalén, narración que concluye el capítulo 19.

“Es un largo camino no solo geográfico y espacial, sino espiritual y teológico hacia el cumplimiento de la misión del Mesías. La decisión de Jesús es radical y total, y quienes lo siguen están llamados a medirse con ella”, señaló el Papa.

En esta línea, el Pontífice destacó que el evangelista presenta a tres personajes, “tres casos de vocación, podríamos decir, que traen a la luz lo que es necesario para quien quiere seguir a Jesús hasta el fondo, totalmente”.

En primer lugar, el Santo Padre recordó al primer personaje que le promete: ‘Te seguiré a donde tú vayas’. “¡Generoso! Pero Jesús responde que el Hijo del hombre… ‘no tiene donde apoyar la cabeza’. La pobreza absoluta de Jesús. Jesús, de hecho, ha dejado la casa paterna y ha renunciado a toda seguridad para anunciar el Reino de Dios a las ovejas perdidas de su pueblo”.

“Así Jesús nos ha indicado, a sus discípulos, que nuestra misión en el mundo no puede ser estática, sino itinerante”, afirmó el Papa quien añadió que “el cristiano es un itinerante. La Iglesia por su naturaleza está en movimiento, no está sedentaria y tranquila en el propio recinto. Está abierta a los más extensos horizontes, enviada -¡La Iglesia es enviada!- a llevar el Evangelio por las calles y a alcanzar las periferias humanas y existenciales”, afirmó.

Después, el Santo Padre describió que el segundo personaje que Jesús encuentra recibe directamente de Él la llamada, pero responde: ‘Señor, permíteme ir antes a enterrar a mi padre’. “Es una solicitud legítima, fundada en el mandamiento de honrar el padre y la madre. Sin embargo, Jesús replica: ‘Deja que los muertos entierren a sus muertos’. Con estas palabras, provocadoras, Él busca afirmar el primado del seguimiento y del anuncio del Reino de Dios, incluso sobre las realidades más importantes, como la familia”.

En esta línea, el Papa destacó que “la urgencia de comunicar el Evangelio, que rompe la cadena de la muerte e inaugura la vida eterna, no admite demoras, sino que requiere disponibilidad y disponibilidad. Por lo tanto, la Iglesia es itinerante, y aquí la Iglesia es decisiva, actúa rápidamente, al momento, sin esperar”.

Por último, el Papa Francisco señaló que el tercer personaje también quiere seguir a Jesús, pero con una condición: lo hará después de despedirse de sus familiares. Y esto dice el Maestro: ‘Nadie que ponga su mano en el arado y luego se dé vuelta es adecuado para el reino de Dios’ y agregó que “el seguimiento de Jesús excluye los arrepentimientos y las miradas hacia atrás, sino que requiere la virtud de la decisión”.

“La Iglesia, para seguir a Jesús, es itinerante, actúa de inmediato, rápidamente y decidida. El valor de estas condiciones establecidas por Jesús (itinerancia, disponibilidad y decisión) no se coloca en una serie de ‘no’ refiriéndose a cosas buenas e importantes en la vida. El acento, más bien, debe colocarse en el objetivo principal: ¡Transformarse en un discípulo de Cristo! Una decisión libre y consciente, hecha de amor, para corresponder a la inestimable gracia de Dios, y no hecha como una forma de promocionarse”, expresó el Papa.

Sin embargo, el Pontífice reconoció que es triste cuando hay algunos que “piensan que están siguiendo a Jesús para promocionarse, es decir, para hacer una carrera, para sentirse importantes o para adquirir un lugar de prestigio. Jesús nos quiere apasionados por Él y el Evangelio. Una pasión del corazón que se traduce en gestos concretos de disponibilidad, de cercanía a los hermanos más necesitados, de acogida y de cuidado. Así como Él mismo vivió”, dijo el Papa.

De este modo, el Santo Padre rezó: “¡Que la Virgen María, icono de la Iglesia en camino, nos ayude a seguir con alegría al Señor Jesús y a anunciar a los hermanos, con renovado amor, la Buena Noticia de la Salvación!”.

7:03:00 a.m.

VATICANO, 30 Jun. 19 (ACI Prensa).-
Después del rezo del Ángelus este domingo 30 de junio, el Papa Francisco destacó el histórico encuentro en Corea del Norte entre el Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el Presidente de Corea del Norte, Kim Jong-un y rezó para que este gesto constituya un paso “en el camino de la paz” no solo en la península coreana sino “a favor de todo el mundo”.

“En las últimas horas hemos asistido en Corea a un buen ejemplo de cultura del encuentro. Saludo a los protagonistas, con la oración de que tal gesto significativo constituya un ulterior paso en el camino de la paz, no solo sobre aquella península, sino a favor de todo el mundo”, expresó el Santo Padre.

#ÚLTIMAHORA | Trump y Kim Jong Un inician su tercera reunión en el lado norcoreano de la zona desmilitarizada convirtiéndose así en el primer presidente estadounidense al mando que pisa Corea del Norte https://t.co/ry4cyDFRdW pic.twitter.com/mp45J58g6I

— Europa Press (@europapress) 30 de junio de 2019

 

🔴#URGENTE Momento histórico, Donald Trump se transforma en el primer presidente de los Estados Unidos en ingresar a Corea del Norte. Se ha reunido con Kim Jong Un. pic.twitter.com/hiKESgxCVU

— Mundo en Conflicto (@MundoEConflicto) 30 de junio de 2019

Felices vacaciones

Además, el Pontífice dirigió un especial mensaje antes de iniciar el período de descanso previsto por el verano: “En este último día de junio deseo a todos los trabajadores poder tener durante el verano un período de descanso, que pueda beneficiarlos y a sus familias”, afirmó el Papa.

Tras la ola intensa de calor que ha golpeado a Italia y otros países de Europa, el Papa Francisco expresó que reza “por todos los que en estos días han sufrido mayormente las consecuencias del calor: los enfermos, los ancianos, las personas que tienen que trabajar al aire libre, en las obras…” y exclamó: “¡Qué ninguno sea abandonado o explotado!”.

Al finalizar, el Santo Padre dirigió también su saludo a todos los presentes en la Plaza de San Pedro del Vaticano “romanos y peregrinos: familias, grupos parroquiales y asociaciones”.

“Deseo a todos ustedes un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mi. Buen almuerzo y adiós”, concluyó.

6:26:00 a.m.

(ZENIT – 30 junio 2019).- A las 12 del mediodía de hoy, 13º domingo del tiempo ordinario, el Santo Padre Francisco
desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano se dirige a los peregrinos y fieles reunidos en la Plaza San Pedro para recitar el Ángelus.

Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

Palabras del Papa antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy (cf. Lc 9, 51-62), san Lucas comienza el relato del último viaje de Jesús a Jerusalén, que concluirá en el capítulo 19. Es una larga marcha no sólo geográfica sino espiritual y teológica una marcha hacia el cumplimiento de la misión del Mesías. La decisión de Jesús fue total, y los que le siguieron fueron llamados a medirse con Él. El evangelista presenta hoy tres personajes -tres casos de vocación, podríamos decir- que ponen de relieve lo que se pide a quien quiere seguir a Jesús hasta el final, totalmente.

El primer personaje le promete: “Te seguiré dondequiera que vayas”. (v. 57). Pero Jesús responde que el Hijo del Hombre, a diferencia de los zorros que tienen madrigueras y los pájaros que tienen nidos, “no tiene donde reclinar la cabeza” (ver 58), la pobreza absoluta de Jesús. Jesús, de hecho, dejó la casa de su padre y renunció a toda seguridad para anunciar el Reino de Dios a las ovejas perdidas de su pueblo. Así Jesús señaló a sus discípulos que nuestra misión en el mundo no puede ser estática, sino itinerante. El cristiano es un itinerante. La Iglesia por su naturaleza está en movimiento, no es sedentaria y no se queda tranquila en su propio recinto. Está abierta a los horizontes más amplios, enviada, la Iglesia es enviada a llevar el Evangelio a las calles y llegar a las periferias humanas y a asistenciales. Este es el primer personaje.

El segundo personaje con el que Jesús se encuentra recibe la llamada directamente de Él, pero responde: “Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre” (v. 59). Es una petición legítima, basada en el mandamiento de honrar al padre y a la madre (cf. Ex 20,12). Sin embargo, Jesús responde: “Deja que los muertos entierren a sus muertos” (v. 60). Con estas palabras, deliberadamente provocadas Él tiene la intención de reafirmar la primacía del seguimiento y la proclamación del Reino de Dios, incluso por encima de las realidades más importantes, como la familia. La urgencia de comunicar el Evangelio, que rompe la cadena de la muerte e inaugura la vida eterna, no admite demoras, pero requiere inmediatez y disponibilidad, es decir, la Iglesia es itinerante, pero también la Iglesia es decidida, va con prontitud, al momento, sin esperar.

El tercer personaje también quiere seguir a Jesús pero con una condición, después de haber ido a despedirse de sus parientes, por eso se escucha decir al Maestro: “El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios” (v. 62). Seguir a Jesús excluye las nostalgias y las miradas hacia atrás, sino que requiere la virtud de la decisión. La Iglesia para seguir a Jesús es itinerante, con prontitud, enseguida lo hace y decidida. El valor de estas tres condiciones planteadas por Jesús – itinerancia, prontitud y decisión – no radica en una serie de dichos de “no” a las cosas buenas e importantes de la vida. El acento, más bien, debe ser colocado sobre el objetivo principal: ¡llegar a ser discípulo de Cristo! Una elección libre y consciente, hecha por amor, para corresponder a la gracia inestimable de Dios, y no hecha de una manera de promoverse a sí mismo. Esto es triste, atención a aquellos que piensan que están siguiendo a Jesús para promoverse a sí mismos, es decir, para hacer carrera, para sentirse importantes o adquirir un puesto de prestigio. Jesús quiere que sean apasionados de él y del Evangelio. Una pasión del corazón que se traduce en gestos concretos de proximidad, de cercanía a los hermanos más necesitados de acogida y cuidados. Como él mismo lo vivió.

Que la Virgen María, icono de la Iglesia en camino, nos ayude a seguir con alegría al Señor Jesús y proclamar a nuestros  hermanos y hermanas, con renovado amor, la Buena Nueva de la salvación

 

La entrada Ángelus: “La urgencia de comunicar el Evangelio, no admite demoras” se publicó primero en ZENIT - Espanol.

1:11:00 a.m.

«Gigante de la cultura, fundador del Instituto de la Caridad, y el Instituto de las Hermanas de la Providencia. El Concilio Vaticano II revocó la condena que pesaba sobre sus obras»

A punto de ser beatificado en 2007, Benedicto XVI ensalzó su «caridad intelectual», y el cardenal Saraiva lo calificó como un «gigante de la cultura». Rosmini fue un abanderado de la unidad entre fe y razón, y ello le acarreó un singular calvario. Nació en Rovereto, Italia, el 24 de marzo de 1797. Pertenecía a una noble y acomodada familia. El hecho de ser bautizado al día siguiente, en la festividad de la Anunciación, tuvo gran relieve para él: «Con el darme Dios el privilegio de nacer a la gracia en la festividad de María, mostró el querer dármela por mi Madre y Protectora. Pueda yo corresponderle y amarla, como me propongo por la eternidad». Este signo rubricó momentos específicos de su vida.

En el hogar reinaba la piedad. Dios bendijo a los padres con el compromiso religioso de la primogénita, que fue canossiana, y el beato, segundo en orden de nacimiento. Al último, más distante de la fe, no le faltó la comprensión de sus hermanos. Para Antonio, su tío paterno Ambrogio, un reputado arquitecto y pintor, fue un referente importante en su formación, aunque él a los 5 años sabía leer y escribir; aprendió con la Biblia, las actas de los mártires y las vidas de santos. Sus padres alentaron su afán por el estudio y la investigación, ya notorios cuando tenía 7 años. A los 15, aunando este amor a los libros con la vida espiritual, fundó la academia «Vannettiana»; en ella los niños compartían estudio, caridad y oración.

A los 16 años se despertó su vocación sacerdotal, un ideal que mantuvo aunque no fue compartido por su familia inicialmente. Estudió en la universidad de Padua y allí mostró unas cualidades excepcionales para penetrar en los entresijos de la ciencia y de las humanidades. Era experto conocedor de un amplio abanico de disciplinas que incluían: filosofía, política, derecho, educación, ciencia, psicología y arte. Precisamente su vasto conocimiento le mostró con nítida claridad que ninguna de ellas constituía un peligro para la fe, sino que, más bien, eran «unas aliadas necesarias», como subrayó Juan Pablo II en 1998.

Fue ordenado sacerdote en 1821. Asumió su ministerio con claras y santas ideas. «El sacerdote debe ser un hombre nuevo: vivir en el cielo con el corazón y la mente, conversando siempre con Cristo; regresar del altar un santo, un apóstol, un hombre lleno de Dios. Debe avanzar en todas las virtudes, ser el primero en amar el trabajo duro, la humillación, el sufrimiento…, un modelo de perfecta obediencia, debe vivir la caridad para con el prójimo como una llama que prende fuego a todo el mundo».Oración, estudio, caridad… fueron la tónica de sus jornadas. Pío VIII le animó a que se dedicara a escribir y dejase en segundo lugar la vida activa. Alessandro Manzini, escritor y poeta, entrañable amigo de Antonio, no ocultó su admiración por él. Dijo que «era una de las cinco o seis más altas inteligencias filosóficas que Dios había brindado a la Humanidad». Además, no solo tenía talento. Era un hombre prudente, íntegro, dispuesto, sobre todo, a cumplir la voluntad de Dios; daba pruebas de su vocación y vivía en comunión con la Sede Apostólica; todo ello fue resaltado por Gregorio XVI en su Carta In sublimide 1839.

Impulsó la Enciclopedia cristiana, que contrapuso a la francesa, y la Sociedad de los amigos para la animación cristiana de la sociedad. Aunque estas obras no tuvieron excesiva trascendencia, de algún modo ratificaron su anhelo de poner al servicio de los demás todo lo que poseía, esperando que pudiera servirles de ayuda. Ello incluía su asistencia espiritual, la donación de los bienes materiales y su bagaje intelectual, porque sabía que era un fecundo instrumento apostólico. Es decir, una magnífica trilogía en la que su caridad evidenciaba destellos espirituales, materiales e intelectuales. Mantuvo una ingente correspondencia epistolar que ha sido recogida en trece volúmenes. Su actividad era admirable. No solo fundó dos institutos masculino y femenino, el de la Caridad, y el de las Hermanas de la Providencia; su intensa labor intelectual le condujo a la creación de un nuevo sistema filosófico. En 1848 desempeñó una misión diplomática para el gobierno piamontés ante la Santa Sede, pero renunció debido a su rotunda discrepancia con los intereses políticos de aquél.

Su creación intelectual estuvo en el punto de mira del Magisterio de la Iglesia, y ello motivó su exilio a Gaeta ese mismo año de 1848 junto a Pío IX, del que fue su consejero. En 1849 cayó en desgracia ante el pontífice y regresó al norte de Italia. Supo por el camino que dos de sus obras se habían incluido en el Índicede libros prohibidos; detrás hubo un maquiavélico entramado de rencillas. Sufrió humillaciones y persecución con el espíritu de un fiel hijo de Dios y de la Iglesia, viviendo heroicamente la caridad y la humildad. Según sus palabras: solía «mirar las cosas desde lo alto». Había sido designado cardenal, pero nunca fue consagrado como tal. El centro de su espiritualidad, de innegable influencia mariana, fue: «el Principio de disponibilidad» a la voluntad de Dios en un doble movimiento: 1) No hacer obra exterior alguna por mi cuenta, sino purificarme, orar y esperar el signo que es voluntad de Dios. 2) No rechazar nada de todo lo que la voluntad de Dios me pide a través de las circunstancias. Bíblicamente: «Dejarme llevar por el Espíritu de Dios» (Rm 8,14).

El proceso sobre su obra le acompañó hasta el final. Mostró su convencimiento de que todo estaba en manos de Dios, asegurando que él se sentía «bastante inútil». Murió en Stresa el 1 de julio de 1855. En 1887 cuarenta proposiciones suyas contenidas en diversas obras publicadas e inéditas fueron condenadas con el decreto doctrinal, Post obitum, de la Sagrada Congregación del Santo Oficio. Pero su obra fue valorada en el Concilio Vaticano II y su condena se revocó en 2001. Benedicto XVI lo beatificó el 18 de noviembre de 2007.

La entrada Beato Antonio Rosmini Serbati, 1 de julio se publicó primero en ZENIT - Espanol.

11:47:00 a.m.

VATICANO, 29 Jun. 19 (ACI Prensa).-
El Papa Francisco advirtió el peligro de la envidia porque causa “amargura en el interior” y “es vinagre en el corazón”, antes del rezo del Ángelus este 29 de junio, en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, en el que destacó también la importancia de apreciar la diversidad de los demás, como fue el caso de estos apóstoles.

“Es bueno apreciar las cualidades de los demás, reconocer los dones de los demás sin malicia y sin envidia. ¡La envidia! La envidia causa amargura en el interior, es vinagre en el corazón. Los envidiosos tienen una mirada amarga”, advirtió el Papa.

En esta línea, el Pontífice reconoció que “muchas veces, cuando uno encuentra a una persona envidiosa quiere preguntar: ‘Pero ¿Con qué desayunó hoy, con café con leche o con vinagre?’ Porque la envidia es amarga. Hace la vida amarga”, reiteró.

Por ello, el Papa Francisco hizo un llamado a la unidad dentro de la Iglesia y entre los cristianos: “Qué bueno es saber que nos pertenecemos unos a otros, porque compartimos la misma fe, el mismo amor, la misma esperanza, el mismo Señor. Nos pertenecemos unos a otros y esto es espléndido, decir: ¡nuestra Iglesia!”, exclamó Francisco.

Además, el Santo Padre señaló que frecuentemente los apóstoles Pedro y Pablo son representados en los iconos como “sosteniendo a la Iglesia” y añadió que esto nos recuerda las palabras del Evangelio de San Mateo “en las que Jesús le dice a Pedro: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.

“Es la primera vez que Jesús pronuncia la palabra ‘Iglesia’, pero más que en el sustantivo me gustaría invitarles a pensar en el adjetivo, que es un posesivo, ‘mi’: mi Iglesia. Jesús no habla de la Iglesia como una realidad externa, sino que expresa el gran amor que tiene por ella: mi Iglesia. Él está unido a la Iglesia, a nosotros”, explicó.

En este sentido, el Papa Francisco añadió que San Pablo escribió “Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” en la carta a los Efesios y el Papa destacó que “Jesús ama a la Iglesia como a su esposa”.

“Para el Señor no somos un grupo de creyentes o una organización religiosa, somos su esposa. Él mira a su Iglesia con ternura, la ama con absoluta fidelidad, a pesar de nuestros errores y traiciones. Como ese día a Pedro, hoy nos dice a todos: mi Iglesia, tú eres mi Iglesia”, afirmó el Papa.

Por ello, Francisco invitó también a decir “mi Iglesia” porque “no lo decimos con un sentido de pertenencia exclusiva, sino con un amor inclusivo. No para diferenciarnos de los demás, sino para aprender la belleza de estar con los demás, porque Jesús nos quiere unidos y abiertos”.

“La Iglesia, de hecho, no es ‘mía’ porque responde a mi ser, a mis deseos, sino porque le ofrezco mi afecto. Es mía para que la cuide, para que, como los Apóstoles en el icono, también la sostenga. ¿Cómo? Con el amor fraternal. Con nuestro amor fraternal podemos decir: mi Iglesia”, dijo.

Asimismo, el Santo Padre reflexionó en la imagen de Pedro y Pablo cuando son representados con un abrazo y recordó que “entre ellos eran muy diferentes: un pescador y un fariseo con experiencias de vida, caracteres, formas de hacer las cosas y sensibilidades muy diferentes”.

Sin embargo, el Papa aseguró que “las opiniones en conflicto y los debates sinceros no faltaron entre ellos. Pero lo que los unió fue infinitamente mayor: Jesús era el Señor de ambos, juntos le dijeron: ‘mi Señor’ a Aquél que dice ‘mi Iglesia’”.

“Hermanos en la fe, nos invitan a redescubrir la alegría de ser hermanos y hermanas en la Iglesia. En esta fiesta, que une a dos apóstoles tan diferentes, sería bueno que cada uno de nosotros dijera: ‘Gracias, Señor, por esa persona distinta de mí: es un regalo para mi Iglesia’. Somos diferentes pero esto nos enriquece, es la hermandad”, alentó el Papa.

Por último, el Santo Padre explicó que el final del Evangelio Jesús le dice a Pedro: ‘Apacienta a mis ovejas’ y señaló que Jesús “habla de nosotros y dice ‘mis ovejas’ con la misma ternura con que solía decir ‘mi Iglesia’. ¡Con cuánto amor, cuánto amor nos ama Jesús! Nos siente suyos. Aquí está el cariño que construye la Iglesia”.

“Hoy, a través de la intercesión de los apóstoles, pedimos la gracia de amar a nuestra Iglesia. Pedimos ojos que sepan ver en ella hermanos y hermanas, un corazón que sepa acoger a los demás con el tierno amor que Jesús tiene para nosotros. Y pedimos la fuerza para orar por aquellos que no piensan como nosotros -éste piensa de otra manera, yo rezo por él- para orar y amar, que es lo opuesto a hablar en contra, quizás detrás. Nunca hables, reza y ama”. 

“Que Nuestra Señora, que trajo armonía entre los apóstoles y rezó con ellos, nos cuide como hermanos y hermanas en la Iglesia”, concluyó el Papa.

9:56:00 a.m.

(ZENIT – 29 junio 2019).- La colecta para el Óbolo de San Pedro se realiza en todo el mundo católico, en función de cada diócesis, el 29 de junio, solemnidad de los santos Pedro y Pablo, o el domingo más cercano a dicha celebración.

Según define la propia página web oficial del Óbolo, esta jornada constituye un gesto “comenzado por la primera comunidad de apóstoles, y que continúa repitiéndose porque la caridad es el rasgo distintivo de los discípulos de Jesús: ‘En esto conocerán que son mis discípulos, en que se aman los unos a los otros’” (Jn 13, 35).

Se trata de una colecta caritativa en la que cada fiel puede entregar lo que considere que puede aportar al Papa para que él lo destine a las necesidades de toda la Iglesia, especialmente donde hay mayor dificultad.

Entre las numerosas obras realizadas recientemente con fondos procedentes de este organismo de la Santa Sente, se pueden destacar el apoyo a los migrantes en  Grecia y en México; el nuevo hospital pediátrico en la República Centroafricana; la ayuda a la reconstrucción de Nepal después del terremoto, en Irán después de las inundaciones o en Indonesia tras el tsunami.

Efectivamente,  tal y como se describe en la web de este Óbolo de San Pedro, a través de esta donación “podemos ampliar la mirada y el corazón de la Iglesia diseminada por el mundo, que se hace compañera de camino de familias y pueblos en vías de desarrollo humano, espiritual y material, en beneficio de toda la sociedad”.

La entrada Óbolo de San Pedro: Ayudar al Papa a sostener a los más necesitados se publicó primero en ZENIT - Espanol.

9:47:00 a.m.

VATICANO, 29 Jun. 19 (ACI Prensa).-
El Papa Francisco nombró Obispo de León (Nicaragua) a Mons. Sócrates René Sándigo Jirón, quien se desempeñaba hasta ahora como Obispo de Juigalpa.

Mons. Sándigo sucede en el cargo a Mons. César Bosco Vivas Robelo, cuya renuncia fue aceptada por el Santo Padre tras haber superado la edad límite de 75 años para el servicio episcopal.

En una nota publicada en la cuenta de Facebook de la Arquidiócesis de Managua, el Cardenal Leopoldo Brenes agradeció el servicio de Mons. Vivas Robelo; y felicitó a Mons. Sándigo Jirón “en esta nueva misión encomendada”.

Mons. Sócrates René Sándigo Jirón nació en Diria el 19 de abril de 1965. Estudio Filosofía en el Seminario Interdiocesano de Managua; y Teología en el Seminario Mayor de Medellín (Colombia).

Obtuvo la licenciatura en Teología Dogmática en la Pontificia Universidad Bolivariana de Medellín y la licenciatura en Sagrada Escritura en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (Italia).

Fue ordenado sacerdote el 11 de julio de 1992 para la diócesis de Granada. Se desempeñó como vicepárroco de San Antonio María Claret y en El Salvador en Medellín.

Al volver a Nicaragua fue párroco de San Pedro en Diria y primer rector del Seminario Mayor en Granada.

Fue designado Obispo de Juigalpa el 28 de octubre de 2004 y recibió la ordenación episcopal el 22 de enero de 2005.

9:21:00 a.m.

(ZENIT – 29 junio 2019).- El Papa Francisco había confiado a la prensa su proyecto de viaje en noviembre próximo: el proyecto se está volviendo claro, anuncia “Japan Today”. El Papa podría estar en Hiroshima y Nagasaki el 24 de noviembre próximo. El Vaticano aún no lo  ha confirmado.

Al llegar el 23 de noviembre, el Papa tiene previsto reunirse con el Primer Ministro japonés Shinzo Abe y el Emperador Naruhito en Tokio, y él presidirá la Misa en el Estadio Tokyo Dome el 25 de noviembre.

El Papa había escrito dos cartas en mayo pasado, prometiendo su oración por los ciudadanos de las dos ciudades de Hiroshima y Nagasaki en respuesta a los alcaldes y al gobernador de la Prefectura de Hiroshima que lo habían invitado.

El Papa “condenó no solo el uso de armas nucleares, sino su “posesión” por primera vez en un discurso pronunciado en 2017″, dijo Japan Today.

La no proliferación nuclear

Este seria el segundo viaje de un papa a Japón después de la visita del Papa Juan Pablo II, en febrero de 1981: había participado en un programa de televisión con gran éxito. Lo más importante es que Juan Pablo II visitó el Parque Memorial de la Paz de Hiroshima, la iglesia católica Urakami Tenshudo en Nagasaki y una residencia de los “hibakusha”, los japoneses que aún sufren de radiación.

En cuanto al Papa Francisco, él se daría cuenta de su deseo como joven jesuita de ir a Japón: su candidatura no había sido elegida por su salud. En 1958, a la edad de 22 años, cuando decidió ingresar a la Compañía de Jesús, soñaba con ser misionero en Japón. Pero al final de su noviciado, su solicitud fue rechazada debido a sus problemas respiratorios.

El primer jesuita en convertirse en Papa, tomará sus pasos en los de San Francisco Javier, quien introdujo el cristianismo en Japón en 1549.

El primer ministro Shizo Abe invitó oficialmente al Papa a visitar Japón en junio de 2014. El 2 de mayo de 2018, el alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue, presentó al papa Francisco una carta firmada por él y por el alcalde de. Hiroshima, Kazumi Matsui, lo invitó a visitar sus dos ciudades golpeadas por bombas atómicas en agosto de 1945, causando 110,000 bajas en el lugar y al menos el mismo número, como resultado de la radiación.

Los japoneses “entienden el precio de la paz”, dijo el obispo Paul Richard Gallagher, secretario de la Santa Sede para las relaciones con los Estados al final de su viaje a la Tierra del Sol Naciente, del 28 de enero al 3 de febrero de 2017.

No identificar cristianismo y Occidente

Este viaje también marcaría el camino hacia la Conferencia Internacional de No Proliferación Nuclear de 2020. También sería una oportunidad para desmantelar la falsa identificación entre Occidente y el cristianismo, que es un obstáculo para la adhesión de los japoneses al Evangelio: se teme ser infiel a la patria al pedir el bautismo. ¿No se bautizan personas que han disparado bombas atómicas? El bautismo es a menudo sinónimo de apartarse de la familia.

En un diálogo con la prensa en el avión Roma-Panamá el 23 de enero pasado, el Papa dijo que viajaría a Japón en noviembre.

Un  viaje  apostólico a Japón está actualmente “en estudio”, confirmó el director interino de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Alessandro Gisotti. “Como ya lo ha dicho el Papa en otras ocasiones, tiene un gran deseo de ir a este país”, agregó el portavoz.

En 1973, como provincial de los jesuitas en Argentina, el papa recibió al superior general de la compañía, el padre Pedro Arrupe, “quien encarna la epopeya jesuita contemporánea en Japón” y cuya proceso de canonización se abrió en noviembre de 2018.

El padre general de la Compañía de Jesús, Pedro Arrupe, elegido en 1965, murió en 1991. Este era el maestro de los novicios presentes en Hiroshima el 6 de agosto de 1945: ninguno de ellos fue irradiado por la bomba, que le hizo decir que “el Corazón de Jesús es más poderoso que la bomba atómica”.

Encuentros en el Vaticano.

Se reunió en el Vaticano con un sobreviviente de la bomba de Hiroshima, la Sra. Setsuko Thurlow y una delegación que llevaba la Llama de Hiroshima, el 20 de marzo, en la Plaza de San Pedro.

Y la semana pasada, el 19 de junio, saludó  en la audiencia general a los jóvenes japoneses de Nagasaki de  Juventud de Nagasaki de la asociación Jóvenes Mensajeros de la Paz («Youth Peace Messengers»).

Vinieron de Japón para continuar reactivando “las iniciativas en todo el mundo para que estos terribles eventos no se olviden y esas tragedias no vuelvan a ocurrir”, dice L’Osservatore Romano el 20 de junio.

Con ellos, en la Plaza de San Pedro, también había un grupo de la cadena de televisión japonesa  Nippon, television network corporation, dirigida por Yorisha Kono, quien realizó un documental sobre la foto, tomada por Joseph Roger O’Donnell.

El Papa comentó esta foto, evocada repetidamente como un símbolo elocuente de las consecuencias de la tragedia de Nagasaki: representa a un niño con su hermano pequeño que murió en el bombardeo atómico esperando su turno para incinerar el cuerpo.

El Papa ha hecho su tarjeta de felicitación por la paz, con motivo del Año Nuevo 2018, bajo el signo de “no” nuclear. Eligió, como tarjeta de felicitación en 2018, esta foto de un niño que llevaba a su hermano pequeño muerto en el crematorio de Nagasaki (Japón, 9 de agosto de 1945). Comentó, en italiano: “El fruto de la guerra”.

Saludos al emperador Naruhito.

El Papa Francisco dirigió sus “cordiales saludos” y sus “mejores deseos” a su majestad imperial Naruhito, el nuevo Emperador de Japón, con motivo de su acceso al trono, en un telegrama enviado el jueves 2 de mayo de 2019.

“Le aseguro mis oraciones para que pueda recibir los dones de sabiduría y fortaleza en su servicio a la nación”, escribió el Papa en inglés.

El Papa también invocó las “bendiciones divinas de la paz y de bienestar” sobre el nuevo emperador, los miembros de la familia imperial y todos los japoneses.

Ayer, 1 de mayo, Naruhito, de 59 años, sucedió oficialmente a su padre Akihito, que eligió abdicar después de 30 años de gobierno.

En cuanto al cardenal Thomas Aquino, Manyo Maeda, arzobispo de Osaka, quien nació en la archidiócesis de Nagasaki y también fue pastor en Hiroshima, las dos ciudades del martirio de la locura nuclear, dijo a L’Osservatore Romano de 20 Julio de 2018, en una entrevista donde habla sobre el papel de la Iglesia en un Japón cada vez más secularizado.

Finalmente, el 8 de febrero de 2017, el Papa Francisco elogió la beatificación del mártir samurai Takayama Ukon (1552-1615), que había tenido lugar el día anterior en Japón. Un ejemplo de “fortaleza en la fe”, dijo.

La entrada Japón: El Papa Francisco en Hiroshima y Nagasaki en noviembre se publicó primero en ZENIT - Espanol.

8:52:00 a.m.

VATICANO, 29 Jun. 19 (ACI Prensa).-
Al concluir el rezo del Ángelus de este 29 de junio, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el Papa Francisco encomendó especialmente a la ciudad de Roma y realizó una petición especial.

“En esta fiesta de los patrones principales de Roma, deseo todo bien a los romanos y a quienes viven en esta ciudad”, dijo el Santo Padre desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano.

En esta línea, el Pontífice exhortó a todos a “reaccionar con sentido cívico ante los problemas de la sociedad”.

Además, el Santo Padre saludó con afecto a los peregrinos que viajaron a Roma para festejar con los Arzobispos metropolitanos que recibieron los palios benditos esta mañana en el Vaticano.

“A todos les deseo una buena fiesta y les pido, por favor, una oración por mi por intercesión de los Santos Pedro y Pablo. Buen almuerzo y adiós”, dijo el Papa.

Por último, el Papa Francisco dirigió un especial mensaje a la delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla presente en Roma por la tradicional visita anual en el Vaticano en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo.

“Envío un cordial y fraterno saludo a mi hermano Su Santidad Bartolomé I”, expresó el Pontífice tras haber celebrado la Misa en el Basílica Vaticana y después de haber rezado en la tumba de San Pedro con el Arzobispo de Telmessos, su Eminencia Job, quien encabezaba la delegación de la Iglesia Ortodoxa y es el representante del Patriarcado Ecuménico ante el Consejo Ecuménico de las Iglesias y co-presidente de la Comisión mixta internacional para el Diálogo teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa.

Previamente, el Papa Francisco explicó en su homilía de la Misa de hoy que cada 29 de junio existe una “hermosa tradición” que consiste en la visita de una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.

En esta línea, el Santo Padre destacó que “su presencia nos recuerda que tampoco podemos ahorrar esfuerzos en el camino hacia la unidad plena entre los creyentes, en una comunión a todos los niveles. Porque juntos, reconciliados por Dios y perdonados mutuamente, estamos llamados a ser testigos de Jesús con nuestra vida”.

8:16:00 a.m.

(ZENIT – 29 junio 2019).- El Papa considera que los apóstoles Pedro y Pablo nos invitan en su fiesta a “redescubrir la alegría de ser hermanos y hermanas en la Iglesia” y a dar gracias por las personas que son diferentes a nosotros, considerándolas “un don” para nuestra Iglesia, según indica Vatican News.

Hoy, 29 de junio, en la solemnidad de san Pedro y san Pablo, el Papa ha rezado el Ángelus junto a los fieles congregados en la plaza de San Pedro y les ha dirigido unas palabras antes y después de esta oración mariana.

En las palabras previas al rezo, de acuerdo al medio vaticano, el Santo Padre ha centrado su reflexión en los santos apóstoles y en cómo se representan en la iconografía.

Jesús ama a su Iglesia

En primer lugar, se ha referido a los iconos de estos dos santos que aparecen sosteniendo el edificio de la Iglesia, que llevaron a Francisco a rememorar las palabras del Evangelio de hoy, en las que Jesús se dirige a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18)”.

El Pontífice se centró en el hecho de que Jesús se refiera a la Iglesia con el adjetivo posesivo “mi”: “Jesús no habla de la Iglesia como una realidad externa, sino que expresa el gran amor que siente por ella: mi Iglesia”.

El Obispo de Roma remarcó que Jesús ama a la Iglesia y nos ama a nosotros, pues para Cristo no somos un grupo de creyentes ni una organización religiosa”, sino “su esposa”. Además, es capaz de amarla “con absoluta fidelidad”, “a pesar de nuestros errores y traiciones”.

Asimismo, el Santo Padre indicó que nosotros también podemos llamar a la Iglesia nuestra, desde la perspectiva de un “amor inclusivo”. “La Iglesia, en efecto, no es ‘mía’ porque responde a mi yo, a mis deseos, sino para que derrame en ella mi afecto. Es mía para que yo la cuide, para que, como los Apóstoles en el icono, yo también la sostenga. ¿Cómo? Con el amor fraterno”, explicó.

Redescubrir la alegría de la fraternidad

Con respecto a los iconos en los que los santos Pedro y Pablo aparecen abrazados, el Papa aludió a las diferencias patentes entre ambos. Aunque eran muy distintos, tanto en carácter como en forma de vida, describió, estaban unidos por algo “infinitamente mayor”, por Jesús.

Por otro lado, recordó que es bueno valorar las cualidades y dones del prójimo, sin envidia, porque esta “hace la vida amarga” y que, como parte del misterio de la Iglesia, “nos pertenecemos los unos a los otros, porque compartimos la misma fe, el mismo amor, la misma esperanza, el mismo Señor”.

Y por ello exhortó a pedir hoy la gracia de “amar a nuestra Iglesia”, de manera que seamos capaces de ver en los demás hermanos y hermanas, de acogerlos en nuestro corazón con el amor que Jesús tiene por nosotros y fuerza para rezar por los que piensan distinto.

Agradecimientos y saludos

Después de rezar el Ángelus, de acuerdo también a la información ofrecida por Vatican News, el Santo Padre volvió a agradecer la visita de la Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla y envió su saludo cordial y fraterno a Su Santidad Bartolomé I.

También saludó a los peregrinos que habían acudido a acompañar a los arzobispos metropolitanos para los que hoy bendijo los palios y manifestó su agradecimiento a los floricultores que han decorado la via della Conziliazione con una bella alfombra de flores.

También saludó a todos los peregrinos, especialmente a los  de Vietnam, Eslovaquia, El Paso (Texas), Kansas City y Alemania, a la Yago School de Sevilla, al Colegio Ahlzahir de Córdoba; al grupo de la Radio Voix de la Charité del Líbano, al Movimiento Eucarístico Juvenil de España, a los sacerdotes Resurreccionistas, a los fieles de Donori, Forlì, Lanciano, Brindisi y Castelfranco Veneto, y al coro Francisco de Asís de Mesagne.

Por último, ha deseado a todos una feliz día de fiesta y ha demandado oraciones por él a través de la intercesión de san Pedro y San Pablo.

La entrada Ángelus: Redescubrir “la alegría de ser hermanos y hermanas en la Iglesia” se publicó primero en ZENIT - Espanol.

8:16:00 a.m.

(ZENIT – 29 junio 2019).- Hoy se cumplen 60 años de la fundación del Instituto Id Cristo Redentor. Su fundador, Fernando Rielo. El Obispo don Domingo Pérez Cáceres confirmó el 29 de junio de 1959 el deseo de instituir un nuevo movimiento, que Rielo intuía, abandona en la voluntad de Dios.

Ese día recibió las cartas credenciales de la nueva Fundación. Pero el Prelado falleció en agosto de 1961 sin poder darles curso, y con su muerte comenzaron momentos difíciles para la Institución. El padre Jesús Fernández Hernández, presidente del Instituto Id de Cristo Redentor, misioneras y misioneros identes, relata a Zenit cómo fueron los orígenes.

Canarias, punto de partida

En el otoño de 1944 penetró en Madrid en un templo regido por los PP. Redentoristas. Y creyendo ver en ello el signo de Dios para su vida, finalizado el Servicio Militar ingresó en esta Congregación, primero en Valladolid para el noviciado y más tarde en León.

Allí, mientras se preparaba para ser ordenado sacerdote, en 1951 fundó el movimiento Christus con la única finalidad de impulsar la vivencia íntima de la vocación, acrecentando la fidelidad al carisma de la Congregación.

Un día del otoño de 1950 sintió la locución de Cristo anunciándole que no sería ordenado sacerdote. Cristo le llamaba por otro sendero, que todavía desconocía. Y el 24 de diciembre de 1951, en la capilla del convento, al preguntarle a Cristo por su voluntad tuvo la visión del escudo que formaría parte del Instituto que había de fundar y se le entregó su lema: «Cree y espera». El 20 de julio de 1954 dejó la Congregación. Durante 1955 y 1956, al tiempo que se ocupaba de atender a su padre enfermo, prosiguió consulta con varios miembros de diversas Congregaciones religiosas encaminadas a la Fundación.

Rielo no quería de ninguna manera fundar y había iniciado estas consultas hallándose aún con los PP. Redentoristas. El juicio de los doce piadosos religiosos elegidos para ello fue unánime: debía fundar. De modo que, a finales de 1956, solicitó destino a Canarias, y el 6 de enero de 1957 llegó a Santa Cruz de Tenerife.

“Fue una revolución porque Canarias era una tierra bellísima, pero de destierro. Unamuno fue desterrado a Lanzarote, muchos generales fueron desterrados, pero era una tierra tranquila. Los sacerdotes estaban en el mar jugando a las cartas, al dominó. Sí, se confesaban… pero una cosa así… Llegó el fundador, que decían que era una especie de san Pablo, hablando de la santidad con tal fuerza que revolucionó todo aquello. Pero, ¿qué ocurre? Como todas las cosas, los sacerdotes no estaban de acuerdo con que un seglar hablara así, y de esa manera, Rielo pidió al obispo que lo autorizara”, relata Jesús Fernández.

Fundación

“Desde niño tenía una conciencia de que era hijo del Padre. No por conocimientos teológicos ni nada, sino por una experiencia íntima suya. Al punto que él dice que él siempre tiene la impresión de cómo si el Padre le hubiera besado en el momento de nacer, que siempre tuvo conciencia de que el Padre le besó”, relata el padre Jesús Fernández.

Dos vertientes capitales para los misioneros, la vida apostólica y el estudio, ocuparían su quehacer. Al tiempo iniciaba una intensísima correspondencia epistolar con S.S. Pablo VI, a quien dirigió numerosas cartas durante todo su pontificado, y en las que le hizo entrega de su doctrina, dándole a conocer el modelo filosófico que había concebido con objeto de dar respuesta a los interrogantes que el ser humano viene planteándose desde hace siglos.

Se manifestaría acorde con la Iglesia en todos los ámbitos tratados en el Concilio Vaticano II, entre otros, el celibato sacerdotal, el derecho a la vida, cuestiones de liturgia y de derecho canónico.

Paralelamente, el Instituto se extendía por España y por el mundo, y durante dos décadas, la de los setenta y ochenta, el Fundador no cesaba de visitar a sus hijos sembrando con signos diversos de indudable riqueza todas sus etapas.

Primeras comunidades

Las primeras comunidades surgieron en Tenerife a medida que Fernando Rielo iba hablando a grupos de personas, y se forjó un deseo que reunirse en torno a él. Lo primero fue un equipo misional. O sea, formaba equipos y eran como comunidades. Entonces hablaban por el pueblo de la isla, iban de dos en dos, o de tres en tres. Y fue formando comunidades. Por ejemplo, los casados por un lado, los que eran solteros por otro, no todos juntos, las señoras por otro. Es decir, comunidades homogéneas.

Casados por un lado, los jóvenes o jóvenes mayores por otro, las adolescentes por otro sitio, no se mezclan, los niños, la rama femenina… era todo homogéneo.

Examen ascético místico

El signo es: vivir la santidad en común por medio del examen ascético místico. ¿Qué es el examen? Es una dirección espiritual. Es un examen sobre el amor, como Dios nos ama a nosotros, y como tú amas a Dios.

El como tú amas a Dios, que es la parte ascética, incluye la oración, donde vemos nuestros defectos, nuestras tendencias, apego… y como en el Evangelio vamos resolviendo todos los conflictos que se nos presentan en la vida real, en la vida familiar, en la vida profesional… a la luz del Evangelio. Y es todo un esquema, cuya fuente está en el Evangelio.

La parte ascética es “como yo amo”, y parte de la oración, pero una oración continúa, como decía Cristo. Orar continuamente. Claro, si a ti te dicen. La oración es amor. En aquella época nadie hablaba de esto. A Fernando Rielo le entendían mejor los padres de familia, la madre, que los teólogos.

Carisma idente

El carisma idente consiste en el seguimiento e identificación con Cristo, viviendo y testificando, bajo la acción del Espíritu Santo, una conciencia filial que tiene al Padre Celeste como modelo de santidad. Así viene expresado en su mismo nombre, idente, que procede del mandato «Id y predicad el Evangelio» y significa caminar uniéndose con la divina conciencia filial de Cristo. Idente es un neologismo construido con el imperativo ‘id’ del verbo ir y la desinencia ‘ente’, del participio latino –ens, -entis.

El Instituto Id de Cristo Redentor, misioneras y misioneros identes es un instituto de vida consagrada de derecho pontificio, fundado por Fernando Rielo Pardal el 29 de junio de 1959 en Tenerife (España).

Su carisma es “vivir la santidad por medio de un examen ascético y místico en común” y su misión apostólica consiste sobre todo en el encuentro con la juventud y el diálogo con los intelectuales para defensa de la verdad revelada. Se asienta en tres principios evangélicos: la vocación a la santidad, la promoción de la vida comunitaria, y la prioritaria dedicación a la misión evangelizadora: «id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación» (Mc 16,15). De ahí, el nombre de “identes”.

Rielo “amó mucho el sacerdocio”

Fernando Rielo siempre quiso ser sacerdote. “Él amó mucho el sacerdocio”, apunta el presidente del Instituto Idente. Él no pudo ser sacerdote, “primero por desarrollar el instituto, y cuando ya le plantearon la posibilidad de ordenarse, él ya tuvo una serie de problemas”.

Primero le tuvieron que amputar una pierna, luego tuvo una caída y el brazo derecho lo tuvo fracturado, luego ha tenido veintitantas intervenciones y estaba prácticamente en una silla de ruedas en Nueva York. Entonces cuando quiso venir a Roma, no estaba en condiciones para ordenarse.

“Él siempre deseó el sacerdocio, hasta tal punto que él nos lo transmitió a nosotros. Él siempre nos animó en este campo”, asegura Jesús Fernández.

En la rama masculina de los misioneros identes, algunos son sacerdotes, no todos, pero sí los que lo desean.

Nuevas formas de vida consagrada

El Instituto Id de Cristo Redentor ha participado recientemente en el V Encuentro Internacional de nuevas formas de vida consagrada, celebrado en Roma.

El presidente del instituto explica cómo fueron los orígenes de la institución: Este Instituto es de Derecho Pontificio, que fue reconocido precisamente el 29 de junio, en realidad fue los primeros días de julio, pero con fecha del 29 de junio, por Benedicto XVI, en el año 2009. Antes era de Derecho Diocesano en Madrid.

El primer reconocimiento fue como Asociación Pública de Fieles en Madrid por el cardenal Suquía, por Derecho Diocesano. El segundo reconocimiento fue Instituto de Vida Consagrada pero nueva forma, según el Canon 605, y eso fue con el cardenal Rouco en Madrid (también bajo Derecho Diocesano). Y en tercer lugar, Derecho Pontificio aquí en Roma por parte del Santo Padre Benedicto XVI. Entonces ya nosotros dependemos de la Congregación para la Vida Consagrada.

Y los sacerdotes se incardinan en la Institución. Porque cuando éramos Asociación Pública de Fieles teníamos que ser incardinados en las diócesis donde estábamos, pero una vez ya siendo diocesano, nos permitieron que como Instituto de Vida Consagrada se incardinaban en la Institución.

 Rama masculina y rama femenina

¿Cómo es la estructura? Hay dos ramas: una masculina y otra femenina. La rama masculina tiene un superior general y un consejo. La rama femenina tiene una superiora general y un consejo. ¿Dónde reside la rama femenina? En Madrid, en la calle Hermosilla, número 5. ¿Dónde reside la sede general de los misioneros? En Madrid, Covarrubias, 19.

Aquí, en Roma, está la Presidencia. El presidente está acompañado por un consejo formado por 12 miembros. Prácticamente, la mitad son misioneros y la mitad son misioneras. Eso es una novedad, porque no existía una presidencia mixta, de misioneros y misioneras. La idea del fundador es que el presidente tiene que ser siempre un sacerdote. Y por lo tanto, tiene que ser hoy por hoy, un hombre.

Después, hay otros que llamamos externos, que viven la misma espiritualidad y hacen votos, que hoy por hoy, la Iglesia todavía no ha reconocido, son promesas. De momento, en las nuevas formas se están discutiendo como pueden vivir la pobreza, la castidad, la obediencia… todo esto está siendo objeto de análisis. Pero que no es orden tercera, está regada con misma fuerza que los demás, y viven en sus casas. Unos son casados, y otros no.

Y luego hay otro grupo que se llama “Familia Idente”, que viven la espiritualidad pero no tienen votos, y no tienen ni promesas, pero viven este carisma. Esos son varios miles y están extendidos por los 23 países donde estamos.

Luego hay otra sección juvenil que se llama “Juventud Idente” que no son propiamente misioneros, pero muchos de ellos viven esta espiritualidad. Y dentro de esta rama juvenil, hay un parlamento: El Parlamento Universal de la Juventud, y proceden de todos estos países, de estos cuatro continentes.

 ¿Hacia dónde va la nueva sociedad?

Los jóvenes que forman el Parlamento reflexionan sobre el tema del perdón, sobre el tema del amor, son diferentes temas que van tratando. Aquí también participan personas que no son católicas.

El Parlamento Universal de la Juventud fue ideado en 1981 por Fernando Rielo Pardal, fundador también de la Juventud Idente. Es un foro permanente de diálogo y elaboración de propuestas en el que jóvenes de todo el mundo comparten sus reflexiones y preocupaciones sobre importantes temas de la convivencia humana. Su finalidad: ayudar a restaurar la humanidad a partir del compromiso personal.

La andadura mundial inició el año 2009 en Roma. Luego, en el 2010, en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York, fue presentada la “Magna Charta de Valores para una Nueva Civilización”. En el 2014 se entregó en la Universidad de Humboldt (Berlín) la “Magna Charta de Jóvenes en la Escuela de la Esperanza”, y en 2017, trabajaron en torno al perdón en Pekín.

Sentido de la belleza

“Nuestro carisma es vivir la santidad, esta plenitud del amor y comunidad a través de este examen, esta dirección espiritual que no es individual sino comunitaria y en la constitución está que nosotros nos dedicamos a la juventud. Cuando digo juventud, están incluidos los niños, los jóvenes…”

Asimismo, los misioneros están muy presentes en el mundo cultural, el mundo intelectual, los profesores de las universidades, gente del teatro, del teatro, la música, la pintura, todo ese mundo del arte, porque “la belleza nos conduce a Dios”, aclara el presidente.

Los misioneros identes instituyeron también un Premio Mundial de la Poesía Mística, que según el presidente, supuso una “revolución”, pues antes se hablaba de “poesía religiosa”, pero no de “poesía mística”. Ya van por la 39ª edición del premio, y se presentan cada año casi más de 300 autores de diferentes países.

La entrada 60 aniversario de la fundación del Instituto Id Cristo Redentor, misioneras y misioneros identes se publicó primero en ZENIT - Espanol.

7:47:00 a.m.

VATICANO, 29 Jun. 19 (ACI Prensa).-
Al finalizar la Misa de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo de este sábado 29 de junio, el Papa Francisco entregó el palio arzobispal a Mons. José Antonio Fernández Hurtado, Arzobispo metropolitano de Tlalnepantla (México).

Mons. José Antonio Fernández Hurtado viajó desde México a Italia esta semana junto a una delegación de aproximadamente 30 personas de la Arquidiócesis de Tlalnepantla, entre las que se encontraban sus 5 hermanas.

Durante la homilía, el Pontífice animó a los nuevos Arzobispos a imitar a los apóstoles Pedro y Pablo y a “ser testigos de vida, testigos de perdón y testigos de Jesús”.

San Pedro y San Pablo “no se cansaron nunca de anunciar, de vivir en misión, en camino, desde la tierra de Jesús hasta Roma. Aquí dieron testimonio de Él, hasta el final, entregando su vida como mártires. Si vamos a las raíces de su testimonio, los descubrimos como testigos de vida, testigos de perdón y testigos de Jesús”, afirmó el Papa.

En esta línea, Francisco invitó a los pastores y a los fieles católicos presentes a ser, además de testigos de vida y de perdón a “ser ante todo testigos de Jesús” y explicó que “Cristo, es decir el Mesías. Es una palabra que no se refiere al pasado, sino al futuro: El Mesías es el esperado, la novedad, el que trae al mundo la unción de Dios”.

“Jesús no es el pasado, sino el presente y el futuro. No es un personaje lejano para recordar, sino Aquel a quien Pedro tutea: Tú eres el Cristo”, explicó el Santo Padre.

Por último, el Santo Padre señaló en su homilía que “el palio recuerda a la oveja que el pastor está llamado a llevar sobre sus hombros; es signo de que los pastores no viven para sí mismos, sino para las ovejas; es signo de que, para poseer la vida, es necesario perderla, entregarla”.

De acuerdo el reciente cambio en el rito de la imposición del palio, el Papa Francisco no impuso públicamente el palio bendito a los Arzobispos presentes durante la Misa, sino que los entregó después en forma privada para que la imposición oficial se realizada próximamente por el Representante Pontificio en la respectiva sede metropolitana.

En este sentido, Mons. José Antonio Fernández Hurtado destacó en declaraciones a ACI Prensa al salir de la ceremonia las palabras del Papa sobre el significado del palio arzobispal y añadió que “es un día muy importante para recordar que los arzobispos, los sacerdotes, debemos entregar la vida por los demás”.

Sobre la bendición recibida, el Arzobispo mexicano animó para que sea “la bendición para todo nuestro pueblo y para nuestra Provincia eclesiástica de Tlalnepantla” y aseguró que el Papa Francisco envió un saludo muy cordial a México y pidió que “sigamos siendo una Iglesia en salida, una Iglesia misionera, donde Cristo esté en medio de nosotros”, concluyó.

En la Santa Misa estuvieron presentes muchos de los 29 Arzobispos metropolitanos de todo el mundo que fueron nombrados por el Santo Padre entre el 30 de junio de 2018 al 1 de junio de 2019. Entre los nuevos Arzobispos se encontraron 4 de países de lengua española. Junto a Mons. José Antonio Fernández Hurtado, de Tlalnepantla (México) fueron nombrados en el último año: Mons. Joan Planellas i Barnosell, de Tarragona (España); Mons. Carlos Castillo Mattasoglio de Lima (Perú) y Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, S.D.B. de Quito (Ecuador).

Además, el pasado miércoles 26 de junio, la delegación de esta Arquidiócesis mexicana participó también a la Audiencia General del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Después de la catequesis en italiano, el Pontífice expresó un saludo particular en español al grupo de peregrinos que acompañaron al Arzobispo José Antonio Fernández Hurtado.

6:26:00 a.m.

(ZENIT – 29 junio 2019).- Hoy, 29 de junio de 2019, solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en la Basílica Vaticana, como es tradición, el Santo Padre Francisco ha bendecido los palios que se entregarán a los 31 arzobispos metropolitanos nombrados durante este año.

Estos 31 arzobispos metropolitanos provienen de los cinco continentes. Una archidiócesis metropolitana es una en la que las diócesis sufragáneas se agrupan para formar un territorio geográfico de la Iglesia.

Una vez bendecidos por el Santo Padre, estos palios se impondrá a cada arzobispo por parte del Representante Pontificio en sus respectivas sedes metropolitanas.

Después de este rito, el Papa Francisco ha presidido la Santa Misa con los cardenales, los arzobispos metropolitanos y los obispos sacerdotes.

El Palio

El Palio es una banda de lana blanca que los arzobispos metropolitanos llevan sobre los hombros como símbolo de su autoridad y su unidad con el Papa. Al mismo tiempo, este palio simboliza la misión pastoral de los prelados, que cargan a sus hombros a sus ovejas.

Dicho Palio, bordado con una cruz de seda negra, es un signo de comunión con el Sucesor de Pedro, de hecho, durante al comienzo de esta Misa los obispos metropolitanos realizan un juramento de fidelidad y obediencia a Pedro en la persona del Pontífice en el que prometen ser siempre fieles y obedientes a san Pedro, a la Santa Iglesia Romana, al Sumo Pontífice y a sus legítimos sucesores. Finalmente, piden ayuda a la gracia de Dios para lograrlo.

Intercambio con el Patriarcado Ecuménico

Saludo a la delegación del Patriarcado Ecuménico de ConstantinoplaConstituye una tradición que una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla participe en la celebración de los santos patronos de Roma, Pedro y Pablo, mientras que una delegación del Papa acude a Estambul a la celebración de san Andrés, el 30 de noviembre.

Este año, la delegación ha estado formada por el arzobispo de Telmissos, Job, representante del Patriarcado Ecuménico en el Consejo Ecuménico de Iglesias y copresidente de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, el obispo de Melitene, Maximos, y el diácono Bosphorios Mangafas.

Al finalizar la Eucaristía, el Papa y el arzobispo de Telmissos han acudido a la tumba de Pedro para rezar juntos en silencio, un gesto ecuméncio que simboliza la comunión entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. Igualmente, al salir del templo, ambos se han detenido ante la estatua de San Pedro del pasillo central de la basílica y han besado el pie de la misma.

La entrada San Pedro y San Pablo: El Papa Francisco bendice los Palios para 31 arzobispos se publicó primero en ZENIT - Espanol.

6:03:00 a.m.

VATICANO, 29 Jun. 19 (ACI Prensa).-
En la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el Papa Francisco celebró la Misa en la Basílica Vaticana y bendijo los palios de los nuevos Arzobispos metropolitanos que fueron nombrados en el último año a quienes les pidió ser “testigos de vida, testigos de perdón, pero sobre todo ser testigos de Jesús”.

En concreto, el Santo Padre nombró a 29 Arzobispos metropolitanos de todo el mundo entre el 30 de junio de 2018 al 1 de junio de 2019. Y, de los cuales, 4 fueron en países de lengua española: Mons. José Antonio Fernández Hurtado, de Tlalnepantla (México); Mons. Joan Planellas i Barnosell, de Tarragona (España); Mons. Carlos Castillo Mattasoglio de Lima (Perú) y Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, S.D.B. de Quito (Ecuador).

Por este motivo, muchos de los nuevos Arzobispos estuvieron presentes en el Vaticano para concelebrar con el Papa Francisco esta Eucaristía en la fiesta de San Pedro y San Pablo, en el día que también la estatua de San Pedro en el interior de la Basílica del Vaticano es adornada de modo especial.

 

Como ya es tradición, cada #29Junio en la Solemnidad de #SanPedroySanPablo la estatua de San Pedro en el interior de la Basílica Vaticana es adornada de este modo para celebrar la fiesta del #Papa y de su Ministerio Petrino 📸 Vatican Media pic.twitter.com/9IDD1G1Vjn

— Mercedes De la Torre (@mercedesdelat) 29 de junio de 2019

 

De acuerdo el reciente cambio en el rito de la imposición del palio, el Papa Francisco entregó los palios benditos a los Arzobispos presentes en forma privada. Momento que fue después de la Misa, porque la imposición oficial será realizada por el Representante Pontificio en la respectiva sede metropolitana.

En su homilía, el Santo Padre señaló que el palio “recuerda a la oveja que el pastor está llamado a llevar sobre sus hombros; es signo de que los pastores no viven para sí mismos, sino para las ovejas; es signo de que, para poseer la vida, es necesario perderla, entregarla”.

Además, Francisco destacó que “los apóstoles Pedro y Pablo están ante nosotros como testigos” por lo que animó a los purpurados a ser “testigos de vida, testigos de perdón y testigos de Jesús”.

“No se cansaron nunca de anunciar, de vivir en misión, en camino, desde la tierra de Jesús hasta Roma. Aquí dieron testimonio de Él, hasta el final, entregando su vida como mártires. Si vamos a las raíces de su testimonio, los descubrimos como testigos de vida, testigos de perdón y testigos de Jesús”, explicó el Papa.

Punto de partida de la vida cristiana

En esta línea, el Santo Padre explicó cuál es el punto de partida de la vida cristiana que consiste en “no está en el ser dignos; con aquellos que se creían buenos, el Señor no pudo hacer mucho” y explicó que “cuando nos consideramos mejores que los demás, es el principio del fin. Porque el Señor no hace milagros con quien se cree justo, sino con quien se reconoce necesitado”.

“Él no se siente atraído por nuestra capacidad, no es por esto que nos ama. Él nos ama como somos y busca personas que no sean autosuficientes, sino que estén dispuestas a abrirle sus corazones. Pedro y Pablo eran así, transparentes ante Dios. Pedro se lo dijo a Jesús de inmediato: Soy un pecador”.

Por ello, el Papa Francisco explicó que los Santos apóstoles Pedro y Pablo comprendieron que “la santidad no consiste en enaltecerse, sino en abajarse, no se trata de un ascenso en la clasificación, sino de confiar cada día la propia pobreza al Señor, que hace grandes cosas con los humildes. ¿Cuál fue el secreto que los sostuvo en sus debilidades? El perdón del Señor”, afirmó.

“Testigos de vida, testigos de perdón, Pedro y Pablo son ante todo testigos de Jesús… Cristo, es decir el Mesías. Es una palabra que no se refiere al pasado, sino al futuro: El Mesías es el esperado, la novedad, el que trae al mundo la unción de Dios. Jesús no es el pasado, sino el presente y el futuro. No es un personaje lejano para recordar, sino Aquel a quien Pedro tutea: Tú eres el Cristo”.

En este sentido, el Santo Padre animó a los fieles católicos a preguntarse: “¿Renuevo mi encuentro con Jesús todos los días?”. Es posible que seamos personas que tienen curiosidad por Jesús, que nos interesemos por las cosas de la Iglesia o por las noticias religiosas; que abramos páginas de internet y periódicos, y hablemos de cuestiones sagradas. Pero de esta forma, nos quedamos solo al nivel de lo que la gente dice, de las encuestas, del pasado, de las estadísticas. A Jesús esto le interesa poco. Él no quiere ‘reporteros’ del espíritu, mucho menos cristianos de fachada o de estadística. Él busca testigos, que le digan cada día: Señor, tú eres mi vida”, animó.

Delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla

Asimismo, el Papa Francisco recordó que como cada 29 de junio y “según una hermosa tradición” en la Ceremonia Eucarística del Vaticano estaba presente una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla enviada por el Patriarca Bartolomé a quienes “saludó con afecto”. “Su presencia nos recuerda que tampoco podemos ahorrar esfuerzos en el camino hacia la unidad plena entre los creyentes, en una comunión a todos los niveles. Porque juntos, reconciliados por Dios y perdonados mutuamente, estamos llamados a ser testigos de Jesús con nuestra vida”, destacó el Pontífice.  

Al finalizar la Misa, el Papa Francisco bajó a la tumba de San Pedro a rezar junto al Arzobispo de Telmessos, su Eminencia Job, quien guiaba la delegación de la Iglesia Ortodoxa y es el representante del Patriarcado Ecuménico ante el Consejo Ecuménico de las Iglesias y co-presidente de la Comisión mixta internacional para el Diálogo teológico entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa.

Para leer el texto completo de la homilía, haga click AQUÍ.

5:11:00 a.m.

(ZENIT – 29 junio 2019).- Jesús te pregunta también a ti como hizo con Pedro: “¿Quién soy yo para ti?”, “¿Me amas?”. Dejemos que estas palabras entren en nosotros y enciendan el deseo de no sentirnos nunca satisfechos con lo mínimo, sino de apuntar al máximo, para ser también nosotros testigos vivos de Jesús, ha subrayado el Papa Francisco.

Hoy, 29 de junio de 2019, solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, el Papa Francisco ha presidido la Santa Misa junto con los cardenales, los arzobispos metropolitanos y los obispos sacerdotes. Previamente, el Santo Padre ha bendecido los palios destinados a los 31 arzobispos metropolitanos nombrados durante este año, procedentes de los 5 continentes y presentes en esta celebración.

En su homilía el Papa ha destacado que los apóstoles Pedro y Pablo se presentan ante nosotros como testigos que “no se cansaron nunca de anunciar, de vivir en misión, en camino, desde la tierra de Jesús hasta Roma” y que dieron testimonio de Jesús hasta el final, muriendo mártires. Así, el Santo Padre los ha mostrado como “testigos de vida, testigos de perdón y testigos de Jesús.

Como testigos de vida, el Pontífice resaltó que ambos eran “de ánimo muy religioso”, pero “cometieron grandes equivocaciones”, no obstante, el Señor los perdonó como “pecadores arrepentidos” y confío en ellos a pesar de sus errores.

Esto supone una gran enseñanza en nuestra propia existencia como creyentes “el punto de partida de la vida cristiana no está en el ser dignos; con aquellos que se creían buenos, el Señor no pudo hacer mucho”, dijo el Papa, y añadió “Él nos ama como somos y busca personas que no sean autosuficientes, sino que estén dispuestas a abrirle sus corazones. Pedro y Pablo eran así, transparentes ante Dios”. Ante la humildad de los apóstoles el secreto que “los sostuvo en su debilidades” fue “el perdón del Señor”.

De esta manera, Pedro y Pablo fueron testigos del perdón. A pesar de su sentimiento de culpa, explicó el Obispo de Roma, encontraron la paz en dicho perdón de Dios. Humanamente fallaron “¡cuántas veces habrá pensado Pedro en su negación! ¡Cuántos escrúpulos tendría Pablo, por el daño que había hecho a tantas personas inocentes!”, recordó el Papa, pero el perdón les permitió y “nos permite comenzar de nuevo; allí nos encontramos con nosotros mismos: en la confesión”, señaló.

San Pedro y San Pablo también son testigos de Jesús, para ellos, “Jesús es más que un personaje histórico, es la persona de la vida: es lo nuevo, no lo ya visto; es la novedad del futuro, no un recuerdo del pasado”, describió el Papa.

Ante el ejemplo de estos dos testigos el Papa ha pedido que nos planteemos si renovamos nuestro compromiso con Jesús “todos los días”, que nos interesemos por las noticias de la Iglesia pero que Jesús “no quiere “reporteros” del espíritu, mucho menos cristianos de fachada o de estadísticas. Él busca testigos, que le digan cada día: “Señor, tú eres mi vida”.

Igualmente, el Obispo de Roma ha invitado a pedir la gracia de “no ser cristianos tibios, que viven a medias, que dejan enfriar el amor” y ha deseado que cada día encontremos nuestras raíces “en la relación diaria con Jesús y en la fuerza de su perdón”.

A continuación exponemos la homilía completa del Papa Francisco

***

Homilía del Santo Padre

Los apóstoles Pedro y Pablo están ante nosotros como testigos. No se cansaron nunca de anunciar, de vivir en misión, en camino, desde la tierra de Jesús hasta Roma. Aquí dieron testimonio de Él, hasta el final, entregando su vida como mártires. Si vamos a las raíces de su testimonio, los descubrimos como testigos de vida, testigos de perdón y testigos de Jesús.

Testigos de vida. Aun cuando sus vidas no fueron cristalinas y lineales, ambos eran de ánimo muy religioso: Pedro, discípulo de la primera hora (cf. Jn 1,41), Pablo incluso «defensor muy celoso de las tradiciones de los antepasados»(Ga 1,14). Pero cometieron grandes equivocaciones: Pedro llegó a negar al Señor, Pablo persiguió a la Iglesia de Dios. Ambos fueron puestos al descubierto por las preguntas de Jesús: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» (Jn 21,15); «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» (Hch 9,4). Pedro se entristeció por las preguntas de Jesús, Pablo quedó ciego por sus palabras. Jesús los llamó por su nombre y cambió sus vidas. Y después de todos estos sucesos confió en ellos, en dos pecadores arrepentidos. Podríamos preguntarnos: ¿Por qué el Señor no nos dio como testigos a dos personas irreprochables, con un pasado limpio y una vida inmaculada? ¿Por qué Pedro, si estaba en cambio Juan? ¿Por qué Pablo y no Bernabé?

Hay una gran enseñanza en todo esto: el punto de partida de la vida cristiana no está en el ser dignos; con aquellos que se creían buenos, el Señor no pudo hacer mucho. Cuando nos consideramos mejores que los demás, es el principio del fin. Porque el Señor no hace milagros con quien se cree justo, sino con quien se reconoce necesitado. Él no se siente atraído por nuestra capacidad, no es por esto que nos ama. Él nos ama como somos y busca personas que no sean autosuficientes, sino que estén dispuestas a abrirle sus corazones. Pedro y Pablo eran así, transparentes ante Dios. Pedro se lo dijo a Jesús de inmediato: «Soy un pecador» (Lc5,8). Pablo escribió que él era «el menor de los apóstoles, no digno de ser llamado apóstol» (1 Co 15,9). Mantuvieron durante su vida esta humildad, hasta el final: Pedro crucificado boca abajo, porque no se consideraba digno de imitar a su Señor; Pablo, encariñado con su nombre, que significa “pequeño”, y desapegado del que recibió cuando nació, Saúl, nombre del primer rey de su pueblo. Comprendieron que la santidad no consiste en enaltecerse, sino en abajarse, no se trata de un ascenso en la clasificación, sino de confiar cada día la propia pobreza al Señor, que hace grandes cosas con los humildes. ¿Cuál fue el secreto que los sostuvo en sus debilidades? El perdón del Señor.

Redescubrámoslos, por tanto, como testigos de perdón. En sus caídas descubrieron el poder de la misericordia del Señor, que los regeneró. En su perdón encontraron una paz y una alegría irreprimibles. Con todo el desastre que habían realizado, habrían podido vivir con sentimientos de culpa: ¡Cuántas veces habrá pensado Pedro en su negación! ¡Cuántos escrúpulos tendría Pablo, por el daño que había hecho a tantas personas inocentes! Humanamente habían fallado; pero sin embargo se encontraron con un amor más grande que sus fracasos, con un perdón tan fuerte como para curar sus sentimientos de culpa. Sólo cuando experimentamos el perdón de Dios renacemos de verdad. Es el perdón el que nos permite comenzar de nuevo; allí nos encontramos con nosotros mismos: en la confesión de nuestros pecados.

Testigos de vida, testigos de perdón, Pedro y Pablo son ante todo testigos de Jesús. En el Evangelio de hoy Él hace esta pregunta: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Las respuestas evocan personajes del pasado: «Juan el Bautista, Elías, Jeremías o algunos de los profetas». Personas extraordinarias, pero todas muertas. Pedro, en cambio, responde: «Tú eres el Cristo» (cf. Mt16,13.14.16). Cristo, es decir el Mesías. Es una palabra que no se refiere al pasado, sino al futuro: El Mesías es el esperado, la novedad, el que trae al mundo la unción de Dios. Jesús no es el pasado, sino el presente y el futuro. No es un personaje lejano para recordar, sino Aquel a quien Pedro tutea: Tú eres el Cristo. Para el testigo, Jesús es más que un personaje histórico, es la persona de la vida: es lo nuevo, no lo ya visto; es la novedad del futuro, no un recuerdo del pasado. Por consiguiente, un testigo no es quien conoce la historia de Jesús, sino el que vive una historia de amor con Jesús. Porque el testigo, después de todo, lo único que anuncia es que Jesús está vivo y es el secreto de la vida. En efecto, vemos que Pedro, después de haber dicho Tú eres el Cristo, agrega: «el Hijo de Dios vivo» (v. 16). El testimonio nace del encuentro con Jesús vivo. También en el centro de la vida de Pablo encontramos la misma palabra que rebosa del corazón de Pedro: Cristo. Pablo repite este nombre una y otra vez, casi cuatrocientas veces en sus cartas. Para él, Cristo no es sólo el modelo, el ejemplo, el punto de referencia, sino la vida. Escribe: «Para mí la vida es Cristo» (Flp 1,21). Jesús es su presente y su futuro, hasta el punto de que juzga el pasado como basura ante la sublimidad del conocimiento de Cristo (cf. Flp 3,7-8).

Hermanos y hermanas, ante estos testigos, preguntémonos: “¿Renuevo mi encuentro con Jesús todos los días?”. Es posible que seamos personas que tienen curiosidad por Jesús, que nos interesemos por las cosas de la Iglesia o por las noticias religiosas; que abramos páginas de internet y periódicos, y hablemos de cuestiones sagradas. Pero de esta forma, nos quedamos sólo al nivel de lo que la gente dice, de las encuestas, del pasado, de las estadísticas. A Jesús esto le interesa poco. Él no quiere “reporteros” del espíritu, mucho menos cristianos de fachada o de estadística. Él busca testigos, que le digan cada día: “Señor, tú eres mi vida”.

Encontrando a Jesús, experimentando su perdón, los apóstoles fueron testigos de una nueva vida. No pensaron más en sí mismos, sino que se entregaron completamente. No se quedaron satisfechos con medias tintas, sino que se decidieron por la única medida posible para aquellos que siguen a Jesús: la de un amor sin límites. Se «derramaron en libación» (cf. 2 Tm 4,6). Pidamos la gracia de no ser cristianos tibios, que viven a medias, que dejan enfriar el amor. Encontremos nuestras raíces en la relación diaria con Jesús y en la fuerza de su perdón. Jesús nos pregunta también a nosotros como hizo con Pedro: “¿Quién soy yo para ti?”, “¿Me amas?”. Dejemos que estas palabras entren en nosotros y enciendan el deseo de no sentirnos nunca satisfechos con lo mínimo, sino de apuntar al máximo, para ser también nosotros testigos vivos de Jesús.

Hoy se bendicen los palios para los arzobispos metropolitanos nombrados durante el último año. El palio recuerda a la oveja que el pastor está llamado a llevar sobre sus hombros; es signo de que los pastores no viven para sí mismos, sino para las ovejas; es signo de que, para poseer la vida, es necesario perderla, entregarla. Según una hermosa tradición, comparte también con nosotros la alegría de hoy una Delegación del Patriarcado Ecuménico, a la que saludo con afecto. Vuestra presencia, queridos hermanos, nos recuerda que tampoco podemos ahorrar esfuerzos en el camino hacia la unidad plena entre los creyentes, en una comunión a todos los niveles. Porque juntos, reconciliados por Dios y perdonados mutuamente, estamos llamados a ser testigos de Jesús con nuestra vida.

 © Librería Editorial Vaticana

La entrada “Ser testigos vivos de Jesús” – Homilía en la Solemnidad de san Pedro y san Pablo se publicó primero en ZENIT - Espanol.

4:52:00 a.m.

VATICANO, 29 Jun. 19 (ACI Prensa).-
El Papa Francisco escribió una importante carta dirigida “al pueblo de Dios que peregrina en Alemania” con fecha firmada este 29 de junio, Solemnidad de San Pedro y San Pablo.

En la extensa misiva dividida en 13 puntos, el Santo Padre confirma su cercanía y asegura que quiere “compartir su preocupación con respecto al futuro de la Iglesia en Alemania”, alerta sobre el “decaimiento de la fe” pero anima a no asumir la situación actual con “pasividad o resignación” y exhorta a intensificar “la oración, la penitencia y la adoración”.

Además, el Santo Padre destaca la necesidad de “recuperar el primado de la evangelización para mirar el futuro con confianza y esperanza porque, evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma”.

“Supone una invitación a tomar contacto con aquello que en nosotros y en nuestras comunidades está necrosado y necesita ser evangelizado y visitado por el Señor. Y esto requiere coraje porque lo que necesitamos es mucho más que un cambio estructural, organizativo o funcional”, afirma el Papa.

Por ello, el Pontífice señala que esta “transformación verdadera responde y reclama también exigencias que nacen de nuestro ser creyentes y de la propia dinámica evangelizadora de la Iglesia, reclama la conversión pastoral”.

“Sin esta dimensión teologal, en las diversas innovaciones y propuestas que se realicen, repetiremos aquello mismo que hoy está impidiendo, a la comunidad eclesial, anunciar el amor misericordioso del Señor”, advierte.

A continuación, el texto completo de la carta del Papa Francisco a la Iglesia en Alemania:

Al Pueblo de Dios que peregrina en Alemania

Queridos hermanos y hermanas,

La meditación de las lecturas del libro de los Hechos de los Apóstoles que se nos propusieron en el tiempo pascual me movió a escribirles esta carta. Allí encontramos a la primera comunidad apostólica impregnada de esa vida nueva que el Espíritu les regaló transformando cada circunstancia en una buena ocasión para el anuncio. Ellos lo habían perdido todo y en la mañana del primer día de la semana, entre la desolación y la amargura, escucharon de la boca de una mujer que el Señor estaba vivo. Nada ni nadie podía detener la irrupción pascual en sus vidas y ellos no podían callar lo que sus ojos habían contemplado y sus manos tocado (Cfr. 1 Jn. 1, 1).

En este clima y con la convicción de que el Señor «siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad» quiero acercarme y compartir vuestra preocupación con respecto al futuro de la Iglesia en Alemania. Somos conscientes que no vivimos sólo un tiempo de cambios sino un cambio de tiempo que despierta nuevas y viejas preguntas con las cuales es justo y necesario confrontarse. Situaciones e interrogantes que pude conversar con vuestros pastores en la pasada visita Ad limina y que seguramente siguen resonando en el seno de vuestras comunidades. Como en esa ocasión quisiera brindarles mi apoyo, estar más cerca de Ustedes para caminar a su lado y fomentar la búsqueda para responder con parresia a la situación presente.

1. Con gratitud miro esa red capilar de comunidades, parroquias, capillas, colegios, hospitales, estructuras sociales que han tejido a lo largo de la historia y son testimonio de la fe viva que los ha sostenido, nutrido y vivificado durante varias generaciones. Una fe que pasó por momentos de sufrimiento, confrontación y tribulación, pero también de constancia y vitalidad que se demuestra tambiénhoyricadefrutosentantostestimoniosdevida y obras de caridad.

Las comunidades católicas alemanas, en su diversidad y pluralidad, son reconocidas en el mundo entero por su sentido de corresponsabilidad y de una generosidad que ha sabido tender su mano y acompañar la puesta en marcha de procesos de evangelización en regiones bastante sumergidas y carentes de posibilidades. Tal generosidad no sólo se manifestó en la historia reciente como ayuda económico- material sino también compartiendo, a lo largo de los años, numerosos carismas y personas: sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que han cumplido fiel e incansablemente su servicio y misión en situaciones a menudo difíciles. Han regalado a la Iglesia Universal grandes santos y santas, teólogos y teólogas, así como pastores y laicos que ayudaron a que el encuentro entre el Evangelio y las culturas pudiera alcanzar nuevas síntesis capaces de despertar lo mejor de ambos y ser ofrecidas a las nuevas generaciones con el mismo ardor de los inicios. Lo cual permitió un notable esfuerzo por individuar respuestas pastorales a la altura de los desafíos que se les presentaban.

Es de señalar el camino ecuménico que realizan y del cual pudimos ver los frutos durante la conmemoración del 500 aniversario de la Reforma, un camino que permite incentivar las instancias de oración, de intercambio cultural y ejercicio de la caridad capaz de superar los prejuicios y heridas del pasado permitiendo celebrar y testimoniar mejor la alegría del Evangelio.

2. Hoy, sin embargo, coincido con Ustedes en lo doloroso que es constatar la creciente erosión y decaimiento de la fe con todo lo que ello conlleva no sólo a nivel espiritual sino social y cultural. Situación que se visibiliza y constata, como ya lo supo señalar Benedicto XVI, no sólo «en el Este, donde, como sabemos, la mayoría de la población está sin bautizar y no tiene contacto alguno con la Iglesia y, a menudo, no conoce en absoluto a Cristo» sino también en la así llamada «región de tradición católica [dónde se da] una caída muy fuerte de la participación en la Misa dominical, como de la vida sacramental». Un deterioro, ciertamente multifacético y de no fácil y rápida solución, que pide un abordaje serio y consciente que nos estimule a volvernos, en el umbral de la historia presente, como aquel mendicante para escuchar las palabras del apóstol: «no tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina» (Hch. 3, 6).

3. Para enfrentar esta situación, vuestros pastores han sugerido un camino sinodal. Qué significa en concreto y cómo se desarrollará es algo que seguramente se está todavía considerando. De mi parte expresé mis reflexiones sobre la sinodalidad de la Iglesia en ocasión de la celebración de los cincuenta años del Sínodo de obispos. En sustancia se trata de un synodos bajo la guía del Espíritu Santo, es decir, caminar juntos y con toda la Iglesia bajo su luz, guía e irrupción para aprender a escuchar y discernir el horizonte siempre nuevo que nos quiere regalar. Porque la sinodalidad supone y requiere la irrupción del Espíritu Santo.

En la reciente asamblea plenaria de los Obispos italianos tuve la oportunidad de reiterar esta realidad central para la vida de la Iglesia aportando la doble perspectiva que la misma opera: «sinodalidad desde abajo hacia arriba, o sea el deber de cuidar la existencia y el buen funcionamiento de la Diócesis: los consejos, las parroquias, la participación de los laicos… (cfr CIC 469-494), comenzando por la diócesis, pues no se puede hacer un gran sínodo sin ir a la base…; y después la sinodalidad desde arriba hacia abajo» que permite vivir de manera específica y singular la dimensión Colegial del ministerio episcopal y del ser eclesial. Sólo así podemos alcanzar y tomar decisiones en cuestiones esenciales para la fe y la vida de la Iglesia. Lo cual será efectivamente posible si nos animamos a caminar juntos con paciencia, unción y con la humilde y sana convicción de que nunca podremos responder contemporáneamente a todas las preguntas y problemas. La Iglesia es y será siempre peregrina en la historia, portadora de un tesoro en vasijas de barro (cfr. 2 Cor. 4, 7). Esto nos recuerda que nunca será perfecta en este mundo y que su vitalidad y hermosura radica en el tesoro del que es constitutivamente portadora.

Los interrogantes presentes, así como las respuestas que demos exigen, para que pueda gestarse una sana actualización, «una larga fermentación de la vida y la colaboración de todo un pueblo por años». Esto estimula generar y poner en marcha procesos que nos construyan como Pueblo de Dios más que la búsqueda de resultados inmediatos que generen consecuencias rápidas y mediáticas pero efímeras por falta de maduración o porque no responden a la vocación a la que estamos llamados.

4. En este sentido, envueltos en serios e inevitables análisis, se puede caer en sutiles tentaciones a las que considero necesario prestarles especial atención y cuidado, ya que, lejos de ayudarnos a caminar juntos, nos mantendrán aferrados e instalados en recurrentes esquemas y mecanismos que acaben desnaturalizando o limitando nuestra misión; y además con el agravante de que, si no somos conscientes de los mismos, podremos terminar girando en torno a un complicado juego de argumentaciones, disquisiciones y resoluciones que no hacen más que alejarnos del contacto real y cotidiano del pueblo fiel y del Señor.

5. Asumir y sufrir la situación actual no implica pasividad o resignación y menos negligencia, por el contrario supone una invitación a tomar contacto con aquello que en nosotros y en nuestras comunidades está necrosado y necesita ser evangelizado y visitado por el Señor. Y esto requiere coraje porque lo que necesitamos es mucho más que un cambio estructural, organizativo o funcional.

Recuerdo que en el encuentro que mantuve con vuestros pastores en el 2015 les decía que una de las primeras y grandes tentaciones a nivel eclesial era creer que las soluciones a los problemas presentes y futuros vendrían exclusivamente de reformas puramente estructurales, orgánicas o burocráticas pero que, al final del día, no tocarían en nada los núcleos vitales que reclaman atención. «Se trata de un nuevo pelagianismo, que nos conduce a poner la confianza en las estructuras administrativas y las organizaciones perfectas. Una excesiva centralización que, en vez de ayudarnos, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera (Evangelii Gaudium, 32)».

Lo que está en la base de esta tentación es pensar que, frente a tantos problemas y carencias, la mejor respuesta sería reorganizar las cosas, hacer cambios y especialmente “remiendos” que permitan poner en orden y en sintonía la vida de la Iglesia adaptándola a la lógica presente o la de un grupo particular. Por este camino pareciera que todo se soluciona y las cosas volverán a su cauce si la vida eclesial entrase en un “determinado” nuevo o antiguo orden que ponga fin a las tensiones propias de nuestro ser humanos y de las que el Evangelio quiere provocar.

Por ese camino la vida eclesial podría eliminar tensiones, estar “en orden y en sintonía” pero sólo provocaría, con el tiempo, adormecer y domesticar el corazón de nuestro pueblo y disminuir y hasta acallar la fuerza vital y evangélica que el Espíritu quiere regalar: «esto sería el pecado más grande de mundanidad y de espíritu mundano anti-evangélico». Se tendría un buen cuerpo eclesial bien organizado y hasta “modernizado” pero sin alma y novedad evangélica; viviríamos un cristianismo “gaseoso” sin mordedura evangélica. «Hoy estamos llamados a gestionar el desequilibrio. Nosotros no podemos hacer algo bueno, evangélico si le tenemos miedo al desequilibrio». No podemos olvidar que hay tensiones y desequilibrios que tienen sabor a Evangelio y que son imprescindibles mantener porque son anuncio de vida nueva.

6. Por eso me parece importante no perder de vista lo que «la Iglesia enseñó reiteradas veces: no somos justificados por nuestras obras o por nuestros esfuerzos, sino por la gracia del Señor que toma la iniciativa». Sin esta dimensión teologal, en las diversas innovaciones y propuestas que se realicen, repetiremos aquello mismo que hoy está impidiendo, a la comunidad eclesial, anunciar el amor misericordioso del Señor. La manera que se tenga para asumir la situación actual será determinante de los frutos que posteriormente se desarrollarán. Por eso apelo a que se haga en clave teologal para que el Evangelio de la Gracia con la irrupción del Espíritu Santo sea la luz y guía para enfrentar estos desafíos. Cada vez que la comunidad eclesial intentó salir sola de sus problemas confiando y focalizándose exclusivamente en sus fuerzas o en sus métodos, su inteligencia, su voluntad o prestigio, terminó por aumentar y perpetuar los males que intentaba resolver. El perdón y la salvación no es algo que tenemos que comprar «o que tengamos que adquirir con nuestras obras o esfuerzos. El Señor nos perdona y nos libera gratis. Su entrega en la Cruz es algo tan grande que nosotros no podemos ni debemos pagarlo, sólo tenemos que recibirlo con inmensa gratitud y con la alegría de ser tan amados antes aún de que pudiéramos imaginarlo».

El escenario presente no tiene el derecho de hacernos perder de vista que nuestra misión no se sostiene sobre previsiones, cálculos o encuestas ambientales alentadoras o desalentadoras ni a nivel eclesial ni a nivel político como económico o social. Tampoco sobre los resultados exitosos de nuestros planes pastorales. Todas estas cosas son importantes valorarlas, escucharlas, reflexionarlas y estar atentos, pero en sí no agotan nuestro ser creyente. Nuestra misión y razón de ser radica en que «Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna» (Jn. 3, 16). «Sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin “fidelidad de la Iglesia a la propia vocación”, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo».

Por eso, la transformación a operarse no puede responder exclusivamente como reacción a datos o exigencias externas, como podrían ser el fuerte descenso de los nacimientos y el envejecimiento de las comunidades que no permiten visibilizar un recambio generacional. Causas objetivas y válidas pero que vistas aisladamente fuera del misterio eclesial favorecerían y estimularían una actitud reaccionaria (tanto positiva como negativa) ante los problemas.

La transformación verdadera responde y reclama también exigencias que nacen de nuestro ser creyentes y de la propia dinámica evangelizadora de la Iglesia, reclama la conversión pastoral. Se nos pide una actitud que buscando vivir y transparentar el evangelio rompa con «el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad». La conversión pastoral nos recuerda que la evangelización debe ser nuestro criterio-guía por excelencia sobre el cual discernir todos los movimientos que estamos llamados a dar como comunidad eclesial; la evangelización constituye la misión esencial de la Iglesia.

7. Es necesario, por tanto, como bien lo señalaron vuestros pastores, recuperar el primado de la evangelización para mirar el futuro con confianza y esperanza porque, «evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma. Comunidad creyente, comunidad de esperanza vivida y comunicada, comunidad de amor fraterno, tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor».

La evangelización, así vivida, no es una táctica de reposicionamiento eclesial en el mundo de hoy o un acto de conquista, dominio o expansión territorial; tampoco un “retoque” que la adapte al espíritu del tiempo pero que le haga perder su originalidad y profecía; como tampoco es la búsqueda para recuperar hábitos o prácticas que daban sentido en otro contexto cultural. No. La evangelización es un camino discipular de respuesta y conversión en el amor a Aquel que nos amó primero (Cfr. 1 Jn. 4, 19); un camino que posibilite una fe vivida, experimentada, celebrada y testimoniada con alegría. La evangelización nos lleva a recuperar la alegría del Evangelio, la alegría de ser cristianos.

Es cierto, hay momentos duros, tiempos de cruz, pero nada puede destruir la alegría sobrenatural, que se adapta, se transforma y siempre permanece, al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. La evangelización genera seguridad interior, una serenidad esperanzadora que brinda su satisfacción espiritual incomprensible para los parámetros humanos. El mal humor, la apatía, la amargura, el derrotismo, así como la tristeza no son buenos signos ni consejeros; es más, hay veces que «la tristeza tiene que ver con la ingratitud, con estar encerrado en sí mismo y uno se vuelve incapaz de reconocer los regalos de Dios».

8. De ahí que nuestra preocupación principal debe rondar en como compartir esta alegría abriéndonos y saliendo a encontrar a nuestros hermanos principalmente aquellos que están tirados en el umbral de nuestros templos, en las calles, en cárceles y hospitales, plazas y ciudades. El Señor fue claro: «busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura» (Mt 6, 33). Salir a ungir con el espíritu de Cristo todas las realidades terrenas, en sus múltiples encrucijadas principalmente allí «donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades». Ayudar a que la Pasión de Cristo toque real y concretamente las múltiples pasiones y situaciones donde su Rostro sigue sufriendo a causa del pecado y la inequidad. Pasión que pueda desenmascarar las viejas y nuevas esclavitudes que hieren al hombre y mujer especialmente hoy que vemos rebrotar discursos xenófobos y promueven una cultura basada en la indiferencia, el encierro, así como en el individualismo y la expulsión. Y, a su vez, sea la Pasión del Señor la que despierte en nuestras comunidades y, especialmente en los más jóvenes, la pasión por su Reino.

Esto nos pide «desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo».

Deberíamos, por tanto, preguntarnos qué cosa el Espíritu dice hoy a la Iglesia (Ap. 2, 7), reconocer los signos de los tiempos, lo cual no es sinónimo de adaptarse simplemente al espíritu del tiempo sin más (Rm. 12, 2). Todas estas dinámicas de escucha, reflexión y discernimiento tienen como objetivo volver a la Iglesia cada día más fiel, disponible, ágil y transparente para anunciar la alegría del Evangelio, base sobre la cual pueden ir encontrando luz y respuesta todas las cuestiones. Los desafíos están para ser superados. Debemos ser realistas pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!».

9. El Concilio Vaticano II marcó un importante paso en la toma de conciencia que la Iglesia tiene tanto de sí misma como de su misión en el mundo contemporáneo. Este camino iniciado hace más de cincuenta años nos sigue estimulando en su recepción y desarrollo y todavía no llegó a su fin, sobre todo, en relación a la sinodalidad llamada a operarse en los distintos niveles de la vida eclesial (parroquia, diócesis, en el orden nacional, en la Iglesia universal, como en las diversas congregaciones y comunidades). Este proceso, especialmente en estos tiempos de fuerte tendencia a la fragmentación y polarización, reclama desarrollar y velar para que el ‘Sensus Ecclesiae’ también viva en cada decisión que tomemos y nutra todos los niveles. Se trata de vivir y de sentir con la Iglesia y en la Iglesia, lo cual, en no pocas situaciones, también nos llevará a sufrir en la Iglesia y con la Iglesia.

La Iglesia Universal vive en y de las Iglesias particulares, así como las Iglesias particulares viven y florecen en y de la Iglesia Universal, y si se encuentran separadas del entero cuerpo eclesial, se debilitan, marchitan y mueren. De ahí la necesidad de mantener siempre viva y efectiva la comunión con todo el cuerpo de la Iglesia, que nos ayuda a superar la ansiedad que nos encierra en nosotros mismos y en nuestras particularidades a fin de poder mirar a los ojos, escuchar o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces esta actitud puede manifestarse en el mínimo gesto, como el del padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad. Esto no es sinónimo de no caminar, avanzar, cambiar e inclusive no debatir y discrepar, sino es simplemente la consecuencia de sabernos constitutivamente parte de un cuerpo más grande que nos reclama, espera y necesita y que también nosotros reclamamos, esperamos y necesitamos. Es el gusto de sentirnos parte del santo y paciente Pueblo fiel de Dios.

Los desafíos que tenemos entre manos, las diferentes cuestiones e interrogantes a enfrentar no pueden ser ignoradas o disimuladas: han de ser asumidas pero cuidando de no quedar atrapados en ellas, perdiendo perspectiva, limitando el horizonte y fragmentando la realidad. «Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad». En este sentido el ‘Sensus Ecclesiae’ nos regala ese horizonte amplio de posibilidad desde donde buscar responder a las cuestiones que urgen y además nos recuerda la belleza del rostro pluriforme de la Iglesia. Rostro pluriforme no sólo desde una perspectiva espacial en sus pueblos, razas, culturas, sino también desde su realidad temporal que nos permite sumergirnos en las fuentes de la más viva y plena Tradición la cual tiene la misión de mantener vivo el fuego más que conservar las cenizas y permite a todas las generaciones volver a encender, con la asistencia del Espíritu Santo, el primer amor.

El ‘Sensus Ecclesiae’ nos libera de particularismos y tendencias ideológicas para hacernos gustar de esa certeza del Concilio Vaticano II, cuando afirmaba que la Unción del Santo (1 Jn. 2, 20 y 27) pertenece a la totalidad de los fieles. La comunión con el santo Pueblo fiel de Dios, portador de la Unción, mantiene viva la esperanza y la certeza de saber que el Señor camina a nuestro a lado y es Él quién sostiene nuestros pasos. Un sano caminar juntos debe traslucir esta convicción buscando los mecanismos para que todas las voces, especialmente la de los más sencillos y humildes, tengan espacio y visibilidad. La Unción del Santo que ha sido derramada a todo el cuerpo eclesial «reparte gracias especiales entre los fieles de cualquier estado o condición y distribuye sus dones a cada uno según quiere (1 Cor 12, 11). Con esos dones hace que estén preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia, según aquellas palabras: A cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común (1 Cor. 12, 7)». Esto nos ayuda a estar atentos a esa antigua y siempre nueva tentación de los promotores del gnosticismo que, queriendo hacerse un nombre proprio y expandir su doctrina y fama, buscaban decir algo siempre nuevo y distinto de lo que la Palabra de Dios les regalaba. Es lo que san Juan describe con el término proagon, el que se adelanta, el avanzado (2 Jn v. 9) y que pretende ir más allá del nosotros eclesial que preserva de los excesos que atentan a la comunidad.

10. Por tanto, velen y estén atentos ante toda tentación que lleve a reducir el Pueblo de Dios a un grupo ilustrado que no permita ver, saborear y agradecer esa santidad desparramada y que vive «en el pueblo de Dios paciente: en los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo… En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante.

Muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios». Esa es la santidad que protege y reguardó siempre a la Iglesia de toda reducción ideológica cientificista y manipuladora. Santidad que evoca, recuerda e invita a desarrollar ese estilo mariano en la actividad misionera de la Iglesia capaz de articular la justicia con la misericordia, la contemplación con la acción, la ternura con la convicción. «Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes que no necesitan maltratar a otros para sentirse importante».

En mi tierra natal, existe un sugerente y potente dicho que puede iluminar: «los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera; tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera». Hermanos y hermanas cuidémonos unos a otros y estemos atentos a la tentación del padre de la mentira y la división, al maestro de la separación que, impulsando buscar un aparente bien o respuesta a una situación determinada, termina fragmentando de hecho el cuerpo del santo Pueblo fiel de Dios. Como cuerpo apostólico caminemos y caminemos juntos, escuchándonos bajo la guía del Espíritu Santo, aunque no pensemos igual, desde la sapiente convicción que «la Iglesia, con el correr de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina hasta que en ella se consumen las palabras de Dios».

11. La perspectiva sinodal no cancela los antagonismos o perplejidades, ni los conflictos quedan supeditados a resoluciones sincretistas de “buen consenso” o resultantes de la elaboración de censos o encuestas sobre tal o cual tema. Eso sería muy reductor.  La sinodalidad, con el trasfondo y centralidad de la evangelización y del ‘Sensus Ecclesiae’ como elementos determinantes de nuestro ADN eclesial, reclama asumir conscientemente un modo de ser Iglesia donde «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas… Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos… Se trabaja en lo pequeño, en lo cercano, pero con una perspectiva más amplia».

12. Esto requiere en todo el Pueblo de Dios, y especialmente en sus pastores, un estado de vigilia y conversión que permitan mantener vivas y operantes estas realidades. Vigilia y conversión son dones que sólo el Señor nos puede regalar. A nosotros nos basta pedir su gracia por medio de la oración y el ayuno. Siempre me impresionó cómo durante la vida, especialmente en los momentos de las grandes decisiones, el Señor fue particularmente tentado. La oración y el ayuno tuvieron un lugar especial como determinante de todo su accionar posterior (Cfr. Mt. 4, 1-11).

La sinodalidad tampoco puede escapar a esta lógica, y tiene que ir siempre acompañada de la gracia de la conversión para que nuestro accionar personal y comunitario pueda representar y asemejarse cada vez más al de la kénosis de Cristo (cfr. Fil 2, 1- 11). Hablar, actuar y responder como Cuerpo de Cristo significa también hablar y actuar a la manera de Cristo con sus mismos sentimientos, trato y prioridad. Por tanto, la gracia de la conversión, siguiendo el ejemplo del Maestro que «se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor» (Fil. 2, 7), nos libra de falsos y estériles protagonismos, nos desinstala de la tentación de permanecer en posiciones protegidas y acomodadas y nos invita a ir a las periferias para encontrarnos y escuchar mejor al Señor.

Esta actitud de kénosis nos permite también experimentar la fuerza creativa y siempre rica de la esperanza que nace de la pobreza evangélica a la que estamos llamados, la cual nos hace libres para evangelizar y testimoniar. Así permitimos al Espíritu refrescar y renovar nuestra vida librándola de esclavitudes, inercias y conveniencias circunstanciales que impiden caminar y especialmente adorar. Porque al adorar, el hombre cumple su deber supremo y es capaz de vislumbrar la claridad venidera, esa que nos ayuda a saborear la nueva creación.
Sin esta dimensión corremos el riesgo de partir desde nosotros mismos o del afán de autojustificación y autopreservación que nos llevará a realizar cambios y arreglos pero a mitad de camino, los cuales, lejos de solucionar los problemas, terminarán enredándonos en un espiral sin fondo que mata y asfixia el anuncio más hermoso, liberador y promitente que tenemos y que da sentido a nuestra existencia: Jesucristo es el Señor.

Necesitamos oración, penitencia y adoración que nos pongan en situación de decir como el publicano: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!» (Lc. 18, 13); no como actitud mojigata, pueril o pusilánime sino con la valentía para abrir la puerta y ver lo que normalmente queda velado por la superficialidad, la cultura del bienestar y la apariencia. En el fondo, estas actitudes, verdaderas medicinas espirituales (la oración, la penitencia y la adoración) permitirán volver a experimentar que ser cristiano es saberse bienaventurado y, por tanto, portador de bienaventuranza para los demás; ser cristiano es pertenecer a la Iglesia de las bienaventuranzas para los bienaventurados de hoy: los pobres, los que tienen hambre, los que lloran, los odiados, excluidos e insultados (cfr. Lc. 6, 20-23). No nos olvidemos que «en las bienaventuranzas el Señor nos indica el camino. Caminándolas podemos arribar a la felicidad más auténticamente humana y divina. Las bienaventuranzas, son el espejo en donde mirarnos, lo que nos permite saber si estamos caminando sobre un sendero justo: es un espejo que no miente».

13. Queridos hermanos y hermanas, sé de vuestra constancia y de lo que han sufrido y sufren sin desfallecer por el nombre del Señor; sé también de vuestro deseo y ganas de reavivar eclesialmente el primer amor (cfr. Ap. 2, 1-5) con la fuerza del Espíritu, que no rompe la caña quebrada ni apaga la mecha que arde débilmente (Cfr. Is. 42,3), para que nutra, vivifique y haga florecer lo mejor de vuestro pueblo. Quiero caminar y caminar a vuestro lado con la certeza de que, si el Señor nos consideró dignos de vivir esta hora, no lo hizo para avergonzarnos o paralizarnos frente a los desafíos sino para dejar que su Palabra vuelva, una vez más, a provocar y hacer arder el corazón como lo hizo con vuestros padres, para que vuestros hijos e hijas tengan visiones y vuestros ancianos vuelvan a tener sueños proféticos (Cfr. Joel 3, 1). Su amor «nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la Resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!».

Y, por favor, les pido que recen por mí.

Vaticano, 29 de junio de 2019.

FRANCISCO

Agencia Catolica

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets