VATICANO, 28 Feb. 17 (ACI).-
“Se puede mirar a un sin techo y verla como a una persona, o bien como si fuese un perro”, con estas duras palabras, el Papa Francisco habló de la necesidad de acoger y de ayudar a las personas que viven en la calle.
Lo hizo en una entrevista concedida al semanario “Scarp de’ tenis”, elaborado por personas en situación de exclusión social de Milán y distribuido directamente en sus calles. La entrevista se publica con motivo de la próxima visita del Santo Padre a esta ciudad italiana prevista para el próximo sábado 25 de marzo.
En sus respuestas, el Pontífice reveló que las primeras palabras que dirige a las personas sin hogar cuando se encuentra con ellas son: “Buenos días, ¿cómo estás?”. Francisco explicó que “algunas veces se intercambian pocas palabras, otras veces, por el contrario, se entra en una relación y se escuchan historias interesantes”.
El Papa advirtió que “las personas que viven en la calle comprenden inmediatamente cuándo hay un verdadero interés por parte de la otra persona o cuando hay ese sentimiento de pena”. En este sentido reconoció que el egoísmo puede establecer una barrera con las personas excluidas. “Es muy difícil ponerse en los zapatos de los demás porque a menudo somos esclavos de nuestro egoísmo”, señaló, e indicó que “ponerse en los zapatos de los demás significa tener una gran capacidad de comprensión”.
Para explicar mejor lo que quería decir, el Obispo de Roma contó una anécdota. “En el Vaticano -relató- es famosa la historia de una persona sin hogar, de origen polaco, que normalmente se quedaba en la Plaza del Risorgimento de Roma. No hablaba con nadie, ni siquiera con los voluntarios de la Caritas que le llevaban un plato caliente por la tarde. Solamente después de un largo tiempo lograron hacer que les contara su historia: ‘Soy un cura, conozco bien a su Papa, estudiamos juntos en el seminario’. Los rumores llegaron a San Juan Pablo II, que escuchó el nombre, confirmó que había estado con él en el seminario y quiso reunirse con él”.
Francisco detalló que San Juan Pablo II y el sacerdote, cuando se encontraron, “se abrazaron, después de cuarenta años, y al final de una audiencia el Papa pidió que lo confesara. Después de la confesión, el sacerdote le dijo al Papa: ‘Ahora te toca a ti’. Y el compañero de seminario fue confesado por el Papa”.
“Gracias al gesto de un voluntario –continuó el Papa–, de un plato caliente, de algunas palabras de consuelo, de una mirada de bondad, esta persona pudo volver a levantarse y emprender una vida normal que lo llevó a convertirse en capellán de un hospital. El Papa lo ayudó, claro, es un ‘milagro’, pero es también un ejemplo para decir que las personas sin hogar tienen una gran dignidad”.
Las excusas para no dar limosna
“Pero, ¿cómo le voy a dar dinero si luego se lo va a gastar en tomarse un vaso de vino?”. Este es uno de los “muchos argumentos para justificarse a uno mismo cuando no se da limosna”, lamentó el Santo Padre.
Sin embargo, rechazó ese argumento porque “un vaso de vino es la única felicidad que puede tener en la vida”. “Una ayuda siempre es justa”, insistió.
Además, señaló que la verdadera ayuda no consiste en “lanzarle al pobre solo calderilla”. “Es importante el gesto, ayudar a quien pide mirándole a los ojos, cogiéndole de las manos. Arrojar dinero y no mirar a los ojos de quien lo recibe, no es un gesto cristiano”, afirmó.
Enseñar caridad no es deshacerse de las culpas propias, sino un tocar, un mirar la miseria que tengo dentro y que el Señor comprende y salva. Porque todos nosotros tenemos miserias dentro”.
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— ACI Prensa (@aciprensa) 15 de enero de 2017