noviembre 2016

3:45:00 p.m.

VATICANO, 30 Nov. 16 (ACI).-
El Papa Francisco recibió este miércoles en audiencia privada a Martin Scorsese, el director de la película “Silence”, adaptación de una novela acerca de la persecución que sufrió un grupo de jesuitas en el Japón del siglo XVII.

Según informó la Santa Sede, Scorsese, ganador del Oscar a mejor director por la cinta “Los Infiltrados”, asistió al encuentro junto a su esposa y dos hijas. En la audiencia también estuvo el Prefecto de la Secretaría para las Comunicaciones, Mons. Edoardo Viganó.

"La reunión fue muy cordial y duró cerca de quince minutos”, indicó el Vaticano. “El Papa dijo a los presentes que había leído el libro ‘Silence’, que inspiró la película. Además habló de cómo los jesuitas ‘sembraron la semilla’ en Japón y el ‘Museo de los 26 mártires’”.

Scorsese entregó al Santo Padre “dos cuadros relacionados al tema de los ‘cristianos ocultos’”; uno de estos representa a una imagen muy venerada de la Santísima Virgen, la otra es un trabajo hecho por un artista japonés del siglo XVIII”. Por su parte, el Papa regaló Rosarios a sus invitados.

“Silence” es la adaptación de una novela de 1966 escrita por el japonés Shusaku Endo sobre la persecución de un grupo de jesuitas en el Japón del siglo XVII, un tiempo en el cual la fe era castigada y aquellos que la practicaban eran torturados y ejecutados. La cinta fue  exhibida ayer en el Pontificio Instituto Oriental, administrado por la Compañía de Jesús, en el Vaticano.

La cinta es protagonizada por Andrew Garfield, Adam Driver y Liam Neeson, y será estrenada en los cines de Estados Unidos el 23 de diciembre y en Italia el 12 de enero, según informó la agencia ANSA.

Scorsese, director también de la controvertida película “La última tentación de Cristo”, relató a The Guardian que contrató al sacerdote jesuita James Martin como consultor Scorsese contrató al padre jesuita James Martin como consultor para que la cinta sea más precisa y auténtica.

Además, los actores se prepararon participando en un retiro de silencio de siete días en San Beuno, un centro espiritual jesuita en el norte de Gales, según el periódico.

“Silence” es la culminación de un proyecto de 27 años de Scorsese, quien lo describió como “una obsesión”.

Antes de dedicarse a la industria del cine, Scorsese habría probado una posible vocación al sacerdocio. Criado en un hogar católico y educado en una escuela católica, pasó un año en el seminario. Él ha dicho que sus creencias han impactado en sus películas desde entonces, una vez comentando: "Mi vida entera ha sido películas y religión. Eso es todo, nada más".

En una entrevista hace tres años, el director dijo que había estado “empapado en la religión católica romana" como un hombre joven. "A medida que envejeces, las ideas van y vienen. Preguntas, respuestas, pérdida de la respuesta otra vez y más preguntas, y esto es lo que realmente me interesa".

En ese sentido, dijo que “Silence” es "una historia verdadera, fuerte y maravillosa, un thriller de algún modo, pero que se ocupa de esas preguntas".

Traducido y adaptado por Eduardo Berdejo. Publicado originalmente en el National Catholic Register.

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12:15:00 p.m.

Diálogos de Radio Vaticano, con el padre Sergio Moreno

La crisis antropológica que caracteriza nuestro mundo contemporáneo es objeto sistemático de denuncia, desde hace algunas décadas, por parte de filósofos, psicólogos, sociólogos, historiadores, moralistas e incluso teólogos. Si quisiéramos encontrar el porqué de dicha crisis, quizá tendríamos que remontarnos al racionalismo del setecientos, siguiendo paso a paso su evolución —compleja y ambivalente— a lo largo del iluminismo y del positivismo del ochocientos, para llegar finalmente a su desenlace crítico en el presente siglo, que también es rico en matices, no encasillable ni en un bloque racionalista monolítico y unívoco, ni tampoco, en el extremo opuesto, en un irracionalismo absurdo, desesperado, escéptico respecto del sentido de la vida que le fue legado por sus antecesores.

El hombre se encuentra en crisis existencial debido a la falta de identidad dada por la indiferencia y falta de amor hacia el otro. La vida que lleva el hombre es problemática debido a los procesos de deshumanización causados por el enfoque individualista de la modernidad. La angustia existencial crea la necesidad de una reflexión urgente acerca de qué significa ser hombre. 

30 de noviembre


11:20:00 a.m.

VATICANO, 30 Nov. 16 (ACI).-
Al término de la Audiencia General, el Papa Francisco tuvo emotivas palabras de aliento hacia los familiares y amigos del equipo brasileño de fútbol Chapecoense, víctima del accidente aéreo ocurrido el 28 de noviembre en Colombia, en el que murieron 71 personas y seis sobrevivieron.

El Santo Padre improvisó sus palabras luego de ver en el Aula Paulo VI a un hincha brasileño levantando la camiseta del Chapecoense, equipo que viajaba a Colombia para disputar la final de la Copa Sudamericana con el Atlético Nacional de Medellín este 30 de noviembre.

“También quisiera recordar hoy el dolor del pueblo brasileño por la tragedia equipo de fútbol y orar por los jugadores muertos y por sus familias. En Italia sabemos bien lo que esto significa porque recordamos el accidente aéreo de Superga en 1949. Son tragedias duras. Oremos por ellos”, expresó Francisco.

El Santo Padre se refirió al accidente aéreo del 4 de mayo de 1949 en el que Italia perdió 18 futbolistas del Torino.

El Chapecoense había accedido a la final de la Copa Sudamericana luego de eliminar al San Lorenzo de Almagro, el equipo del Papa Francisco. De los seis sobrevivientes, tres eran jugadores del equipo brasileño, dos tripulantes y un periodista.

Además de los miembros del equipo y cuerpo técnico, fallecieron también 21 periodistas y siete tripulantes.

El avión se estrelló alrededor de las 10:00 p.m. cerca del municipio de La Unión, en el departamento de Antioquia, cuando se registraba un clima complicado, según informó Aeronáutica Civil de Colombia.

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10:40:00 a.m.

(ZENIT – Madrid).- Este «misionero del Sahara», apóstol de los tuaregs, nació en Strassbourg, Francia, el 15 de septiembre de 1858. Su origen aristocrático –fue vizconde de Foucauld– inicialmente no le otorgó a su carácter la distinción que cabría esperar en alguien de su alcurnia. Él y su hermana María perdieron a sus padres. Charles tenía 6 años. Creció junto a ella bajo la tutela de su abuelo, encaminándose a la vida militar. Antes había estudiado con los jesuitas, pero en los tres años que estuvo con ellos no parece que sus enseñanzas hicieran mella en su espíritu. Desde sus 16 años vivía alejado de la fe. Como el hijo pródigo, dilapidó la copiosa herencia que le legaron tiñendo su existencia con las sombras de ese ambiente licencioso al que se asomó.

Fue en 1878 cuando se integró en el ejército y dos años más tarde convertido en oficial prestó sus primeros servicios en Sétif, Argelia. Dios no existía entonces para él. Otros intereses mundanos llamaban su atención y al año siguiente su mala conducta supuso su expulsión. A partir de ese momento tuvo una vida ajetreada. Se convirtió en explorador, aunque a la par sondeaba, inquiría íntimamente una respuesta espiritual que, todavía difusa, le inquietaba.

Participó en la revuelta de Bon Mama en Orán del Sur, estudio árabe y hebreo, y en 1883 inició una expedición a Marruecos por la que fue condecorado con la medalla de oro de la Sociedad Geográfica; recorrió Argelia y Túnez. Fue un viaje que preparó su espíritu para ser fecundado por la gracia divina ya que al ver cómo vivían su fe los musulmanes, brotó de su interior esta ardiente súplica: «Dios mío, si existes, haz que te conozca». Esta sinceridad y apertura fueron suficientes para que penetrase la luz divina en su corazón a raudales. En octubre de 1886 cuando se hallaba en París preparando el texto sobre su viaje por Marruecos, inició su itinerario espiritual llevado de la mano del padre Huvelin. Obedeciendo sus indicaciones, se confesó, pese a declararse no creyente, y se sintió totalmente renovado: «Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa sino vivir para El; mi vocación religiosa es del mismo momento que mi fe: Dios es tan grande».

Durante siete años la Trapa fue su hogar. Primeramente pasó uno en la casa de Nuestra Señora de las Nieves, en Francia, y de allí, a petición suya vivió otros seis en la que tenían en Akbés, Siria. Impactado por la experiencia, pero sin terminar de encajar allí totalmente, regresó a Roma para cursar estudios por indicación de sus superiores, pero en 1896 abandonó la comunidad trapense y peregrinó a Tierra Santa. Allí permaneció un tiempo asistiendo a las hermanas clarisas en Nazareth. Fue otro momento importante para su vida espiritual que recorrió impregnándose de la pobreza que hallaba encerrada en estos matices: «No tenemos una pobreza convencional, sino la pobreza de los pobres. La pobreza que, en la vida escondida, no vive de dones ni de limosnas ni de rentas, sino sólo del trabajo manual».

Después de una profunda experiencia casi eremítica, saboreando la riqueza de la contemplación, regresó a Francia donde prosiguió los estudios que en 1901 culminaron con su ordenación sacerdotal en Viviers. Tenía 43 años y una idea apostólica tan clara que no dudó en materializarla: la evangelización de Marruecos. Al no poder residir en el país, como hubiera sido su deseo, se afincó lo más cerca posible, en Beni-Abbés, Argelia. Ya tenía clavada esta convicción: «Haré el bien en la medida en que sea santo». El espíritu de sacrificio, la pobreza, el desvelo por los enfermos y los más necesitados se había convertido en el objetivo prioritario de su vida que había encendido con sus largas horas de adoración ante la Eucaristía: «La Eucaristía es Dios con nosotros, es Dios en nosotros, es Dios que se da perennemente a nosotros, para amar, adorar, abrazar y poseer». Sabía por experiencia y así lo expresó que «cuanto más se ama, mejor se ora».

Emulando a los mercedarios, liberó esclavos en 1902, y entre 1904 y 1905 se estableció en Tamanrasset junto al pueblo tuaregs del Hoggar argelino. Parecía como si tuviese la impresión de que debía apurar el tiempo. Tabajó con denuedo en una formidable labor de inculturación, primeramente traduciendo al tuareg los evangelios, labor que continuó a la inversa, traduciendo al francés poesía tuareg. Es autor de un diccionario bilingüe francés-tuareg y tuareg-francés, de una gramática y de varias obras sobre esta tribu nómada. Este era su anhelo: «Yo quisiera ser lo bastante bueno para que ellos digan: ‘Si tal es el servidor, ¿como entonces será el Maestro…’?».

En 1909 puso en marcha la Unión de Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón con el objetivo de llevar la fe a África. En los once años que convivió con los tuaregs se hizo uno con ellos sin escatimar esfuerzos, con el gozo de saber que de ese modo cumplía fielmente la misión a la que se sintió llamado por Cristo. Amó al pueblo hasta el fin, y allí entregó su vida. El 1 de diciembre de 1916 una bala de fusil en medio de una emboscada bereber acabó con este gran apóstol que fue beatificado por Benedicto XVI el 13 de noviembre de 2005.

El influjo de su espiritualidad se halla en diversas instituciones: los Hermanitos y las Hermanitas de Jesús, las Hermanitas y los Hermanitos del Evangelio, las Hermanitas de Nazaret, las Hermanitas del Sagrado Corazón, la Fraternidad Jesús Caritas, y la Fraternidad Charles de Foucauld.

10:30:00 a.m.

VATICANO, 30 Nov. 16 (ACI).-
Finalizada la Audiencia General, el Papa Francisco dirigió unas palabras a los participantes en la Conferencia internacional sobre la protección del patrimonio en zonas de conflicto que “bajo la iniciativa de Francia y de los Emiratos Árabes Unidos, con la colaboración de la UNESCO, tendrá lugar en Abu Dhabi, del 2 al 3 de diciembre próximos”. El Santo Padre recordó que defender el patrimonio histórico y la memoria cultural de los pueblos es defender los derechos humanos.

El Papa señaló que se trata de “un tema que, desafortunadamente, es dramáticamente actual”, y mostró su convicción de que “la tutela de la riqueza cultural constituye una dimensión esencial de la defensa del ser humano, confío en que este evento suponga una nueva etapa en el proceso de aplicación de los derechos humanos”.

Esta Conferencia se produce en un contexto internacional marcado por la guerra en Siria y en Irak. En Siria, los combates entre el ejército sirio y los rebeldes han causado la casi total destrucción de la ciudad histórica de Alepo, proclamada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Además, el grupo terrorista Estado Islámico, que llegó a dominar grandes áreas de Irak y Siria tras su ofensiva del verano de 2014, procedió a la destrucción sistemática de iglesias cristianas, mezquitas chiíes y ruinas milenarias, entre ellas la ciudad de Nimrud, de más de 3.000 años de antigüedad, o la ciudad de Palmira, de más de 2.000 años de historia.

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10:30:00 a.m.

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La Santa Sede ha dado a conocer hoy las intenciones de oración del papa Francisco para este próximo mes de diciembre.

La intención universal del apostolado de la oración es: “Para que en ninguna parte del mundo existan niños soldados.”

Su intención evangelizadora es: “Para que los pueblos de Europa redescubran la belleza, la bondad y la verdad del Evangelio que dan alegría y esperanza a la vida”.

 

10:30:00 a.m.

(ZENIT – Ciudad del Vaticano) Una delegación de la Santa Sede encabezada por el cardenal Kurt Koch ha tomado parte en la solemne Liturgia Divina, presidida este 30 de noviembre en Estambul por Su Santidad Bartolomé en la iglesia patriarcal de San Jorge en el Fanar, com motivo de la conmemoración de san Andrés.

El presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos ha entregado al patriarca Bartolomé un mensaje de puño y letra del Santo Padre, leído al final de la Liturgia Divina y un regalo.

En el mensaje el Papa manifiesta su alegría por renovar el tradicional intercambio de delegaciones entre Roma y  Constantinopla que constituye “un signo visible de los lazos profundos que ya nos unen y es también una expresión de nuestro anhelo de una comunión cada vez más profunda, hasta el día en que, si Dios quiere, podamos testimoniar nuestro amor el uno por el otro compartiendo la misma mesa eucarística. En este camino hacia la restauración de la comunión eucarística entre nosotros, estamos sostenidos no solo  por la intercesión no sólo de nuestros santos patrones, sino por la serie de mártires de todas las edades que “a pesar del drama de la división… han mantenido una adhesión a Cristo y a su Padre tan radical y absoluta que les ha permitido llegar hasta el derramamiento de su sangre.”(San Juan Pablo II, Ut unum sint, 83).

El Papa reconoció que “la historia de las relaciones entre los cristianos ha sido tristemente marcada por conflictos que han dejado una profunda impresión en la memoria de los fieles. Por esta razón, algunos se aferran a las actitudes del pasado. Sabemos que sólo la oración, las buenas obras comunes y el diálogo pueden permitirnos superar la división y acercarnos unos a otros”.

“Gracias al proceso de diálogo –aseguró Francisco– en las últimas décadas los católicos y los ortodoxos han empezado a reconocerse como hermanos y hermanas, a valorar mutuamente los dones y juntos han proclamado el Evangelio, han servido a la humanidad y la causa de la paz, han promovido la dignidad del ser humano y el valor inestimable de la familia, han cuidado de los más necesitados, así como de la creación, nuestro hogar común”.

El Pontífice en la misiva recuerda “con gran cariño” el  reciente encuentro con el Patriarca en Asís, así como con otros cristianos y representantes de tradiciones religiosas “reunidos para lanzar un llamamiento unitario por  la paz en todo el mundo. Nuestra reunión fue una feliz oportunidad para profundizar nuestra amistad, que se expresa en una visión compartida de las grandes cuestiones que afectan la vida de la Iglesia y de toda la sociedad”.

“Su Santidad,  –finaliza el Papa– estas son algunas de mis más profundas esperanzas que he querido expresar en un espíritu de genuina fraternidad. Al asegurarle mi recuerdo cotidiano en la oración, renuevo mis mejores deseos de paz, salud y abundantes bendiciones para usted y para todos aquellos que están confiados a su cuidado. Con sentimientos de afecto fraterno y de cercanía espiritual, intercambio con Vuestra Santidad un abrazo de paz en el Señor”.

Todos los años se realiza un intercambio de delegaciones para las respectivas fiestas de los santos patronos: el 29 de junio en Roma por la celebración de los santos Pedro y Pablo y el 30 de noviembre en Estambul por la celebración de san Andrés.

10:28:00 a.m.

(RV).- El Papa Francisco incentiva a las nuevas vocaciones. Y, en un mensaje para la 54 Jornada mundial de oración por las Vocaciones del próximo 7 de mayo con el tema ‘Empujados por el Espíritu para la Misión’, el Obispo de Roma implora "del alto nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada.

El Pueblo de Dios tiene necesidad de ser guiado por pastores que gastan su  vida al servicio del Evangelio, recuerda el Santo Padre, que anima “con fuerza a vivir esta profunda amistad con el Señor, sobre todo para implorar de Dios nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada”.

Francisco recalca que el Pueblo de Dios necesita ser guiado por pastores que gasten su vida al servicio del Evangelio. Por eso, pide a las comunidades parroquiales, a las asociaciones y a los numerosos grupos de oración presentes en la Iglesia que, frente a la tentación del desánimo, “sigan pidiendo al Señor que mande obreros a su mies y nos dé sacerdotes enamorados del Evangelio, que sepan hacerse prójimos de los hermanos y ser, así, signo vivo del amor misericordioso de Dios”.

Texto del Mensaje del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas

En los años anteriores, hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre dos aspectos de la vocación cristiana: la invitación a «salir de sí mismo», para escuchar la voz del Señor, y la importancia de la comunidad eclesial como lugar privilegiado en el que la llamada de Dios nace, se alimenta y se manifiesta.

Ahora, con ocasión de la 54 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, quisiera centrarme en la dimensión misionera de la llamada cristiana. Quien se deja atraer por la voz de Dios y se pone en camino para seguir a Jesús, descubre enseguida, dentro de él, un deseo incontenible de llevar la Buena Noticia a los hermanos, a través de la evangelización y el servicio movido por la caridad. Todos los cristianos han sido constituidos misioneros del Evangelio. El discípulo, en efecto, no recibe el don del amor de Dios como un consuelo privado, y no está llamado a anunciarse a sí mismo, ni a velar los intereses de un negocio; simplemente ha sido tocado y trasformado por la alegría de sentirse amado por Dios y no puede guardar esta experiencia solo para sí: «La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera» (Exht. Ap. Evangelium gaudium, 21).

Por eso, el compromiso misionero no es algo que se añade a la vida cristiana, como si fuese un adorno, sino que, por el contrario, está en el corazón mismo de la fe: la relación con el Señor implica ser enviado al mundo como profeta de su palabra y testigo de su amor.

Aunque experimentemos en nosotros muchas fragilidades y tal vez podamos sentirnos desanimados, debemos alzar la cabeza a Dios, sin dejarnos aplastar por la sensación de incapacidad o ceder al pesimismo, que nos convierte en espectadores pasivos de una vida cansada y rutinaria. No hay lugar para el temor: es Dios mismo el que viene a purificar nuestros «labios impuros», haciéndonos idóneos para la misión: «Ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado. Entonces escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?”. Contesté: “Aquí estoy, mándame”» (Is 6,7-8).

Todo discípulo misionero siente en su corazón esta voz divina que lo invita a «pasar» en medio de la gente, como Jesús, «curando y haciendo el bien» a todos (cf. Hch 10,38). En efecto, como ya he recordado en otras ocasiones, todo cristiano, en virtud de su Bautismo, es un «cristóforo», es decir, «portador de Cristo» para los hermanos (cf. Catequesis, 30 enero 2016). Esto vale especialmente para los que han sido llamados a una vida de especial consagración y también para los sacerdotes, que con generosidad han respondido «aquí estoy, mándame». Con renovado entusiasmo misionero, están llamados a salir de los recintos sacros del templo, para dejar que la ternura de Dios se desborde en favor de los hombres (cf. Homilía durante la Santa Misa Crismal, 24 marzo 2016). La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes así: confiados y serenos por haber descubierto el verdadero tesoro, ansiosos de ir a darlo a conocer con alegría a todos (cf. Mt 13,44).

Ciertamente, son muchas las preguntas que se plantean cuando hablamos de la misión cristiana: ¿Qué significa ser misionero del Evangelio? ¿Quién nos da la fuerza y el valor para anunciar? ¿Cuál es la lógica evangélica que inspira la misión? A estos interrogantes podemos responder contemplando tres escenas evangélicas: el comienzo de la misión de Jesús en la sinagoga de Nazaret (cf. Lc 4,16-30), el camino que él hace, ya resucitado, junto a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35), y por último la parábola de la semilla (cf. Mc 4,26-27).

Jesús es ungido por el Espíritu y enviado. Ser discípulo misionero significa participar activamente en la misión de Cristo, que Jesús mismo ha descrito en la sinagoga de Nazaret: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18). Esta es también nuestra misión: ser ungidos por el Espíritu e ir hacia los hermanos para anunciar la Palabra, siendo para ellos un instrumento de salvación.

Jesús camina con nosotros. Ante los interrogantes que brotan del corazón del hombre y ante los retos que plantea la realidad, podemos sentir una sensación de extravío y percibir que nos faltan energías y esperanza. Existe el peligro de que veamos la misión cristiana como una mera utopía irrealizable o, en cualquier caso, como una realidad que supera nuestras fuerzas. Pero si contemplamos a Jesús Resucitado, que camina junto a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-15), nuestra confianza puede reavivarse; en esta escena evangélica tenemos una auténtica y propia «liturgia del camino», que precede a la de la Palabra y a la del Pan partido y nos comunica que, en cada uno de nuestros pasos, Jesús está a nuestro lado. Los dos discípulos, golpeados por el escándalo de la Cruz, están volviendo a su casa recorriendo la vía de la derrota: llevan en el corazón una esperanza rota y un sueño que no se ha realizado. En ellos la alegría del Evangelio ha dejado espacio a la tristeza. ¿Qué hace Jesús? No los juzga, camina con ellos y, en vez de levantar un muro, abre una nueva brecha. Lentamente comienza a trasformar su desánimo, hace que arda su corazón y les abre sus ojos, anunciándoles la Palabra y partiendo el Pan. Del mismo modo, el cristiano no lleva adelante él solo la tarea de la misión, sino que experimenta, también en las fatigas y en las incomprensiones, «que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 266).

Jesús hace germinar la semilla. Por último, es importante aprender del Evangelio el estilo del anuncio. Muchas veces sucede que, también con la mejor intención, se acabe cediendo a un cierto afán de poder, al proselitismo o al fanatismo intolerante. Sin embargo, el Evangelio nos invita a rechazar la idolatría del éxito y del poder, la preocupación excesiva por las estructuras, y una cierta ansia que responde más a un espíritu de conquista que de servicio. La semilla del Reino, aunque pequeña, invisible y tal vez insignificante, crece silenciosamente gracias a la obra incesante de Dios: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo» (Mc 4,26-27). Esta es nuestra principal confianza: Dios supera nuestras expectativas y nos sorprende con su generosidad, haciendo germinar los frutos de nuestro trabajo más allá de lo que se puede esperar de la eficiencia humana.

Con esta confianza evangélica, nos abrimos a la acción silenciosa del Espíritu, que es el fundamento de la misión. Nunca podrá haber pastoral vocacional, ni misión cristiana, sin la oración asidua y contemplativa. En este sentido, es necesario alimentar la vida cristiana con la escucha de la Palabra de Dios y, sobre todo, cuidar la relación personal con el Señor en la adoración eucarística, «lugar» privilegiado del encuentro con Dios.

Animo con fuerza a vivir esta profunda amistad con el Señor, sobre todo para implorar de Dios nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. El Pueblo de Dios necesita ser guiado por pastores que gasten su vida al servicio del Evangelio. Por eso, pido a las comunidades parroquiales, a las asociaciones y a los numerosos grupos de oración presentes en la Iglesia que, frente a la tentación del desánimo, sigan pidiendo al Señor que mande obreros a su mies y nos dé sacerdotes enamorados del Evangelio, que sepan hacerse prójimos de los hermanos y ser, así, signo vivo del amor misericordioso de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, también hoy podemos volver a encontrar el ardor del anuncio y proponer, sobre todo a los jóvenes, el seguimiento de Cristo. Ante la sensación generalizada de una fe cansada o reducida a meros «deberes que cumplir», nuestros jóvenes tienen el deseo de descubrir el atractivo, siempre actual, de la figura de Jesús, de dejarse interrogar y provocar por sus palabras y por sus gestos y, finalmente, de soñar, gracias a él, con una vida plenamente humana, dichosa de gastarse amando.

María Santísima, Madre de nuestro Salvador, tuvo la audacia de abrazar este sueño de Dios, poniendo su juventud y su entusiasmo en sus manos. Que su intercesión nos obtenga su misma apertura de corazón, la disponibilidad para decir nuestro «aquí estoy» a la llamada del Señor y la alegría de ponernos en camino, como ella (cf. Lc 1,39), para anunciarlo al mundo entero

Vaticano, 27 de noviembre de 2016

Primer Domingo de Adviento

 

 

  


9:55:00 a.m.

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco asegura que aunque experimentemos muchas fragilidades y tal vez podamos sentirnos desanimados, debemos alzar la cabeza a Dios, sin dejarnos aplastar por la sensación de incapacidad o ceder al pesimismo, que nos convierte en espectadores pasivos de una vida cansada y rutinaria. No hay lugar para el temor: Dios mismo “viene a purificar nuestros labios impuros, haciéndonos idóneos para la misión” de la evangelización.

Así lo explica en el mensaje para la 54º Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 7 de mayo de 2017 y lleva por tema: “Empujados por el Espíritu para la misión”. En preparación para dicha jornada, ha sido publicado hoy el mensaje del Santo Padre dirigido a obispos, sacerdotes, consagrados y fieles de todo el mundo.

De este modo, este año el Papa ha querido centrarse en la “dimensión misionera de la llamada cristiana”. Todos los cristianos –asegura– han sido constituidos misioneros del Evangelio. Es más, el compromiso misionero no es algo que se añade a la vida cristiana, como si fuese un adorno, sino que “está en el corazón mismo de la fe”. La relación con el Señor, asegura Francisco, implica ser enviado al mundo como profeta de su palabra y testigo de su amor. Todo cristiano, en virtud de su Bautismo, es un “cristóforo”, es decir, “portador de Cristo” para los hermanos. Al respecto ha asegurado que esto vale “para los que han sido llamados a una vida de especial consagración y también para los sacerdotes”.

Ciertamente, señala el Papa en su mensaje, son muchas las preguntas que se plantean cuando hablamos de la misión cristiana: ¿Qué significa ser misionero del Evangelio? ¿Quién nos da la fuerza y el valor para anunciar? ¿Cuál es la lógica evangélica que inspira la misión? De este modo, Francisco explica que a estos interrogantes podemos responder contemplando tres escenas evangélicas: el comienzo de la misión de Jesús en la sinagoga de Nazaret, el camino junto a los discípulos de Emaús y la parábola de la semilla.

El Pontífice precisa que ser discípulo misionero significa participar activamente en la misión de Cristo: “ser ungidos por el Espíritu e ir hacia los hermanos para anunciar la Palabra, siendo para ellos un instrumento de salvación”.

Existe el peligro –advierte– de que veamos la misión cristiana como una mera utopía irrealizable o, en cualquier caso, como una realidad que supera nuestras fuerzas. Pero si contemplamos a Jesús Resucitado, “nuestra confianza puede reavivarse”.

Jesús no juzga a los discípulos de Emaús, “lentamente comienza a trasformar su desánimo, hace que arda su corazón y les abre sus ojos, anunciándoles la Palabra y partiendo el Pan”, explica el Santo Padre.  Del mismo modo, “el cristiano no lleva adelante él solo la tarea de la misión”, sino que experimenta, también en las fatigas y en las incomprensiones, “que Jesús camina con él”.

Por otro lado, insiste en que es importante aprender del Evangelio el estilo del anuncio. Muchas veces sucede que, también con la mejor intención, “se acabe cediendo a un cierto afán de poder, al proselitismo o al fanatismo intolerante”, reconoce el Papa. Sin embargo, recuerda, “el Evangelio nos invita a rechazar la idolatría del éxito y del poder”, “la preocupación excesiva por las estructuras”, y “una cierta ansia que responde más a un espíritu de conquista que de servicio”.

Nuestra principal confianza –recuerda el Pontífice– es saber que Dios supera nuestras expectativas y nos sorprende con su generosidad, haciendo germinar los frutos de nuestro trabajo más allá de lo que se puede esperar de la eficiencia humana.

Además, asegura que nunca podrá haber pastoral vocacional, ni misión cristiana, “sin la oración asidua y contemplativa”. En este sentido, “es necesario alimentar la vida cristiana con la escucha de la Palabra de Dios” y, sobre todo, “cuidar la relación personal con el Señor en la adoración eucarística”, lugar privilegiado del encuentro con Dios.

Por esta razón, el Santo Padre anima con fuerza a vivir “esta profunda amistad con el Señor”, sobre todo “para implorar de Dios nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada”. El Pueblo de Dios –afirma Francisco– necesita ser guiado por pastores que gasten su vida al servicio del Evangelio.

Finalmente, el Papa pide a las comunidades parroquiales, a las asociaciones y a los numerosos grupos de oración presentes en la Iglesia que, frente a la tentación del desánimo, “sigan pidiendo al Señor que mande obreros a su mies” y “nos dé sacerdotes enamorados del Evangelio, que sepan hacerse prójimos de los hermanos y ser, así, signo vivo del amor misericordioso de Dios”.

9:03:00 a.m.

En fiesta de San Andrea, Patrono de la Iglesia de Constantinopla, el Papa Francisco dirigió un mensaje al hermano Bartolomé I que junto a todo el Patriarcado hoy celebra a su santo Patrono. Como cada año, también en esta ocasión una delegación de la Santa Sede, encabezada por el Cardenal Kurt Koch, se encuentra en Estambul por la Fiesta del Patriarcado Ecuménico. Una visita que el Patriarcado devuelve cada 29 de junio enviando a Roma una delegación por la Fiesta de los Santos Patronos Pedro y Pablo. En el mensaje transmitido al Patriarca, Francisco recuerda la importancia de este intercambio de delegaciones que es “un signo visible de los vínculos profundos” que ya unen a las dos Iglesias y que “es también una expresión de nuestro anhelo de una comunión cada vez más profunda, hasta el día en que, si Dios quiere, podamos testimoniar nuestro amor el uno por el otro compartiendo la misma mesa eucarística”.  El Pontífice señala que en el camino hacia esta meta,  están sostenidos por la intercesión de estos santos patrones y por los mártires de todas toda época.

El Obispo de Roma se refiere además al mensaje de compromiso por el logro de la unidad, confirmado por el Gran y Santo Concilio celebrado en junio pasado en Creta, que define “fuente de verdadero estímulo” para  los católicos.

En el mensaje, el Papa expresa asimismo su reconocimiento a Bartolomé I que “nunca se ha cansado de apoyar las iniciativas que fomentan el encuentro y el diálogo” a pesar de las dificultades existentes para  la unidad. Y recordando la historia de las relaciones entre los cristianos,  marcada por conflictos que han dejado una profunda impresión en la memoria de algunos que se aferran a las actitudes del pasado, el Papa indica “la oración, las buenas obras comunes y el diálogo” para superar “la división y acercarnos unos a otros”.

“Gracias al proceso de diálogo –  evidencia Francisco –  en las últimas décadas los católicos y los ortodoxos han empezado a reconocerse como hermanos y hermanas, a valorar mutuamente los dones y juntos han proclamado el Evangelio, han servido a la humanidad y la causa de la paz, han promovido la dignidad del ser humano y el valor inestimable de la familia, han cuidado de los más necesitados, así como de la creación, nuestro hogar común.  Una comprensión recíproca a la que ha contribuido – agrega el Papa – el diálogo teológico llevado a cabo por la Comisión Internacional Conjunta así como el reciente documento Sinodalidad y Primacía en el Primer Milenio. Hacia un entendimiento común al servicio de la unidad de la Iglesia.

Francisco reconoce que quedan muchas preguntas, pero considera que “esta reflexión compartida sobre la relación entre sinodalidad y primacía en el primer milenio puede ofrecer un fundamento seguro para discernir las maneras en que se puede ejercer la primacía en la Iglesia cuando finalmente se reconcilien todos los cristianos de Oriente y Occidente”.

Finalmente, el Santo Padre recuerda “con gran cariño” el  reciente encuentro con el Patriarca en Asís, así como con otros cristianos y representantes de tradiciones religiosas “reunidos para lanzar un llamamiento unitario por la paz en todo el mundo. “Una feliz oportunidad para profundizar nuestra amistad, asevera el Papa, que se expresa en una visión compartida de las grandes cuestiones que afectan la vida de la Iglesia y de toda la sociedad”.

(MCM-RV)

 


7:43:00 a.m.

(RV).- La muerte de Fidel Castro provoca muchas emociones dentro y fuera de la Isla. Sin embargo, "más allá de todas las posibles emociones, el deceso de esta figura debe llevarnos a invocar a la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad, pidiendo la paz por Cuba y por su pueblo".  Así se expresó el Arzobispo de Miami, Monseñor Thomas Wenski, en la homilía de la Santa Misa celebrada en la Ermita de la Caridad del Cobre, Santuario Nacional, en la víspera del primer domingo de Adviento.

Por su parte los obispos católicos de Cuba publicaron en su página oficial este 28 de noviembre de 2016, sus condolencias a la familia de quien fuera Presidente del Consejo de Estado y del Gobierno de Cuba, y a las autoridades del país: "Desde nuestra fe encomendamos al Dr. Fidel Castro a Jesucristo, rostro Misericordioso de Dios Padre, el Señor de la Vida y de la Historia y, a la vez, pedimos al Señor Jesús que nada enturbie la convivencia entre nosotros los cubanos".

El Arzobispo Wenski rezó además para que Santa María de la Caridad escuche al pueblo y adelante para Cuba la hora de la reconciliación en la verdad, acompañada de la libertad y la justicia: "Ella siempre va acompañando a todos los que, dentro y fuera de Cuba, luchan por el respeto a la dignidad humana y labran un futuro de libertad, justicia y paz. Así nos acerca ella al día, en que el amor a su Hijo será el cimiento eficaz para que, como le pedimos siempre, todos los cubanos seamos hermanos". Recordamos que la diáspora cubana en los Estados Unidos constituye la mayor comunidad cubana fuera de su país y la segunda comunidad hispana de los Estados Unidos, después de los mexicanos.

A continuación el audio integral de la homilía de Mons. Wenski, gentileza de Radio Paz 830 AM de Miami: 

(Griselda Mutual – Radio Vaticano)

 

 


7:40:00 a.m.

VATICANO, 30 Nov. 16 (ACI).-
La Santa Sede ha dado a conocer el mensaje del Papa Francisco por la 54º Jornada Mundial de Oración por las vocaciones sobre el tema “Empujados por el espíritu Santo para la Misión”. La Jornada tendrá lugar el 7 de mayo de 2017.

A continuación, el texto completo del Mensaje:

Empujados por el Espíritu para la Misión

Queridos hermanos y hermanas En los años anteriores, hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre dos aspectos de la vocación cristiana: la invitación a «salir de sí mismo», para escuchar la voz del Señor, y la importancia de la comunidad eclesial como lugar privilegiado en el que la llamada de Dios nace, se alimenta y se manifiesta.

 Ahora, con ocasión de la 54 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, quisiera centrarme en la dimensión misionera de la llamada cristiana. Quien se deja atraer por la voz de Dios y se pone en camino para seguir a Jesús, descubre enseguida, dentro de él, un deseo incontenible de llevar la Buena Noticia a los hermanos, a través de la evangelización y el servicio movido por la caridad. Todos los cristianos han sido constituidos misioneros del Evangelio. El discípulo, en efecto, no recibe el don del amor de Dios como un consuelo privado, y no está llamado a anunciarse a sí mismo, ni a velar los intereses de un negocio; simplemente ha sido tocado y trasformado por la alegría de sentirse amado por Dios y no puede guardar esta experiencia solo para sí: «La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera» (Exht. Ap. Evangelium gaudium, 21).

Por eso, el compromiso misionero no es algo que se añade a la vida cristiana, como si fuese un adorno, sino que, por el contrario, está en el corazón mismo de la fe: la relación con el Señor implica ser enviado al mundo como profeta de su palabra y testigo de su amor.

Aunque experimentemos en nosotros muchas fragilidades y tal vez podamos sentirnos desanimados, debemos alzar la cabeza a Dios, sin dejarnos aplastar por la sensación de incapacidad o ceder al pesimismo, que nos convierte en espectadores pasivos de una vida cansada y rutinaria. No hay lugar para el temor: es Dios mismo el que viene a purificar nuestros «labios impuros», haciéndonos idóneos para la misión: «Ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado. Entonces escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?”. Contesté: “Aquí estoy, mándame”» (Is 6,7-8).

Todo discípulo misionero siente en su corazón esta voz divina que lo invita a «pasar» en medio de la gente, como Jesús, «curando y haciendo el bien» a todos (cf. Hch 10,38). En efecto, como ya he recordado en otras ocasiones, todo cristiano, en virtud de su Bautismo, es un «cristóforo», es decir, «portador de Cristo» para los hermanos (cf. Catequesis, 30 enero 2016). Esto vale especialmente para los que han sido llamados a una vida de especial consagración y también para los sacerdotes, que con generosidad han respondido «aquí estoy, mándame». Con renovado entusiasmo misionero, están llamados a salir de los recintos sacros del templo, para dejar que la ternura de Dios se desborde en favor de los hombres (cf. Homilía durante la Santa Misa Crismal, 24 marzo 2016). La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes así: confiados y serenos por haber descubierto el verdadero tesoro, ansiosos de ir a darlo a conocer con alegría a todos (cf. Mt 13,44).

Ciertamente, son muchas las preguntas que se plantean cuando hablamos de la misión cristiana: ¿Qué significa ser misionero del Evangelio? ¿Quién nos da la fuerza y el valor para anunciar? ¿Cuál es la lógica evangélica que inspira la misión? A estos interrogantes podemos responder contemplando tres escenas evangélicas: el comienzo de la misión de Jesús en la sinagoga de Nazaret (cf. Lc 4,16-30), el camino que él hace, ya resucitado, junto a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35), y por último la parábola de la semilla (cf. Mc 4,26-27).

Jesús es ungido por el Espíritu y enviado. Ser discípulo misionero significa participar activamente en la misión de Cristo, que Jesús mismo ha descrito en la sinagoga de Nazaret: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18). Esta es también nuestra misión: ser ungidos por el Espíritu e ir hacia los hermanos para anunciar la Palabra, siendo para ellos un instrumento de salvación.

Jesús camina con nosotros. Ante los interrogantes que brotan del corazón del hombre y ante los retos que plantea la realidad, podemos sentir una sensación de extravío y percibir que nos faltan energías y esperanza. Existe el peligro de que veamos la misión cristiana como una mera utopía irrealizable o, en cualquier caso, como una realidad que supera nuestras fuerzas. Pero si contemplamos a Jesús Resucitado, que camina junto a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-15), nuestra confianza puede reavivarse; en esta escena evangélica tenemos una auténtica y propia «liturgia del camino», que precede a la de la Palabra y a la del Pan partido y nos comunica que, en cada uno de nuestros pasos, Jesús está a nuestro lado. Los dos discípulos, golpeados por el escándalo de la Cruz, están volviendo a su casa recorriendo la vía de la derrota: llevan en el corazón una esperanza rota y un sueño que no se ha realizado. En ellos la alegría del Evangelio ha dejado espacio a la tristeza. ¿Qué hace Jesús? No los juzga, camina con ellos y, en vez de levantar un muro, abre una nueva brecha. Lentamente comienza a trasformar su desánimo, hace que arda su corazón y les abre sus ojos, anunciándoles la Palabra y partiendo el Pan. Del mismo modo, el cristiano no lleva adelante él solo la tarea de la misión, sino que experimenta, también en las fatigas y en las incomprensiones, «que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 266).

Jesús hace germinar la semilla. Por último, es importante aprender del Evangelio el estilo del anuncio. Muchas veces sucede que, también con la mejor intención, se acabe cediendo a un cierto afán de poder, al proselitismo o al fanatismo intolerante. Sin embargo, el Evangelio nos invita a rechazar la idolatría del éxito y del poder, la preocupación excesiva por las estructuras, y una cierta ansia que responde más a un espíritu de conquista que de servicio. La semilla del Reino, aunque pequeña, invisible y tal vez insignificante, crece silenciosamente gracias a la obra incesante de Dios: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo» (Mc 4,26-27). Esta es nuestra principal confianza: Dios supera nuestras expectativas y nos sorprende con su generosidad, haciendo germinar los frutos de nuestro trabajo más allá de lo que se puede esperar de la eficiencia humana.

Con esta confianza evangélica, nos abrimos a la acción silenciosa del Espíritu, que es el fundamento de la misión. Nunca podrá haber pastoral vocacional, ni misión cristiana, sin la oración asidua y contemplativa. En este sentido, es necesario alimentar la vida cristiana con la escucha de la Palabra de Dios y, sobre todo, cuidar la relación personal con el Señor en la adoración eucarística, «lugar» privilegiado del encuentro con Dios.

Animo con fuerza a vivir esta profunda amistad con el Señor, sobre todo para implorar de Dios nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. El Pueblo de Dios necesita ser guiado por pastores que gasten su vida al servicio del Evangelio. Por eso, pido a las comunidades parroquiales, a las asociaciones y a los numerosos grupos de oración presentes en la Iglesia que, frente a la tentación del desánimo, sigan pidiendo al Señor que mande obreros a su mies y nos dé sacerdotes enamorados del Evangelio, que sepan hacerse prójimos de los hermanos y ser, así, signo vivo del amor misericordioso de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, también hoy podemos volver a encontrar el ardor del anuncio y proponer, sobre todo a los jóvenes, el seguimiento de Cristo. Ante la sensación generalizada de una fe cansada o reducida a meros «deberes que cumplir», nuestros jóvenes tienen el deseo de descubrir el atractivo, siempre actual, de la figura de Jesús, de dejarse interrogar y provocar por sus palabras y por sus gestos y, finalmente, de soñar, gracias a él, con una vida plenamente humana, dichosa de gastarse amando.

María Santísima, Madre de nuestro Salvador, tuvo la audacia de abrazar este sueño de Dios, poniendo su juventud y su entusiasmo en sus manos. Que su intercesión nos obtenga su misma apertura de corazón, la disponibilidad para decir nuestro «aquí estoy» a la llamada del Señor y la alegría de ponernos en camino, como ella (cf. Lc 1,39), para anunciarlo al mundo entero.

Vaticano, 27 de noviembre de 2016 Primer Domingo de Adviento.

Francisco


7:18:00 a.m.

ÁFRICA/EGIPTO - El Parlamento egipcio podría discutir una resolución de condena del Genocidio armenio

Wikipedia

El Cairo (Agencia Fides) - En Egipto continúa el proceso para presentar ante la votación del Parlamento una resolución que condene el genocidio armenio. Un proyecto de resolución – refieren fuentes armenias, citando Armen Mazlumian, presidente de la Comisión Nacional Armenia en Egipto – que ha obtenido el apoyo de 337 diputados, y será presentado a la presidencia de la Asamblea Parlamentaria para someterlo a las medidas de procedimiento necesarias para llegar al voto en el aula.
Para comenzar el proceso de presentación de la resolución parlamentaria ha sido necesaria una intervención en el Parlamento del diputado independiente Mostafa Bakri, que ella pasado mes de julio pidió al gobierno y a la Asamblea Parlamentaria egipcia reconocer el carácter genocida de las masacres contra los armenios en Anatolia que iniciaron el 24 de abril de 1915 con el asesinato de varios cientos de intelectuales de la comunidad armenia en Estambul.
En 2015, con motivo del centenario del genocidio armenio, se dedicaron varios libros y algunos programas de televisión a esos trágicos sucesos. La conmemoración del genocidio armenio con motivo del centenario se celebró en el Parlamento sirio y en el de Irán. Sin embargo, Egipto podría ser el primer país de mayoría musulmana en discutir una resolución parlamentaria que condene las masacres contra los armenios de hace más de un siglo.
Las posibilidades de que el Parlamento egipcio se pronuncie sobre estos acontecimientos históricos parece favorecida por el deterioro de las relaciones entre Turquía y Egipto, tras la deposición del presidente de Egipto, Mohamed Morsi, aunque en los últimos tiempos desde Ankara se han enviado varias señales conciliadoras hacia los dirigentes egipcios actuales. (GV) (Agencia Fides 30/11/2016).

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7:18:00 a.m.

ÁFRICA/SUDÁFRICA - Los obispos anuncian tres días de oración por las víctimas de abusos sexuales

Johannesburgo (Agencia Fides) - “Pedimos perdón por nosotros mismos y por nuestro clero, por no haber hecho lo suficiente para reconocer el dolor y el trauma físico, emocional y psicológico sufrido por las numerosas víctimas de abuso sexual a manos de miembros de la familia, de la sociedad en general y dentro de nuestra iglesia”, escriben los Obispos de la Southern African Catholic Bishops’ Conference (SACBC) en su mensaje en respuesta al llamamiento lanzado por el Papa Francisco para orar por las víctimas de abusos sexuales.
El mensaje informa de la convocación de un triduo de oración y ayuno que comenzará este viernes por la noche, 2 de diciembre y terminará con la celebración de la misa del segundo domingo de Adviento, el 4 de diciembre.
Los Obispos reconocen “sus propios errores en las cuestiones de abuso sexual, especialmente cuando no hemos sido capaces de escuchar el grito de los que han sufrido el abuso dentro de las estructuras de la Iglesia y de nuestra incapacidad para empatizar con su dolor”.
“Queremos trabajar - continúa el comunicado - con todas las estructuras de la sociedad y especialmente con nuestros sacerdotes, con el personal y los trabajadores eclesiales, en la creación de un entorno seguro para los niños y las personas vulnerables y para responder a las exigencias de la justicia en el corregir los crímenes y los errores del pasado en el campo de los abusos sexuales”.
“Nos comprometemos a seguir las disposiciones de nuestros protocolos eclesiales en el caso de una investigación de abuso sexual dentro de nuestras instalaciones y a adherir a la ley del país donde se hayan cometido los crímenes” concluyen los Obispos. (L.M.) (Agencia Fides 30/11/2016)

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7:10:00 a.m.

VATICANO, 30 Nov. 16 (ACI).-
En una audiencia con políticos franceses, el Papa Francisco defendió su importante en la construcción de una sociedad más justa en la que prime el bien común por encima de otros intereses. “En el ejercicio de vuestra responsabilidad, podéis contribuir a la edificación de una sociedad más justa y más humana, de una sociedad más acogedora y fraternal”, señaló el Santo Padre.

Los políticos franceses, todos ellos cargos electos de la Región de Rhône-Alpes, acudieron a la audiencia celebrada en el Palacio Apostólico acompañados por el Cardenal Philippe Barbarin, Arzobispo de Lion, y por Obispos de la Provincia de Lion.

El motivo de su presencia en Roma era realizar una peregrinación en el contexto del Año de la Misericordia, recién concluido. “Habéis realizado un camino que prolonga el Jubileo de la Misericordia”, destacó Francisco.

“En el actual contexto internacional, marcado por las frustraciones y temores intensificados por los atentados y la violencia ciega que han desgarrado profundamente su país, es todavía más importante tratar de buscar y desarrollar la conciencia del bien común y del interés general. Por eso querría, junto a los Obispos de Francia, subrayar la necesidad de, ‘en un mundo que cambia, redescubrir el sentido de la política’”, señaló en referencia al documento publicado recientemente por la Conferencia de Obispos de Francia y de los diversos ataques terroristas en meses pasados.

El Obispo de Roma subrayó las virtudes y valores de la sociedad francesa: “Innegablemente, la sociedad francesa es rica en potencialidad, en diversidad…, valores que están llamados a convertirse en oportunidades, siempre que los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad no sean esgrimidos sólo de forma ilusoria, si no se profundice en ellos y que se pongan en relación con su verdadero fundamento, que es trascendente”.

“Estamos plenamente inmersos en un debate real sobre los valores y orientaciones comunes reconocidos por todos. En este debate, los cristianos están llamados a participar con los creyentes de todas las religiones y con todos los hombres de buena voluntad, incluso los no creyentes, con el fin de promover el crecimiento de un mundo mejor”.

“En este sentido, la búsqueda del bien común nos anima, nos lleva a escuchar con particular atención a todas las personas en situación de precariedad, son olvidar a los migrantes que han huido de sus países debido a la guerra, la miseria y la violencia”, añadió.

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El Papa pide orar por enfermos de Sida y promover la solidaridad https://t.co/jeNGHf27es

— ACI Prensa (@aciprensa) 30 de noviembre de 2016

 


7:08:00 a.m.

«Mujeres semilla de esperanza»

(RV).- «Queremos ser portadoras de ‘agua viva’, que nazca de nuestro corazón», nos dice María Lía Zervino, Servidora y Secretaria General de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas. Y nos presenta el tema de la UMOFC para su próxima Asamblea general, que será en Dakar, Senegal, en 2018: «Portadoras de ‘agua viva’ al mundo sediento de paz», como nos invita sin cesar el Papa Francisco.

(CdM – RV)


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