noviembre 2014

1:37:00 p.m.



Del 28 al 30 de noviembre, el Santo Padre ha realizado su sexto viaje internacional. Ecumenismo y diálogo interreligioso al centro de la visita




Ciudad del Vaticano, 30 de noviembre de 2014 (Zenit.org) Redacción | 59 hits




En la tarde de este domingo 30 de noviembre, el santo padre Francisco ha puesto fin a un breve pero intenso viaje de tres días a Turquía. A las 16.30 hora local ha llegado al aeropuerto de Ataturk en Estambul, donde con el saludo de las autoridades civiles y militares, del patriarca ecuménico Bartolomé I y miembros de la Conferencia Episcopal Turca, ha dado por finalizada la visita apostólica.




Maletín en mano, Francisco ha subido al avión --un A320 de Alitalia-- que ha despegado a las 17.00 con destino Roma.




Como ya es habitual en el pontificado de Francisco, durante el vuelo de regreso, dará una rueda de prensa a los periodistas que viajan con él en el avión. El aterrizaje está previsto a las 18.40 hora local, en el aeropuerto de Ciampino.




En el vuelo de regreso hacia Roma, como también es tradición, el sobrevolar Grecia, Albania e Italia, el Papa hace llegar a los respectivos jefes de Estado un telegrama de saludo.




De este forma finaliza el sexto viaje internacional del papa argentino. Su próximo destino fuera de Italia será del 12 al 15 de enero a Sri Lanka y del 15 al 19 a Filipinas.






(30 de noviembre de 2014) © Innovative Media Inc.





11:37:00 a.m.

ROMA, 30 Nov. 14 / 12:01 pm (ACI ).- Con una Misa presida por el Cardenal brasileño João Braz de Aviz en la Basílica de San Pedro, hoy se inició el Año de la Vida Consagrada convocado por el Papa Francisco y que durará hasta el 2 de febrero de 2016.


El Purpurado brasileño, Prefecto de la Congregación para los Institutos de la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica fue quien inauguró este Año de la Vida Consagrada debido al viaje que hizo este fin de semana el Papa a Turquía.


Sin embargo, el Papa Francisco envió hoy un mensaje a los religiosos y consagrados de todo el mundo para pedirles que contagien su alegría y sean valientes, al tiempo que los alentó a que “con la fuerza del Espíritu Santo que los acompaña, vayan por los caminos del mundo y mostrad la potencia innovadora del Evangelio (…) que puesta en práctica puede también hoy dar respuesta a todos los interrogantes del hombre”.


En ocasión del Año de la Vida Consagrada, el Pontífice también ha dispuesto conceder la indulgencia plenaria para todos los fieles, siguiendo las condiciones habituales: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre.


Las demás condiciones propias de esta disposición del Papa Francisco para obtener la indulgencia plenaria pueden verse en: https://www.aciprensa.com/noticias/papa-francisco-concede-indulgencia-plenaria-por-el-ano-de-la-vida-consagrada-70196/


Etiquetas: Vida consagrada, Papa Francisco, Año de la Vida Consagrada



9:59:00 a.m.



Del 28 al 30 de noviembre, el Santo Padre ha realizado su sexto viaje internacional. Ecumenismo y diálogo interreligioso al centro de la visita




Ciudad del Vaticano, 30 de noviembre de 2014 (Zenit.org) Redacción | 1 hit




En la tarde de este domingo 30 de noviembre, el santo padre Francisco ha puesto fin a un breve pero intenso viaje de tres días a Turquía. A las 16.30 hora local ha llegado al aeropuerto de Ataturk en Estambul, donde con el saludo de las autoridades civiles y militares, del patriarca ecuménico Bartolomé I y miembros de la Conferencia Episcopal Turca, ha dado por finalizada la visita apostólica.




Maletín en mano, Francisco ha subido al avión --un A320 de Alitalia-- que ha despegado a las 17.00 con destino Roma.




Como ya es habitual en el pontificado de Francisco, durante el vuelo de regreso, dará una rueda de prensa a los periodistas que viajan con él en el avión. El aterrizaje está previsto a las 18.40 hora local, en el aeropuerto de Ciampino.




En el vuelo de regreso hacia Roma, como también es tradición, el sobrevolar Grecia, Albania e Italia, el Papa hace llegar a los respectivos jefes de Estado un telegrama de saludo.




De este forma finaliza el sexto viaje internacional del papa argentino. Su próximo destino fuera de Italia será del 12 al 15 de enero a Sri Lanka y del 15 al 19 a Filipinas.






(30 de noviembre de 2014) © Innovative Media Inc.





8:59:00 a.m.

ROMA, 30 Nov. 14 / 09:42 am (ACI ).- El Papa Francisco pidió hoy a los religiosos que “contagien vuestra alegría” y “sean valientes”, en un mensaje enviado al iniciarse hoy el Año de la Vida Consagrada que se celebrará hasta el 2 de febrero de 2016.


El Papa, que se encuentra en Turquía, envió un mensaje en el que afirma que “con la fuerza del Espíritu Santo que os acompaña, andad por los caminos del mundo y mostrad la potencia innovadora del Evangelio” que “puesta en práctica puede también hoy dar respuesta a todos los interrogantes del hombre”.


El texto fue leído en la Misa de inicio del Año de la Vida Consagrada, que en nombre del Papa Francisco ha celebrado el Cardenal brasileño João Braz de Aviz, Prefecto de la Consagración para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.


En el texto, el Pontífice expresa la “gran alegría” que alberga por el comienzo del Año de la Vida Consagrada.


“He querido sobre todo proponer a toda la Iglesia la belleza y la preciosidad de esta peculiar forma de seguir a Cristo, representada por todos vosotros que habéis decidido dejarlo todo para imita a Cristo”


El Santo Padre señala asimismo que “a través de una multiplicidad de iniciativas en los próximos meses en Roma como en cada parte del mundo, vuestro luminoso testimonio de vida será como una lámpara puesta sobre el candelero para dar luz y calor a todo el pueblo de Dios”.


Además, quiso “renovar” la invitación a todos los superiores generales a “despertad al mundo” y a “iluminar con vuestro testimonio profético y a contracorriente”.


Para ello el Papa indicó que se debe “vivir con alegría”, “mostrar a todos que seguir a Cristo y poner en práctica su Evangelio llena vuestro corazón de felicidad”.


Etiquetas: Vida consagrada, religiosos, Papa Francisco, Año de la Vida Consagrada



7:17:00 a.m.



El cardenal Braz de Aviz celebra la misa de inauguración del Año de la Vida Consagrada en la Basí­lica de San Pedro. El Papa envía un mensaje




Ciudad del Vaticano, 30 de noviembre de 2014 (Zenit.org) Rocío Lancho García | 0 hits




Este domingo, primer domingo de adviento, se ha celebrado en la Basílica Vaticana la apertura del Año de la Vida Consagrada. Ha sido el cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, quien en nombre del Santo Padre ha celebrado la misa de apertura.




Al inicio de la celebración eucarística, el purpurado ha leído un mensaje de parte del Papa, ausente por su viaje apostólico en Turquía.




En el texto, Francisco asegura que al convocar este año ha querido "reproponer a toda la Iglesia la belleza y la preciosidad de esta peculiar forma de sequela Christi, representada por todos vosotros que habéis decidido dejarlo todo para imitar a Cristo más de cerca mediante la profesión de los consejos evangélicos".




Y así, les renueva su llamada: "despertad al mundo, iluminadlo con vuestro testimonio profético y contracorriente".




Para seguir esta invitación el Papa les ha dado tres palabras programáticas.




"Ser alegres". Francisco les pide que muestren a todos que seguir a Cristo y poner en práctica su Evangelio les llena el corazón de felicidad. Por eso, les pide que contagien esta alegría a los que les rodean.




En segundo lugar, "ser valientes". De este modo, el Pontífice recuerda que quien se siente amado por el Señor sabe poner en Él plena confianza. "Con la fuerza del Espíritu Santo que os acompaña, id por los caminos del mundo y mostrad el poder innovador del Evangelio, que puesto en práctica, realiza también hoy maravillas y puede dar respuesta a todos los interrogantes del hombre", afirma el Santo Padre.




Y finalmente, "ser hombres y mujeres de comunión". Al respecto, el Papa recuerda que mostrar la fraternidad universal no es una utopía, sino el signo mismo de Jesús por toda la humanidad.




Por su parte, el cardenal Braz de Aviz, durante la homilía ha afirmado que iniciamos el Año de la vida consagrada "en el signo de la esperanza cristiana porque el Señor es fiel y, con su misericordia, transforma nuestras infidelidades". Quien espera en Él --ha observado-- no queda desilusionado.




Por otro lado, el purpurado ha precisado que cuanto más nos dejamos moldear por el Padre como arcilla en sus manos, es decir, más nos entregamos confiando en sus manos de Padre que nos ama; más caminaremos con seguridad y despiertos en el encuentro con Él cuando llegue. Esta actitud --ha afirmado-- podrá dar mucha profundidad al Año que ahora iniciamos.




Finalmente, el prefecto ha mencionado la Carta Apostólica "Testigos de la Alegría" que el Papa ha dedicado a los religiosos y religiosas al inicio del Año de la Vida Consagrada, y ha reflexionado sobre algunos puntos concretos.




Para finalizar, ha pedido "sentir nuestro este programa concreto trazado por el papa Francisco, que hace concretar nuestro camino del Año de la Vida Consagrada sobre las tres realidades centrales: Evangelio - Profecía - Esperanza.






(30 de noviembre de 2014) © Innovative Media Inc.







Ciudad del Vaticano, 30 de noviembre 2014(VIS).-A primera hora de la tarde de ayer el Papa Francisco se desplazó a la catedral latina del Espíritu Santo, abierta al culto en 1846 y en cuyo patio se encuentra una estatua de Benedicto XV, erigida por los turcos en 1919, todavía en vida del Papa, para agradecerle su compromiso en favor de la víctimas turcas de la Primera Guerra Mundial, que lleva la frase: ''Al gran Pontífice de la tragedia mundial, Benedicto XV, benefactor de los pueblos sin distinción de nacionalidad o religión, en señal de agradecimiento, el Oriente''. Durante su pontificado tuvieron lugar en el Imperio Otomano las masacres de cristianos armenios y Benedicto XV utilizó todos los medios de que disponía: la palabra, la ayuda humanitaria y la actividad diplomática.



El Papa Francisco celebró allí una misa de carácter inter-ritual con oraciones en armenio, turco, arameo (rito caldeo), sirio-turco, italiano, francés, inglés y español, en la que estuvieron presentes el Patriarca Ecuménico Bartolomé I; el Patriarca Siro Católico Ignacio III Youna, el Vicario patriarcal armenio apostólico de Estambul, arzobispo Aram Ateshian, el Metropolitano siro-ortodoxo de Estambul Filuksinos Yusf Cetin y otros representantes de varias confesiones evangélicas.



''En el Evangelio -explicó el Santo Padre en la homilía- Jesús se presenta al hombre sediento de salvación como la fuente a la que acudir, la roca de la que el Padre hace surgir ríos de agua viva para todos los que creen en él Con esta profecía, proclamada públicamente en Jerusalén, Jesús anuncia el don del Espíritu Santo que recibirán sus discípulos después de su glorificación, es decir, su muerte y resurrección El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Él da la vida, suscita los diferentes carismas que enriquecen al Pueblo de Dios y, sobre todo, crea la unidad entre los creyentes: de muchos, hace un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Toda la vida y la misión de la Iglesia dependen del Espíritu Santo; él realiza todas las cosas''.



La misma profesión de fe, como nos recuerda san Pablo en la primera Lectura de hoy, ''sólo es posible porque es sugerida por el Espíritu Santo: ''Nadie puede decir: “¡Jesús es el Señor!”, sino por el Espíritu Santo'' Cuando rezamos, es porque el Espíritu Santo inspira en nosotros la oración en el corazón. Cuando rompemos el cerco de nuestro egoísmo, salimos de nosotros mismos y nos acercamos a los demás para encontrarlos, escucharlos, ayudarlos, es el Espíritu de Dios que nos ha impulsado. Cuando descubrimos en nosotros una extraña capacidad de perdonar, de amar a quien no nos quiere, es el Espíritu el que nos ha impregnado. Cuando vamos más allá de las palabras de conveniencia y nos dirigimos a los hermanos con esa ternura que hace arder el corazón, hemos sido sin duda tocados por el Espíritu Santo''.



''Es verdad -aseveró el Pontífice- el Espíritu Santo suscita los diferentes carismas en la Iglesia; en apariencia, esto parece crear desorden, pero en realidad, bajo su guía, es una inmensa riqueza, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad. Sólo el Espíritu Santo puede suscitar la diversidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, producir la unidad. Cuando somos nosotros quienes deseamos crear la diversidad, y nos encerramos en nuestros particularismos y exclusivismos, provocamos la división; y cuando queremos hacer la unidad según nuestros planes humanos, terminamos implantando la uniformidad y la homogeneidad. Por el contrario, si nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca crean conflicto, porque él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia''.



Los diversos miembros y carismas ''tienen su principio armonizador en el Espíritu de Cristo, que el Padre ha enviado y sigue enviando, para edificar la unidad entre los creyentes. El Espíritu Santo hace la unidad de la Iglesia: unidad en la fe, unidad en la caridad, unidad en la cohesión interior. La Iglesia y las Iglesias están llamadas a dejarse guiar por el Espíritu Santo, adoptando una actitud de apertura, docilidad y obediencia.Es él el que armoniza la Iglesia. Me viene a la mente aquella bella palabra de san Basilio, el Grande: ''Ipse harmonia est'', él mismo es la armonía''.





''Es una visión de esperanza, pero al mismo tiempo fatigosa -constató Francisco- pues siempre tenemos la tentación de poner resistencia al Espíritu Santo, porque trastorna, porque remueve, hace caminar, impulsa a la Iglesia a seguir adelante. Y siempre es más fácil y cómodo instalarse en las propias posiciones estáticas e inamovibles. En realidad, la Iglesia se muestra fiel al Espíritu Santo en la medida en que no pretende regularlo ni domesticarlo. Y también la Iglesia se muestra fiel al Espíritu Santo cuando deja de lado la tentación de mirarse a sí misma.Y nosotros, los cristianos, nos convertimos en auténticos discípulos misioneros, capaces de interpelar las conciencias, si abandonamos un estilo defensivo para dejarnos conducir por el Espíritu. Él es frescura, fantasía, novedad''.



Así, nuestras defensas pueden manifestarse ''en una confianza excesiva en nuestras ideas, nuestras fuerzas – pero así se deriva hacia el pelagianismo –, o en una actitud de ambición y vanidad. Estos mecanismos de defensa nos impiden comprender verdaderamente a los demás y estar abiertos a un diálogo sincero con ellos. Pero la Iglesia que surge en Pentecostés recibe en custodia el fuego del Espíritu Santo, que no llena tanto la mente de ideas, sino que hace arder el corazón; es investida por el viento del Espíritu que no transmite un poder, sino que dispone para un servicio de amor, un lenguaje que todos pueden entender. En nuestro camino de fe y de vida fraterna, cuanto más nos dejemos guiar con humildad por el Espíritu del Señor, tanto mejor superaremos las incomprensiones, las divisiones y las controversias, y seremos signo creíble de unidad y de paz. Signo creíble de que Nuestro Señor ha resucitado, está vivo''.



El Papa abrazó ''con esta gozosa certeza'' a todos los participantes en la misa y expresó su reconocimiento por el ''gesto fraterno'' de los representantes protestantes que rezaron con los fieles católicos. También saludó al Patriarca Armenio Apostólico, Mesrob II, que no pudo asistir a la celebración.





''Hermanos y hermanas -finalizó- dirijámonos a la Virgen María, la Santa Madre de Dios. Junto a ella, que oraba en el cenáculo con los Apóstoles en espera de Pentecostés, roguemos al Señor para que envíe su Santo Espíritu a nuestros corazones y nos haga testigos de su Evangelio en todo el mundo''.



Ciudad del Vaticano, 30 de noviembre (VIS).-Después de celebrar la santa misa en la catedral del Espíritu Santo, Francisco se desplazó a media tarde a la sede del Patriarcado Ecuménico en el Phanar, el centro mundial de la Ortodoxia.



La Iglesia Ortodoxa cuenta con unos 300 millones de fieles, presentes sobre todo en Europa Oriental y septentrional, a lo largo de las costas del nordeste del Mediterráneo y en Oriente Medio. Consta de diversas Iglesias Patriarcales que mantiene su autonomía, si bien estén unidas entre sí en espíritu de fe. El Patriarcado Ecuménico es el ''primus inter pares'', con respecto a los otros patriarcados de la Ortodoxia y el primado de Constantinopla encarna canónicamente la la unidad de la Ortodoxia y coordina sus actividades. Su jurisdicción eclesiástica comprende, además de Estambul, cuatro diócesis turcas, el Monte Athos, Creta, Patmos y las islas del Dodecaneso y, como consecuencia de diversas emigraciones, diócesis en Europa Central y Occidental, en las Américas, en Pakistán y Japón. Por ultimo es el punto de referencia para los ortodoxos de todo el mundo en los territorios no sujetos a la jurisdicción directa de los otros patriarcados ortodoxos. Su sede estuvo durante siglos al lado de la catedral de Santa Sofía. Tras la caída de Constantinopla en el 1453, se trasladó y desde 1601 se encuentra en el barrio de Fanar. El Patriarca Ecuménico es Su Santidad Bartolomé I cuyo compromiso en favor de la cooperación inter-ortodoxa y del diálogo ecuménico es muy conocido, como lo es también su interés por la defensa del medio ambiente, hasta el punto de haberle valido el nombre de ''Patriarca verde''.



El Papa fue recibido por el Patriarca en la iglesia de San Jorge donde tuvo lugar una oración ecuménica en la que ambos rezaron por la unidad de las Santas Iglesias de Dios. Tras escuchar el discurso de Bartolomé I, tomó la palabra Francisco:



''El atardecer - dijo- trae siempre un doble sentimiento, el de gratitud por el día vivido y el de la ansiada confianza ante el caer de la noche. Esta tarde mí corazón está colmado de gratitud a Dios, que me ha concedido estar aquí para rezar junto con Vuestra Santidad y con esta Iglesia hermana, al término de una intensa jornada de visita apostólica; y, al mismo tiempo, mi corazón está a la espera del día que litúrgicamente hemos comenzado: la fiesta de San Andrés Apóstol, que es el Patrono y fundador de esta Iglesia. En esta oración vespertina, a través de las palabras del profeta Zacarías, el Señor nos ha dado una vez más el fundamento que está a la base de nuestro avanzar entre un hoy y un mañana, la roca firme sobre la que podemos mover juntos nuestros pasos con alegría y esperanza; este fundamento rocoso es la promesa del Señor: ''Aquí estoy yo para salvar a mi pueblo de Oriente a Occidente... en fidelidad y justicia''.



''Sí, venerado y querido Hermano Bartolomé, mientras expreso mi sentido ''gracias'' por su acogida fraterna, siento que nuestra alegría es más grande porque la fuente está más allá; no está en nosotros, no en nuestro compromiso y en nuestros esfuerzos, que también deben hacerse, sino en la común confianza en la fidelidad de Dios, que pone el fundamento para la reconstrucción de su templo que es la Iglesia. ''¡He aquí la semilla de la paz!''; ¡he aquí la semilla de la alegría! Esa paz y esa alegría que el mundo no puede dar, pero que el Señor Jesús ha prometido a sus discípulos, y se la ha entregado como Resucitado, en el poder del Espíritu Santo''.



''Andrés y Pedro han escuchado esta promesa, han recibido este don. Eran hermanos de sangre, pero el encuentro con Cristo los ha transformado en hermanos en la fe y en la caridad. Y en esta tarde gozosa, en esta vigilia de oración, quisiera decir sobre todo: hermanos en la esperanza. Y la esperanza no defrauda. Qué gracia, Santidad, poder ser hermanos en la esperanza del Señor Resucitado. Qué gracia – y qué responsabilidad – poder caminar juntos en esta esperanza, sostenidos por la intercesión de los santos hermanos, los Apóstoles Andrés y Pedro. Y saber que esta esperanza común no defrauda, porque no se funda en nosotros y nuestras pobres fuerzas, sino en la fidelidad de Dios''.



''Con esta esperanza gozosa, llena de gratitud y anhelante espera, expreso a Vuestra Santidad, a todos los presentes y a la Iglesia de Constantinopla mis mejores deseos, cordiales y fraternos, en la fiesta del santo Patrón. Y le pido un favor: Me bendiga y bendiga la Iglesia de Roma''.





Acabado el discurso, Francisco y Bartolomé I rezaron juntos el Padrenuestro en latín e impartieron la bendición, el Papa en latín y el Patriarca en griego y tras dejar la iglesia se retiraron al segundo piso del Fanar para departir en privado.

5:26:00 a.m.


(RV).- “Nuestro recuerdo de los Apóstoles, que proclamaron la buena nueva del Evangelio al mundo mediante su predicación y el testimonio del martirio, refuerza en nosotros el deseo de seguir caminando juntos, con el fin de superar, en el amor y en la verdad, los obstáculos que nos dividen”, afirman Francisco y Bartolomé en la Declaración Común, firmada después de la celebración de la Divina Liturgia en la Solemnidad del Apóstol Andrés.


“Durante nuestro encuentro en Jerusalén del mayo pasado, en el que recordamos el histórico abrazo de nuestros venerados predecesores, el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, firmamos una declaración conjunta. Hoy, en la feliz ocasión de este nuevo encuentro fraterno, deseamos reafirmar juntos nuestras comunes intenciones y preocupaciones” afirman los protagonistas del encuentro ecuménico. “Expresamos nuestra resolución sincera y firme, en obediencia a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, de intensificar nuestros esfuerzos para promover la plena unidad de todos los cristianos, y sobre todo entre católicos y ortodoxos. Además, queremos apoyar el diálogo teológico promovido por la Comisión Mixta Internacional que, instituida hace exactamente treinta y cinco años por el Patriarca Ecuménico Dimitrios y el Papa Juan Pablo II…”.


Así mismo los firmantes declaran: “Expresamos nuestra preocupación común por la situación actual en Irak, Siria y todo el Medio Oriente. Estamos unidos en el deseo de paz y estabilidad, y en la voluntad de promover la resolución de los conflictos mediante el diálogo y la reconciliación. Si bien reconocemos los esfuerzos realizados para ofrecer ayuda a la región, hacemos al mismo tiempo un llamamiento a todos los que tienen responsabilidad en el destino de los pueblos para que intensifiquen su compromiso con las comunidades que sufren, y puedan, incluidas las cristianas, permanecer en su tierra nativa. No podemos resignarnos a un Medio Oriente sin cristianos, que han profesado allí el nombre de Jesús durante dos mil años. Muchos de nuestros hermanos y hermanas están siendo perseguidos y se han visto forzados con violencia a dejar sus hogares. Parece que se haya perdido hasta el valor de la vida humana, y que la persona humana ya no tenga importancia y pueda ser sacrificada a otros intereses”.


Francisco y Bartolomé afirman en la declaración común que los retos que afronta el mundo en la situación actual, necesitan la solidaridad de todas las personas de buena voluntad, por lo que también reconocen la importancia de promover un diálogo constructivo con el Islam, basado en el respeto mutuo y la amistad. Inspirado por valores comunes y fortalecido por auténticos sentimientos fraternos, musulmanes y cristianos están llamados a trabajar juntos por el amor a la justicia, la paz y el respeto de la dignidad y los derechos de todas las personas, especialmente en aquellas regiones en las que un tiempo vivieron durante siglos en convivencia pacífica, y ahora sufren juntos trágicamente por los horrores de la guerra. “Además, como líderes cristianos, exhortamos a todos los líderes religiosos a proseguir y reforzar el diálogo interreligioso y de hacer todo lo posible para construir una cultura de paz y la solidaridad entre las personas y entre los pueblos”.


Concluyen elevando su oración para que el Señor conceda el don de la paz en el amor y la unidad a toda la familia humana.


jesuita Guillermo Ortiz, Radio Vaticana


Texto de la Declaración Común del Papa Francisco y del Patriarca Ecuménico Bartolomé I


Nosotros, el Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, expresamos nuestra profunda gratitud a Dios por el don de este nuevo encuentro que, en presencia de los miembros del Santo Sínodo, del clero y de los fieles del Patriarcado Ecuménico, nos permite celebrar juntos la fiesta de san Andrés, el primer llamado y hermano del Apóstol Pedro. Nuestro recuerdo de los Apóstoles, que proclamaron la buena nueva del Evangelio al mundo mediante su predicación y el testimonio del martirio, refuerza en nosotros el deseo de seguir caminando juntos, con el fin de superar, en el amor y en la verdad, los obstáculos que nos dividen.


Durante nuestro encuentro en Jerusalén del mayo pasado, en el que recordamos el histórico abrazo de nuestros venerados predecesores, el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Atenágoras, firmamos una declaración conjunta. Hoy, en la feliz ocasión de este nuevo encuentro fraterno, deseamos reafirmar juntos nuestras comunes intenciones y preocupaciones.


Expresamos nuestra resolución sincera y firme, en obediencia a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, de intensificar nuestros esfuerzos para promover la plena unidad de todos los cristianos, y sobre todo entre católicos y ortodoxos. Además, queremos apoyar el diálogo teológico promovido por la Comisión Mixta Internacional que, instituida hace exactamente treinta y cinco años por el Patriarca Ecuménico Dimitrios y el Papa Juan Pablo II aquí, en el Fanar, está actualmente tratando las cuestiones más difíciles que han marcado la historia de nuestra división, y que requieren un estudio cuidadoso y detallado. Para ello, aseguramos nuestra ferviente oración como Pastores de la Iglesia, pidiendo a nuestros fieles que se unan a nosotros en la común invocación de que «todos sean uno,... para que el mundo crea» (Jn 17,21).


Expresamos nuestra preocupación común por la situación actual en Irak, Siria y todo el Medio Oriente. Estamos unidos en el deseo de paz y estabilidad, y en la voluntad de promover la resolución de los conflictos mediante el diálogo y la reconciliación. Si bien reconocemos los esfuerzos realizados para ofrecer ayuda a la región, hacemos al mismo tiempo un llamamiento a todos los que tienen responsabilidad en el destino de los pueblos para que intensifiquen su compromiso con las comunidades que sufren, y puedan, incluidas las cristianas, permanecer en su tierra nativa. No podemos resignarnos a un Medio Oriente sin cristianos, que han profesado allí el nombre de Jesús durante dos mil años. Muchos de nuestros hermanos y hermanas están siendo perseguidos y se han visto forzados con violencia a dejar sus hogares. Parece que se haya perdido hasta el valor de la vida humana, y que la persona humana ya no tenga importancia y pueda ser sacrificada a otros intereses. Y, por desgracia, todo esto acaece por la indiferencia de muchos. Como nos recuerda san Pablo: «Si un miembro sufre, todos sufren con él; si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26). Esta es la ley de la vida cristiana, y en este sentido podemos decir que también hay un ecumenismo del sufrimiento. Así como la sangre de los mártires ha sido siempre la semilla de la fuerza y la fecundidad de la Iglesia, así también el compartir los sufrimientos cotidianos puede ser un instrumento eficaz para la unidad. La terrible situación de los cristianos y de todos los que están sufriendo en el Medio Oriente, no sólo requiere nuestra oración constante, sino también una respuesta adecuada por parte de la comunidad internacional.


Los retos que afronta el mundo en la situación actual, necesitan la solidaridad de todas las personas de buena voluntad, por lo que también reconocemos la importancia de promover un diálogo constructivo con el Islam, basado en el respeto mutuo y la amistad. Inspirado por valores comunes y fortalecido por auténticos sentimientos fraternos, musulmanes y cristianos están llamados a trabajar juntos por el amor a la justicia, la paz y el respeto de la dignidad y los derechos de todas las personas, especialmente en aquellas regiones en las que un tiempo vivieron durante siglos en convivencia pacífica, y ahora sufren juntos trágicamente por los horrores de la guerra. Además, como líderes cristianos, exhortamos a todos los líderes religiosos a proseguir y reforzar el diálogo interreligioso y de hacer todo lo posible para construir una cultura de paz y la solidaridad entre las personas y entre los pueblos. También recordamos a todas las personas que experimentan el sufrimiento de la guerra. En particular, oramos por la paz en Ucrania, un país con una antigua tradición cristiana, y hacemos un llamamiento a todas las partes implicadas a que continúen el camino del diálogo y del respeto al derecho internacional, con el fin de poner fin al conflicto y permitir a todos los ucranianos vivir en armonía.


Tenemos presentes a todos los fieles de nuestras Iglesias en el todo el mundo, a los que saludamos, encomendándoles a Cristo, nuestro Salvador, para que sean testigos incansables del amor de Dios. Elevamos nuestra ferviente oración para que el Señor conceda el don de la paz en el amor y la unidad a toda la familia humana.


«Que el mismo Señor de la paz os conceda la paz siempre y en todo lugar. El Señor esté con todos vosotros» (2 Ts 3,16).


El Fanar, 30 de noviembre de 2014.


(from Vatican Radio)


November 30, 2014 at 06:21AM

5:25:00 a.m.



Bartolomé y Francisco, como ya hicieron en Jerusalén, han firmado una Declaración conjunta




Ciudad del Vaticano, 30 de noviembre de 2014 (Zenit.org) Rocío Lancho García | 1 hit




Al finalizar la Celebración de la Divina Liturgia en la iglesia ortodoxa de san Jorge en Estambul, el patriarca Bartolomé y el papa Francisco se han asomado al balcón del patriarcado ecuménico y han bendecido contemporáneamente a los fieles que se encontraban en el patio. El Papa ha hecho la bendición en latín, el patriarca en griego. Después se han ido a la Sala del Trono para leer y firmar una Declaración Conjunta, tal y como hicieron en su encuentro en Jerusalén el pasado mes de mayo. De este modo han "reafirmado juntos nuestras comunes intenciones y preocupaciones".




Y así, expresan su sincera y firme intención "de intensificar nuestros esfuerzos por la promoción de la plena unidad entre todos los cristianos y sobre todo entre católicos y ortodoxos". Se puede leer en el texto que quieren "mantener el diálogo teológico promovido por la Comisión Mixta Internacional" que "está tratando actualmente las cuestiones más difíciles que han marcado la historia de nuestra división y que requieren un estudio atento y profundo".




Asimismo, manifiestan su preocupación "por la situación en Irak, en Siria y en todo Oriente Medios". Estamos unidos en el deseo --afirman-- de paz y de estabilidad y en la voluntad de promover la resolución de conflictos a través del diálogo y la reconciliación. Y a propósito hacen un llamamiento a los que tienen la responsabilidad del destino de los pueblos "par que intensifiquen su compromiso por las comunidades que sufren y les consienta, incluidas las cristianas, permanecer en su tierra natal". No podemos resignarnos a un Oriente Medio sin cristianos, afirman. Y hablan también de un "ecumenismo del sufrimiento".




La terrible situación de los cristianos en Oriente Medio no sólo requiere oración, sino la respuesta apropiada de la comunidad internacional, indican Bartolomé y Francisco.




Asimismo, reconocen también la importancia de la promoción de un diálogo constructivo con el Islam, "basado en el respeto y la amistad".




Por eso, "como líderes cristianos, exhortamos a todos los líderes religiosos a proseguir y reforzar el diálogo interreligioso y a cumplir todo esfuerzo para construir una cultura de paz y de solidaridad entre las personas entre los pueblos".




Finalmente, recuerda a todos los pueblos que sufren a causa de la guerra. En particular, "rezamos por la paz en Ucrania, país con una antigua tradición cristiana", y hacen un llamamiento a las partes implicadas en el conflicto para buscar el camino del diálogo y del respeto del derecho internacional para poner fina al conflicto.






(30 de noviembre de 2014) © Innovative Media Inc.





4:54:00 a.m.



El patriarca señala que la responsabilidad de los cristianos es grande frente a Dios, a la humanidad y a la historia




Ciudad del Vaticano, 30 de noviembre de 2014 (Zenit.org) Redacción | 0 hits




Santísimo y amado Hermano en Cristo, Francisco, Obispo de Roma,



Gloria y alabanza damos a nuestro Dios Trino que nos ha concedido la alegría inexpresable




y el honor particular de la presencia personal de Vuestra Santidad, durante el festejo de este año de la memoria sagrada del fundador, a través de su predicación, de nuestra Iglesia, el Apóstol Andrés el Primer Llamado. Agradecemos cordialmente a Vuestra Santidad el precioso don de su bendita presencia entre nosotros, junto con su venerable Séquito. Con amor profundo y gran honor os abrazamos dirigiéndoos el cordial abrazo de la paz y del amor: “Gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Rom 1,7). “Porque nos apremia el amor de Cristo” (2 Cor 5,14).




Todavía conservamos fresco en nuestro corazón el recuerdo de nuestro encuentro con Vuestra Santidad en la Tierra Santa en común peregrinaje piadoso al lugar donde nació, vivió, enseñó, padeció, resucitó y ascendió, allí donde estuvo antes, la Cabeza de nuestra fe, así como también el agradecido recuerdo del evento histórico del encuentro allí de nuestros inolvidables predecesores el Papa Pablo VI y el Patriarca Ecuménico Athenágoras. Aquel encuentro de ellos, hace ya cincuenta años, en la Santa Ciudad, cambió la dirección del curso de la historia; los paralelos y algunas veces enfrentados caminos de nuestras Iglesias se encontraron en la visión común del descubrimiento de la perdida de su unidad, el amor congelado ha vuelto a inflamarse y fue acelerada nuestra voluntad de hacer todo lo que esté de nuestra parte para que de nuevo se edifique nuestra comunión en la misma fe y en el Cáliz común. Desde entonces se abrió la vía de Emmaús, vía probablemente larga y algunas veces escabrosa, pero sin retorno, invisiblemente caminando junto con nosotros el Señor, hasta que Él se nos revele “en el partir el pan” (Luc 24,35).




Esta vía la han seguido desde entonces y la siguen todos los sucesores de estos inspirados jefes, instituyendo, bendiciendo y apoyando el diálogo de la caridad y de la verdad entre nuestras Iglesias para la elevación de los obstáculos acumulados por un milenio completo en las relaciones entre ellas, diálogo entre hermanos y no, como antiguamente, de adversarios, precisando con toda franqueza la palabra de la verdad, pero también respetándose recíprocamente como hermanos.




Dentro de este clima del camino común trazado por nuestros mencionados predecesores, os acogemos hoy también, Santísimo Hermano, como portador del amor del Apóstol Pedro a su hermano el Apóstol Andrés, el Primer Llamado, cuya memoria sagrada solemnemente celebramos hoy. Según costumbre sagrada, instituida y observada ya desde décadas por parte de las Iglesias de la Antigua y Nueva Roma, representaciones oficiales de ambas intercambian visitas durante la fiesta patronal de cada una de ellas, para que también a través este modo sea demostrada la hermandad carnal de los dos corifeos Apóstoles, que de común han conocido a Jesús y han creído en Él como Dios y Salvador. Esta común fe la han transmitido a las Iglesias que han fundado con su predicación y han santificado con su martirio. Esta fe han vivido y han dogmatizado los Padres comunes de nuestras Iglesias, reunidos desde oriente y occidente en Concilios Ecuménicos, heredándola en nuestras Iglesias como fundamento inquebrantable de nuestra unidad. Esta fe, que hemos conservado en común en el oriente y en el occidente por un milenio, somos llamados nuevamente a ponerla como base de nuestra unidad, de modo que “manteneos unánimes y concordes” (Fil 2,2) avanzamos junto con Pablo adelante “olvidando lo que queda atrás y lanzando hacia lo que está por delante” (cfr. Fil 3,14).




Porque en verdad, Santísimo Hermano, nuestra obligación no se limita en el pasado, sino que se extiende sobre todo y, especialmente en nuestros días, en el futuro. Porque, ¿para que vale nuestra fidelidad al pasado, si esto nada significa para el futuro? ¿Qué utilidad tiene nuestro orgullo por todo que hemos recibido, si todo esto no se traduce en vida para el hombre y el mundo de hoy y del mañana? “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre” (Hebr 13,8), y su Iglesia viene llamada a tener su visión dirigida no tanto al ayer, sino al hoy y al mañana. La Iglesia existe por el mundo y por el hombre y no por si misma.




Nuestra visión dirigida al hoy no puede evitar nuestra agonía también para el mañana. “Luchas por fuera, temores por dentro” (2 Cor 7,5). Esta comprobación del Apóstol para su época, vale integra hoy también para nosotros. Porque, mientras todo el tiempo que nos ocupamos con nuestras contradicciones, el mundo vive el temor de la supervivencia, la agonía del mañana. ¿Como puede sobrevivir mañana una humanidad afligida hoy por muchas divisiones, conflictos y enemistades, muchas veces también en el nombre de Dios? ¿Cómo será repartida la riqueza de la tierra más justamente de modo que no viva mañana la humanidad una esclavitud más horrible, que jamás conoció antes? ¿Qué planeta encontrarán las próximas generaciones para habitar, si el hombre moderno con su avidez lo destruye cruel y irremediable- mente?




Muchos ponen hoy sus esperanzas en la ciencia; otros en la política; otros en la tecnología. Pero ninguna de estas puede garantizar el futuro si el hombre no adopta la llamada de la reconciliación, del amor y de la justicia; la llamada de la aceptación del otro, del diferente, aún también del enemigo. La Iglesia de Cristo, que es la primera que ha enseñado y ha vivido esta predicación, debe aplicarla en primer lugar para sí misma “para que el mundo crea” (Juan 17,21). He aquí el porque urge como jamás en otro tiempo el camino hacia la unidad de los que invocan el nombre del gran Pacificador. He aquí el porque la responsabilidad de nosotros los cristianos es grande frente a Dios, a la humanidad y a la historia.




Santidad,



En el todavía breve recorrido a la cabeza de vuestra Iglesia os habéis mostrado ya en la conciencia de nuestros contemporáneos como predicador del amor, de la paz y de la reconciliación. Predicáis con vuestras palabras, pero sobre todo y principalmente con vuestra simplicidad, humanidad y amor hacia todos, con los cuales ejercitáis vuestro alto ministerio. Inspiráis confianza en los desconfiados, esperanza en los desesperados, expectación en aquellos que esperan una Iglesia afectuosa para todos. Además ofrecéis a vuestros hermanos Ortodoxos la esperanza que en vuestros días el acercamiento de nuestras dos grandes y antiguas Iglesias se continuará basándose sobre los firmes fundamentos de nuestra común tradición, la cual desde siempre observada y reconocía dentro de la estructura de la Iglesia un primado de amor, honor y servicio en el ámbito de la sinodalidad, de modo que “con una boca y un corazón” viene confesado Dios Trino y derramado Su amor por el mundo.




Santidad,



La Iglesia de la Ciudad de Constantino que por primera vez os acoge hoy con mucho amor y honor, como también con profundo reconocimiento, lleva en sus hombros una pesada herencia, como también una responsabilidad tanto para el presente como para el futuro. En esta Iglesia la Divina Providencia ha puesto, a través del orden instituido por parte de los sagrados Concilios Ecuménicos, la responsabilidad de la coordinación y de la expresión del consenso de las Santísimas Iglesias Ortodoxas locales. Dentro de esta responsabilidad trabajamos ya intensamente para la preparación del Santo y Gran Concilio de la Iglesia Ortodoxa, que se decidió fuera convocado aquí, con la benevolencia de Dios, dentro el año 2016. Las comisiones responsables trabajan ya febrilmente para la preparación de este gran evento en la historia de la Iglesia Ortodoxa, por el éxito del cual pedimos también vuestras oraciones. Desgraciadamente, la comunión eucarística entre nuestras Iglesias, rota desde hace mil años, no permite todavía la constitución de un común Gran y Ecuménico Concilio. Rezamos que una vez restablecida la plena comunión entre ellas no tarde en resurgir también este gran e ilustre día. Hasta aquel bendito día, la participación de cada una de nuestras Iglesias en la vida sinodal de la otra será mostrada con el envío de observadores, como ya sucede, por medio de vuestra gentil invitación, durante los Sínodos de vuestra Iglesia, y como, esperamos, que sucederá también durante la realización, con la ayuda de Dios, del nuestro Santo y Gran Concilio.




Santidad,



Los problemas que la coincidencia histórica levanta hoy frente a nuestras Iglesias nos imponen que superaremos el girar en torno nosotros mismos, para afrontarlos con la más estrecha colaboración posible. Los modernos perseguidores de los cristianos no preguntan a qué Iglesia pertenecen sus víctimas. La unidad, por la cual nos comprometemos, se realiza ya en algunas regiones, desgraciadamente, a través del matririo. Tendamos en común la mano al hombre moderno, la mano del único que puede salvarlo a través Su Cruz y Su Resurrección.



Con estos pensamientos y sentimientos expresamos también ahora la alegría por la presencia entre nosotros de Vuestra Santidad, agradeciéndola y rezando al Señor que por las intercesiones del celebrado hoy, el Apóstol Primer Llamado y de su hermano en carne Pedro Protocorifeo, proteja Su Iglesia y la conduzca al cumplimiento de Su santa voluntad.




¡Bienvenido entre nosotros, muy querido Hermano!




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(30 de noviembre de 2014) © Innovative Media Inc.





4:54:00 a.m.



El papa Francisco ha señalado que el diálogo es siempre un encuentro entre personas, no sólo intercambio de ideas




Ciudad del Vaticano, 30 de noviembre de 2014 (Zenit.org) Redacción | 0 hits




Santidad, queridísimo hermano Bartolomé.




Como arzobispo de Buenos Aires, he participado muchas veces en la Divina Liturgia de las comunidades ortodoxas de aquella ciudad; pero encontrarme hoy en esta Iglesia Patriarcal de San Jorge para la celebración del santo Apóstol Andrés, el primero de los llamados, Patrón del Patriarcado Ecuménico y hermano de san Pedro, es realmente una gracia singular que el Señor me concede.




Encontrarnos, mirar el rostro el uno del otro, intercambiar el abrazo de paz, orar unos por otros, son dimensiones esenciales de ese camino hacia el restablecimiento de la plena comunión a la que tendemos. Todo esto precede y acompaña constantemente esa otra dimensión esencial de dicho camino, que es el diálogo teológico. Un verdadero diálogo es siempre un encuentro entre personas con un nombre, un rostro, una historia, y no sólo un intercambio de ideas.




Esto vale sobre todo para los cristianos, porque para nosotros la verdad es la persona de Jesucristo. El ejemplo de san Andrés que, junto con otro discípulo, aceptó la invitación del Divino Maestro: «Venid y veréis», y «se quedaron con él aquel día» (Jn 1,39), nos muestra claramente que la vida cristiana es una experiencia personal, un encuentro transformador con Aquel que nos ama y que nos quiere salvar. También el anuncio cristiano se propaga gracias a personas que, enamoradas de Cristo, no pueden dejar de transmitir la alegría de ser amadas y salvadas. Una vez más, el ejemplo del Apóstol Andrés es esclarecedor. Él, después de seguir a Jesús hasta donde habitaba y haberse quedado con él, «encontró primero a su hermano Simón y le dijo: “Hemos encontrado al Mesías” (que significa Cristo). Y lo llevó a Jesús» (Jn 1,40-42). Por tanto, está claro que tampoco el diálogo entre cristianos puede sustraerse a esta lógica del encuentro personal.




Así pues, no es casualidad que el camino de la reconciliación y de paz entre católicos y ortodoxos haya sido de alguna manera inaugurado por un encuentro, por un abrazo entre nuestros venerados predecesores, el Patriarca Ecuménico Atenágoras y el Papa Pablo VI, hace cincuenta años en Jerusalén, un acontecimiento que Vuestra Santidad y yo hemos querido conmemorar encontrándonos de nuevo en la ciudad donde el Señor Jesucristo murió y resucitó.




Por una feliz coincidencia, esta visita tiene lugar unos días después de la celebración del quincuagésimo aniversario de la promulgación del Decreto del Concilio Vaticano II sobre la búsqueda de la unidad entre todos los cristianos, Unitatis redintegratio. Es un documento fundamental con el que se ha abierto un nuevo camino para el encuentro entre los católicos y los hermanos de otras Iglesias y Comunidades eclesiales.




Con aquel Decreto, la Iglesia Católica reconoce en particular que las Iglesias ortodoxas «tienen verdaderos sacramentos, y sobre todo, en virtud de la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, con los que se unen aún con nosotros con vínculo estrechísimo» (n. 15). En consecuencia, se afirma que, para preservar fielmente la plenitud de la tradición cristiana, y para llevar a término la reconciliación de los cristianos de Oriente y de Occidente, es de suma importancia conservar y sostener el riquísimo patrimonio de las Iglesias de Oriente, no sólo por lo que se refiere a las tradiciones litúrgicas y espirituales, sino también a las disciplinas canónicas, sancionadas por los Santos Padres y los concilios, que regulan la vida de estas Iglesias (cf., nn. 15-16).




Considero importante reiterar el respeto de este principio como condición esencial y recíproca para el restablecimiento de la plena comunión, que no significa ni sumisión del uno al otro, ni absorción, sino más bien la aceptación de todos los dones que Dios ha dado a cada uno, para manifestar a todo el mundo el gran misterio de la salvación llevada a cabo por Cristo, el Señor, por medio del Espíritu Santo. Quiero asegurar a cada uno de vosotros que, para alcanzar el anhelado objetivo de la plena unidad, la Iglesia Católica no pretende imponer ninguna exigencia, salvo la profesión de fe común, y que estamos dispuestos a buscar juntos, a la luz de la enseñanza de la Escritura y la experiencia del primer milenio, las modalidades con las que se garantice la necesaria unidad de la Iglesia en las actuales circunstancias: lo único que la Iglesia Católica desea, y que yo busco como Obispo de Roma, «la Iglesia que preside en la caridad», es la comunión con las Iglesias ortodoxas. Dicha comunión será siempre fruto del amor «que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha dado» (Rm 5,5), amor fraterno que muestra el lazo trascendente y espiritual que nos une como discípulos del Señor.




En el mundo de hoy se alzan con ímpetu voces que no podemos dejar de oír, y que piden a nuestras Iglesias vivir plenamente el ser discípulos del Señor Jesucristo.




La primera de estas voces es la de los pobres. En el mundo hay demasiadas mujeres y demasiados hombres que sufren por grave malnutrición, por el creciente desempleo, por el alto porcentaje de jóvenes sin trabajo y por el aumento de la exclusión social, que puede conducir a comportamientos delictivos e incluso al reclutamiento de terroristas. No podemos permanecer indiferentes ante las voces de estos hermanos y hermanas. Ellos no sólo nos piden que les demos ayuda material, necesaria en muchas circunstancias, sino, sobre todo, que les apoyemos para defender su propia dignidad de seres humanos, para que puedan encontrar las energías espirituales para recuperarse y volver a ser protagonistas de su historia. Nos piden también que luchemos, a la luz del Evangelio, contra las causas estructurales de la pobreza: la desigualdad, la falta de un trabajo digno, de tierra y de casa, la negación de los derechos sociales y laborales. Como cristianos, estamos llamados a vencer juntos a la globalización de la indiferencia, que hoy parece tener la supremacía, y a construir una nueva civilización del amor y de la solidaridad.




Una segunda voz que clama con vehemencia es la de las víctimas de los conflictos en muchas partes del mundo. Esta voz la oímos resonar muy bien desde aquí, porque algunos países vecinos están sufriendo una guerra atroz e inhumana. Turbar la paz de un pueblo, cometer o consentir cualquier tipo de violencia, especialmente sobre los más débiles e indefensos, es un grave pecado contra Dios, porque significa no respetar la imagen de Dios que hay en el hombre. La voz de las víctimas de los conflictos nos impulsa a avanzar diligentemente por el camino de reconciliación y comunión entre católicos y ortodoxos. Por lo demás, ¿cómo podemos anunciar de modo creíble el mensaje de paz que viene de Cristo, si entre nosotros continúa habiendo rivalidades y contiendas? (Pablo VI, Exhort. Ap., Evangelii nuntiandi, 77).




Una tercera voz que nos interpela es la de los jóvenes. Hoy, por desgracia, hay muchos jóvenes que viven sin esperanza, vencidos por la desconfianza y la resignación. Muchos jóvenes, además, influenciados por la cultura dominante, buscan la felicidad sólo en poseer bienes materiales y en la satisfacción de las emociones del momento. Las nuevas generaciones nunca podrán alcanzar la verdadera sabiduría y mantener viva la esperanza, si nosotros no somos capaces de valorar y transmitir el auténtico humanismo, que brota del Evangelio y la experiencia milenaria de la Iglesia. Son precisamente los jóvenes – pienso por ejemplo en la multitud de jóvenes ortodoxos, católicos y protestantes que se reúnen en los encuentros internacionales organizados por la Comunidad de Taizé – los que hoy nos instan a avanzar hacia la plena comunión. Y esto, no porque ignoren el significado de las diferencias que aún nos separan, sino porque saben ver más allá, saben ver más allá, son capaces de percibir lo esencial que ya nos une, que es mucho Santidad.




Queridísimo hermano, estamos ya en el camino hacia la plena comunión y podemos vivir ya signos elocuentes de una unidad real, aunque todavía parcial. Esto nos reconforta y nos impulsa a proseguir por esta senda. Estamos seguros de que a lo largo de este camino contaremos con el apoyo de la intercesión del Apóstol Andrés y de su hermano Pedro, considerados por la tradición como fundadores de las Iglesias de Constantinopla y de Roma. Pidamos a Dios el gran don de la plena unidad y la capacidad de acogerlo en nuestras vidas. Y nunca olvidemos de rezar unos por otros.




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(30 de noviembre de 2014) © Innovative Media Inc.





3:03:00 a.m.



En la basílica de Santa María la Mayor, se reunieron cientos de fieles en una vigila de oración




Roma, 29 de noviembre de 2014 (Zenit.org) Redacción | 757 hits




En ocasión de la apertura del Año de la Vida Consagrada que inicia este domingo 30 de noviembre, primer domingo de adviento, se realizó este sábado por noche en Roma una vigilia de oración en la basílica de Santa María la Mayor.




El papa Francisco empeñado en su viaje apostólico a Turquía envió un videomensaje, cuyo texto proponemos aquí a nuestros lectores.




«Queridos hermanos y hermanas, aunque esté lejos físicamente, debido al servicio mio hacia la Iglesia universal, me siento íntimamente unido a todos los consagrados y consagradas al inicio de este Año, que he querido sea dedicado a la vida consagrada.




Saludo con afecto a todos los miembros de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, y a todos aquellos que están presentes en la basílica de 'Santa María Maggiore', bajo la tierna mirada de la bienaventurada Virgen 'Salus Populi Romani', para esta vigilia de oración.




Saludo también a todos los consagrados y consagradas que viven y trabajan por el mundo. En esta ocasión mis primeras palabras son de gratitud al Señor por el don precioso de la vida consagrada a la Iglesia y al mundo.




Este año de la Vida Consagrada sea una ocasión para que todos los miembros del pueblo de Dios agradezcan al Señor, del cual proviene cada bien, el don de la vida consagrada, valorizándola de manera conveniente. A los queridos hermanos y hermanas consagradas, va igualmente mi gratitud por lo que hacen en la Iglesia y en el mundo: sea este un 'tiempo fuerte' para celebrar con toda la Iglesia el don de la propia vocación y para reavivar vuestra misión profética”.




Repito hoy lo que he dicho otras veces: '¡Despierten al mundo! ¡Despierten al mundo'.




¿Cómo? Pongan a Cristo en el centro de vuestra existencia. Sea la norma fundamental de vuestra vida 'seguir a Cristo como es enseñado por el evangelio', la vida consagrada consiste esencialmente en la adhesión personal al Él. Busquen, queridos consagrados, constantemente a Cristo, busquen su rostro, ocupe Él el centro de vuestra vida de manera de ser transformados en 'memoria viviente del modo de ser y de actuar de Jesús, como Verbo encarnado delante del Padre y delante a los hermanos'.




Como el apóstol Pablo, hay que dejarse conquistar por Él, asumir sus sentimientos y su forma de vida; dejarse tocar por su mano, conducir por su voz, sostener por su gracia.




No es fácil. Hay que dejarse tocar por su mano, conducir por su voz, sostener por su gracia. ¡Y con Cristo, partir siempre desde el evangelio! Hay que asumirlo como forma de vida y traducirlo en gestos cotidianos marcados por la simplicidad y la coherencia, superando así las tentaciones de transformarlo en una ideología.




El evangelio conservará 'joven' la vida vuestra y la misión, y la volverá actual y atrayente. Sea el evangelio el terreno sólido donde avanzar con coraje. Llamados a ser 'exégesis viviente' del evangelio, sea eso, queridos consagrados, el fundamento de referencia último de vuestra vida y misión.




¡Salid de vuestro nido hacia las periferias del hombre y de la mujer de hoy! Por esto, hay que dejarse encontrar por Cristo. El encuentro con Él empujará al encuentro con los otros y llevará al encuentro con los otros y llevará hacia los más necesitados, los más pobres.




Es necesario llegar a las periferias que esperan la luz del evangelio. Hay que habitar las fronteras. Esto pedirá vigilancia para descubrir las novedades del Espíritu; lucidez para reconocer la complejidad de las nuevas fronteras; discernimiento para identificar los límites y la manera adecuada de proceder; e inmersión en la realidad, 'tocando la carne de Cristo que sufre en el pueblo'.




Queridos hermanos y hermanas: delante de vosotros se presentan muchos desafíos, pero estos existen para ser superados. '¡Seamos realistas pero si perder la alegría, la audacia y la dedicación llena de esperanza!'.




María, mujer en contemplación del misterio de Dios en el mundo y en la historia, mujer diligente al ayudar con prontitud a los otros, y por esto modelo de cada discípulo-misionero, nos acompañe en este Año de la Vida Consagrada, que ponemos bajo su mirada materna.




A todos los participantes en la vigila de oración en 'Santa María Maggiore' y a todos los consagrados y consagradas imparto de corazón la bendición, y les pido por favor que recen por mi. El Señor les bendiga y la Virgen les proteja».




(Texto traducido por ZENIT)






(29 de noviembre de 2014) © Innovative Media Inc.





2:32:00 a.m.

ESTAMBUL, 29 Nov. 14 / 09:32 am (ACI ).- El Papa Francisco presidió esta tarde (hora local) una Misa en esta importante ciudad de Turquía. En su homilía el Santo Padre hizo una reflexión sobre el don de la unidad que da el Espíritu Santo y pidió que su gracia le permita a los cristianos ser testigos del Evangelio en todo el mundo.


A continuación la homilía completa del Santo Padre en la Catedral del Espíritu Santo de Estambul:


En el Evangelio, Jesús se presenta al hombre sediento de salvación como la fuente a la que acudir, la roca de la que el Padre hace surgir ríos de agua viva para todos los que creen en él (cf. Jn 7,38). Con esta profecía, proclamada públicamente en Jerusalén, Jesús anuncia el don del Espíritu Santo que recibirán sus discípulos después de su glorificación, es decir, su muerte y resurrección (cf. v. 39).


El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia. Él da la vida, suscita los diferentes carismas que enriquecen al Pueblo de Dios y, sobre todo, crea la unidad entre los creyentes: de muchos, hace un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo. Toda la vida y la misión de la Iglesia dependen del Espíritu Santo; él realiza todas las cosas.


La misma profesión de fe, como nos recuerda san Pablo en la primera Lectura de hoy, sólo es posible porque es sugerida por el Espíritu Santo: «Nadie puede decir: "¡Jesús es el Señor!", sino por el Espíritu Santo» (1 Co 12,3b). Cuando rezamos, es porque el Espíritu Santo inspira la oración en el corazón. Cuando rompemos el cerco de nuestro egoísmo, salimos de nosotros mismos y nos acercamos a los demás para encontrarlos, escucharlos, ayudarlos, es el Espíritu de Dios que nos ha impulsado.


Cuando descubrimos en nosotros una extraña capacidad de perdonar, de amar a quien no nos quiere, es el Espíritu el que nos ha impregnado. Cuando vamos más allá de las palabras de conveniencia y nos dirigimos a los hermanos con esa ternura que hace arder el corazón, hemos sido sin duda tocados por el Espíritu Santo.


Es verdad, el Espíritu Santo suscita los diferentes carismas en la Iglesia; en apariencia, esto parece crear desorden, pero en realidad, bajo su guía, es una inmensa riqueza, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad. Sólo el Espíritu Santo puede suscitar la diversidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, producir la unidad.


Cuando somos nosotros quienes deseamos crear la diversidad, y nos encerramos en nuestros particularismos y exclusivismos, provocamos la división; y cuando queremos hacer la unidad según nuestros planes humanos, terminamos implantando la uniformidad y la homogeneidad. Por el contrario, si nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca crean conflicto, porque él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia.


Los diversos miembros y carismas tienen su principio armonizador en el Espíritu de Cristo, que el Padre ha enviado y sigue enviando, para edificar la unidad entre los creyentes. El Espíritu Santo hace la unidad de la Iglesia: unidad en la fe, unidad en la caridad, unidad en la cohesión interior. La Iglesia y las Iglesias están llamadas a dejarse guiar por el Espíritu Santo, adoptando una actitud de apertura, docilidad y obediencia.


Es una visión de esperanza, pero al mismo tiempo fatigosa, pues siempre tenemos la tentación de poner resistencia al Espíritu Santo, porque trastorna, porque remueve, hace caminar, impulsa a la Iglesia a seguir adelante. Y siempre es más fácil y cómodo instalarse en las propias posiciones estáticas e inamovibles. En realidad, la Iglesia se muestra fiel al Espíritu Santo en la medida en que no pretende regularlo ni domesticarlo. Y nosotros, los cristianos, nos convertimos en auténticos discípulos misioneros, capaces de interpelar las conciencias, si abandonamos un estilo defensivo para dejarnos conducir por el Espíritu. Él es frescura, fantasía, novedad.


Nuestras defensas pueden manifestarse en una confianza excesiva en nuestras ideas, nuestras fuerzas – pero así se deriva hacia el pelagianismo –, o en una actitud de ambición y vanidad. Estos mecanismos de defensa nos impiden comprender verdaderamente a los demás y estar abiertos a un diálogo sincero con ellos. Pero la Iglesia que surge en Pentecostés recibe en custodia el fuego del Espíritu Santo, que no llena tanto la mente de ideas, sino que hace arder el corazón; es investida por el viento del Espíritu que no transmite un poder, sino que dispone para un servicio de amor, un lenguaje que todos pueden entender.


En nuestro camino de fe y de vida fraterna, cuanto más nos dejemos guiar con humildad por el Espíritu del Señor, tanto mejor superaremos las incomprensiones, las divisiones y las controversias, y seremos signo creíble de unidad y de paz.


Con esta gozosa certeza, los abrazo a todos ustedes, queridos hermanos y hermanas: al Patriarca Siro-Católico, al Presidente de la Conferencia Episcopal, el Vicario Apostólico, Mons. Pelâtre, a los demás obispos y Exarcas, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas y fieles laicos pertenecientes a las diferentes comunidades y a los diversos ritos de la Iglesia Católica.


Deseo saludar con afecto fraterno al Patriarca de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé I, al Metropolita Siro-Ortodoxo, al Vicario Patriarcal Armenio Apostólico y a los representantes de las comunidades protestantes, que han querido rezar con nosotros durante esta celebración. Les expreso mi reconocimiento por este gesto fraterno. Envío un saludo afectuoso al Patriarca Armenio Apostólico, Mesrob II, asegurándole mis oraciones.


Hermanos y hermanas, dirijámonos a la Virgen María, Madre de Dios. Junto a ella, que oraba en el cenáculo con los Apóstoles en espera de Pentecostés, roguemos al Señor para que envíe su Santo Espíritu a nuestros corazones y nos haga testigos de su Evangelio en todo el mundo. Amén.


Más información del viaje del Papa Francisco a Turquía en: https://www.aciprensa.com/turquia2014/


Etiquetas: Turquía, Papa Francisco, Viaje del Papa Francisco a Turquía



2:32:00 a.m.

VATICANO, 28 Nov. 14 / 06:04 am (ACI/EWTN Noticias ).- Este jueves el Centro para el Diálogo Interreligioso de la Organización de Cultura y Relaciones Islámicas y el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso emitieron un comunicado donde condenan el extremismo y la violencia cometidos en nombre de la religión.


El texto fue publicado al final del IX Coloquio celebrado del 25 al 26 de noviembre en Teherán (Irán) bajo la presidencia conjunta de Abuzar Ibrahimi Turkaman, presidente de la Organización de Cultura y Relaciones Islámicas y del cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso.


La Santa Sede informó que “al final de la reunión, los participantes estuvieron de acuerdo” en que “dos décadas de diálogo entre las instituciones antes mencionadas han proporcionado la ocasión para un mejor conocimiento y comprensión mutua”.


Asimismo, “los participantes hicieron hincapié en que el diálogo constructivo entre cristianos y musulmanes juega un papel crucial en la construcción de una sociedad mejor”.


También afirmaron que “la espiritualidad es un tanto un don divino y el fruto de un viaje humano que conduce a la verdad”. “Una espiritualidad genuina nos permite reconocer la presencia y acción de Dios en nosotros y en el mundo”, añadieron.


Los representantes indicaron que “los medios de comunicación están llamados a desempeñar su papel distintivo en la promoción de las relaciones positivas entre cristianos y musulmanes”.


Asimismo, “los participantes condenaron todo tipo de extremismo y violencia, especialmente los cometidos en nombre de la religión”.


Finalmente, se anunció que “los participantes decidieron celebrar su próximo coloquio en Roma en 2016, que será precedida por una reunión preparatoria en 2015”.


Etiquetas: Musulmanes, cristianos perseguidos, extremistas musulmanes, Irak, extremistas, Estado Islámico de Irak y Siria, Persecución de cristianos en Irak



2:16:00 a.m.



«El primero de los discípulos en los que Cristo fijó su mirada. Un audaz apóstol que comenzó conduciendo a su hermano Pedro ante la presencia del Redentor. Considerado por tradición fundador del patriarcado de Constantinopla»




Madrid, 30 de noviembre de 2014 (Zenit.org) Isabel Orellana Vilches | 18 hits




A este apóstol oriundo de Betsaida, que antes de conocer a Cristo ya se había dejado llevar por esa voz interior que le instaba a buscar lo máximo, no le costó reconocer dónde se hallaba esa alta cota que perseguía. Y es que no era un neófito en el seguimiento. No había acallado la inquietud que le indujo a seguir a Juan Bautista, y como discípulo suyo continuaba alentando su afán por crecer en ese gran amor trenzado de apremio, de urgencia en la conversión, de búsqueda incesante de la penitencia, que el precursor predicaba. Cuando estos sentimientos arraigan en el interior tienden a desarrollarse de forma imparable.




Mateo y Marcos dicen que su encuentro con Cristo se produjo en las orillas del lago Tiberíades, cuando se hallaba entre sus aperos de pesca junto a su hermano Pedro; Él los llamó convirtiéndoles en «pescadores de hombres». Juan, en cambio, señala a Andrés como el primer discípulo en el que se fijó el Redentor. Aquél día que Jesús volvía victorioso del desierto habiendo dejando desarmado al maligno, y se cruzó con el grupo presidido por el Bautista, Andrés tenía la sensibilidad precisa para percibir la trascendencia encerrada en las palabras que aquél pronunció señalando al Redentor como «Cordero de Dios». Para otros, que también escucharían este mismo calificativo que Juan le había dado el día anterior, no debieron significar nada. El evangelio únicamente reseña el impacto que causó en Andrés y en otro de los testigos del hecho –que tal vez después no prosiguió ya que no existen otros datos en el texto sagrado que permitan identificarle– mostrando que tuvieron la impronta de acercarse a Jesús.




Es una escena bellísima que permite imaginar el latido de estos corazones que desde el principio creyeron estar en presencia del Mesías. Cuando Él volvió su rostro hacia ellos para inquirir: «¿Qué buscáis?», propósito que conocía, aunque daba ese espacio a su libertad para que se explicaran, cómo expresarían su emoción. Iluminados por la certeza de tan excelso encuentro, simplemente preguntaron: «Maestro, ¿dónde habitas?», sin atisbo de curiosidad. Ya le amaban tanto, que de antemano estaban dispuestos a ir en pos de Él a cualquier lugar que hubiera señalado. De hecho, es lo que hicieron dejando a Juan antes de que Jesús se dirigiera a ellos. Con qué gozo acogerían su invitación: «Venid y lo veréis». Juan informa que «vieron donde moraba y se quedaron con Él» precisando la hora: «como las 4 de la tarde». Cuando algo así sucede, cambiando la vida, el momento exacto no se olvida.




Este es el seguimiento. De ello se da cuenta diariamente en esta sección de ZENIT. Fue la conducta que tuvieron otros discípulos: Santiago, Mateo, Juan, Pedro… No se ponen condiciones; no se sopesan los riesgos que una decisión tal puede conllevar, no se encierra la voluntad con candados, no hay cálculo de por medio. Si así fuera no estaríamos hablando de ese amor incomparable y seductor que es capaz de destruir toda prudencia humana, ya que ésta, en realidad, cuando impregna la respuesta que debe darse a Cristo, no esconde más que el egoísmo. Lo único que se aprecia en todos los que han recibido este don de la fe, y han acogido esta gracia, es una disponibilidad previa a compartirlo todo con Cristo.




Andrés orientó sus pasos hacia Él y comenzó su vida apostólica. Era un intrépido evangelizador que en cuanto se encontró con Pedro le dio la gran noticia: «Hemos hallado al Mesías», y raudo lo condujo ante su presencia; es la actitud que procede en todo el que pone en el centro de su vida a Dios. Después, los derroteros de la divina Providencia hicieron que Pedro recibiese de Jesús la altísima responsabilidad de guiar a su Iglesia. Y Andrés, desde una fecunda retaguardia, continuaba alentando a la gente a seguir al Maestro, atento a las vicisitudes que se presentaban, como ese instante previo a la multiplicación de los panes y de los peces, en el que apreció las escasas viandas que poseía un muchacho para poder alimentar a la multitud que se congregaba en torno a Jesús, lo que pone de manifiesto su estado de oración.




Pero el inquieto Andrés era agudo y audaz, rasgos que compartía con otros discípulos. Cuando se hallaba con su hermano Pedro, junto a Santiago y a Juan, quiso saber, igual que ellos, cómo podrían identificar ese momento en el que se cumpliría el vaticinio de Cristo aludiendo a la destrucción de los pilares que sostenían el templo. Por tanto, vivió en primera persona el discurso pronunciado por Él y se nutrió nuevamente con la excelsa pedagogía del Maestro que les instó a vivir en un estado vigilante, como tantas veces aconsejó a lo largo de su vida pública. Las preguntas inducidas por religiosa inquietud reciben inmediata respuesta por parte de Dios.




Aún hubo otro tercer instante significativo que el evangelio reseña, situando a Andrés al lado de Felipe en el escenario de la fiesta de la Pascua que iba a celebrarse en Jerusalén. En esa ocasión el cometido era asistir en su labor apostólica a Jesús, que se dirigía a ciudadanos griegos. Ambos recibieron esta impactante noticia que Él les dio y a la que no hallaron su verdadero significado en ese momento: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trino no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto».




Andrés se encontraba también en Pentecostés junto a todos los discípulos que se hallaban reunidos ese día. Después, la tradición lo sitúa evangelizando a los griegos. Entre ellos gozó de tal preeminencia que se le ha considerado fundador del patriarcado de Constantinopla. Un apócrifo denominado la «Pasión de Andrés», datado a principios del siglo IV, narra su cruento martirio en Patrás donde sería crucificado el 30 de noviembre del año 63 d.C., en una cruz elegida por él, como hizo su hermano Pedro, para que fuese distinta de la que asignaron al Redentor. Le ajusticiaron en una con forma de aspa. Es un apóstol muy venerado en Oriente y en Occidente.






(30 de noviembre de 2014) © Innovative Media Inc.





6:14:00 a.m.

Ciudad del Vaticano, 29 de noviembre 2014 (VIS).-Esta mañana el Papa Francisco se despidió de Ankara para desplazarse en avión a Estambul, la única ciudad en el mundo entre dos continentes, Asia y Europa, en las dos orillas del Bósforo que une el Mar Negro con el Mediterráneo. A su llegada fue acogido por el Gobernador de Estambul y por el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, para después trasladarse en automóvil a la Mezquita Azul o mezquita del Sultan Ahmed.


Construida entre 1609 y 1617 por Ahmed I sobre lo que fue el gran palacio de Constantinopla, la mezquita paso a ser el lugar de culto más importante del imperio otomano. El nombre de ''mezquita azul'' se deriva de los 21.043 azulejos de cerámica turquesa de las paredes y la cúpula. Las paredes, columnas y arcos están recubiertas de la cerámica de Iznik (la antigua Nínive) con colores que van del azul al verde. Benedicto XVI la visitó durante su viaje a Turquía en 2006. Francisco fue acogido por el Gran Mufti y se detuvo unos momentos en adoración silenciosa.


Finalizada la visita el Santo Padre se trasladó al Museo de Santa Sofía, la basílica dedicada a la Divina Sabiduría, Hagia Sophia, construida en el año 360 por el emperador Constancio II sobre un lugar ocupado por templos paganos. Dos incendios, uno en el 404 y otro en el 532 la destruyeron pero el emperador Justiniano emprendió su reconstrucción para hacer de ella ''la obra más suntuosa desde la época de la Creación'', ordenando a todas las provincias del imperio que suministrasen los mármoles mejores y los materiales más apreciados. Santa Sofía fue así inaugurada por tercera vez en el 537. Durante la conquista de Constantinopla en 1204 es despojada por los cristianos latinos de los adornos más ricos y en 1453, cuando cae en manos de los otomanos, Mehmed II la transforma en mezquita, convirtiéndola en la primera mezquita imperial de Estambul. Durante los tres siglos siguientes el lugar de culto musulmán recibe espléndidos regalos de diversos sultanes hasta que en el Setecientos los mosaicos son cubiertos de cal. En 1847 el sultán Abdulmegid confía a los arquitectos suizos Gaspare y Giuseppe Fossati la tarea de devolver a la luz los mosaicos y de restaurar el edificio. Desde 1935, por voluntad de Ataturk, Santa Sofía es un museo. Los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI lo visitaron siempre durante sus viajes a Turquía.


El Papa Francisco fue recibido por el director del museo en la Puerta del Emperador que lo acompañó en una visita guiada que duró alrededor de media hora. ElSanto Padre firmó en el Libro de Oro de Santa Sofía, primero en griego con la frasse Αγία Σοφία του Θεού (Santa Sabiduría de Dios) y luego en latín ''Quam dilecta tabernacula tua Domine'' (¡Cuán hermoso es tu santuario, Señor! (Salmo 83).


Después de visitar Santa Sofia Francisco fue a la representación pontificia donde le esperaban los miembros de las comunidades católicas (latina, armenia, siria y caldea) de Estambul y donde recibió el saludo del presidente de la Conferencia Episcopal Turca el arzobispo Ruggero Franceschini OFM Cap.




November 29, 2014 at 05:55AM



Ciudad del Vaticano, 29 de noviembre 2014 (VIS).-Ayer tarde, después de pronunciar un discurso ante las autoridades turcas en el Palacio Presidencial, el Santo Padre se entrevistó en la misma sede con el primer ministro Ahmet Davutoglu para después trasladarse a la Diyanet, el Departamento para los Asuntos Religiosos, la más alta autoridad islámica suní en Turquía. Si bien sea un Estado laico el 98 % de la población es musulmana, de la cual el 68% suní y el 30% chií. El presidente de la Diyanet es Mehmed Gormez, que acogió al Papa a su llegada y lo acompañó a su despacho donde departieron en privado unos minutos para después bajar juntos a la sala donde los esperaban los los dirigentes políticos y religiosos, musulmanes y cristianos ante los que Francisco pronunció un discurso.



''Es tradición que los Papas, cuando viajan a otros países como parte de su misión, se encuentren también con las autoridades y las comunidades de otras religiones -dijo- Sin esta apertura al encuentro y al diálogo, una visita papal no respondería plenamente a su finalidad, como yo la entiendo, en la línea de mis venerados predecesores. En esta perspectiva, me complace recordar de manera especial el encuentro que tuvo el Papa Benedicto XVI en este mismo lugar, en noviembre de 2006.En efecto, las buenas relaciones y el diálogo entre los dirigentes religiosos tiene gran importancia. Representa un claro mensaje dirigido a las respectivas comunidades para expresar que el respeto mutuo y la amistad son posibles, no obstante las diferencias. Esta amistad, además de ser un valor en sí misma, adquiere especial significado y mayor importancia en tiempos de crisis, como el nuestro, crisis que en algunas zonas del mundo se convierten en auténticos dramas para poblaciones enteras''.



''Hay efectivamente guerras que siembran víctimas y destrucción; tensiones y conflictos interétnicos e interreligiosos; hambre y pobreza que afligen a cientos de millones de personas; daños al ambiente natural, al aire, al agua, a la tierra. La situación en el Medio Oriente es verdaderamente trágica, especialmente en Iraq y Siria -reiteró Francisco- Todos sufren las consecuencias de los conflictos y la situación humanitaria es angustiosa. Pienso en tantos niños, en el sufrimiento de muchas madres, en los ancianos, los desplazados y refugiados, en la violencia de todo tipo. Es particularmente preocupante que, sobre todo a causa de un grupo extremista y fundamentalista, enteras comunidades, especialmente – aunque no sólo – cristianas y yazidíes, hayan sufrido y sigan sufriendo violencia inhumana a causa de su identidad étnica y religiosa. Se los ha sacado a la fuerza de sus hogares, tuvieron que abandonar todo para salvar sus vidas y no renegar de la fe. La violencia ha llegado también a edificios sagrados, monumentos, símbolos religiosos y al patrimonio cultural, como queriendo borrar toda huella, toda memoria del otro''.



''Como dirigentes religiosos -recordó el Pontífice- tenemos la obligación de denunciar todas las violaciones de la dignidad y de los derechos humanos. La vida humana, don de Dios Creador, tiene un carácter sagrado. Por tanto, la violencia que busca una justificación religiosa merece la más enérgica condena, porque el Todopoderoso es Dios de la vida y de la paz. El mundo espera de todos aquellos que dicen adorarlo, que sean hombres y mujeres de paz, capaces de vivir como hermanos y hermanas, no obstante la diversidad étnica, religiosa, cultural o ideológica''.



Pero a la denuncia debe seguir ''el trabajo común para encontrar soluciones adecuadas. Esto requiere la colaboración de todas las partes: gobiernos, dirigentes políticos y religiosos, representantes de la sociedad civil y todos los hombres y mujeres de buena voluntad. En particular, los responsables de las comunidades religiosas pueden ofrecer la valiosa contribución de los valores que hay en sus respectivas tradiciones. Nosotros, los musulmanes y los cristianos, somos depositarios de inestimables riquezas espirituales, entre las cuales reconocemos elementos de coincidencia, aunque vividos según las propias tradiciones: la adoración de Dios misericordioso, la referencia al patriarca Abraham, la oración, la limosna, el ayuno... elementos que, vividos de modo sincero, pueden transformar la vida y dar una base segura a la dignidad y la fraternidad de los hombres. Reconocer y desarrollar esto que nos acomuna espiritualmente – mediante el diálogo interreligioso – nos ayuda también a promover y defender en la sociedad los valores morales, la paz y la libertad. El común reconocimiento de la sacralidad de la persona humana sustenta la compasión, la solidaridad y la ayuda efectiva a los que más sufren. A este propósito, quisiera expresar mi aprecio por todo lo que el pueblo turco, los musulmanes y los cristianos, están haciendo en favor de los cientos de miles de personas que huyen de sus países a causa de los conflictos. Hay dos millones. Y esto es un ejemplo concreto de cómo trabajar juntos para servir a los demás, un ejemplo que se ha de alentar y apoyar''.



Francisco expresó a este propósito su satisfacción por las buenas relaciones y la colaboración entre la Diyanet y el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y manifestó el deseo de que continuasen y se consolidasen, ''por el bien de todos, porque toda iniciativa de diálogo auténtico es signo de esperanza para un mundo tan necesitado de paz, seguridad y prosperidad''.



Al final dio de nuevo las gracias al presidente de la Diyanet y a sus colaboradores por el encuentro y a todos los presentes por las oraciones que ofrecieran por él. ''Por mi parte- afirmó- les aseguro que yo rogaré igualmente por ustedes. Que el Señor nos bendiga a todos''.



Una vez finalizado el acto, el Papa se trasladó a la nunciatura apostólica donde pernoctó.









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