Artículos Recientes

4:02:00 a.m.

+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo emérito de San Cristóbal de las Casas

VER

A nadie nos gusta enfermarnos y siempre nos preocupan los parientes, amigos o conocidos que se enferman. Menos nos gusta la muerte. Siempre la tememos y hacemos hasta lo imposible para que no nos llegue. Sin embargo, la enfermedad y la muerte son realidades que, tarde o temprano, de una forma u otra, son parte de nuestra historia.

Por la pandemia de la COVID-19, siguen aumentando los enfermos y las defunciones, pues muchos no toman en serio el peligro y no atienden las normas que las autoridades sanitarias nos indican. ¡Hay tantos imprudentes e irresponsables! Además, los grupos de delincuentes no descansan en su ambición de dinero y de poder, y causan destrucción y muerte por todas partes. Han crecido sin familia y sin Dios, o perdieron ya sus raíces religiosas.

¿Cuál es la actitud cristiana ante la enfermedad y la muerte?

PENSAR

El Concilio Vaticano II, realizado de 1962 a 1965, en su Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et Spes, dice: “El máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por ser irreductible a la sola materia, se levanta contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no pueden calmar esta ansiedad del hombre: la prórroga de la longevidad que hoy proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo del más allá que surge ineluctablemente del corazón humano.

Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre. La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a consecuencia del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado. Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a El con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte. Para todo hombre que reflexione, la fe, apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya en Dios la vida verdadera” (No. 18).

“¡Esta es nuestra fe! ¡Esta es la fe de la Iglesia, que nos gloriamos de profesar, en Jesucristo nuestro Señor!”, como dice una aclamación de la liturgia. En efecto, nuestra fe nos ayuda a enfrentar con mayor madurez la enfermedad y la muerte.

Ante la enfermedad, hay que cuidarnos en la medida de lo posible; acudir al médico y tomar la medicina oportuna, homeópata o alópata. Pero también orar confiada e insistentemente a nuestro Padre Dios, con la mediación de Jesucristo, apoyados por la fuerza del Espíritu Santo y la intercesión de la Virgen María y de los Santos, para que, si es su voluntad, nos conceda la salud. Hay que decirle: “Señor, si quieres, puedes curarme” (Mt 8,2). O también: “Señor, mi servidor está acostado en casa con parálisis y terribles sufrimientos” (Mt 8,6); o con la versión de Juan: “Señor, baja antes de que se muera mi niño” (Jn 4,49). O “Hijo de David, ten piedad de nosotros” (Mt 9,27). Y tantas otras plegarias que salgan de nuestro corazón, con fe y confianza, como hizo aquella mujer enferma que, con sólo tocar el manto de Jesús, quedó curada (cf Lc 8,43-44; Mc 6,56), siempre dispuestos a aceptar la voluntad de Dios, como nos enseñó Jesús: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6,10). Pero también ofrecer nuestros dolores por la salvación de los demás, como dice San Pablo: “Ahora me alegro de mis padecimientos por ustedes, pues así voy completando lo que falta a los sufrimientos de Cristo en mi cuerpo por el bien de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24). Así, unidos a Cristo, colaboramos con El en la redención de la humanidad.

Ante el temor y la angustia por la muerte, propia o de nuestros seres queridos, hay que orar como Jesús en el Huerto de los Olivos: “¡Padre, si quieres, aparta de mí esta copa amarga, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya!” (Lc 22,42). Y ponernos en sus brazos misericordiosos, como decía Jesús al expirar: “¡Padre, en tus manos entrego mi espíritu!” (Lc 23,46). Saber llorar, sin vergüenza, como Jesús ante la muerte de su amigo Lázaro (cf Jn 11,35). Pero siempre fiados en su promesa: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, jamás morirá” (Jn 11,25-26). “Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él” (Jn 6,54-56).

Se necesita mucha madurez, sobre todo cuando se tienen responsabilidades pendientes, para poder decir como Pablo: “Porque Cristo es para mí la razón de vivir, morir es una ganancia. Pero si seguir viviendo en este mundo me significa un trabajo fecundo, entonces no sabría qué elegir. Me siento atraído por ambas cosas: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que sin duda es mucho mejor, y, por otro, quiero quedarme en este mundo, ya que sería más necesario para ustedes” (Filip 1,21-24). Ojalá pudiéramos decir igualmente como el Apóstol: “El momento de mi partida es inminente. He peleado el buen combate, he concluido la carrera, he conservado la fe. Sólo me queda recibir la corona de los justos que el Señor, el justo juez, me concederá en el día final, y no sólo a mí, sino también a todos los que esperan con amor su manifestación” (2 Tim 4,6-8). Esta es una gracia que no merecemos, pero que podemos pedir, cuando prevemos nuestro fin en este mundo.

ACTUAR

Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a enfrentar las enfermedades y la muerte como nos enseña la Palabra de Dios: con fe y confianza en El, pero también con responsabilidad personal y con solidaridad hacia los demás.

The post Monseñor Felipe Arizmendi: “Ante la enfermedad y la muerte” appeared first on ZENIT - Espanol.

3:19:00 a.m.

Diocesi Reggio Emilia

Reggio Emilia (Agencia Fides) - “Don Pietro Ganapini es una de las figuras más singulares, quizás la más significativa, de los misioneros de Reggio que han vivido su ministerio en la segunda mitad del siglo XX y en estos primeros años del nuevo milenio. Se puede decir que toda su vida madura coincidió con la vocación misionera. Desde 1961 vivió continuamente en Madagascar donde fue enviado por voluntad del obispo Beniamino Socche. Todavía no existía el proyecto misionero que luego se manifestaría y articularía en los años posteriores al concilio”. Así lo escribe el obispo de Reggio Emilia-Guastalla, Mons. Massimo Camisasca, en la carta a la diócesis en la que anuncia el fallecimiento de don Ganapini.
El obispo recuerda: “Las escuelas que creó y dirigió son hoy un eje fundamental del débil sistema educativo del país. Las más de cien residencias escolares que, con la ayuda de los amigos de Pietro Ganapini, ha fundado en los últimos años, son el signo de una percepción incansable y lúcida del valor de la educación para el presente y el futuro de una Iglesia y de una nación. Don Pietro nos dio el testimonio de una vida misionera al servicio de los pobres, sin ninguna sombra de reducción sociológica o ideológica. Él era sencillamente un cristiano”.
A las 4 de la mañana del martes 30 de junio, falleció don Pietro Ganapini, misionero Fidei Donum de 59 años en Madagascar. Fue el pionero y decano de los misioneros de Reggio, y pasó todos los días de su vida al servicio de los más pobres, especialmente de los niños, a quienes llamaba cariñosamente “los más pobres de los pobres”, aquellos que no tenían la posibilidad de estudiar. Nació en Pantano di Carpineti el 19 de enero de 1928, recibió la ordenación sacerdotal el 13 de agosto de 1950. Después de unos años de enseñanza en el seminario, el entusiasmo por la publicación de la encíclica “Fidei Donum” lo llevó a marcharse como misionero en noviembre de 1961 a Madagascar, el primero de la diócesis de Reggio Emilia - Guastalla, abriendo el camino a muchos otros misioneros: sacerdotes, religiosas y laicos. Según su voluntad, sus restos mortales permanecerán en Madagascar. (SL) (Agencia Fides 01/07/2020)


Compartir:

Let's block ads! (Why?)

2:24:00 a.m.

, 01 Jul. 20 (ACI Prensa).-
El Papa Francisco anima a los fieles a orar por las familias este mes de julio, como parte de sus intenciones de oración universal del año 2020.

El Pontífice pidió rezar por “nuestras familias” para que “sean acompañadas con amor, respeto y consejo”.

En ocasiones anteriores el Santo Padre ya ha mostrado su preocupación por este tema, especialmente en el contexto de la pandemia de coronavirus.

El viernes 15 de mayo, el Papa ofreció la celebración de la Santa Misa por las familias, “para que crezca en ellas el Espíritu del Señor, el espíritu del amor, del respeto, de la libertad”.

En una entrevista al diario del Vaticano, L’Osservatore Romano (LOR), de febrero de 2019, el director de la Red del Apostolado de la Oración del Papa, P. Frédéric Fornos, explicó que en las intenciones de oración del Pontífice “encontramos un eco en los desafíos para el mundo”.

“Ante los desafíos del mundo, la Iglesia se moviliza a través de la oración, el servicio y la solidaridad. Promover una sociedad más justa y más humana es parte integral del anuncio del Evangelio de Jesucristo”, resaltó el sacerdote.

2:19:00 a.m.

cee

"La corrupción es un crimen que condena a muerte a los pobres": los obispos denuncian la corrupción de las autoridades

Quito (Agencia Fides) - "Ante la escandalosa proliferación de casos de corrupción que involucra a nuestra sociedad ecuatoriana, justo en el momento en que nuestro pueblo sufre las graves consecuencias de la pandemia de Covid 19, la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE) desea expresar lo siguiente", comienza el carta pública que recibió Fides de los obispos de este país.
Se enumeran una serie de puntos de reflexión y denuncia, como la cercanía a las personas por la muerte de muchas personas que han sido abandonadas a su suerte; corrupción que daña directamente a los pobres sin tener piedad de su situación; el derecho a la vida en un país donde la salud se ha convertido en un comercio horrendo; La falta de recursos médicos debido a la mala gestión corrupta.
La CEE denuncia enérgicamente: "la corrupción es un delito que condena a muerte a muchas personas pobres" ... "le roba la esperanza a un pueblo que necesita trabajo y pan". Además, el texto continúa, "la corrupción es un pecado grave y un desorden moral incompatible con la fe cristiana".
En conclusión, los obispos recuerdan: "Todos debemos dar cuenta al final de nuestras vidas, incluso los corruptos tendrán que ir ante Dios. Precisamente por esta razón pedimos una investigación exhaustiva, caiga quien caiga, para poder devolver el dinero robado a nuestra sociedad, el pueblo que tienen dignidad no puede ser cómplice de la corrupción y la impunidad ".
(CE)(Agencia Fides 1/07/2020)


Compartir:

Let's block ads! (Why?)

2:19:00 a.m.

Facebook

El CELAM anuncia la creación de la Conferencia eclesial de la Amazonia

Bogotà (Agencia Fides) - El Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), el Arzobispo Miguel Cabrejos Vidarte, y el Presidente de la Red Eclesial Pan-Amazónica (REPAM), el cardenal Claudio Hummes, anunciaron el nacimiento de la Conferencia eclesial del Amazonas el 29 de junio, la fiesta de los Apóstoles San Pedro y san Pablo. La declaración explica: “Esta Asamblea, realizada de una manera sin precedentes a través de canales digitales, fue una novedad del Espíritu, y es parte de este prometedor Kairos que continúa el camino sinodal para abrir nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral. en la región panamazónica ".
El texto del comunicado de prensa, enviado a Fides, subraya la cercanía del Papa Francisco a todo el proceso de creación de esta nueva realidad eclesial: “Esta fiesta de nuestra Iglesia es también un gesto de acción de gracias por el servicio del Santo Padre. La conferencia eclesial es un gesto de esperanza asociado con el Magisterio del Papa Francisco, que ha acompañado de cerca todo este proceso ".
La composición de esta Asamblea, subraya el comunicado de prensa, refleja la unidad en la diversidad de nuestra Iglesia y su llamamiento a una sinodalidad cada vez mayor; unidad expresada también por la preciosa presencia y el acompañamiento permanente de importantes miembros de la Santa Sede que sienten la cercanía y la relación directa con el Sínodo del Amazonas y con la misión de la Iglesia en esta área.
El mensaje anuncia la elección del Cardenal Claudio Hummes, OFM (Brasil) como Presidente y el Arzobispo David Martínez de Aguirre, OP (Perú), como Vicepresidente. Monseñor Eugenio Coter (Bolivia) fue elegido miembro del Comité Ejecutivo como el Obispo representante de las Conferencias Episcopales del territorio amazónico. La Conferencia subraya el importante apoyo de los organismos eclesiales como CELAM, REPAM, CLAR y CARITAS ALyC. La Conferencia cuenta con 3 representantes de pueblos indígenas: la Sra. Patricia Gualinga del pueblo Kichwa-Sarayakú (Ecuador); Hna. Laura Vicuña Pereira del pueblo Kariri (Brasil); y el Sr. Delio Siticonatzi del pueblo Asháninka (Perú).
(CE)(Agencia Fides 1/07/2020)


Compartir:

Let's block ads! (Why?)

2:02:00 a.m.

“Abogado santo, predilecto de María, excelente confesor y predicador además de pacificador. Patrón de la localidad italiana de Lecce, donde fue considerado otro Felipe Neri

Nació en Carpi, Módena, Italia, el 1 de diciembre de 1530. Su padre era caballerizo mayor de la corte de los Gonzaga, una responsabilidad que le mantenía frecuentemente alejado del hogar, por lo cual su educación prácticamente quedó en manos de su madre que le transmitió su devoción por la Virgen María. Cursó estudios en Módena y en Bolonia. Estudiaba filosofía, aunque en realidad su objetivo era la medicina. En 1550 falleció su madre y tuvo que acostumbrarse a vivir sin ella; su solo recuerdo suscitaba en su ánimo una incontenible emoción.

Hasta ese momento su vida había discurrido como la de muchos jóvenes de su edad: componía poesías, escribía un diario, sufrió el típico mal de amores de la adolescencia, y hasta se vio involucrado en alguna que otra reyerta. Le gustaba cultivar las amistades y es posible que no supiera elegirlas siempre adecuadamente. En un momento dado, reconoció afligido “haber perdido muchísimo tiempo con algunos de sus compañeros, con los cuales trataba demasiado familiarmente”. Y por si hubiese dudas al respecto, por la siguiente apreciación retrospectiva queda claro que su conciencia le reprochó determinados rasgos de su conducta: “Habiéndome introducido por senda tan resbaladiza, vino el ángel del Señor a amonestarme de mis errores, y, retrayéndome de las puertas del infierno, me colocó otra vez en la ruta del cielo”.

Este “ángel” al que aludía metafóricamente tenía un rostro: el de la hermosa Clara, de la que se enamoró perdidamente en Bolonia después de regresar a la ciudad tras la muerte de su madre. Era una muchacha estudiosa y cultivaba la vida espiritual. Su candidez atrajo a Bernardino, que intercambió cartas y poemas con ella en un tono respetuoso e inocente. Pero la joven tenía cierta   influencia en su voluntad y, a instancias suyas, aunque se decantaba por la medicina, abandonó esta carrera por la de derecho, disciplina en la que se doctoró en 1556. Con su título bajo el brazo, y quién sabe cuantos proyectos de futuro con su amada Clara, inició su andadura profesional.

Uno de sus pleitos tuvo lugar en Ferrara. Se produjo una situación que juzgó injusta y saldó el asunto con violencia, hiriendo la frente de su oponente con el estoque. A tenor de ello, le aplicaron la sanción correspondiente y quedó inhabilitado para volver a ejercer allí. Después, con la protección del gobernador de Milán, que contaba con los buenos servicios de su padre, se convirtió en magistrado de Felizzano. Cuando Felipe II fue elegido nuevo gobernador, indirectamente, con la mediación de otra persona notable, el santo obtuvo la plaza de abogado fiscal en Alessandría, Piamonte. Un tercer gobernador lo nombró magistrado de Cassino. Finalmente, el marqués de Pescara lo designó juez de Castelleone, donde se reveló como un gran pacificador.

Aún le quedaba otro destino, el último, para hallar el verdadero amor de su vida. Porque en las postrimerías de 1591, cuando todo parecía sonreírle, la muerte le arrebató a la joven Clara; tuvo noticia de ello a través de unos amigos que se lo comunicaron por carta. Deshecho por el dolor de tan prematura pérdida, no encontró más consuelo que el de Dios. Cuando el marqués se trasladó a Nápoles como gobernador, lo llevó consigo; fue auditor y lugarteniente general de la ciudad. Con frecuencia vagaba por las calles intentando dar un nuevo sentido a su vida.

Una tarde se cruzó con dos alegres religiosos jesuitas, y animado por su gozoso semblante, fue a oír misa a la iglesia que tenían en la ciudad. Profundamente conmovido por la homilía del predicador, padre Carminata, se recluyó voluntariamente en su habitación. Durante unos días hizo los ejercicios espirituales y determinó seguir a Cristo. Aún no sabía la forma. Pesaban sobre él emociones comprensibles: la soledad de su padre, la confianza del marqués…; dudaba. En septiembre de 1564 María, a la que rogaba su auxilio rezando el rosario, despejó sus temores. Se le apareció con su divino Hijo en los brazos en medio de un celeste resplandor, y le instó a ingresar en la Compañía de Jesús. Se disiparon las sombras de Bernardino instantáneamente y penetró en su espíritu la luz.

Tenía 34 años cuando ingresó en el noviciado. Se deshizo de sus posesiones, y se formó a conciencia. Fue ordenado tres años más tarde y quedó destinado en Nápoles. En las calles, tantas veces transitadas por él como magistrado, se puso a prueba su humildad. Ciertas miradas reprobatorias, sorprendidas de la pobreza de su atuendo, lo decían todo acerca de lo que podían pensar; después, fueron apreciando sus virtudes. Le encomendaron la delicada misión de ser maestro de novicios, aunque él soñaba con partir a las Indias. No pudo cumplir su anhelo.

En 1574 fue enviado a Lecce como superior de la comunidad añadiendo la responsabilidad de abrir allí un colegio. Nápoles lo despidió con enorme aflicción por tenerle en alta estima. Y este mismo sentimiento brotó en Lecce, ciudad que se opuso frontalmente a su salida cuando los superiores determinaron trasladarle a otros lugares. Además, siempre surgía algo que impedía su partida, desde inclemencias meteorológicas hasta enfermedades suyas que desaparecían misteriosamente en el momento que se revocaba la orden de salir. Era un excelente confesor y predicador. Prestó asistencia a enfermos, pobres, esclavos, etc.; ante él desfilaron personas de toda clase y condición, incluida la nobleza y prelados.

Considerado como un san Felipe Neri para Lecce, fue agraciado con favores místicos, entre otros, visiones, especialmente de la Virgen. Y teniendo su nombre en los labios, murió el 2 de julio de 1616 con 82 años, casi la mitad de los cuales los pasó en Lecce. Hallándose moribundo, la ciudad lo eligió como su patrón. El alcalde Rapana acudió a su lecho, y le leyó el documento pertinente arrancándole un casi postrero: “Sí, señores”, como signo de aceptación. León XIII lo beatificó el 12 de enero de 1896, y Pío XII lo canonizó el 22 de junio de 1947.

The post San Bernardino Realino, 2 de julio appeared first on ZENIT - Espanol.

Agencia Catolica

Forma de Contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets