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“Ustedes no son forasteros, sino conciudadanos”: el emotivo discurso sobre migración que el Papa dio desde Chipre al mundo

Redacción ZENIT

Papa Francisco, Viajes Pastorales, Discursos

Resumen: Este discurso era uno de los más esperados pues de hecho todo el viaje giraba en torno al tema migratorio. Como se sabe, Chipre es el país de la Unión Europea que proporcionalmente, por población, más migrantes recibe. En este encuentro estuvieron presentes los patriarcas maronita y latino de Jerusalén, Béchara Raï y Pizzaballa.

Fotos: https://www.vatican.va/content/francesco/es/events/event.dir.html/content/vaticanevents/es/2021/12/3/nicosia-migranti.html

(ZENIT Noticias / Nicosia, 04.12.2021).- El último encuentro público en la agenda del Papa en Chipre fue el encuentro que tuvo con los migrantes la tarde del viernes 3 de diciembre en la Iglesia parroquial de la Santa Cruz, Nicosia, a pocos metros del muro que separa no sólo la capital sino a todo el país del resto de la isla. Un encuentro “de oración”: “Es una gran alegría estar aquí con ustedes y concluir mi visita a Chipre con este encuentro de oración”, dijo el Papa. Ahí escuchó los testimonios de personas que han emigrado y que reflejan la historia de tantos otros migrantes anónimos y sin voz. La iglesia estaba llena de migrantes de diferentes confesiones cristianas, también de musulmanes. A ellos les comenzó diciendo: “Su presencia, hermanos y hermanas migrantes, es muy significativa en esta celebración. Sus testimonios son como un “espejo” para nosotros, comunidades cristianas”.

Este discurso era uno de los más esperados pues de hecho todo el viaje giraba en torno al tema migratorio. Como se sabe, Chipre es el país de la Unión Europea que proporcionalmente, por población, más migrantes recibe. En este encuentro estuvieron presentes los patriarcas maronita y latino de Jerusalén, Béchara Raï y Pizzaballa. A continuación las partes principales del discurso con encabezados de ZENIT. 

Introducción

“Ustedes no son forasteros, sino conciudadanos”. Esta es la profecía de la Iglesia, una comunidad que encarna —con todos los límites humanos— el sueño de Dios. Porque también Dios sueña (…) un mundo de paz, en el que sus hijos viven como hermanos y hermanas. Dios quiere esto, Dios sueña esto. Somos nosotros los que no lo queremos.

1) Thamara y la identidad de los migrantes

Cuando tú, Thamara, que vienes de Sri Lanka, dices: “A menudo me preguntan quién soy”: la brutalidad de la migración pone en juego la propia identidad. “Pero, ¿este soy yo? No lo sé. ¿Dónde están mis raíces? ¿Quién soy?”. Y cuando dices esto, nos recuerdas que también a nosotros se nos hace a veces esta pregunta: “¿Quién eres tú?”. Y, lamentablemente, con frecuencia lo que se quiere decir es: “¿De qué parte estás? ¿A qué grupo perteneces?”. Pero como tú nos has dicho, no somos números, no somos individuos que haya que catalogar: somos “hermanos”, “amigos”, “creyentes” y “prójimos” los unos de los otros. Pero cuando los intereses de grupo o los intereses políticos, también de las naciones, presionan, muchos de entre nosotros son apartados y, sin quererlo, se ven esclavos. Porque el interés siempre esclaviza, siempre crea esclavos. El amor que es amplio y que es contrario al odio, nos hace libres.

2) Maccolins y las heridas por el odio hacia los migrantes

Cuando tú, Maccolins, que vienes de Camerún, dices que a lo largo de tu vida has sido “herido por el odio”, tú estás hablando de esto, de estas heridas de los intereses; y nos recuerdas que el odio también ha contaminado nuestras relaciones entre cristianos. Y esto, como tú has dicho, deja una marca, una marca profunda que dura mucho tiempo: es un veneno. Sí, lo has expresado con tu pasión: el odio es un veneno del que resulta difícil desintoxicarse. Y el odio es una mentalidad distorsionada que, en vez de hacer que nos reconozcamos hermanos, lleva a que nos veamos como adversarios, como rivales, o si no como objetos que se venden o se explotan.

 

3) Rozh y los migrantes en camino

Cuando tú, Rozh, que vienes de Irak, dices que eres “una persona en camino”, nos recuerdas que también nosotros somos una comunidad en camino, que estamos en marcha del conflicto a la comunión. En este camino, que es largo y está formado por subidas y bajadas, no nos deben asustar las diferencias entre nosotros, sino más bien, sí deben darnos miedo nuestras cerrazones, y nuestros prejuicios, que impiden que nos encontremos realmente y que caminemos juntos. Las cerrazones y los prejuicios vuelven a construir entre nosotros ese muro de separación que Cristo ha derribado, es decir, la enemistad (cf. Ef 2,14). Y entonces nuestro viaje hacia la unidad plena podrá avanzar en la medida en que tengamos todos juntos la mirada fija en Jesús, en Él, que es «nuestra paz» (ibíd.), que es la «piedra principal» (v. 20). Y Él, el Señor Jesús, viene a nuestro encuentro en el rostro del hermano marginado y descartado, en el rostro del migrante despreciado, rechazado, oprimido, explotado. Pero también —como has dicho tú—, en el rostro del migrante que está en camino hacia algo, hacia una esperanza, hacia una convivencia más humana.

4) Dios y los sueños de los migrantes

Y así Dios nos habla a través de sus sueños. El peligro es que muchas veces no dejamos entrar los sueños dentro de nosotros, preferimos dormir y no soñar. Es más fácil mirar a otra parte. Y en este mundo nos acostumbramos a la cultura de la indiferencia, a la cultura de mirar a otro lado, y dormirnos así, tranquilos. Pero por este camino nunca se puede soñar. Es duro. Dios habla por medio de sus sueños. Dios no habla por medio de las personas que no pueden soñar nada, porque tienen todo o porque su corazón se ha endurecido.

Dios también a nosotros nos llama a no resignarnos a vivir en un mundo dividido, a no resignarnos a comunidades cristianas divididas, sino a caminar en la historia atraídos por el sueño de Dios, que es una humanidad sin muros de separación, liberada de la enemistad, sin más forasteros sino sólo conciudadanos, como nos decía Pablo en el pasaje que he citado. Diferentes, es verdad, y orgullosos de nuestras peculiaridades; orgullosos de ser diferentes, de estas peculiaridades que son un don de Dios, Diferentes, orgullosos de serlo, pero siempre reconciliados, siempre hermanos.

5) Chipre: la isla dividida de la generosidad

Que esta isla, marcada por una dolorosa división —estoy mirando el muro, allí [a través de la puerta abierta de la Iglesia]—, pueda convertirse con la gracia de Dios en taller de fraternidad. Yo agradezco a todos los que trabajan por esto. Pensar que esta isla es generosa, pero no puede hacerlo todo, porque el número de gente que llega es superior a sus posibilidades de incorporar, de integrar, de acompañar, de promover. Su cercanía geográfica facilita, pero no es fácil.

Debemos entender los límites que tienen los gobernantes de esta isla. Pero siempre está presente en esta isla, y lo he visto en los responsables que he visitado, [el compromiso] de convertirse, con la gracia de Dios, en taller de fraternidad. Y podrá serlo con dos condiciones: la primera es el reconocimiento efectivo de la dignidad de cada persona humana (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 8). Nuestra dignidad no se vende, no se alquila, no se pierde. La frente alta: yo soy digno hijo de Dios. El reconocimiento efectivo de la dignidad de toda persona humana: este es el fundamento ético, un fundamento universal que está también en el centro de la doctrina social cristiana. La segunda condición es la apertura confiada a Dios, Padre de todos, y este es el “fermento” que estamos llamados a ser como creyentes (cf. ibíd., 272).

Con estas condiciones es posible que el sueño se traduzca en un viaje cotidiano, hecho de pasos concretos que van del conflicto a la comunión, del odio al amor, de la huida al encuentro. Un camino paciente que, día tras día, nos hace entrar en la tierra que Dios ha preparado para nosotros, la tierra donde, si te preguntan: “¿Quién eres?”, puedes responder a cara descubierta: “Mira, soy tu hermano, ¿no me conoces?”. Y andar así, lentamente.

6) Los que se quedaron en el camino

Escuchándolos a ustedes, mirándolos a la cara, la memoria va más allá, va a los sufrimientos. Ustedes llegaron aquí, pero, ¿cuántos de sus hermanos y hermanas se quedaron en el camino? ¿Cuántos, desesperados, empezaron el viaje en condiciones muy difíciles, incluso precarias, y no pudieron llegar? Podemos decir que este mar se ha convertido en un gran cementerio.

Mirándolos a ustedes veo los sufrimientos del camino, tantos que han sido secuestrados, vendidos, explotados; todavía están en camino, no sabemos dónde. Es la historia de una esclavitud, una esclavitud universal. Nosotros miramos lo que sucede, y lo peor es que nos estamos acostumbrando a esto: “Ah, sí, hoy se hundió un barco, allí, muchos desaparecidos”. Pero mira que este acostumbrarse es una enfermedad grave, es una enfermedad muy grave y no hay antibiótico para esta enfermedad. Debemos reaccionar contra este vicio de acostumbrarse a leer estas tragedias en los periódicos o escucharlas en otros medios de comunicación. Mirándolos a ustedes, pienso en tantos que tuvieron que regresar porque los rechazaron y terminaron en los campos de refugiados, verdaderos campos de concentración, donde las mujeres son vendidas, los hombres torturados, esclavizados. Nosotros nos lamentamos cuando leemos las historias de los campos de concentración del siglo pasado, los de los nazis, los de Stalin, nos lamentamos cuando vemos eso y decimos: “Pero, ¿cómo es posible que haya sucedido eso?”.

Migrantes, los “campos de concentración” y la cultura de la indiferencia occidental

Hermanos y hermanas: está sucediendo hoy, en las costas cercanas. Lugares de esclavitud. He visto algunos testimonios grabados de eso: lugares de tortura, de venta de personas. Esto lo digo porque es mi responsabilidad ayudar a que abramos los ojos. La migración forzada no es una costumbre casi turística, ¡por favor! Y el pecado que tenemos dentro nos impulsa a pensar así: “Pobre gente, pobre gente”. Y con ese “pobre gente” borramos todo. Es la guerra de este momento, es el sufrimiento de hermanos y hermanas que nosotros no podemos callar. Aquellos que han dado todo lo que tenían para subir a un barco, de noche sin saber si llegarían. Y después, tantos de ellos son rechazados y terminan en los campos de concentración, verdaderos lugares de confinamiento, de tortura y de esclavitud.

Esta es la historia de esta civilización desarrollada, que nosotros llamamos Occidente. Y después —perdónenme, pero quisiera decir lo que tengo en el corazón, al menos para rezar unos por otros y hacer algo—, después los alambres de púas. Uno lo veo aquí: esta es una guerra de odio que divide a un país. Pero los alambres de púas, en otros lugares donde están, se ponen para no dejar entrar al refugiado, al que viene a pedir libertad, pan, ayuda, hermandad, alegría, que está huyendo del odio y se encuentra ante un odio que se llama alambre de púas. Que el Señor despierte las conciencias de todos nosotros frente a estas cosas.

Y perdónenme si he dicho las cosas como son, pero no podemos callar y mirar a otro lado, en esta cultura de la indiferencia.

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(ZENIT Noticias / Nicosia, 04.12.2021).- El Papa tuvo el encuentro más “multitudinario” en el estadio GSP de Nicosia la mañana del viernes 3 de diciembre. Fue ahí donde la comunidad católica de la isla, la mayoría de rito católico maronita y de rito católico latino, tuvo “su momento” de fe comunitario en torno a la Eucaristía. En la misa estaba presente el presidente de Chipre, quien no es católico. El Papa dedicó la homilía al pasaje de los dos ciegos que imploran de Jesús su sanación y lo reconocen como Mesías. Fue a partir de este texto que el Sumo Pontífice profundizó en tres pasos para acoger a Jesús en este tiempo de adviento.

Al finalizar, expresó a los presentes su agradecimiento por la acogida: “Aquí en Chipre estoy respirando un poco de esa atmósfera típica de Tierra Santa, donde la antigüedad y la variedad de las tradiciones cristianas enriquecen al peregrino. Esto me hace bien, y hace bien encontrar comunidades de creyentes que viven el presente con esperanza, abiertas al futuro, y que comparten este horizonte con los más necesitados”.

A continuación los tres pasos que mencionó el Papa con encabezados de ZENIT para facilitar la lectura.

***

 

1) Ir a Jesús para sanar

El texto dice que los dos ciegos gritaban al Señor mientras lo seguían (cf. v. 27). No lo veían, pero escuchaban su voz y seguían sus pasos. Buscaban en el Cristo lo que habían preanunciado los profetas, es decir, los signos de curación y de compasión de Dios en medio de su pueblo. A este respecto, Isaías había escrito: «Se despegarán los ojos de los ciegos» (35,5). Y otra profecía, incluida en la primera Lectura de hoy: «Los ojos de los ciegos verán sin sombra ni oscuridad» (29,18). Los dos ciegos del Evangelio se fían de Jesús y lo siguen en busca de luz para sus ojos.

¿Y por qué, hermanos y hermanas, estas dos personas se fían de Jesús? Porque perciben que, en la oscuridad de la historia, Él es la luz que ilumina las noches del corazón y del mundo, que derrota las tinieblas y vence toda ceguera. También nosotros, como los dos ciegos, tenemos cegueras en el corazón.

También nosotros, como los dos ciegos, somos viajeros a menudo inmersos en la oscuridad de la vida. Lo primero que hay que hacer es acudir a Jesús, como Él mismo dijo: «Vengan a mí todos los cansados y abrumados por cargas, y yo los haré descansar» (Mt 11,28). ¿Quién de nosotros no está de alguna manera cansado y abrumado? Todos. Pero nos resistimos a ir hacia Jesús; muchas veces preferimos quedarnos encerrados en nosotros mismos, estar solos con nuestras oscuridades, autocompadecernos, aceptando la mala compañía de la tristeza. Jesús es el médico, sólo Él, la luz verdadera que ilumina a todo hombre (cf. Jn 1,9), nos da luz, calor y amor en abundancia. Sólo Él libera el corazón del mal. Podemos preguntarnos: ¿me encierro en la oscuridad de la melancolía, que reseca las fuentes de la alegría, o voy al encuentro de Jesús y le ofrezco mi vida? ¿Sigo a Jesús, lo “persigo”, le grito mis necesidades, le entrego mis amarguras? Hagámoslo, démosle a Jesús la posibilidad de curarnos el corazón: este es el primer paso; la curación interior requiere otros dos.

2) Llevar las heridas juntos

El segundo paso es llevar las heridas juntos. En este relato evangélico no se cura a un solo ciego, como por ejemplo, en el caso de Bartimeo (cf. Mc 10,46-52) o del ciego de nacimiento (cf. Jn 9,1-41). Aquí los ciegos son dos. Se encuentran juntos en el camino. Juntos comparten el dolor por su condición, juntos desean una luz que pueda hacer brillar un resplandor en el corazón de sus noches.

El texto que hemos escuchado está siempre en plural, porque los dos hacen todo juntos: ambos siguen a Jesús, ambos, dirigiéndose a Él, le piden la curación a gritos; no cada uno por su lado, sino juntos. Es significativo que digan a Cristo: ten piedad de nosotros. Usan el “nosotros”, no dicen “yo”. No piensa cada uno en su propia ceguera, sino que piden ayuda juntos. Este es el signo elocuente de la vida cristiana, el rasgo distintivo del espíritu eclesial: pensar, hablar y actuar como un “nosotros”, saliendo del individualismo y de la pretensión de la autosuficiencia que enferman el corazón.

Los dos ciegos, al compartir sus sufrimientos y con su amistad fraterna, nos enseñan mucho. Cada uno de nosotros de algún modo está ciego a causa del pecado, que nos impide “ver” a Dios como Padre y a los otros como hermanos. Esto es lo que hace el pecado: distorsiona la realidad, nos hace ver a Dios como el amo y a los otros como problemas. Es la obra del tentador, que falsifica las cosas y tiende a mostrárnoslas bajo una luz negativa para arrojarnos en el desánimo y la amargura. Y la horrible tristeza, que es peligrosa y no viene de Dios, anida bien en la soledad. Por tanto, no se puede afrontar la oscuridad estando solos. Si llevamos solos nuestras cegueras interiores, nos vemos abrumados. Necesitamos ponernos uno junto al otro, compartir las heridas y afrontar el camino juntos. 

Queridos hermanos y hermanas, frente a cada oscuridad personal y a los desafíos que se nos presentan en la Iglesia y en la sociedad estamos llamados a renovar la fraternidad. Si permanecemos divididos entre nosotros, si cada uno piensa sólo en sí mismo o en su grupo, si no nos juntamos, si no dialogamos, si no caminamos unidos, no podremos curar la ceguera plenamente. La curación llega cuando llevamos juntos las heridas, cuando afrontamos juntos los problemas, cuando nos escuchamos y hablamos entre nosotros. Y esta es la gracia de vivir en comunidad, de comprender el valor de estar juntos, de ser comunidad. Pido para ustedes que puedan estar siempre juntos, siempre unidos; seguir adelante así y con alegría, hermanos cristianos, hijos del único Padre. Y lo pido también para mí.

3) Anunciar el Evangelio con alegría

Y el tercer paso es anunciar el Evangelio con alegría. Después de haber sido curados juntos por Jesús, los dos protagonistas anónimos del Evangelio, en los que podemos reflejarnos, comenzaron a difundir la noticia en toda la región, a hablar de eso en todas partes. Hay un poco de ironía en este hecho: Jesús les había recomendado que no dijeran nada a nadie, sin embargo, ellos hicieron exactamente lo contrario (cf. Mt 9,30-31). Pero por el relato se entiende que no era su intención desobedecer al Señor, sino que simplemente no lograron contener el entusiasmo por haber sido curados y la alegría por lo que habían vivido en el encuentro con Él. Aquí hay otro signo distintivo del cristiano: la alegría del Evangelio, que es incontenible, «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1); la alegría del Evangelio libera del riesgo de una fe intimista, distante y quejumbrosa, e introduce en el dinamismo del testimonio.

Queridos amigos, es hermoso verlos y percibir que viven con alegría el anuncio liberador del Evangelio: les agradezco por esto. No se trata de proselitismo —por favor, nunca hagan proselitismo—, sino de testimonio; no es moralismo que juzga —no, no lo hagan—, sino misericordia que abraza; no se trata de culto exterior, sino de amor vivido. Los animo a seguir adelante en este camino. Como los dos ciegos del Evangelio, renovemos también nosotros el encuentro con Jesús y salgamos de nosotros mismos sin miedo para testimoniarlo a cuantos encontremos. Salgamos a llevar la luz que hemos recibido, salgamos a iluminar la noche que a menudo nos rodea. Hermanos y hermanas, se necesitan cristianos iluminados, pero sobre todo luminosos, que toquen con ternura las cegueras de los hermanos, que con gestos y palabras de consuelo enciendan luces de esperanza en la oscuridad; cristianos que siembren brotes de Evangelio en los áridos campos de la cotidianidad, que lleven caricias a las soledades del sufrimiento y de la pobreza.  

Hermanos, hermanas, el Señor Jesús pasa, también pasa por nuestras calles de Chipre, escucha el grito de nuestras cegueras, quiere tocar nuestros ojos, quiere tocar nuestro corazón, quiere atraernos hacia la luz, hacernos renacer y reanimarnos interiormente: esto quiere hacer Jesús. Y también a nosotros nos dirige la pregunta que hizo a aquellos ciegos: «¿Creen que puedo hacer esto?» (Mt 9,28). ¿Creemos que Jesús pueda hacer esto? Renovemos nuestra confianza en Él. Digámosle: Jesús, creemos que tu luz es más grande que cualquiera de nuestras tinieblas, creemos que Tú puedes curarnos, que Tú puedes renovar nuestra fraternidad, que puedes multiplicar nuestra alegría; y con toda la Iglesia te invocamos, todos juntos: ¡Ven, Señor Jesús! [todos repiten: “¡Ven, Señor Jesús!”] ¡Ven, Señor Jesús! [todos repiten: “¡Ven, Señor Jesús!”] ¡Ven, Señor Jesús! [todos repiten: “¡Ven, Señor Jesús!”]

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(ZENIT Noticias / Nicosia, 03.12.2021).- Los viajes pastorales del Papa suelen dividirse en tres círculos de encuentros: con la sociedad civil, con la mayoría cristiana o religiosa del lugar y con los católicos del territorio que visita. El viernes 3 de diciembre el Papa Francisco vivió un encuentro con los representantes del mundo ortodoxo chipriota, religión a la que están adscritos la mayoría de los habitantes de la isla. Fue recibido en la Catedral ortodoxa de Nicosia por el arzobispo pero también por todo el Sínodo ortodoxo. El Santo Padre expresó su alegría por encontrarse ahí, llamó “querido hermano” al arzobispo ortodoxo y habló claro y en positivo a todos los ahí presentes. Todo un programa de unidad también con el mundo ortodoxo más allende las fronteras de Chipre. ZENIT distinguió 10 mensajes clave que ofrecemos con un encabeza a continuación.

***

1) Nos une un mismo ardor apostólico y el camino del Evangelio

La gracia de estar aquí me lleva a pensar que tenemos un origen apostólico común: Pablo atravesó Chipre y posteriormente llegó a Roma. Por tanto, descendemos del mismo ardor apostólico y nos une un único camino: el del Evangelio. Me agrada ver que seguimos caminando en la misma dirección, en busca de una fraternidad cada vez mayor y de la unidad plena. En este retazo de la Tierra Santa que difunde la gracia de los Santos Lugares en el Mediterráneo, viene con naturalidad el recuerdo de tantas páginas y figuras bíblicas. Entre todas, quisiera referirme de nuevo a san Bernabé, destacando algunos aspectos que pueden orientarnos en el camino.

2) Católicos y ortodoxos: la misión de proclamar el consuelo

«José, a quien los apóstoles llamaban “Bernabé”» (Hch 4,36): así es presentado en los Hechos de los Apóstoles. Lo conocemos y veneramos por su sobrenombre, debido a lo mucho que este definía su persona. Ahora bien, la palabra Bernabé significa al mismo tiempo “hijo del consuelo” e “hijo de la exhortación”. Es hermoso que en su figura se fundan ambas características, indispensables para el anuncio del Evangelio. En efecto, todo consuelo verdadero no puede ser intimista, sino que debe traducirse en exhortación, orientar la libertad hacia el bien. Al mismo tiempo, cada exhortación en la fe no puede más que fundarse en la presencia consoladora de Dios y estar acompañada por la caridad fraterna.

De este modo Bernabé, hijo del consuelo, nos exhorta a nosotros sus hermanos a emprender la misma misión de proclamar el Evangelio a los hombres, invitándonos a comprender que el anuncio no puede basarse en exhortaciones generales, en la repetición de preceptos y normas que observar, como se ha hecho con frecuencia.

3) Católicos y ortodoxos: al encuentro personal de las preguntas y necesidades de las gentes

Hay que seguir el camino del encuentro personal, prestar atención a las preguntas de la gente, a sus necesidades existenciales. Para ser hijos del consuelo, antes de decir cualquier cosa, es necesario escuchar, dejarse interrogar, descubrir al otro, compartir: porque el Evangelio se transmite por la comunión.

4) Católicos en camino sinodal como los ortodoxos

Esto es lo que, como católicos, deseamos vivir en los próximos años, redescubriendo la dimensión sinodal, constitutiva del ser de la Iglesia. Y en esto sentimos la necesidad de caminar más intensamente con ustedes, queridos hermanos, que por medio de la experiencia de su sinodalidad pueden sernos verdaderamente de gran ayuda. Gracias por su colaboración fraterna, que también se manifiesta en la participación activa en la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa.

5) Aumentar las posibilidades de encuentros entre católicos y ortodoxos

Deseo de corazón que aumenten las posibilidades de encontrarnos, de conocernos mejor, de derribar muchos preconceptos y de disponernos para una escucha serena de las respectivas experiencias de fe. Será una exhortación estimulante para que cada uno ofrezca lo mejor y esto dará un fruto espiritual de consolación a todos. El apóstol Pablo, de quien descendemos, habla a menudo de consolación y es hermoso imaginar que Bernabé, hijo del consuelo, haya sido el inspirador de algunas palabras suyas, como aquellas del comienzo de la segunda Carta a los corintios, con las que recomienda que nos consolemos mutuamente con el mismo consuelo que recibimos de Dios (cf. 2 Co 1,3-5). En este sentido, queridos hermanos, deseo asegurarles mi oración y cercanía, así como la de la Iglesia católica, tanto en los problemas más dolorosos que los angustian como en las esperanzas más hermosas y audaces que los animan. Las tristezas y las alegrías de ustedes nos pertenecen, las sentimos nuestras; y también sentimos que necesitamos mucho de sus oraciones.

6) La valentía de despojarse de lo terreno para favorecer la unidad

A continuación —segundo aspecto—, san Bernabé es presentado en los Hechos de los Apóstoles como «un levita nacido en Chipre» (Hch 4,36). El texto no agrega otros detalles, ni en cuanto a su aspecto ni en cuanto a su persona, pero inmediatamente después revela a Bernabé por medio de una acción emblemática: «vendió un campo de su propiedad, llevó el importe y lo puso a disposición de los apóstoles» (v. 37). Este magnífico gesto sugiere que para revitalizarnos en la comunión y en la misión también nosotros hemos de tener la valentía de despojarnos de aquello que, aun siendo valioso, es terreno, para favorecer la plenitud de la unidad.

No me refiero ciertamente a lo que es sagrado y nos ayuda a encontrar al Señor, sino al riesgo de absolutizar ciertos usos y costumbres que no son esenciales para vivir la fe. No nos dejemos paralizar por el temor de abrirnos y de realizar gestos audaces, no secundemos el “carácter irreconciliable de las diferencias” que no encuentra correspondencia en el Evangelio. No permitamos que las tradiciones —en plural y con la “t” minúscula— tiendan a prevalecer sobre la Tradición —en singular y con la “t” mayúscula—. Esta nos exhorta a imitar a Bernabé, a dejar cuanto, aun siendo bueno, puede comprometer la plenitud de la comunión, el primado de la caridad y la necesidad de la unidad.

7) Redescubrirnos parte de un mismo cuerpo

Bernabé, dejando todo lo que poseía a los pies de los apóstoles, entró en sus corazones. También nosotros estamos invitados por el Señor a redescubrirnos como parte del mismo Cuerpo, a abajarnos hasta los pies de los hermanos. Es cierto que la historia, en el campo de nuestras relaciones, ha abierto amplios surcos entre nosotros, pero el Espíritu Santo desea que volvamos a acercarnos con humildad y respeto. Él nos invita a no resignarnos frente a las divisiones del pasado y a cultivar juntos el campo del Reino, con paciencia, asiduidad y de modo concreto. Porque si dejamos de lado teorías abstractas y trabajamos juntos codo a codo —por ejemplo, en la caridad, en la educación y en la promoción de la dignidad humana—, redescubriremos al hermano y la comunión madurará por sí misma, para gloria de Dios. Cada uno mantendrá las propias maneras y el propio estilo pero, con el tiempo, el trabajo conjunto acrecentará la concordia y se mostrará fecundo. Así como estas tierras mediterráneas fueron embellecidas por el trabajo respetuoso y paciente del hombre, también nosotros cultivemos, con la ayuda de Dios y con humilde perseverancia, nuestra comunión apostólica.

Por ejemplo, es un buen fruto lo que sucede aquí en Chipre en la iglesia de “Nuestra Señora de la Ciudad de oro”. El templo, dedicado a la Panaghia Chrysopolitissa, es actualmente lugar de culto para varias confesiones cristianas, amado por la población y elegido con frecuencia para las celebraciones de los matrimonios. Es por tanto un signo de comunión de fe y de vida, bajo la mirada de la Santa Madre de Dios, que reúne a sus hijos. Además, dentro del complejo se conserva una columna donde, según la tradición, san Pablo sufrió treinta y nueve azotes por haber anunciado la fe en Pafos. La misión, así como la comunión, pasa siempre a través de sacrificios y pruebas.

8) Las falsedades y engaños del pasado católico-ortodoxo

El tercer aspecto que destaco de la figura de Bernabé es precisamente una prueba, la cual marcó su historia y los orígenes de la difusión del Evangelio en estas tierras. Al regresar a Chipre con Pablo y Marcos, Bernabé encontró a Elimas, “mago y falso profeta”, que se les opuso con malicia, tratando de torcer los caminos derechos del Señor (cf. Hch 13,6.8.10). Tampoco hoy faltan falsedades y engaños que el pasado nos pone delante y que obstaculizan el camino. Siglos de división y distancias que han llevado a asimilar, aun involuntariamente, no pocos prejuicios hostiles respecto a los demás, preconceptos basados a menudo en informaciones deficientes y distorsionadas, divulgadas por una lectura agresiva y polémica. Pero todo esto tuerce el camino de Dios, que se orienta hacia la concordia y la unidad. Queridos hermanos, la santidad de Bernabé es elocuente también para nosotros. Cuántas veces en la historia, entre los mismos cristianos nos hemos preocupado por oponernos a los demás, en lugar de acoger dócilmente el camino de Dios, que tiende a recomponer las divisiones en la caridad. Cuántas veces hemos agrandado y difundido prejuicios sobre los demás, en vez de cumplir la exhortación que el Señor repite especialmente en el Evangelio escrito por Marcos, quien fuera con Bernabé a esta isla: hacerse pequeños y servir a los demás (cf. Mc 9,35; 10,43-44).

9) Nuestra Iglesia es madre

Beatitud, hoy en nuestro diálogo he quedado conmovido cuando usted habló de la Iglesia Madre. Nuestra Iglesia es madre, es una madre que siempre reúne a sus hijos con ternura. Confiamos en esta Madre Iglesia, que nos reúne a todos y que, con paciencia, ternura y valentía, nos conduce hacia adelante en el camino del Señor. Pero, para sentir la maternidad de la Iglesia, todos nosotros tenemos que ir allí donde la Iglesia es madre. Todos nosotros, con nuestras diferencias, pero todos hijos de la Iglesia Madre. Gracias por esa reflexión que hoy ha hecho conmigo.

10) Chipre: tierra de santos

Supliquemos al Señor sabiduría y valentía para seguir sus caminos y no los nuestros. Pidámoslo por intercesión de los santos. Leontios Machairas, cronista del siglo XV, definió a Chipre como la “Isla santa” por la cantidad de mártires y beatos que esta tierra ha conocido a lo largo de los siglos. Además de los más célebres y venerados, como Bernabé, Pablo y Marcos, Epifanio, Bárbara, Espiridón, hay muchos otros, multitudes innumerables de santos que, unidos en la única Iglesia celestial —la Iglesia Madre—, nos impulsan a navegar juntos hacia el puerto por el que todos suspiramos. Desde el más allá invitan a que hagamos de Chipre —que ya es un puente entre Oriente y Occidente— un puente entre el cielo y la tierra. Que así sea, para gloria de la Santísima Trinidad, para nuestro bien y para el bien el de todos. Gracias.

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5:01:00 a.m.

(ZENIT Noticias / Nicosia, 03.12.2021).- Apenas llegar a Nicosia, uno de los primeros encuentros del Papa fue el que mantuvo con miembros del gobierno, el cuerpo diplomático en Chipre y personalidades del mundo civil, social, cultural y religiosos la tarde del jueves 2 de diciembre en el Ceremonial Hall” del Palacio Presidencial de Nicosia. Ha sido en este discurso donde el Papa trató temas como migración o la unidad del país (recuérdese que un tercio de la isla está ocupado por turcos musulmanes que reivindican esa parte como país autónomo). A continuación los encabezados que desde ZENIT hemos agregado al discurso que ha sido todo un elogio pontificio a la historia y valores de la isla y que, desde luego, han conquistado el corazón de una población de mayoría ortodoxa griega.

***

1) Chipre: una isla de unidad

He venido como peregrino a un país pequeño por su geografía, pero grande por su historia; a una isla que a lo largo de los siglos no ha aislado a la gente, sino que la ha unido; a una tierra cuyo límite es el mar; a un lugar que representa la puerta oriental de Europa y la puerta occidental de Oriente Medio. Son una puerta abierta, un puerto que reúne. Chipre, encrucijada de civilizaciones, lleva en sí la vocación innata al encuentro, favorecida por el carácter acogedor de los chipriotas.

2) Chipre: la tierra de los bienaventurados

Acabamos de homenajear al primer Presidente de esta República, el Arzobispo Makarios, y al realizar este gesto he deseado homenajear a todos los ciudadanos. Su nombre, Makarios, evoca las palabras iniciales del primer discurso de Jesús: las Bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-12). ¿Quién es ese makarios, quién es realmente ese bienaventurado según la fe cristiana, a quien esta tierra está ligada indisolublemente? Bienaventurados pueden ser todos, y son ante todo los pobres de espíritu, los que han sido heridos por la vida, aquellos que viven con mansedumbre y misericordia, cuantos practican la justicia y construyen la paz sin hacerse notar. Las Bienaventuranzas, queridos amigos, son la constitución perenne del cristianismo. Vivirlas permite que el Evangelio sea siempre joven y fecunde la sociedad de esperanza. Las Bienaventuranzas son la brújula que orienta, en todas las latitudes, las rutas que los cristianos abordan en el viaje de la vida.

3) Chipre: donde Europa y Oriente se encuentran

Justamente desde aquí, donde Europa y Oriente se encuentran, comenzó la primera gran inculturación del Evangelio en el continente y para mí es emocionante recorrer los pasos de los grandes misioneros de los orígenes, en particular de los santos Pablo, Bernabé y Marcos. Heme aquí, pues, peregrino entre ustedes para caminar con ustedes, queridos chipriotas; con todos ustedes, con el deseo de que la buena noticia del Evangelio lleve desde aquí a Europa un alegre mensaje en el signo de las Bienaventuranzas. Aquello que los primeros cristianos dieron al mundo con la fuerza humilde del Espíritu fue en efecto un inaudito mensaje de belleza. Fue la novedad sorprendente de la bienaventuranza al alcance de todos para conquistar los corazones y la libertad de muchos. Este país tiene una herencia particular en ese sentido, como mensajero de belleza entre los continentes. Chipre trasluce belleza en su territorio, que debe conservarse y protegerse con políticas ambientales oportunas y concertadas con los vecinos. La belleza se refleja también en la arquitectura, en el arte —particularmente en el arte sacro—, en el artesanado religioso y en los numerosos tesoros arqueológicos. Trayendo una imagen del mar que nos rodea, quisiera decir que esta isla representa una perla de gran valor en el corazón del Mediterráneo.

4) Chipre: una perla

Una perla, en efecto, se convierte en lo que es porque se forma con el paso del tiempo, requiere años para que las diversas estratificaciones la hagan compacta y reluciente. De este modo, la belleza de esta tierra deriva de las culturas que a lo largo de los siglos se encontraron y mezclaron. También hoy la luz de Chipre tiene muchos matices, varios son los pueblos y las personas que, con tonalidades diversas, componen la gama cromática de esta población. Pienso también en la presencia de muchos inmigrantes, que porcentualmente es la más relevante entre los países de la Unión Europea. Salvaguardar la belleza multicolor y poliédrica del conjunto no es fácil. Se necesita tiempo y paciencia, como para la formación de la perla. Se requiere una mirada amplia que abrace la variedad de las culturas y tienda hacia el futuro con amplitud de miras. En este sentido, es importante tutelar y promover a cada componente de la sociedad, de modo especial a los que estadísticamente son minoritarios. Pienso además en varias entidades católicas que se beneficiarían de un oportuno reconocimiento institucional, para que la contribución que aportan a la sociedad por medio de sus actividades, en particular educativas y caritativas, sea definido adecuadamente desde el punto de vista legal.

Una perla pone de manifiesto su belleza en circunstancias difíciles. Nace de la oscuridad, cuando la ostra “sufre” después de haber recibido una visita inesperada que amenaza su incolumidad, como, por ejemplo, un grano de arena que la irrita. Para protegerse, reacciona asimilando aquello que la ha herido, envuelve aquello que para ella es peligroso y extraño y lo transforma en belleza, en una perla. La perla de Chipre fue eclipsada por la pandemia, que impidió a muchos visitantes que accedan a ver su belleza, agravando, como en otros lugares, las consecuencias de la crisis económica y financiera. Lo que garantizará un desarrollo sólido y duradero en este período de reactivación no será el entusiasmo por recobrar cuanto se ha perdido, sino el compromiso por promover la recuperación de la sociedad, particularmente por medio de una decidida lucha contra la corrupción y las plagas que atentan contra la dignidad de la persona; me refiero, por ejemplo, al tráfico de seres humanos.

5) Chipre: la fuerza de la paciencia y el diálogo

Pero la herida que más hace sufrir a esta tierra es la provocada por la terrible laceración que ha padecido en los últimos decenios. Me refiero al sufrimiento interior de cuantos no pueden regresar a sus casas y lugares de culto. Ruego por la paz de ustedes, por la paz de toda la isla, y la deseo con todas las fuerzas. El camino de la paz, que sana los conflictos y regenera la belleza de la fraternidad, está marcado por una palabra: diálogo, que usted, señor Presidente, ha repetido tantas veces. Tenemos que ayudarnos a creer en la fuerza paciente y humilde del diálogo, esa fuerza de la paciencia, de “llevar sobre las espaldas”, hypomoné, que podemos extraer de las Bienaventuranzas. Sabemos que no es un camino fácil; es largo y tortuoso, pero no hay alternativas para llegar a la reconciliación.

Alimentemos la esperanza con el poder de los gestos en lugar de poner la esperanza en los gestos de poder. Porque hay un poder de los gestos que prepara la paz, no se trata de los gestos de poder, de las amenazas de venganza y de las demostraciones de fuerza, sino de los gestos de distensión, de los pasos concretos de diálogo. Me refiero, por ejemplo, al compromiso por entablar un debate sincero que ponga las exigencias de la población en primer lugar, a una implicación cada vez más activa de la Comunidad internacional, a la salvaguardia del patrimonio religioso y cultural, a la restitución de cuanto en este sentido es más querido por la gente, como los lugares o al menos los objetos sagrados. A este respecto, quisiera expresar mi aprecio y animarlos en relación al Religious Track of the Cyprus Peace Project, promovido por la Embajada de Suecia, para cultivar el diálogo entre los líderes religiosos.

Los tiempos que no parecen favorables y en los que el diálogo decae son precisamente aquellos que pueden preparar la paz. Nos lo recuerda una vez más la perla, que se vuelve tal cuando, con paciencia y en la oscuridad, teje sustancias nuevas junto al agente que la ha herido. En esta coyuntura, no dejemos prevalecer el odio, no renunciemos a curar las heridas, no olvidemos los casos de las personas desaparecidas. Y cuando venga la tentación del desánimo, pensemos en las generaciones futuras, que desean heredar un mundo pacificado, colaborador, unido, no habitado por rivalidades perennes y contaminadas por conflictos no resueltos. Para esto es necesario el diálogo, sin el cual la sospecha y el resentimiento crecen. Que nuestra referencia sea el Mediterráneo, que ahora lamentablemente es lugar de conflictos y de tragedias humanitarias; en su belleza profunda es el mare nostrum, el mar de todos los pueblos que se asoman a él para estar conectados, no divididos. Chipre, encrucijada geográfica, histórica, cultural y religiosa, tiene esta posición para poner en marcha una acción de paz. Que sea una obra abierta en la que se construye la paz en medio del Mediterráneo.

6) Chipre: donde se dan frutos beneficiosos

Con frecuencia, la paz no nace de los grandes personajes, sino de la determinación cotidiana, todos los días, de los más pequeños. El continente europeo necesita reconciliación y unidad, necesita valentía e impulso para caminar hacia adelante. Porque no serán los muros del miedo ni los vetos dictados por intereses nacionalistas los que contribuirán al progreso, ni tampoco la recuperación económica por sí sola podrá garantizar la seguridad y la estabilidad. Miremos la historia de Chipre y veamos cómo el encuentro y la acogida han dado frutos beneficiosos a largo plazo; no sólo en lo que se refiere a la historia del cristianismo, para la que Chipre fue “el trampolín de lanzamiento” en el continente, sino también por la construcción de una sociedad que ha encontrado su propia riqueza en la integración. Este espíritu amplio, esta capacidad de mirar más allá de las propias fronteras rejuvenece, permite volver a encontrar el brillo perdido.

Refiriéndose a Chipre, los Hechos de los Apóstoles narran que Pablo y Bernabé «atravesaron toda la isla hasta llegar a Pafos» (Hch 13,6). Para mí es un motivo de alegría atravesar durante estos días la historia y el alma de esta tierra, con el deseo de que su anhelo de unidad y su mensaje de belleza sigan guiando su camino. O Theós na evloghí tin Kípro! [¡Que Dios bendiga a Chipre!]

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5:01:00 a.m.

(ZENIT Noticias / Nicosia, 03.12.2021).- La primera cita pública del Papa con la comunidad católica en Chipre fue el jueves 2 de diciembre en la Catedral maronita de Nuestra Señora de las Gracias de Nicosia, la capital. Fue ahí donde el Papa se definió un “peregrino tras las huellas del gran apóstol Bernabé, hijo de este pueblo”. Saludó a los files de la iglesia católica de rito maronita y a continuación a los católicos de rito latino para a continuación hacer una maravillosa reflexión sobre la figura de san Bernabé, a partir de su vida y de su misión. Ofrecemos a continuación ese parte del discurso con los encabezados añadidos por ZENIT.

***

 

1) Paciencia

Se habla de Bernabé como de un gran hombre de fe y de equilibrio, que fue elegido por la Iglesia de Jerusalén —se puede decir de la Iglesia madre— como la persona más idónea para visitar una nueva comunidad, la de Antioquía, que estaba compuesta por diversas personas que se habían convertido recientemente del paganismo. Fue enviado para ir y ver qué estaba sucediendo, casi como un explorador. Allí encontró personas que provenían de otro mundo, de otra cultura y sensibilidad religiosa; personas que acababan de cambiar de vida y por eso tenían una fe llena de entusiasmo, pero todavía frágil, como al inicio.

En toda esta situación, la actitud de Bernabé fue de gran paciencia. Sabe esperar. Sabe esperar que el árbol crezca. Es la paciencia de estar dispuesto a salir constantemente de viaje, la paciencia de entrar en la vida de personas hasta ese momento desconocidas, la paciencia de acoger la novedad sin juzgarla apresuradamente, la paciencia del discernimiento, que sabe captar los signos de la obra de Dios en todas partes, la paciencia de “estudiar” otras culturas y tradiciones.

1.1 La paciencia del acompañamiento

Bernabé tuvo sobre todo la paciencia del acompañamiento, deja crecer, acompañando. No sofocó la fe frágil de los recién llegados con actitudes estrictas, inflexibles, o con requerimientos demasiado exigentes en cuanto a la observancia de los preceptos. No. Los dejaba crecer, los acompañaba, los tomaba de la mano, dialogaba con ellos. Bernabé no se escandaliza, como un padre y una madre no se escandalizan de sus hijos, sino que los acompañan, los ayudan a crecer. Tengan en cuenta esto: las divisiones, el proselitismo dentro de la Iglesia no van. Deja crecer y acompaña; y si tienes que regañar a alguien, regaña, pero con amor, con paz. Es el hombre de la paciencia.

1.2 Necesidad de una iglesia paciente

Necesitamos una Iglesia paciente, queridos hermanos y hermanas. Una Iglesia que no se deja turbar y desconcertar por los cambios, sino que acoge serenamente la novedad y discierne las situaciones a la luz del Evangelio. En esta isla es precioso el trabajo que llevan adelante en la acogida de nuevos hermanos y hermanas que llegan desde otros lugares del mundo.

Como Bernabé, también ustedes están llamados a cultivar una mirada paciente y atenta, a ser signos visibles y creíbles de la paciencia de Dios que nunca deja a nadie fuera de casa, nadie privado de su tierno abrazo. La Iglesia en Chipre tiene estos brazos abiertos: acoge, integra y acompaña.

Es un mensaje importante también para la Iglesia en toda Europa, marcada por la crisis de fe. No sirve ser impulsivos, no sirve ser agresivos, nostálgicos o quejumbrosos, es mejor seguir adelante leyendo los signos de los tiempos y también los signos de la crisis. Es necesario volver a comenzar y anunciar el Evangelio con paciencia, tomar en mano las Bienaventuranzas, sobre todo anunciarlas a las nuevas generaciones.

1.3 Obispos y paciencia

A ustedes, hermanos obispos, quisiera decirles: sean pastores pacientes en la cercanía, no se cansen nunca de buscar a Dios en la oración; busquen a los sacerdotes en el encuentro; a los hermanos de otras confesiones cristianas con respeto y solicitud; y a los fieles allí donde viven. Y a ustedes, queridos sacerdotes que están aquí, quisiera decirles: sean pacientes con los fieles, siempre dispuestos a animarlos, sean ministros incansables del perdón y de la misericordia de Dios. Nunca jueces severos, siempre padres amorosos.

Cuando leo la Parábola del hijo pródigo: el hermano mayor era un juez riguroso, pero el padre era misericordioso, la imagen del Padre que siempre perdona, es más, que siempre está esperando para perdonar. El año pasado un grupo de jóvenes que hacen espectáculos de música pop, quisieron representar la parábola del hijo pródigo, cantada con música pop y diálogos. ¡Hermoso! Pero lo más lindo fue el diálogo final, cuando el hijo pródigo se acercó a un amigo y le dijo: “No puedo seguir así. Quiero irme a casa, pero tengo miedo de que papá me cierre la puerta en la cara, que me eche. Tengo ese miedo y no sé cómo hacer. —Pero, ¡tu papá es bueno!  —Sí, pero ya sabes… mi hermano está ahí calentándole la cabeza”. Hacia el final de la obra sobre el hijo pródigo, su amigo le dice: “Haz una cosa, escribe a tu papá y dile que quieres volver, pero tienes miedo de que no te reciba bien. Dile a tu papá que, si quiere darte la bienvenida, ponga un pañuelo en la ventana más alta de la casa, así tu papá te dirá primero si te dará la bienvenida o te rechazará”. Ese acto termina. En el acto siguiente, el hijo se dirige a la casa de su padre. Y cuando está en camino, se vuelve y ve la casa de su padre, que estaba llena de pañuelos blancos. ¡Llena! Este es Dios para nosotros. Nunca se cansa de perdonar. Y cuando el hijo empieza a hablar: “Ah, señor, yo hice…”, le dice “cállate”, y le tapa la boca.

1.4 Sacerdotes y paciencia

A ustedes sacerdotes: por favor, no sean rigurosos en la confesión. Cuando ves que alguien está en problemas, di: “Entiendo, entiendo”. Esto no significa “manga ancha”, no. Significa corazón de padre, como corazón de padre tiene Dios. La obra que el Señor realiza en la vida de cada persona es una historia sagrada, dejémonos apasionar por ella. En la multiforme variedad de su pueblo, paciencia significa también tener oídos y corazón para acoger sensibilidades espirituales diferentes, modos de expresar la fe distintos y culturas diversas. La Iglesia no quiere uniformar, por favor, no, sino integrar todas las culturas, todas las psicologías de las personas, con paciencia materna, porque la Iglesia es madre. Es lo que deseamos hacer con la gracia de Dios en el itinerario sinodal: la oración paciente, la escucha paciente de una Iglesia dócil a Dios y abierta al hombre. La paciencia era uno de los aspectos de Bernabé.

2) Fraternidad

En la historia de Bernabé hay un segundo aspecto importante que quisiera subrayar: su encuentro con Pablo de Tarso y la amistad fraterna entre ellos, que los conducirá a vivir juntos la misión. Después de la conversión de Pablo —que antes había sido un encarnizado perseguidor de los cristianos— «todos le temían, porque no creían que él también fuera discípulo» (Hch 9,26). Aquí el libro de los Hechos de los Apóstoles dice algo muy hermoso: Bernabé lo tomó consigo, lo presentó a la comunidad, contó lo que le había sucedido y respondió por él (cf. v. 27).

Escuchemos este “lo tomó consigo”. La expresión hace referencia a la misma misión de Jesús, que tomó consigo a los discípulos por los caminos de Galilea, que tomó sobre sí nuestra humanidad herida por el pecado. Es una actitud de amistad, una actitud de compartir la vida. “Tomar consigo”, “tomar sobre sí” significa hacerse cargo de la historia del otro, darse tiempo para conocerlo sin etiquetarlo —cuidado con el pecado de etiquetar a la gente—­­, cargarlo sobre los hombros cuando está cansado o herido, como hace el buen samaritano (cf. Lc 10,25-37). Esto se llama fraternidad, y es la segunda palabra que quiero decirles. La primera es paciencia y la segunda, fraternidad.

Bernabé y Pablo, como hermanos, viajaron juntos para anunciar el Evangelio, aun en medio de persecuciones. En la Iglesia de Antioquía «estuvieron juntos todo un año e instruyeron a mucha gente» (Hch 11,26). Luego ambos tenían reservada una misión más grande y, enviados por el Espíritu Santo, «se embarcaron para Chipre» (Hch 13,4). Y la Palabra de Dios corría y crecía no sólo por sus cualidades humanas, sino sobre todo porque eran hermanos en el nombre de Dios y esta fraternidad entre ellos hacía resplandecer el mandamiento del amor. Hermanos distintos, como los dedos de una mano, todos diversos, pero todos con la misma dignidad. Hermanos.

2.1 Fraternidad y desacuerdo

Después, como sucede en la vida, pasó algo inesperado. Los Hechos cuentan que los dos tuvieron un fuerte desacuerdo y sus caminos se separaron (cf. Hch 15,39). También entre los hermanos se discute, a veces hay disputas. Pero Pablo y Bernabé no se separaron por motivos personales, sino que estaban discutiendo acerca de su ministerio, sobre cómo llevar adelante la misión, y tenían visiones diferentes. Bernabé también quería llevar a la misión al joven Marcos, y Pablo no quería.

Discutieron, pero por algunas cartas sucesivas se intuye que no quedó rencor entre ellos. Incluso a Timoteo, que tenía que alcanzarlo más adelante, Pablo le escribió: «Ven a verme cuanto antes […] Recoge a Marcos [¡justamente a él!] y tráelo contigo, pues será de gran ayuda en mi ministerio» (2 Tm 4,9.11).

Esta es la fraternidad en la Iglesia, se puede discutir sobre puntos de vista, es bueno hacerlo, un poco de discusión es siempre bueno; en particular sobre diferentes sensibilidades e ideas, no discutir nunca tampoco es bueno.

Cuando hay una paz demasiado rígida, no es de Dios. En una familia los hermanos discuten, intercambian puntos de vista. Sospecho de los que nunca discuten, porque todo el tiempo tienen “agendas” ocultas. Esta es la fraternidad de la Iglesia: se pueden discutir visiones, sensibilidades, ideas diferentes, y en algunos casos decir cosas con franqueza, esto ayuda, y no decirlas por detrás con una crítica que no hace bien a nadie. La discusión es una oportunidad para el crecimiento y el cambio. Pero recordemos siempre que no se discute para hacerse la guerra, para imponerse, sino para expresar y vivir la vitalidad del Espíritu, que es amor y comunión. Se discute, pero seguimos siendo hermanos. Recuerdo que cuando era niño éramos cinco. Discutíamos entre nosotros, a veces con fuerza, no todos los días, y luego estábamos todos juntos en la mesa. La discusión de la familia que tiene una madre, la madre Iglesia: los hijos discuten.

2.2 Necesidad de una iglesia fraterna

Queridos hermanos y hermanas, necesitamos una Iglesia fraterna que sea instrumento de fraternidad para el mundo. Aquí en Chipre existen muchas sensibilidades espirituales y eclesiales, varias historias de procedencia, de ritos y de tradiciones diferentes; pero no debemos sentir la diversidad como una amenaza contra la identidad, ni debemos recelar y preocuparnos de los respectivos espacios. Si caemos en esta tentación crece el miedo, el miedo genera desconfianza, la desconfianza conduce a la sospecha y, antes o después, lleva a la guerra.

Somos hermanos amados por un único Padre. Ustedes están inmersos en el Mediterráneo, un mar con diferentes historias, un mar que ha mecido numerosas civilizaciones, un mar del que todavía hoy desembarcan personas, pueblos y culturas de todas partes del mundo. Con su fraternidad pueden recordar a todos, a toda Europa, que para construir un futuro digno del hombre es necesario trabajar juntos, superar las divisiones, derribar los muros y cultivar el sueño de la unidad. Necesitamos acogernos e integrarnos, caminar juntos, ser todos hermanos y hermanas.

Les agradezco lo que son y lo que hacen, la alegría con la que anuncian el Evangelio, las fatigas y renuncias con las que lo sostienen y lo hacen avanzar. Este es el camino trazado por los santos apóstoles Pablo y Bernabé. Les deseo que sean siempre una Iglesia paciente, que discierne, que no se asusta nunca, que acompaña y que integra; y una Iglesia fraterna, que hace espacio al otro, que discute pero permanece unida y crece en la discusión. Los bendigo a cada uno de ustedes. Y, por favor, sigan rezando por mí, porque lo necesito. Efcharistó! [¡Gracias!]

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4:02:00 p.m.

(ZENIT Noticias / Trieste, 02.12.2021).- El Observatorio Cardenal Van Thuân publicó el XIII Informe sobre la Doctrina social de la Iglesia en el mundo que este año está dedicado al “modelo chino”, un modelo de capital-socialismo de control social construido en China pero que se está exportando a todo el mundo.

En muchos aspectos, el modelo chino ya está aquí, en Occidente: el nuevo socialismo financiero, el Gran Reseteo de Davos, los ataques a la propiedad privada, el control de los movimientos con la excusa de la salud, la congelación de la democracia, la superación de las religiones en una única religión.

También este año el Informe del Observatorio da en el blanco: el modelo chino es un tema de actualidad y parece atraer a muchos. Los países africanos lo importan con la ilusión de reducir la pobreza; los gobiernos para proceder hacia una democracia de la vigilancia; los empresarios occidentales porque necesitan el mercado chino que parece funcionar tan bien sin democracia; el Vaticano no hace alusión alguna al problema de los derechos humanos en China para no molestar; los gobiernos socialistas latinoamericanos venden barato a China posiciones clave en el campo energético y en el ámbito de la investigación.

Si China ha construido una gran base de datos para el control de los fieles de las distintas religiones, en Francia y Dinamarca las homilías están controladas por el gobierno y en Italia la liturgia la decide el ministerio del Interior.

El modelo chino quiere ser una convivencia entre capitalismo y socialismo, centralismo y autonomía, orden y libertad, ateísmo y tradiciones religiosas. La economía no es estatalista, pero es igualmente centralista. El control de los movimientos y de la vida misma de los ciudadanos es total. El orden está considerado el fin que justifica la suspensión de los derechos humanos y las libertades individuales. Las religiones tradicionales son toleradas, pero solo si aceptan la “sinización” atea.

China dice ser comunista, pero hace negocios por todos los medios en los mercados económicos y financieros. Dice que es atea, pero firma acuerdos secretos con el Vaticano. Puede controlar en público y fingir que tolera en privado. Puede decir que es revolucionaria y conservadora al mismo tiempo: continuar la revolución cultural y detener cualquier manifestación en la calle.

El Informe, que incluye una intervención del cardenal Zen, obispo emérito de Hong Kong, contiene ocho ensayos sobre el modelo chino y ocho crónicas de los cinco continentes que informan sobre su exhortación fuera de China.

El Informe documenta que China ya es una gran potencia militar (Gianandrea Gaiani), que su presencia en los vértices de los organismos internacionales es total (Luca Pingani), que está llevando a cabo una verdadera ocupación del continente africano, que ha transformado Hong-Kong de isla de la libertad en provincia de la China comunista (Stefano Magni). Documenta también que el modelo chino tiene puntos débiles o incluso estaría a punto de colapsar, como dice en su ensayo en el Informe Steven Mosher, el periodista estadounidense que en los años 80 del siglo pasado fue el primer en informar a Occidente de la aberración que suponía la política del hijo único. Gianfranco Battisti, en su ensayo, incluso llega a prefigurar los próximos desarrollos geoestratégicos. Pero, sobre todo, muestra la extraña atracción que el modelo chino tiene en el mundo y, en especial, en los países occidentales. Daniel Martins lo documenta en América Latina, Silvio Brachetta en las democracias europeas, Paolo Gulisano en las políticas antipandemia, Anna Bono en África, Andrea Mariotto en Italia.

China quiere ser el mundo, el modelo chino es “la ruta de la seda”, como escriben los editores Riccardo Cascioli y Stefano Fontana en la síntesis introductoria del Informe. El modelo chino es un artificio político que China utiliza para exportarse a sí misma sin declararlo. Nadie, fuera de China, quiere que China sea el mundo; y sin embargo, muchos quieren imitar en su país el modelo chino, que es la ruta para que China sea el mundo.

El modelo chino es comunismo, ateísmo, materialismo, ideología férrea… pero lo hace con inteligencia y esto explica cómo puede penetrar en la cultura occidental y europea, cuya democracia está pasando por una grave crisis de identidad y en la que las actitudes políticas del modelo chino ya están en marcha.

La periodista de la RAI Giovanna Botteri, que no le dejaba pasar una a Trump, no dice nada sobre los laogai ahora que es corresponsal en Pekín, ni las manifestaciones masivas de los habitantes de Hong Kong han tenido repercusión en Occidente y tampoco en el Vaticano; pero cuando la ciudad de Fiume en Croacia bloqueó el control chino del puerto se armó un revuelo porque es la única que lo ha hecho, a pesar de que se sabe que hay un plan chino de ocupación de los puertos.

El Informe anterior -el XII- del Observatorio Cardenal Van Thuân estaba dedicado al ecologismo y el globalismo y tuvo una gran difusión. Este, el XIII, está dedicado al modelo chino y merece una gran atención porque en el fondo se trata del principal argumento político global del mundo actual.

El Informe está disponible sólo en italiano [Cantagalli, Siena 2021, pp. 222, 16 euros] y puede adquirirse en este enlace.

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