Schoenstatt: 50 años de la partida del P. José Kentenich, fundador

Se preparan las celebraciones por los 50 años de la partida del Padre José Kentenich. Su carisma interpela a los miembros de Schoenstatt a vivir una Iglesia en salida.

Fue el 18 de octubre de 1914 que un joven sacerdote alemán le ofreciera su corazón a la Virgen María, junto a un puñado de adolescentes seminaristas, en una minúscula capilla en el valle de Schoenstatt, a escasos kilómetros del río Rin, muy cerca Coblenza, donde este confluye con el Mosela. Le pidieron a María que se estableciera en esa capillita, irradiando sus gracias para todo aquel que llegara a visitarla en la presencia del Señor. Y a su vez, le ofrecieron aspirar a la santidad, forjando sus personalidades en libertad interior, reciedumbre de espíritu y entrega apostólica. Fue la primera Alianza de Amor que se sellara en Schoenstatt, en la capillita que muchos años más tarde se conocería como el Santuario Original. Ese día es considerado como la fundación del Movimiento de Schoenstatt. El joven sacerdote era el Padre José Kentenich.

Santuario Original en Alemania © Schoenstatt

Santuario Original en Alemania © Schoenstatt

Una forma de detectar el actuar de Dios en nuestras vidas y en acciones, según el P. Kentenich, es encontrarse ante tres elementos clave: la pequeñez de los instrumentos humanos, la magnitud de las dificultades, y la fecundidad como resultante. Desde el comienzo podemos constatar que Schoenstatt estuvo caracterizado por este principio. La Primera Guerra Mundial había estallado hacía escasas semanas. Poco después de la fundación de Schoenstatt, los muchachos fueron enviados a la guerra. No se puede pensar un peor cuadro si se pretende que un proyecto fructifique. Pero, los jóvenes, que fueron enviados a distintos frentes, allí donde estaban, a través de misivas, compartían sus esfuerzos por crecer en santidad en medio de bombas y granadas, sintiéndose cobijados espiritualmente en el Santuario de Schoenstatt por María, y siendo guiados por el P. Kentenich en este camino de crecimiento interior y la entrega.

Una pedagogía revolucionaria que genera líderes con una gran misión

Al finalizar la guerra, regresaron con un gran ímpetu, fortalecidos por las gracias recibidas de María en tiempos tan cruciales. Junto al P. Kentenich decidieron fundar una federación, que incluyera a jóvenes que no pertenecieran a su comunidad, o sea, la idea era llevar la transformación del corazón en María y Jesús hacia afuera, a las periferias, para la transformación del mundo. Se encontraron en Hörde, a las afueras de Dortmund, donde sentarían las bases de esta comunidad. Pero cuál no fuera su sorpresa y desilusión, al enterarse que el fundador, el P. Kentenich, no se haría presente en la jornada. Decidieron avanzar de todas formas, y esbozaron los lineamientos espirituales y estratégicos de la comunidad. Esta actitud del P. Kentenich refleja la forma de actuar que siempre lo caracterizó, y con la que quiso sellar el alma de sus hijos espirituales. Esto es, formar un movimiento de laicos, donde estos se sientan reales protagonistas de la transformación del mundo, despertando y desarrollando su liderazgo. A la vez, cuando quería estar seguro de que se tratara de la voluntad de Dios, se retiraba, como lo hiciera en este caso, acompañando, pero no desde un liderazgo activo, sino como guía paternal, motivando a que la voluntad de Dios se manifestara a través de las almas de la comunidad. Sin duda, un movimiento de laicos era algo revolucionario para la Iglesia de principios del siglo pasado.

En pocos años, Schoenstatt se expandía por toda Alemania. El Padre Kentenich daba constantemente retiros, a veces tres o cuatro al mismo tiempo, a sacerdotes, educadores, mujeres, hombres, jóvenes. Schoenstatt se había transformado en un lugar de peregrinación y de transformación espiritual. Un tercio del clero alemán pasó por el valle participando de sus retiros.

El campo de concentración y pruebas desde la Iglesia

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, el P. Kentenich fue detenido por la Gestapo. En un documento emanado de Berlín, se lo había sindicado como “enemigo número uno”. Es que la libertad interior, esencial en su pedagogía y espiritualidad, eran radicalmente incompatibles con un sistema dictatorial. El P. Kentenich fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde en medio de los más graves peligros, se dedicó a dar charlas a los prisioneros en las barracas, a escribir libros sobre espiritualidad para su fundación y oraciones de profundo contenido teológico y espiritual, que salían del campo en forma ilegal, y a ayudar a los prisioneros en sus tremendas dificultades.

Al salir del campo de concentración en 1945, se encontró, como después de la Primera Guerra Mundial, con un Schoenstatt más fortalecido en medio de las pruebas más terribles. Sintió que era hora de llevar la Alianza de Amor al mundo, y comenzó así a recorrer el sur de África y Latinoamérica, compartiendo su misión de la forjación de una persona nueva en María y Jesús.

Su carisma no fue comprendido por algunas personas influyentes en la Iglesia preconciliar, y fue enviado a Estados Unidos, sin que pudiera defenderse de acusaciones. Fueron catorce años de dura prueba. Al igual que durante toda su vida, el P. Kentenich tuvo una fidelidad absoluta a Roma y un profundo amor a la Iglesia. De esos años de cruz y gran dolor surge su deseo de que en su lápida se esculpan las palabras Dilexit Ecclesiam –amó a la Iglesia–.

A la casa del Padre

En 1965, Pablo VI lo reintegra plenamente a su Obra, sin que prosperara ninguna acusación de las que había sido objeto. En los tres años siguientes se dedicó por entero a sus hijos espirituales y a la Iglesia, siendo visitado por numerosos obispos y visitando a muchos otros. El domingo 15 de septiembre de 1968 celebró por primera vez misa en la Iglesia de la Adoración, sobre el monte Schoenstatt. Al finalizar, se retiró a la sacristía y se desplomó. Así moría “en medio de la lucha” –como él había sugerido que sería su partida–, uno de los grandes fundadores de la Iglesia, que con visión de profeta supo discernir los signos de los tiempos; con claridad meridiana mostró al mundo un ideal de hombre nuevo anclado en Dios e inserto en el mundo, y con donación magnánima ofreció un perfil de santidad radical y de paternidad transfigurada.

Un mundo desarraigado de Dios, origen y fin de la existencia humana, es un mundo desorientado, enfermo, sin rumbo. Encontrarse con una figura paternal que refleje con tanta fuerza el amor y la cercanía de Dios no es común. El Cardenal Joseph Höffner, obispo de Munich y más tarde arzobispo de Colonia, afirmó que sólo cada 200 o 300 años Dios regala a su Iglesia personalidades como la del Padre Kentenich.

Hoy Schoenstatt se encuentra arraigado en más de cien países, con más de 200 Santuarios, réplicas del Original, en todo el mundo. Varios millones de personas se encuentran vinculadas a las gracias de la Virgen de Schoenstatt a través de grupos de vida, institutos seculares, federaciones y de la visita de la Virgen Peregrina en sus casas.

José Kentenich, Rebelde de Dios

De entre centenares de libros escritos sobre el P. Kentenich, mencionamos aquí Rebelde de Dios, del renombrado autor Christian Feldmann, quien lo prologa con las siguientes palabras: “No soy schoenstattiano. Cuando escribí libros sobre figuras de nuestro tiempo que fueran señeras en la espiritualidad: Frère Roger, Madeleine Delbrêl, Edith Stein o Juan Pablo II, me topé una y otra vez con el P. Kentenich, pero no me interesó particularmente. … El P. Rudolf Ammann, de la editorial Patris, trató de entusiasmarme para que escribiera una biografía del fundador de Schoenstatt. A fin de rechazar la invitación con fundamentos convincentes, me ocupé por primera vez de José Kentenich… y fui quedando más y más fascinado.

Descubrí un sacerdote que con su impetuoso entusiasmo arrolló la desesperanza del cristianismo contemporáneo. Un sacerdote que sueña con el pasado mañana, con una Iglesia rejuvenecida, de rostro resplandeciente, con un hombre nuevo y una sociedad humana justa y pacífica. ¿Cómo logró este sacerdote, de complexión no muy robusta, superar sin amargura el campo de concentración, el confinamiento en un lúgubre búnquer, el humillante destierro decretado por las autoridades romanas y catorce años de exilio, y sin embargo hablar siempre con una sonrisa, de la fe en la Divina Providencia? ¿De dónde sacaba este hombre sus fuerzas? Esta es la emocionante historia de amor entre Dios y el hombre José Kentenich”.

Mensaje del Presidente Internacional de Schoenstatt

El argentino P. Juan Pablo Catoggio, presidente de la Presidencia Internacional de Schoenstatt, en una carta dirigida a los miembros del Movimiento, expone los desafíos a los que se enfrenta Schoenstatt a los 50 años de la partida de su fundador a la casa paterna.

Sobre la continuidad del carisma del P. Kentenich en sus hijos espirituales, expresa Catoggio: “Dios nos ha llamado con y en nuestro fundador. Creemos en él, en su carisma y su misión. Creemos que por la Alianza de Amor con María, Dios nos hace partícipes de su espíritu de fundador. Si ‘permanecemos en él’, si permanecemos vinculados en alianza con él, entonces él ‘permanece en nosotros’ y su carisma se hace creadoramente actual y fecundo en y para la Iglesia”.

Y sobre la misión de Schoenstatt para la Iglesia y el mundo, remata: “El Padre Kentenich mira con alegría la fuerte corriente misionera que hoy inspira a la Familia. Tomando la expresión de nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, queremos ser un ‘Schoenstatt en salida’, un Schoenstatt misionero, que con alegría anhela propagar el mensaje del Evangelio en la forma particular del mensaje de Schoenstatt en la Iglesia y el mundo de hoy. La alianza se hace misión, la alianza se hace cultura. En todos los ámbitos de la vida: juventud, familia, educación, Iglesia, en todas las áreas de la sociedad y la cultura”.

El texto completo de la carta del P. Juan Pablo Catoggio puede leerse aquí.

Tanto junto al Santuario Original en el valle de Schoenstatt en Alemania, como en centenares de ciudades en el mundo, se celebrará en torno al 15 de septiembre 2018, los 50 años de la partida del P. José Kentenich a la Casa del Padre.

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