Acepté la dimisión del arzobispo de París, “no en el altar de la verdad, sino en el de la hipocresía”, enfatiza el Papa

(ZENIT Noticias / Atenas, vuelo de regreso a Roma, 06.12.2021).- Fue Cécile Chambraud, periodista del diario Le Monde, la que se animó a hacer la pregunta: ¿por qué aceptó el Papa la renuncia de Mons. Aupetit, arzobispo de París, con tanta rapidez? Y vaya si se hizo un tremendo silencio en el avión, sobre todo cuando el mismo Papa devolvió la pregunta a los periodistas en el vuelo de regreso a Roma: “Me pregunto: ¿qué hizo Aupetit que fuera tan grave como para tener que dimitir? ¿Qué ha hecho? Que alguien me responda…”, preguntó el Santo Padre mientras la atmósfera de silencio invadía el avión. Y fue entonces cuando el Papa subrayó: “Si no conocemos la acusación, no podemos condenar. ¿Cuál ha sido la acusación? ¿Quién sabe? [nadie responde] ¡Es malo!”, volvió a subrayar.

Por fin otra vez se anima la misma Cécile y contesta: “Un problema de gobierno o alguna otra cosa, no lo sabemos”. Y es entonces cuando el Papa amplia su contestación poniendo en evidencia a todos los periodistas: “Antes de responder diré: haz la investigación. Haz la investigación. Porque existe el peligro de decir: «Ha sido condenado». ¿Pero quién lo condenó? «La opinión pública, el chisme…». ¿Pero qué hizo? «No lo sabemos. Algo…». Si sabes por qué, dilo. De lo contrario, no puedo responder. Y no sabrás por qué…”.

Pero el Papa quiso dejar claras las cosas, tal vez más claras de lo que se pudo pensar que habría contestado. Y es así que conocimos qué pasó con Mons. Aupetit: “(…) fue una falta de su parte, una falta contra el sexto mandamiento, pero no total, sino de pequeñas caricias y masajes que hizo: así es la acusación. Esto es un pecado, pero no es uno de los más graves, porque los pecados de la carne no son los más graves. Los pecados más graves son los que tienen más «angelicidad»: el orgullo, el odio… estos son más graves. Entonces, Aupetit es un pecador, igual que yo. No sé si lo sientes así, pero tal vez… como lo hizo Pedro, el obispo sobre el que Cristo fundó la Iglesia. ¿Cómo es que la comunidad de aquella época había aceptado a un obispo pecador? Y eso fue con pecados tan «angelicales», como negar a Cristo, ¿no? Pero era una Iglesia normal, estaba acostumbrada a sentirse siempre pecadora, todos: era una Iglesia humilde”.

A continuación el Papa profundizó en el caso poniendo al centro la incapacidad de gobierno en que queda una persona que ha sido sujeto despiadado de suposiciones y chismes: “Se ve que nuestra Iglesia no está acostumbrada a tener un obispo pecador, y pretendemos decir ‘es un santo, mi obispo’. No, esto es Caperucita Roja. Todos somos pecadores. Pero cuando el chismorreo crece y crece y crece y se lleva el buen nombre de una persona, ese hombre no podrá gobernar, porque ha perdido su reputación, no por su pecado -que es pecado, como el de Pedro, como el mío, como el tuyo: es pecado-, sino por el parloteo de los responsables de contar la historia. Un hombre al que se le ha quitado la fama de esta manera, públicamente, no puede gobernar. Y esto es una injusticia. Por esta razón, acepté la dimisión de Aupetit no en el altar de la verdad, sino en el de la hipocresía. Eso es lo que quiero decir”.

El pasado 4 de diciembre nuestra agencia tradujo al español, para subrayar el derecho a la reputación que tienen las personas, la declaración que el arzobispo emérito de París realizó después de aceptada la dimisión.

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