(ZENIT – 28 Nov. 2017).- El objetivo de nuestro Gobierno es poner de manifiesto la belleza de nuestra diversidad y hacerla nuestra fortaleza, protegiendo los derechos, fomentando la tolerancia, garantizando la seguridad de todos”, ha señalado la ganadora del Premio Nobel de la Paz.
La ministra de Asuntos Exteriores y consejera de Estado de la República de la Unión de Myanmar, Dawn Aung San Suu Kyi, ha pronunciado un discurso delante del Papa Francisco y de las autoridades del país, y de los miembros del Cuerpo Diplomático, este martes 28 de noviembre de 2016, a las 17:40 horas (11:40 h. en Roma), en el Centro Internacional de Convenciones de Myanmar, en la capital, Nay Pyi Taw.
“Deseamos dejar al futuro un pueblo unido y en paz, seguros de su capacidad de crecer y prosperar en un mundo cambiante; un pueblo compasivo y generoso, siempre dispuesto a ayudar a los necesitados; un pueblo fuerte en habilidades y todo en espíritu”, ha dicho Dawn Aung San Suu Kyi, consejera de Estado de Myanmar.
Discurso de Asung San Suu Kyi, Consejera de Estado y Ministra de Asuntos Exteriores
Santo Padre Francisco,
Distinguidos invitados
Es una gran alegría y un gran honor para mí darle la bienvenida a esta reunión que reafirma nuestra fe en el poder y la posibilidad de la paz y la bondad amorosa. Déjenme que comience agradeciendo a Su Santidad que esté aquí con nosotros hoy. “Gracias por haber venido aquí con nosotros” (lo dijo en italiano).
Su Santidad, nos trae fuerza y esperanza en su comprensión de nuestra necesidad, nuestro anhelo, por la paz, la reconciliación nacional y la armonía social. Nuestro himno nacional, adoptado en el momento de nuestra independencia, comienza con las palabras: “Nunca nos desviamos de la libertad”, lo que refleja la firme convicción de los padres fundadores de nuestra nación de que la verdadera libertad no puede sobrevivir sin justicia.
Estas palabras resuenan hoy con nosotros, del mismo modo que lo hicieron con aquellos que lucharon por la independencia para que nuestra gente pudiera realizar todo su potencial. Nos corresponde continuar la tarea de construir una nación fundada en leyes e instituciones que garanticen a todos y cada uno en nuestra tierra justicia, libertad y seguridad.
Por lo tanto, las palabras de Su Santidad de que los profetas de la antigüedad vieron la justicia como la base de toda la paz verdadera y duradera “resuenan en nosotros y nos recuerda que en nuestra búsqueda de la paz debemos guiarnos por la sabiduría y las aspiraciones de nuestra padres.
Su Santidad, los desafíos que enfrenta Myanmar son muchos, y cada desafío exige fortaleza, paciencia y coraje. Nuestra nación es un rico tapiz de diferentes pueblos, idiomas y religiones, tejido en un contexto de vasto potencial natural. El objetivo de nuestro Gobierno es poner de manifiesto la belleza de nuestra diversidad y hacerla nuestra fortaleza, protegiendo los derechos, fomentando la tolerancia, garantizando la seguridad de todos.
Nuestro esfuerzo más preciado es llevar adelante el proceso de paz basado en el Acuerdo de Cese del Fuego a nivel nacional que fue iniciado por el Gobierno anterior. El camino hacia la paz no siempre es fácil, pero es la única manera que conducirá a nuestra gente a su sueño de una tierra justa y próspera que sea su refugio, su orgullo, su alegría.
La búsqueda de la paz debe ser reforzada por el logro del desarrollo sostenible, para que así, el futuro de las generaciones venideras pudiera estar asegurado. De los muchos desafíos a los que se ha enfrentado nuestro gobierno, la situación en el Rakhine (Región de Rakhin, norte de Myanmar) ha captado con mayor fuerza la atención del mundo. Al abordar cuestiones de larga duración, social, económica y política, que han erosionado la confianza y la comprensión, la armonía y la cooperación entre diferentes comunidades en Rakhine, el apoyo de nuestra gente y de buenos amigos que solo desean que tengamos éxito en nuestros esfuerzos, ha sido inestimable.
Su Santidad, los dones de compasión y aliento que nos brindan serán atesorados y tomamos en serio sus palabras en el mensaje de la celebración de la 50ª Jornada Mundial de la Paz el 1 de enero de 2017: “Jesús mismo nos ofrece un «manual» de esta estrategia de construcción de la paz en el así llamado Discurso de la montaña. Las ocho bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-10) trazan el perfil de la persona que podemos definir bienaventurada, buena y auténtica.
Bienaventurados los mansos —dice Jesús—, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, y los puros de corazón, los que tienen hambre y sed de la justicia. Esto es también un programa y un desafío para los líderes políticos y religiosos, para los responsables de las instituciones internacionales y los dirigentes de las empresas y de los medios de comunicación de todo el mundo: aplicar las bienaventuranzas en el desempeño de sus propias responsabilidades.
Es el desafío de construir la sociedad, la comunidad o la empresa, de la que son responsables, con el estilo de los trabajadores por la paz; de dar muestras de misericordia, rechazando descartar a las personas, dañar el ambiente y querer vencer a cualquier precio”.
Su Santidad, estamos orgullosos y felices de que haya venido a nuestro país apenas seis meses después del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Myanmar. Esta no es solo la apertura de una nueva era de estrechas relaciones, sino que también constituye un renacimiento de viejos lazos que yo y otros de mi generación recordamos con afecto y aprecio. Comencé mi educación en el Convento de San Francisco en Rangún, lo que me hace pensar que tengo derecho a recibir bendiciones especiales de parte de su Santidad. Pero todas las bendiciones que confiera serán compartidas por todos nosotros para que podamos difundir la buena voluntad y la alegría en toda nuestra tierra.
Su Santidad, cada edad en la vida de una nación trae sus propias responsabilidades, al igual que tenemos que soportar los legados del pasado. Hoy, a quienes se les ha dado la oportunidad de efectuar cambios que podrían abrir nuevas perspectivas de progreso para nuestra nación, nos esforzaremos para cumplir con nuestros deberes con probidad y humildad. Queremos dejar para el futuro una tierra que se ha nutrido con cuidado y respeto, una tierra sana, una tierra hermosa. Deseamos dejar al futuro un pueblo unido y en paz, seguros de su capacidad de crecer y prosperar en un mundo cambiante; un pueblo compasivo y generoso, siempre dispuesto a ayudar a los necesitados; un pueblo fuerte en habilidades y todo en espíritu.
Su Santidad, los hijos de su Iglesia en este país también son hijos de Myanmar, amados y queridos. Les agradecemos, como le agradecemos a usted, por orar por nuestra nación y todos los pueblos del mundo. El camino por delante es largo, pero lo caminaremos con confianza, confiando en el poder de la paz, el amor y la alegría.
Su Santidad, “seguimos caminando juntos con confianza” (dicho en italiano). Le agradezco todo.
© Traduction de Zenit, Rosa Die Alcolea
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