“El futuro de un pueblo se encuentra precisamente allí, en los ancianos y en los niños. Un pueblo que no se preocupa por sus viejos y por sus niños no tiene futuro, porque ¡no tendrá memoria y no tendrá promesa! ¡Los ancianos y los niños son el futuro de un pueblo! Cuán normal es dejarlos de lado ¿no? Tranquilizar a los niños con un caramelo, con un juego: Juega, juega; Anda, anda. Y a los viejos no dejarlos hablar, no tener en cuenta sus consejos: ‘Son viejos, pobrecitos…”.
Pero los discípulos– subrayó el Papa - no entendían:
“Yo comprendo, los discípulos querían la eficacia, querían que la Iglesia avanzase sin problemas y esto se puede convertir en una tentación para la Iglesia: ¡la Iglesia del funcionalismo! ¡La Iglesia bien organizada! ¡Todo en su sitio, pero sin memoria y sin promesa! Esta Iglesia, así, no funcionará: será la Iglesia de la lucha por el poder, será la Iglesia de los celos entre los bautizados y de tantas otras cosas que existen cuando no hay memoria y non hay promesa”.
Por lo tanto, observó Francisco, la “vitalidad de la Iglesia” no está dada por documentos y reuniones “para planificar y hacer bien las cosas”: Estas son realidades necesarias, pero no son “la señal de la presencia de Dios”:
“La señal de la presencia de Dios es ésta, así dice el Señor: ‘Aún se sentarán viejos y viejas en las plazas de Jerusalén, cada cual con su bastón en la mano, por ser muchos sus días; las plazas de la ciudad se llenarán de muchachos y muchachas en sus plazas jugando’. Juego nos hace pensar en alegría: es la alegría del Señor. Y estos ancianos, sentados con el bastón en la mano, tranquilos, nos hacen pensar en la paz. Paz y alegría: ¡éste es el aire de la Iglesia!”. (RC-RV)
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