Ciudad del Vaticano, 25 abril 2014 (VIS).El Papa Francisco celebró ayer tarde en la iglesia romana de San Ignacio de Loyola una misa de acción de gracias por la canonización del padre jesuita San José de Anchieta S.J.(1534 -1597), evangelizador de Brasil, lingüista, dramaturgo y fundador de las ciudades de São Paulo y Río de Janeiro. Beatificado por el Papa Juan Pablo II en 1980, el Papa Francisco extendió su culto litúrgico a la Iglesia universal el pasado 3 de abril, una fórmula equivalente a la canonización.
En su homilía el Papa comentó el relato evangélico de los discípulos de Emaús que cuentan a Pedro que ha nvisto a Jesús resucitado y poco después Cristo mismo se aparece en la sala. “Los discípulos -dijo- no alcanzan a creer la alegría que tienen, porque no pueden creer a causa de esa alegría...Es el momento del estupor, del encuentro con Jesucristo, donde tanta alegría nos parece mentira; más aún, asumir el gozo y la alegría en ese momento nos resulta arriesgado y sentimos la tentación de refugiarnos en el escepticismo.... Es más fácil creer en un fantasma que en Cristo vivo. Es más fácil ir a un nigromante que te adivine el futuro, que te tire las cartas, que fiarse de la esperanza de un Cristo triunfante, de un Cristo que venció la muerte. Es más fácil una idea, una imaginación, que la docilidad a ese Señor que surge de la muerte y ¡vaya a saber a qué cosas te invita! Ese proceso de relativizar tanto la fe que nos termina alejando del encuentro, alejando de la caricia de Dios. Es como si "destiláramos" la realidad del encuentro con Jesucristo en el alambique del miedo, en el alambique de la excesiva seguridad, del querer controlar nosotros mismos el encuentro. Los discípulos le tenían miedo a la alegría… Y nosotros también”.
Después habló de la lectura de los Hechos de los apóstoles que narra la curación de un paralítico, postrado a la entrada del Templo y al que Pedro y Juan no pueden dar ni oro ni plata, pero al que curan, dándole lo que tienen: el nombre de Jesucristo. La alegría del lisiado es ''contagiosa'' y , en medio de ese barullo Pedro anuncia el mensaje. “Es que la alegría del encuentro con Jesucristo, ésa que nos da tanto miedo de asumir -explicó el pontífice- es contagiosa y grita el anuncio; y ahí crece la Iglesia, el paralítico, cree. "La Iglesia no crece por proselitismo, crece por atracción"; la atracción testimonial de este gozo que anuncia a Jesucristo, ese testimonio que nace de la alegría asumida y luego transformada en anuncio. Es la alegría fundante. Sin este gozo, sin esta alegría, no se puede fundar una Iglesia, no se puede fundar una comunidad cristiana. Es una alegría apostólica, que se irradia, que se expande''.
''También san José de Anchieta supo comunicar lo que él había experimentado con el Señor, lo que había visto y oído de Él ... y junto a Nòbrega, es el primer jesuita que Ignacio envía a América. Chico de 19 años. Era tal la alegría que tenía, tal el gozo que fundó una nación. Puso los fundamentos culturales de una nación en Jesucristo. No había estudiado teología. No había estudiado filosofía. Era un chico. Pero había sentido la mirada de Jesucristo y se dejó alegrar, y optó por la luz. Ésa fue y es su santidad. No le tuvo miedo a la alegría''
El Obispo de Roma concluyó recordando el himno de San José de Anchieta a la Virgen María, a quien compara 'con el mensajero que proclama la paz, que anuncia el gozo de la Buena Noticia. ''Que Ella -concluyó- que en esa madrugada del domingo, insomne por la esperanza, no le tuvo miedo a la alegría, nos acompañe en nuestro peregrinar, invitando a todos a levantarse, a renunciar a la parálisis, para entrar juntos en la paz y la alegría que Jesús, el Señor Resucitado, nos promete''.
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