(RV).- “Recorrimos las catorce obras de misericordia, pero la misericordia continúa, y de catorce maneras”. En el miércoles 30 de noviembre, el primero del Adviento y día en que recordamos al Apóstol Andrés, el Papa Francisco impartió su catequesis en el Aula Pablo VI sobre dos obras de misericordia, una corporal y una espiritual, con las cuales concluyó el ciclo dedicado.
Tras advertir que no obstante finalicen las catequesis que se ocupan de la misericordia, ésta “debe continuar”, comenzó su reflexión con la última obra de misericordia corporal: aquella que nos pide enterrar a los muertos.
La sepultura, un rito fuerte y sentido en nuestro pueblo
La sepultura, esa obra de misericordia “tristemente actual” en las muchas partes del mundo que viven hoy el flagelo de la guerra, con incesantes bombardeos de día y de noche, es para los cristianos “un acto de piedad y de fe”, porque nosotros “esperamos en la resurrección de la carne”. En la catequesis en italiano, en la que recordó la narración que Biblia nos presenta en relación a esta obra, es decir, la que se refiere al piadoso Tobías que aun arriesgando su propia vida sepultaba a los muertos no obstante la prohibición del Rey, el pontífice subrayó cómo también hoy hay quienes arriesgan sus vidas para dar sepultura a las pobres víctimas de las guerras, y constató así que esta obra de misericordia “no está lejos de nuestra existencia cotidiana”. Asimismo recordó lo que sucedió el Viernes Santo, cuando tras la muerte de Jesús, José de Arimatea ofreció para el Señor un sepulcro nuevo: “la sepultura es un acto de piedad, – dijo – pero también un acto de gran fe, porque deponemos el cuerpo de nuestros seres queridos en la tumba con la esperanza en su resurrección”.
La oración por los difuntos: un agradecimiento a Dios por el don de su amor y su amistad
Francisco recordó que durante la Eucaristía confiamos a los difuntos a la misericordia de Dios “con un recuerdo sencillo pero lleno de significado”. “Rezamos para que estén con él en el paraíso y con la esperanza de que un día también nosotros nos encontremos con ellos en ese misterio de amor que, si bien no comprendemos plenamente, sabemos que es verdad porque Jesús nos lo ha prometido”. Y en italiano rememoró la oración del Misal Romano: “Acuérdate Señor, de tus hijos que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz. A ellos y a cuantos descansan en Cristo, concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz”. Un recuerdo simple, eficaz y cargado de significado, que pronuncia el sacerdote en la Santa Misa, y que confía a nuestros seres queridos, a la misericordia de Dios.
La oración por los vivos: para nosotros y para los demás, siempre la voluntad de Dios
“Este recuerdo de rogar por los difuntos está unido también al de rogar por los vivos, que junto con nosotros cada día enfrentan las dificultades de la vida. Todos, vivos y difuntos, estamos en comunión; en esa comunidad de quienes han recibido el bautismo, se han nutrido del Cuerpo de Cristo y hacen parte de la gran familia de Dios”. El Santo Padre indicó brevemente los muchos modos que hay para rezar por nuestro prójimo: es una oración cuando las mamás y papás bendicen a sus hijos a la mañana y a la noche, dijo. Es una oración cuando vamos al encuentro de las personas enfermas y rezamos por ellas. También lo es la intercesión silenciosa, y a veces en lágrimas, en muchas situaciones difíciles. Y “cuando no sabemos cómo rezar, – indicó- es el espíritu, quien reza dentro de nosotros”. “Abramos pues nuestro corazón, de modo que el Espíritu Santo, escrutando nuestros deseos que están en lo más hondo, los pueda purificar y llevar a cumplimiento”. Como sea, dijo Francisco, para nosotros y para los otros, “pidamos siempre que se haga la voluntad de Dios”.
“Los invito a rezar unos por otros – concluyó – para que las obras de misericordia corporales y espirituales se conviertan cada vez más en el estilo de nuestra vida”.
(Griselda Mutual – Radio Vaticano)
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