(RV).- En la fiesta litúrgica de la Visitación de la Virgen María a su prima Isabel y conclusión del mes mariano, el Papa Francisco impartió su catequesis en una plaza de san Pedro repleta de peregrinos y fieles de Roma y de diversos países.
Ante la inminencia de la fiesta de Pentecostés el domingo próximo, el Pontífice reflexionó partir de la carta de Pablo a los Romanos sobre el concepto “Dios de la esperanza”, y explicó que ese “abundar en la esperanza” al cual se refiere el apóstol en la carta, significa no desanimarse jamás, aun cuando falte todo motivo humano de esperanza.
El Papa señaló que quien hace posible esta esperanza es el Espíritu Santo, “porque –dijo citando siempre al Apóstol -, el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado”. De este modo el Espíritu Santo nos hace no solo capaces de esperar, sino también de ser sembradores de esperanza, de ser también nosotros paráclitos, es decir, consoladores y defensores de nuestros hermanos.
Además Francisco recordó que el Espíritu Santo alimenta la esperanza no solamente en el corazón de los hombres sino también en toda la creación, y citando a Papa Benedicto en su homilía de Pentecostés de 2009, recordó que la Sagrada Escritura nos revela que la energía capaz de mover el mundo no es una fuerza anónima y ciega, sino la acción del "Espíritu de Dios que aleteaba por encima de las aguas" (Gn 1, 2) al inicio de la creación. De ahí que advirtiese que esto debe impulsarnos a respetar la creación, “porque – dijo- no se puede manchar un cuadro sin ofender al artista que lo ha creado”.
A continuación, el resumen de la catequesis del Papa en español:
Queridos hermanos y hermanas:
Ante la solemnidad de Pentecostés, he deseado presentar hoy la relación que existe entre el Espíritu Santo y la esperanza.
El Espíritu Santo sopla y mueve la Iglesia, camina con ella, por eso, del mismo modo que la Escritura paragona la esperanza a un ancla, que asegura el barco en medio del oleaje, también podemos compararla con una vela que recoge ese viento del Espíritu para que empuje nuestra nave.
Cuando decimos: «Dios de la esperanza» no significa solamente que Dios es el objeto de nuestro anhelo, algo que deseamos alcanzar en la vida eterna; sino que Dios es quien nos colma hoy y en cualquier lugar de su alegría y de su paz.
Hermanos, estemos seguros de que nuestra esperanza no quedará defraudada, porque el Espíritu ha derramado en nuestros corazones el amor de Dios y da testimonio de que somos sus hijos. Llenos de confianza, seremos capaces de afrontar cualquier tribulación y de ser sembradores de esperanza entre nuestros hermanos, consolando, defendiendo y asistiendo a todos, como el Paráclito nos enseña y nos guía.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los que han venido para participar en la Vigilia de Pentecostés con ocasión de los 50 años de la Renovación Carismática Católica, así como a los demás grupos provenientes de España y Latinoamérica. Los exhorto a perseverar en la oración, junto con María, Nuestra Madre, pidiendo a Jesús que el don del Espíritu Santo nos haga sobreabundar en la esperanza.
(Griselda Mutual – Radio Vaticano)
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