Mons. Turkson invita a un camino de encuentro y relación con el prójimo

(ZENIT – 26 junio 2018).- Hoy, 26 de junio, se celebra el Día Internacional de la Lucha contra el Uso indebido y el Tráfico ilícito de Drogas, instituido por las Naciones Unidas el 7 de diciembre de 1987 para “fortalecer la acción y la cooperación, a nivel nacional e internacional, de contrarrestar y promover un mayor conocimiento del fenómeno”, indica el Cardenal Turkson en su Mensaje.

La Oficina de Prensa del Vaticano ha publicado este martes, 26 de junio de 2018, el Mensaje que ha ofrecido el Cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, con motivo del Día Internacional de la Lucha contra el Uso indebido y el Tráfico ilícito de Drogas.

En 2015, alrededor de 250 millones de personas en todo el mundo habían consumido drogas y, de ellas, 29.500.000 padecían trastornos causados ​​por su consumo, según el estudio del World Drug Report 2017.

“Es importante promover una cultura de solidaridad y subsidiariedad orientada al bien común –ha señalado el Cardenal Turkson– una cultura que se oponga al egoísmo y a la lógica utilitaria y económica, y que, en cambio, se incline hacia el otro para escucharlo, en un camino de encuentro y relación con nuestro prójimo, sobre todo cuando es más vulnerable y frágil, como es quien hace abuso de drogas”.

Publicamos a continuación el Mensaje del Cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson.

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Mensaje del Cardenal Turkson

Hoy, 26 de junio, se celebra el Día Internacional de la Lucha contra el Uso indebido y el Tráfico ilícito de Drogas, instituido por las Naciones Unidas el 7 de diciembre de 1987 para fortalecer la acción y la cooperación, a nivel nacional e internacional, de contrarrestar y promover un mayor conocimiento del fenómeno.

Del World Drug Report 2017 de la ONUDD 2017, se desprende que, en 2015, alrededor de 250 millones de personas en todo el mundo habían consumido drogas y, de ellas, 29.500.000 padecían trastornos causados ​​por su consumo. En particular, entre los 12 millones de personas que usaban drogas inyectables, más de la mitad (6.100.000) se veían afectadas por la hepatitis C, mientras que 1.300.000 vivían sea con la hepatitis C que con el virus VIH / SIDA. Son numerosos los daños causados ​​por el uso y abuso de  estupefacientes no solo para la salud sino también para el desarrollo, la paz y la seguridad en todas las regiones del mundo.

El drama desgarrador  de las drogas es un mal que amenaza la dignidad y la libertad de acción de cada persona y rompe progresivamente la imagen que el Creador ha moldeado en nosotros. Esta lacra debe ser firmemente condenada porque está alimentada por hombres sin escrúpulos, que, cediendo a la tentación del dinero fácil, siembran muerte truncando esperanzas y destruyendo muchas familias.

La droga es una herida infligida a nuestra sociedad, que atrapa a muchas personas en una espiral de sufrimiento y alienación. Son muchos los factores que empujan a  la dependencia de  las drogas, como la exclusión social, la ausencia de la familia, la presión social, la propaganda de los traficantes, el deseo de vivir nuevas experiencias.

Es importante promover una cultura de solidaridad y subsidiariedad orientada al bien común; una cultura que se oponga al egoísmo y a la lógica utilitaria y económica, y que, en cambio, se incline hacia el otro para escucharlo, en un camino de encuentro y relación con nuestro prójimo, sobre todo cuando es más vulnerable y frágil, como es quien hace abuso de drogas. Como señala el Papa Francisco, “cada drogodependiente  trae consigo una historia personal diferente, que debe ser escuchada, comprendida, amada y, en la medida de lo posible, curada y purificada. No podemos caer en la injusticia de catalogar al drogodependiente como si fuera  un objeto o un mecanismo roto; cada persona debe ser valorada y apreciada en su dignidad para  que pueda ser curada”.

Los jóvenes son las primeras víctimas de las drogas. Inmersos en una sociedad relativista y hedonista, reciben propuestas alienantes: de los valores, de una realidad concreta y encaminada hacia la plena realización de uno mismo. Las nuevas generaciones viven a menudo en una forma “virtual”, que les ofrece “un amplio abanico de opciones para alcanzar una felicidad efímera, que al final se convierte en veneno que corroe, corrompe y mata. La persona poco a poco se destruye y con ella destruye a todos los que la rodean. El deseo inicial de fuga, en busca de una felicidad momentánea, se convierte en la devastación de la persona en su integridad, con repercusiones en todos los estamentos sociales”.

Está claro, como afirma el Papa Francisco, que en muchos casos estas formas de dependencia no son una consecuencia de haber cedido a un vicio, sino un efecto de las dinámicas de exclusión: “¡Hay todo un armamento mundial de droga que está destruyendo a esta generación de jóvenes destinada al descarte!”.

Debemos proponer a nuestros jóvenes programas educativos eficaces y concretos, que desarrollen su potencial y eduquen sus corazones a la alegría de la profundidad, no de la superficialidad. En el proceso de ayuda es importante la relación humana ya que “la llamada a la alegría y a la vida en plenitud  se sitúa siempre dentro de un contexto cultural y de relaciones sociales”.

Aunque la prevención sea el camino prioritario, es importante trabajar para la rehabilitación de las víctimas de las drogas en la sociedad, para devolverles la verdadera alegría de vivir, para que no se sientan discriminadas o estigmatizadas, sino aceptadas y comprendidas, para un camino de renovación interna encaminado a la búsqueda del bien.

Nunca debemos olvidar que “aunque la vida de una persona haya sido un desastre, aunque esté destruida por los vicios, la droga o cualquier otra cosa, Dios está en su vida”. […] Aunque la vida de una persona sea un terreno lleno de espinas y malas hierbas, siempre hay un espacio en el que puede crecer la buena semilla. Debemos confiar en Dios”. Ejemplo de ello son los muchos jóvenes que, deseosos de escapar de la dependencia de la droga, se comprometen a reconstruir su vida, mirando al porvenir con confianza.

 

Ciudad del Vaticano, 26 de junio de 2018

Cardenal  Peter Kodwo Appiah Turkson

Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral

© Librería Editorial Vaticano

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