
La semana pasada se descubrieron una veintena de fosas comunes donde estaban enterrados cientos de cuerpos en descomposición, incluidos los de mujeres y niños, en Damasak, ciudad del estado de Borno, en el noreste de Nigeria, que cayó el año pasado bajo el control de Boko Haram. Las víctimas parecen haber sido asesinadas durante la retirada de los hombres de la secta islamista, presionados por los militares nigerianos.
“Los extremistas siguen actuando porque los militares no han sido capaces de golpear todas sus fortalezas, y no me sorprende que hayan atacado a más personas”, ha comentado a “Ayuda a la Iglesia Necesitada” Su Exc. Mons. Oliver Dashe Doeme, Arzobispo de Maiduguri, capital del estado de Borno, cuya diócesis se ha visto particularmente afectada por la violencia de Boko Haram. Según los últimos datos, 5.000 de los 125.000 católicos han sido asesinados por los extremistas y otros 100.000 han tenido que huir, incluidos 26 de los 46 sacerdotes diocesanos, 30 religiosos y 200 catequistas. De los 40 centros parroquiales, 22 están o abandonados u ocupados por Boko Haram, mientras que 350 iglesias han sido destruidas. Por último se han cerrado tres de las cuatro escuelas católicas. Mons. Doeme expresa su esperanza de que el avance de los militares marque “el principio del final de Boko Haram”.
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