El cardenal Rivera cumple 20 años en la Arquidiócesis de México
En la homilía del domingo en la Catedral, dio las gracias a sus fieles, pidió perdón a quien haya podido ofender o decepcionar, y expresó profunda gratitud a Jesús, el Buen Pastor
Roma, 27 de julio de 2015 (ZENIT.org) Staff Reporter | 0 hits
El cardenal mexicano Norberto Rivera, celebró este domingo el 20 aniversario de su inicio de servicio en Ciudad de México. Así, durante la homilía dominical en la Catedral recordó cómo el 26 de julio de 1995, “con gran cariño y esperanza” fue recibido en esa misma catedral como arzobispo de México, por su antecesor el señor cardenal Ernesto Corripio Ahumada, obispos auxiliares, cabildos de la Catedral y de la Basílica de Guadalupe, el presbiterio, religiosos, religiosas y los fieles “de esta muy querida Arquidiócesis”.
De este modo aseguró que convertirse “en arzobispo primado de México, fue y sigue siendo para mí una gracia inmerecida, un reto imposible de realizar sin la ayuda de Dios que siempre se ha mostrado misericordioso, pese a mi fragilidad”. Así, reconoció que él “se he confiado a la acción del Espíritu Santo que es la que impulsa y santifica a esta iglesia del Anáhuac”.
El purpurado señaló que ante esta nueva misión que se le encomendó, acudió "como un peregrino más a los pies de la Virgen de Guadalupe" por ello añadió, "fui a ponerme en su regazo, a pedir su amparo materno para poder llevar a cabo la encomienda hecha a mi predecesor, fray Juan de Zumárraga, de custodiar la divina tilma y propagar tan maravilloso milagro”.
Por otro lado, el cardenal aprovechó la ocasión para dar las gracias a “mis sacerdotes” y pidió que el Señor “les pague todos sus esfuerzos y desvelos, que compense todo el empeño por llevar la alegre noticia de Jesucristo y por procurar la salvación de las almas”. Agradeció también a los laicos que, con generosidad y entrega en su vida familiar, “en su apostolado en el mundo y en su amor a la Iglesia” y con su testimonio “han sido para mí una motivación constante”.
Una especial mención “merecen los sacerdotes, religiosos y religiosas de la vida consagrada, cuyo año estamos celebrando”. A ellos les dijo: “Gracias por su amor a la Iglesia, por su colaboración y cariño, pero sobre todo por sus oraciones, especialmente me siento agradecido con las religiosas de vida contemplativas, pues sin el apoyo de su oración no me hubiera sido posible llevar adelante esta gran responsabilidad”. Dio su reconocimiento y gratitud también a “los medios de comunicación que han hecho posible que el mensaje de Cristo llegue a los fieles e incluso a los que están lejos del influjo del Evangelio”.
Y el cardenal Rivera quiso además subrayar que en estos veinte años, “la cruz y las pruebas no han faltado, tanto en mi episcopado como en el devenir de la Arquidiócesis, pero con la ayuda de Dios y la protección de la Virgen hemos salido adelante”. A continuación llegó el momento de “pedir perdón” a quien “incluso, sin querer, he ofendido o decepcionado”. Pero sobre todo, aseguró el cardenal, es momento para mostrar mi profunda gratitud “a Jesús, Buen Pastor que me ha llamado y sostenido durante toda mi vida”, y al “Pueblo Santo de Dios que peregrina en la Arquidiócesis de México, por darme esta oportunidad de servirlos, de amarlos, de ser su pastor; un pastor cargado de debilidades --es cierto-- pero lleno de gran alegría y desbordado de amor por ustedes, las ovejas que Dios me ha confiado”.
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