(RV).- El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando de la nueva Evangelización.
Una Iglesia joven responsable de la Misión Continental
Los discípulos del Señor Jesús que por la fe en su Persona integran su Iglesia, continuamente tienen que colaborar para que el Espíritu Santo pueda seguir rejuveneciendo su espíritu, su vida y su testimonio.
La Iglesia va al encuentro de los jóvenes y de sus realidades más hondas, busca acompañarlos para compartirles su experiencia de Jesucristo, fuente renovada de luz y de vida plena. El documento de Aparecida expresó:
“Los jóvenes son sensibles a descubrir su vocación a ser amigos y discípulos de Cristo. Están llamados a ser `centinelas del mañana´, comprometiéndose en la renovación del mundo a la luz del Plan de Dios. No temen el sacrificio ni la entrega de la propia vida, pero sí una vida sin sentido. Por su generosidad están llamados a servir a sus hermanos, especialmente a los más necesitados con todo su tiempo y vida. Tienen capacidad para oponerse a las falsas ilusiones de felicidad y a los paraísos engañosos de la droga, el alcohol y todas las formas de violencia” (A 443).
En su discurso en la Vigilia de oración a la multitud de jóvenes reunidos por la Jornada Mundial de Jóvenes en Río, el 27 de julio pasado, el Papa Francisco los convocó a escuchar y responder a la llamada de Jesús y a colaborar en la misión evangelizadora de la Iglesia en los cinco continentes.
“También hoy el Señor sigue necesitando a los jóvenes para su Iglesia. Queridos jóvenes el Señor los necesita. También hoy llama a cada uno de ustedes a seguirlo en su Iglesia y a ser misioneros. Queridos jóvenes el Señor hoy los ama, no al montón, a vos, a vos, a vos, a cada uno. Escuchen en el corazón qué les dice… Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que «juguemos en su equipo». Creo que a la mayoría de ustedes les gusta el deporte. Y aquí, en Brasil, como en otros países, el fútbol es una pasión nacional. Pues bien, ¿qué hace un jugador cuando se le llama para formar parte de un equipo? Debe entrenarse y entrenarse mucho. Así es en nuestra vida de discípulos del Señor. San Pablo nos dice: «Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible» (1 Co 9,25). ¡Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo! Nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda y feliz, y también un futuro con él que no tendrá fin, la vida eterna. Pero nos pide que entrenemos para «estar en forma», para afrontar sin miedo todas las situaciones de la vida, dando testimonio de nuestra fe. ¿Cómo? A través del diálogo con él: la oración, que es el coloquio cotidiano con Dios, que siempre nos escucha. A través de los sacramentos, que hacen crecer en nosotros su presencia y nos configuran con Cristo. A través del amor fraterno, del saber escuchar, comprender, perdonar, acoger, ayudar a los otros, a todos, sin excluir y sin marginar. Queridos jóvenes, ¡sean auténticos «atletas de Cristo»!”
Cercanos a la clausura del Año de la Fe, conviene volver a preguntarnos: ¿La fe en el Señor Jesús es la luz que guía mi vida? ¿El Espíritu Santo cuenta conmigo para ser una Iglesia joven que comparte la experiencia cristiana yendo el encuentro de sus hermanos?
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