¡Que no falten en la sociedad su sonrisa y el hermoso brillo de sus ojos! El Papa a la Asociación Nacional de Trabajadores Ancianos

(RV).- “Contrarrestar la cultura nociva del descarte, que margina a los ancianos considerándolos improductivos” y “favorecer los lazos entre generaciones porque “el futuro de un pueblo requiere el encuentro entre jóvenes y ancianos”: es ésta la invitación que el Papa Francisco dirigió este sábado 15 de octubre al recibir en audiencia a la Asociación Nacional de Trabajadores Ancianos italianos, reunidos en una jornada de encuentro y oración, en el contexto de la Fiesta de los Abuelos. Ante los 7 mil integrantes de esta Asociación presentes en el Aula Pablo VI, el Pontífice aseguró que “la Iglesia mira a las personas ancianas con afecto, gratitud y gran estima” porque son “parte esencial de la comunidad cristiana y de la sociedad” y “representan las raíces y la memoria de un pueblo”.

En su discurso el Obispo de Roma recalcó la importancia de la presencia de los abuelos “porque su experiencia es un tesoro precioso, indispensable para mirar hacia el futuro con esperanza y responsabilidad”. Abuelos que “pueden ayudar a los más jóvenes, sosteniéndolos en el camino del crecimiento y de la apertura al futuro, en la búsqueda de su camino”, explicó Francisco, porque “los ancianos, de hecho, testimonian que, incluso en las pruebas más difíciles, nunca hay que perder la confianza en Dios y en un futuro mejor”.

El Santo Padre recordó luego la valiosa labor realizada por los ancianos que “emplean generosamente su tiempo” ayudando a  los demás en las parroquias o transmitiendo “con sencillez la propia experiencia de vida” a los más pequeños de la familia y “los valores espirituales y culturales de un pueblo”.

“Ustedes tienen la misión de dar testimonio de los valores que realmente importan y que permanecen para siempre” les dijo con fuerza el Pontífice, recordando un mundo actual que ‘mitifica’ la fuerza y la apariencia. “Estamo llamados – agregó incluyéndose – a trabajar para el desarrollo de la cultura de la vida, dando testimonio de que cada etapa de la existencia es un don de Dios y tiene una belleza e importancia propias, aunque esté marcada por la fragilidad”.

Finalmente, el llamado del Vicario de Cristo a las instituciones y diferentes realidades sociales para que ayuden a los ancianos a expresar al máximo sus capacidades y sobre todo para asegurar que “su dignidad de personas sea siempre respetada y valorizada”, contrarrestando “la cultura nociva del descarte”, con vistas a la “construcción de una sociedad más acogedora e inclusiva”.

(MCM-RV)

 


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