(ZENIT – Roma).- En la visita que el papa Francisco ha realizado a los Jesuitas reunidos en su 36 congregación general, después de la elección del nuevo superior, el padre Arturo Sosa, conversó con ellos.
Entre las diversas preguntas, una fue sobre la pobreza en la Compañía de Jesús, que el Papa extendió al clero, así como al riesgo del clericalismo, del cual las devociones populares se han salvado. La revista Civilta’ Cattolica ha publicado la conversación integra, de la cual presentamos un par de respuestas.
La pobreza
“Creo que en este punto de la pobreza San Ignacio nos ha superado en grande. Cuando uno lee cómo concebía la pobreza, ese voto que hace hacer de no cambiar la pobreza a no ser para estrecharla más…, tenemos que reflexionar. Lo de San Ignacio no es solamente una actitud ascética, como sería la de pellizcarme para que me duela más, sino que es un amor a la pobreza como estilo de vida, como camino de salvación, camino eclesial. Porque para él, y estas son dos palabras claves que usa, la pobreza es madre y muro.
La pobreza engendra, es madre, engendra vida espiritual, vida de santidad, vida apostólica. Y es muro, defiende. Cuántos desastres eclesiales empezaron por falta de pobreza, incluso fuera de la Compañía, me refiero a toda la Iglesia en general. Cuántos escándalos de los que lamentablemente me tengo que enterar, por el lugar en que me encuentro, nacen del dinero. Creo que San Ignacio tuvo una intuición muy grande. En la visión ignaciana de la pobreza tenemos una fuente de inspiración para ayudarnos”.
El clericalismo
El clericalismo, que es uno de los males más serios que tiene la Iglesia, se aparta de la pobreza. El clericalismo es rico. Y si no es rico en dinero, es rico en soberbia. Pero es rico: hay en él un apego a la posesión. No se deja engendrar por la madre pobreza, no se deja custodiar por el muro pobreza.
El clericalismo es una de las formas de riqueza más graves que se sufre hoy día en la Iglesia. Al menos en algunos lugares de la Iglesia. Hasta en las experiencias más cotidianas. Una Iglesia pobre para los pobres es la del Evangelio, la del sermón de la montaña del Evangelio de Mateo y la del sermón de la llanura del Evangelio de Lucas, como también del «protocolo» según el cual seremos juzgados: Mateo 25. Creo que sobre esto el Evangelio es muy claro y es necesario caminar en esta dirección. Pero yo insistiría también sobre el hecho de que sería lindo que la Compañía pudiera ayudar a profundizar la visión de Ignacio sobre la pobreza, porque yo creo que es una visión para toda la Iglesia. Algo que nos puede ayudar a todos”.
Las vocaciones y el clericalismo
A mí me ha pasado en Buenos Aires, como Obispo, que curas muy buenos, más de una vez, charlando decían: «En la parroquia tengo un laico que ‘vale oro’. Y me lo pintaban como un laico de primera. Y luego me decían: «Qué le parece si lo hacemos diácono»? Este es el problema: al laico que vale, lo hacemos diácono.Lo clericalizamos.
La piedad popular se salvó del clericalismo
En una carta que recientemente envié al cardenal Ouellet, escribía que en América Latina, la única cosa que más o menos se salvó del clericalismo es la piedad popular.
Porque, como la piedad popular es una de esas cosas «de la gente» en la que los curas no creían, los laicos fueron creativos. Quizás haya sido necesario corregir algunas cosas, pero la piedad popular se salvó porque los curas no se metieron. El clericalismo no deja crecer, no deja crecer la fuerza del bautismo. La gracia y la fuerza evangelizadora de la expresión misionera la tiene la gracia del Bautismo.
Y el clericalismo disciplina mal esta gracia y da lugar a dependencias, que tienen a veces a pueblos enteros en un estado de inmadurez muy grande. Me acuerdo de las peleas que hubo cuando, siendo yo estudiante de teología o cura joven, aparecieron las comunidades eclesiales de base. ¿Por qué? Y porque allí los laicos empezaron a tener un protagonismo un poco fuerte y los primeros que se sentían inseguros eran algunos curas. Estoy generalizando demasiado, pero lo hago a propósito: si caricaturizo el problema es porque el problema del clericalismo es muy serio.
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