Al servicio desinteresado de los más necesitados, con la audacia de ir contracorriente
La civilización de un pueblo se mide con su capacidad de respetar y promover los derechos de todos, empezando por los más débiles
(RV).- Con gran alegría, el Papa Francisco recibió a cerca de siete mil jóvenes del Servicio Civil Nacional de Italia, en el marco del XV aniversario de promulgación de su institución. Tras saludar a las autoridades que los acompañaban, el Obispo de Roma se dirigió sobre todo a ellos, los «queridos jóvenes que han optado por dedicar una parte de su tiempo y de su vida a un proyecto de voluntariado y de promoción social».
E hizo hincapié en que «la gratuidad del voluntariado, aun por un tiempo determinado, representa una riqueza no sólo para la sociedad y para aquellos que se benefician con su obra», sino también para ellos mismos y su maduración humana:
«Ustedes son una fuerza preciosa y dinámica del país: su aportación es indispensable para realizar el bien de la sociedad, teniendo en cuenta en especial a los sujetos más débiles. El proyecto de una sociedad solidaria constituye la meta de toda comunidad civil, que quiera ser igualitaria y fraterna. Y es traicionado, cada vez que se asiste pasivamente al crecimiento de la desigualdad entre las diversas partes sociales y entre las naciones del mundo. Cuando se reduce la asistencia a las fajas más débiles sin que se les garantice otras formas de protección; cuando se aceptan peligrosas lógicas de rearme y se invierten preciosos recursos para la compra de armamentos – una verdadera plaga actual, ésta – o aun cuando el pobre se vuelve una insidia y, en lugar de tenderle la mano, se lo relega a su miseria.
Todas estas actitudes son una afrenta para nuestra sociedad y su cultura, introduciendo en ellas los criterios y prácticas marcadas por la indiferencia y la opresión, que hacen más pobre la vida de los que están solos o discriminados, pero también del que olvida o discrimina, que acaba ensimismándose y cerrándose al encuentro con la carne de los hermanos, que es la senda obligada para encontrar el bien. A través de su servicio, están llamados a desarrollar una función crítica en relación con estas perspectivas contrarias a lo humano, y una función profética que muestre cómo es posible pensar y actuar de manera diferente».
Tras destacar la valiosa obra que desarrollan en la «tutela del ambiente», afianzada en una «ecología humana»; en la ayuda a los refugiados y los migrantes – en la que Italia está comprometida de «forma encomiable» – en todos los otros proyectos educativos y asistenciales, así como en la ayuda a los damnificados por el reciente terremoto, a los que renovó su cercanía, el Santo Padre animó a los jóvenes del Servicio Civil italiano a proseguir en la «senda que da pleno significado y alegría» a sus vidas:
«Seguramente la senda del servicio va contracorriente, con respecto a los modelos dominantes, pero en realidad cada uno de nosotros se siente contento y realizado cuando es útil para alguien. Ello libera en nosotros energías nuevas que nos hacen percibir que no estamos solos y dilata nuestros horizontes.
Los invito a caminar por esta senda del servicio y a seguir como modelo perfecto de humanidad a Jesús, que le hizo lugar a los demás en sí mismo, hasta el don de su vida».
Después de agradecer a las Instituciones, pidiendo que promuevan cada vez más un verdadero espíritu solidario en la población, el Papa reiteró la importancia del respeto y promoción humana, por el bien de toda la sociedad:
«El grado de civilización de un pueblo, en efecto, se mide según su capacidad de respetar y promover los derechos de toda persona, empezando por los más débiles.
Les agradezco por este encuentro. Invoco sobre ustedes y sus proyectos la bendición del Señor, para que los ayude a actuar siempre de forma audaz y desinteresada, mirando más allá, hacia los horizontes de la esperanza. Y, por favor, recen también por mí. Gracias».
(CdM – RV)
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