El Papa en la vigilia de la JMJ: jóvenes protagonistas del Sínodo, nadie sea excluido

 

En la vigilia de la 32ª Jornada Mundial de la Juventud diocesana, celebrada este domingo de Ramos, el Papa Francisco celebró el sábado 8 de abril una vigilia de oración con los jóvenes, bajo la mirada de María, Salus Populi Romani, “concreta realización del proyecto de Dios”. En la Basílica de Santa María La Mayor, la “más antigua casa de la Virgen en la ciudad de Roma y del Occidente”, los jóvenes de Roma y de la región de Lacio rezaron juntos, ofrecieron sus testimonios y espiritualmente unidos con sus coetáneos de todo el mundo, iniciaron el camino que los llevará a la JMJ de Panamá en enero 2019.

El Papa escuchó el testimonio de María Luisa,  joven religiosa de origen pullés, que subrayó la alegría de ser una consagrada, de vivir su vida plenamente para el Señor, no obstante las dudas iniciales y las dificultades. En particular, la religiosa habló de los chicos de la calles, a quienes se dedica hoy:

“Todos podemos soñar y todos tenemos en común una única cosa: la necesidad de amar y de ser amados. Y por este amor no cuenta quien eres y a quien perteneces, el honor, el respeto. La única ley que cuenta, precisamente, es aquella del amor. Por esto, yo estoy agradecida al Señor, porque con estos hijos y hermanos puedo experimentar todo esto”.

Con atención Francisco escuchó luego el testimonio de Pompeo, un joven que siendo niño vivió la trágica experiencia del derrumbe de su escuela de San Julián, en Apulia, a causa del terremoto. Una tragedia que lo dejó en silla de ruedas y que, no obstante otra terrible enfermedad que surgió con los años, no se ha dado por vencido:

“Aquel sufrimiento, esta silla de ruedas, me enseñaron a ver la belleza en las pequeñas cosas y me recuerdan cada día la fortuna que tengo y cada día me enseñan nuevamente a superar momentos de desaliento y a agradecer a Dios por lo que tengo: tengo mi familia, mis amigos y también la pasión por la natación, gracias a la cual hoy soy campeón italiano de natación. Y tengo un sueño: participar en las Paralimpíadas. Aquel derrumbe me cambió la vida y la de muchísimas personas en San Julián. Pero desde aquel día no tengo más miedo del futuro y de lo que la vida me reservará”.

Impresionado por los dos testimonios, el Papa Francisco dejó de lado el texto preparado para la homilía y hablando espontáneamente, destacó la importancia del próximo Sínodo y sobre los jóvenes, que se encuentran en el camino desde  la JMJ de Cracovia a aquella de Panamá:

“De Cracovia a Panamá. Y en el medio el Sínodo, un Sínodo del cual ningún joven debe sentirse excluido. Pero hagamos un Sínodo para los jóvenes católicos, pero también para los jóvenes que pertenecen a las asociaciones católicas y así, es más fuerte. No. ¡El Sínodo es el Sínodo para y de todos los jóvenes! Los jóvenes son protagonistas. Pero ¿también los jóvenes que se sienten agnósticos? Sí. ¿También los jóvenes que tienen la fe tibia? Sí. ¿También los jóvenes alejados de la Iglesia? Sí. Este es el Sínodo de los jóvenes y  todos nosotros queremos escucharnos. Cada joven tiene algo que decir a los otros, tiene algo que decir a los adultos, tiene algo que decir a los sacerdotes, a las religiosas, a los obispos y al Papa. Todos tenemos necesidad de ustedes!

El Pontífice constató después que hoy en día tantos jóvenes tienen graves dificultades en su vida. Jóvenes que no logran ponerse en camino porque a menudo son descartados por la sociedad:

“No tienen trabajo, no tienen un ideal para seguir, falta la educación, falta la integración… tantos jóvenes deben huir, emigrar a otras tierras. Los jóvenes hoy – es duro decirlo – pero a menudo son material de descarte. Y esto nosotros no podemos tolerarlo, y debemos hacer este Sínodo para decir ‘nosotros los jóvenes estamos aquí, y nosotros vamos a Panamá’, para decir: ‘¡nosotros jóvenes estamos aquí, en camino! ¡No queremos ser material de descarte! Nosotros tenemos un valor para dar.

Francisco entregó después una tarea especial a los jóvenes de hoy: hablar con los ancianos.

“Ésta es la tarea que los doy en nombre de la Iglesia: hablar con los ancianos. ‘Pero es aburrido, dicen siempre lo mismo’. No. Escuchemos al anciano. Habla, pregúntale las cosas. Haz que ellos sueñen y de aquellos sueños toma tú para ir adelante, para profetizar y para hacer concreta esa profecía. Ésta es vuestra misión hoy, ésta es la misión que les pide hoy la Iglesia”.

(MCM-RV)

 

 


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