(ZENIT – Roma, 29 Abr. 2017).- El segundo y último día del viaje apostólico del papa Francisco a El Cairo, inició con la santa misa en el Estadio de la Aeronáutica Militar en la jornada dedicada al encuentro con la comunidad católica que vive en Egipto.
Ayer viernes, en cambio fueron los encuentros con el presidente de Egipto, Al Sisi; con el gran Imam de Al-Azhar al-Tayyeb; con el mundo musulmán a través de su intervención en la Conferencia Internacional por la paz en la Universidad sunita de Al-Azhar; con el patriarca copto-ortodoxo, Tawadros, que concluyó en una ceremonia para honrar a los cristianos mártires del terrorismo en la iglesia de San Pedro.
Este sábado en el estadio, en el altar dentro de una estructura con forma de tienda, con la presencia de unos 25 mil fieles, se celebró la misa solemne en rito latino, pero profundamente marcada en su liturgia por los ritos orientales, en particular por los cantos en árabe y francés, las estolas, mitras y paramentos dorados.
El Santo Padre vistiendo paramentos color crema con discretos bordes verdes y dorados, portando el palio, celebró la misa en latín, hizo su homilía en italiano y sus frases eran traducidas a medida que las leía. En la celebración, detalle no poco importante, estaban presentes también personas de otros credos.
El sucesor de Pedro inició su homilía diciendo en árabe ‘La paz esté con vosotros’ (Al Salamò Alaikum). “La experiencia de los discípulos de Emaús nos enseña –aseguró el Santo Padre– que de nada sirve llenar de gente los lugares de culto si nuestros corazones están vacíos del temor de Dios y de su presencia; de nada sirve rezar si nuestra oración que se dirige a Dios no se transforma en amor hacia el hermano; de nada sirve tanta religiosidad si no está animada al menos por igual fe y caridad”.
“Para Dios, es mejor no creer que ser un falso creyente, un hipócrita”, aseguró el Pontífice y añadió, la “que nos hace ver al otro no como a un enemigo para derrotar, sino como a un hermano para amar, servir y ayudar”.
“A Dios sólo le agrada –precisó el sucesor de Pedro– la fe profesada con la vida, porque el único extremismo que se permite a los creyentes es el de la caridad. Cualquier otro extremismo no viene de Dios y no le agrada”.
Y los invitó, a ejemplo de los discípulos de Emaús, a regresar “vuestra Jerusalén, es decir, a vuestra vida cotidiana, a vuestras familias, a vuestro trabajo y a vuestra patria llenos de alegría, de valentía y de fe”. Y a no tener “miedo de amar a todos, amigos y enemigos, porque el amor es la fuerza y el tesoro del creyente”. Y concluyó con otra frase en árabe: ‘Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado’. (Al Massih Kam, Bilhakika kam).
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