(RV).- Un buen pastor se acerca a los descartados, es capaz de conmoverse y no se avergüenza de tocar la carne herida. En cambio, quien sigue el camino del clericalismo, se acerca siempre o al poder de turno o al dinero. Lo reafirmó con fuerza el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta el último lunes de octubre, en que comentó el episodio evangélico de la curación de la mujer que narra el Evangelio de San Lucas propuesto por la liturgia del día.
El Papa explicó que en la sinagoga, un sábado, Jesús se encontró con una mujer que no lograba estar derecha. “Una enfermedad de la columna – dijo – que desde hacía años la tenía así”. A la vez que recordó que el evangelista usa cinco verbos para describir lo que hace Jesús: “La vio, la llamó, le dijo, “impuso las manos sobre ella y la curó”.
Cinco verbos de cercanía – subrayó Francisco – porque “un buen pastor está siempre cerca”. En la parábola del buen pastor está cerca de aquella oveja perdida, deja a las demás y va a buscarla. No puede estar lejos de su pueblo.
En cambio los clérigos, los Doctores de la Ley, los fariseos, los saduceos, los ilustres, vivían separados del pueblo, reprochándole continuamente. Estos no eran buenos pastores – aclaró el Santo Padre – estaban cerrados en su propio grupo y no se interesaban por el pueblo. “Quizás les importaba a ellos, cuando terminaba el servicio religioso, para ir a ver cuánto dinero había en las ofertas”. Pero no estaban cerca de la gente.
En cambio Jesús está cerca, y su cercanía viene de lo que Jesús siente en su corazón: “Jesús se conmovió”, tal como se lee en otro pasaje del Evangelio.
“Por esto Jesús siempre estaba allí con la gente descartada por aquel grupito clerical: había pobres, enfermos, pecadores, leprosos, y estaban todos allí, porque Jesús tenía esta capacidad de conmoverse ante la enfermedad, era un buen pastor. Un buen pastor se acerca y tiene capacidad de conmoverse. Y yo diría, que el tercer rasgo de un buen pastor es no avergonzarse de la carne, tocar la carne herida, como hizo Jesús con esta mujer: ‘tocó’, ‘impuso las manos’, tocó a los leprosos, tocó a los pecadores”.
Un buen pastor – prosiguió el Papa – no dice: “Sí, está bien… Sí, sí, yo estoy cerca de ti en el Espíritu”. Esta es distancia. Sino que hace “lo que ha hecho Dios Padre: acercarse, por compasión, por misericordia, en la carne de su Hijo”.
El gran pastor, el Padre, nos ha enseñado cómo se hace el buen pastor: se abajó, se vació, se vació a sí mismo, se anonadó, tomó condición de siervo.
“Pero, ¿y estos otros – los que siguen el camino del clericalismo – a quién se acercan?”. Se acercan siempre o al poder de turno o al dinero. Y son los malos pastores. Ellos sólo piensan en cómo escalar en el poder, ser amigos del poder y negocian todo o piensan en los bolsillos. Estos son los hipócritas, capaces de todo. A esta gente no le importa el pueblo. Y cuando Jesús les da aquel bonito adjetivo que utiliza tantas veces con éstos – “hipócritas” – ellos se ofenden: “Pero no, no, nosotros seguimos la Ley”.
Cuando el pueblo de Dios ve que los malos pastores son aporreados está contento – recordó Francisco – y esto es un pecado, sí, han sufrido tanto que un poco “gozan” de esto. Pero el buen pastor – añadió – es Jesús que ve, llama, habla, toca y cura. Es el Padre quien se hace carne en su Hijo, por compasión.
“Es una gracia para el pueblo de Dios tener buenos pastores, pastores como Jesús, que no se avergüenzan de tocar la carne herida, que saben que sobre esto – no sólo ellos, también todos nosotros – seremos juzgados: estuve hambriento, estuve en la cárcel, estuve enfermo… Los criterios del protocolo final son los criterios de la cercanía, los criterios de esta cercanía total, para tocar, compartir la situación del pueblo de Dios. No olvidemos esto: el buen pastor está siempre cerca de la gente, siempre, como Dios nuestro Padre se hizo cercano a nosotros en Jesucristo hecho carne”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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