Sínodo 2018: “Aprendamos de la pedagogía de Jesús con los jóvenes”

(ZENIT – 26 oct. 2018).- A pocos días de terminar el Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, conversamos con monseñor José Elías Rauda, OFM, obispo de San Vicente, en El Salvador.

Junto a sus expectativas de las conclusiones del sínodo, también explicó el buen efecto que ha tenido la canonización de monseñor Óscar Romero en su país, y cómo la Iglesia salvadoreña espera la canonización de otros mártires de la misma guerra interna, que mató al santo obispo.

¿Cómo estuvo el ambiente del sínodo en esta fase final?

En el aula del sínodo se ha respirado un ambiente de fraternidad, y también de satisfacción por los frutos que ha dado al escuchar a los jóvenes, quienes necesitan ser los protagonistas. No solo se trata de un trabajo para ellos, sino con ellos, acompañarles a las diferentes etapas de la vida. Y no solo para ellos, sino para nosotros mayores. Somos una Iglesia-comunión, eso es lo que el Vaticano nos recuerda, una Iglesia pueblo de Dios, donde todos tenemos un lugar, de acuerdo a los carismas que hemos recibido.

¿Hay algo que a usted le gustaría que se incluya en las conclusiones, desde la realidad del joven centroamericano?

Yo quisiera ver como reto, cómo responder a la violencia, porque ya los gobiernos lo que hacen es multiplicar el ejército y los policías para controlarlos. Pero lo que se trata es de formar y prevenir, y cómo acompañar a estos jóvenes. Por otro lado, veo la necesidad de formar desde los seminaristas, para que se especialicen en pastoral juvenil. Y así, sientan esa compasión de Cristo por acompañar a tantos hermanos, como Aquel que acompañaba a las multitudes abandonadas como ovejas sin pastor. Que aprendamos todos de la pedagogía de Jesús, caminando con los jóvenes, caminando con nuestros hermanos, nuestras hermanas, así como lo hizo Jesús con los discípulos de Emaús.

En los días del Sínodo fue la canonización de monseñor Romero… ¿Qué mensaje deja para el trabajo con los jóvenes?

La canonización de monseñor Romero viene a ayudarnos más que todo, para unificar criterios en el aspecto de la formación. Hay que poner atención desde la formación de los sacerdotes, al verlo como figura, como modelo, como santo. Nos queda pues, conocer su aura, su vida, ese Romero como niño enfermo, sus estudios, su inteligencia, su formación inicial, su formación permanente, su espiritualidad, su vida interior, su profetismo y su coherencia de vida, así como su identidad y su espiritualidad como pastor fiel y mártir. Creo que monseñor Romero fue para nosotros un motivo de inspiración, y seguirá siendo motivo y auge de vocaciones que quieran servir al Señor como él lo hizo.

En El Salvador, otros derramaron también su sangre en época de Romero… ¿Qué casos quisiera resaltar y cuéntenos cómo van sus causas de beatificación…?

Pensar en monseñor Romero es pensar también en otros hermanos y hermanas. Como el obispo Joaquín Ramos, que fue asesinado unos años después. Podemos pensar en otros mártires como lo fue el padre Cosme Spessotto, italiano misionero franciscano, que tres meses después de la muerte de monseñor Romero se le quitó la vida. Y luego el padre Rutilio Grande, que está ya en proceso de beatificación. Pensemos en los profesores sacerdotes jesuitas, asesinados en la Universidad Centroamericana (UCA), junto a la cocinera y su hija. Ha habido tantos catequistas, religiosas, seminaristas, diáconos. Entonces es una multitud, la que fue asesinada en la época del conflicto. Debemos recordarles y ante todo, ver que son un ejemplo para nosotros en la Iglesia salvadoreña, como semillas de sangre de mártires, que son la semilla de nuevos cristianos.

¿Se siente más identificado con los asuntos de los jóvenes, después de este sínodo?

Creo que para todos los obispos y los sacerdotes que estamos participando en el sínodo, es toda una escuela, todo un momento de formación permanente, con este punto específico de los jóvenes. En todos nosotros creo que se ha clavado bien la urgencia de convertir nuestro corazón hacia el joven. Yo soñaría, por lo menos como desafío, que se vuelva o que se viva la famosa opción preferencial por los jóvenes desde Puebla, porque eso significa conversión del corazón de los pastores para darles atención, acompañarles, incluso con recursos económicos para hacer programas de formación. Después de este sínodo, estamos convencidos de la importancia del protagonismo de los jóvenes, pues ellos no solo son el futuro, sino el presente. Esperamos que las conclusiones del sínodo las podamos aterrizar cada obispo; y si la pastoral juvenil ha sido descuidada, pues que se tome en serio y de eso surja un discipulado, con el protagonismo que los jóvenes deben tener en la Iglesia.

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