jesuita Guillermo Ortiz
(RV).- (Con audio) Hay un lazo que los une. Este lazo es invisible, pero el 1 y el 2 de noviembre se hace de algún modo visible en todo globo, porque aumenta el flujo en este conducto fuerte, imposible de romper, con la fiesta de todos los santos y todos los difuntos en la familia católica.
El flujo que aumenta en este lazo de comunión profunda, indisoluble, es el de la oración de intercesión de unos por otros entre los hermanos. Pero se trata de la familia completa, porque los vivos ruegan a los que ya gozan la vida plena en el amor de Dios, también por todos sus difuntos. Y los santos interceden ante Dios por los vivos y los muertos.
Son rogados los santos todos. Es decir también aquellos que no siendo reconocidos formalmente santos, son conocidos solamente por Dios. Y se ruega por todos los difuntos, es decir, también por aquellos por los que nadie reza y que son -como dicen algunos- “almas en pena”. Pero tanto ellos como los que ya llegaron son parte de la familia igual que todos, hermanos.
La fiesta de todos los santos es solemnidad. Y muchedumbres inmensas colmaran los cementerios, donde duermen los muertos hasta que Jesús los llame a la resurrección. Porque eso quiere decir cementerio: “dormitorio”.
Este lazo real, es el lazo del bautismo; el lazo que genera la incorporación a Cristo resucitado en la familia católica por medio del sacramento del bautismo, y que en el Credo de la fe se llama: “comunión de los santos”.
Papa Francisco dijo el 30 de octubre de 2013 hablando de esto: “Por esta comunión somos una gran familia, todos nosotros, donde todos los miembros se ayudan y se apoyan mutuamente”.
Vos ¿Cómo vivís este lazo invisible del bautismo, que nos une a los vivos con los que ya pasaron el umbral de la muerte hacia la Vida plena en el Amor de Jesús resucitado?
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