En el Espíritu de Aparecida

P. Antonio Grande

(RV).- (Audio) RealAudio MP3 El padre Antonio Grande, de la diócesis de Rafaela, en la Argentina, que actualmente realiza el servicio de rector del Colegio Sacerdotal y de la Iglesia Argentina en Roma, nos sigue hablando de la nueva Evangelización.


Los presbíteros animadores de comunidades responsables de la Misión Continental


Aparecida realiza una presentación dinámica de la vida y del ministerio de los sacerdotes en el hoy de nuestros pueblos. Es una vida en tensión, desde la experiencia de la vocación y del envío renovado que Jesús Buen Pastor les sigue haciendo para servir a su pueblo.


El sacerdote no es un delegado de la comunidad, sino un don del Espíritu de Jesús por la unción sacramental para pastorear en su nombre la comunidad cristiana. Tiene que conocer hondamente la cultura actual para sembrar en ella la semilla del Evangelio, que sigue siendo capaz de dar sentido a los hombres, ser fuente de esperanza y de inspiración de la vida cotidiana. La caridad pastoral anima su estilo de vida en el celibato y en una vida espiritual profunda que lo hace buscar y participar en la comunión personal con Dios, y en el cultivo de las relaciones fraternas con el obispo, el presbiterio y los laicos. (cf. A 192-195).


“El presbítero, a imagen de Jesús Buen Pastor, está llamado a ser hombre de la misericordia y de la compasión, cercano a su pueblo y servidor de todos, particularmente, de los que sufren grandes necesidades. La caridad pastoral, fuente de la espiritualidad sacerdotal, anima y unifica su vida y ministerio. Consciente de sus limitaciones, valora la pastoral orgánica y se inserta con gusto en su presbiterio” (A 198).


En la visita a Brasil, el Papa Francisco animó a los obispos, sacerdotes y religiosas, a renovar la experiencia del amor de Dios que los llamó a estar con Él de un modo propio, y, ser colaboradores de la misión evangelizadora de Jesús.


“Llamados por Dios. Es importante reavivar en nosotros este hecho, que a menudo damos por descontado entre tantos compromisos cotidianos: «No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes», dice Jesús (Jn 15,16) ... Y esta «vida en Cristo» es precisamente lo que garantiza nuestra eficacia apostólica y la fecundidad de nuestro servicio: «Soy yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero» (Jn 15,16)... El «permanecer» con Cristo no es aislarse, sino un permanecer para ir al encuentro de los otros. Recuerdo algunas palabras de la beata Madre Teresa de Calcuta: «Debemos estar muy orgullosos de nuestra vocación, que nos da la oportunidad de servir a Cristo en los pobres. Es en las «favelas»", en los «cantegriles», en las «villas miseria» donde hay que ir a buscar y servir a Cristo. Debemos ir a ellos como el sacerdote se acerca al altar: con alegría» (Mother Instructions, I, p. 80). Jesús, el Buen Pastor, es nuestro verdadero tesoro, tratemos de fijar cada vez más nuestro corazón en él (cf. Lc 12,34)”.


Somos invitados a rezar contemplando a Jesús Buen Pastor que anima a sus discípulos a seguir haciendo memoria de su amor personal por cada uno de nosotros, a hacer eco de su llamado renovado. Este ejercicio puede hacernos de nuevo disponibles para descubrirlo y servirlo en nuestros hermanos. Particularmente, en los pobres, enfermos, solos.


Esta experiencia de contemplación que suscita el servicio evangelizador movilizó a los santos en la historia de nuestros pueblos y es capaz de seguir plasmando hoy santos evangelizadores.



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