Como una flor en el desierto, la Familia

REFLEXIONES EN FRONTERA

jesuita Guillermo Ortiz

(RV).- (Con audio) RealAudio MP3 Nuestra frontera existencial de hoy es esa casita precaria o esa casa linda y grande de tu barrio, donde arde o ya se apagó el fuego del hogar, el fuego del amor. La familia es hoy una frontera existencial enorme. Ahí se entrecruzan todas las dificultades juntas del tiempo que vivimos, por ejemplo, la cruz de los desocupados o aquellos con trabajo precario del barrio donde vivís, que son hoy millones en el mundo. Igual que los exiliados y migrantes forzados, como fue la sagrada familia de Jesús, María y José en su tiempo y que hoy pasan frente a tu puerta como rostros desconocidos.


Miramos con sospecha y desconfianza a familias que la pobreza, la guerra los desventró de su propia comunidad. ¿Y qué pasa con la salud, la educación y la fe, cuando no tienen esta matriz como custodia? Las consecuencias de la cultura del provisorio y del descarte se abaten sobre la familia, sobre los padres, los hijos, los abuelos.


Sin embargo, el 26 y 27 de octubre de 2013, como una flor que brota en el desierto miles de familias peregrinaron a la tumba de pedro para confesar su fe junto al Obispo de Roma. Ninguna vino porque la vida les resulta color de rosa. Todos los testimonios pusieron énfasis en la fe, porque es la fe la que les permitió superar las crisis, dificultades, problemas.


Papa Francisco no ofreció a las familias una solución mágica, ni los anestesió por un rato. El Sucesor de Pedro invitó a todos a escuchar a Jesús que con los brazos abiertos dice: “Vengan a mi todos los que están cansados y oprimidos que yo les daré fuerza”. Invitó al encuentro con Jesús en la oración en familia para vivir el amor que viene de Dios.


Lo que más pesa cuando falta, no son las cosas materiales sino el amor. Cuando falta el amor falta todo, dijo Francisco, que también dejó una consigna de tres palabras claves para construir la familia: “Permiso, gracias, perdón”.


El lema de la Jornada era “Familia, vive la alegría de la fe”, y soy testigo de que la alegría de tantas familias heridas pero que siguen adelante gracias a la fuerza de la fe se hizo visible, palpable, audible, como algo muy bello en la plaza del santuario de San Pedro, en Roma.



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