«La novedad de Aparecida y la religión popular», prof. Rafael Luciani

(RV).- Rafael Luciani – teólogo venezolano y profesor de la escuela de Teología y Ministerio en Boston College – continúa explicando las claves para entender el pensamiento teológico y pastoral del Papa Francisco. En el programa de hoy se centra en el documento de Aparecida, y la manera en la que el camino de la reforma señalado por Bergoglio en Aparecida en 2007, será el que Francisco impulsa a través de la Evangelii Gaudium en 2013.

La Asamblea General del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (Celam) reunida en el santuario de Aparecida, en Brasil, es un acontecimiento clave para comprender el programa del Papa Francisco para la Iglesia hoy. En esta asamblea, celebrada en el año 2007, el cardenal Bergoglio fue nombrado presidente de la comisión que redactó el documento conclusivo. El camino de la reforma señalado por Bergoglio en Aparecida en 2007, será el que Francisco impulsa a través de la Evangelii Gaudium en 2013.

Aparecida logra plasmar el cambio epocal que vivimos y la necesidad de una reforma de la Iglesia para poder responder a los nuevos signos de los tiempos, en especial a la realidad de los pueblos pobres. Así lo comentará Bergoglio al reflexionar sobre Aparecida a su presbiterado en Buenos Aires en el 2008:

«En Aparecida la Iglesia toma conciencia de lo que se venía anunciando desde hace varios años. Lo que estamos viviendo es un “cambio epocal”, lo que está aconteciendo es que cambia precisamente esa matriz. Los cambios “no se refieren a los múltiples sentidos parciales que cada uno puede encontrar en las acciones cotidianas que realiza, sino al sentido que da unidad a todo lo que existe” (Aparecida 37). Lo propio del “cambio de época” es que ya las cosas no están en su sitio. Lo que antes servía para explicar el mundo, las relaciones, el bien y el mal, ya parece que no funciona más. La manera de ubicarnos en la historia cambió. Cosas que pensamos que nunca iban a pasar, o que por lo menos no las íbamos a ver, las estamos viviendo y delante del futuro no nos animamos ni siquiera a pensar».

En sintonía con Aparecida, Francisco entiende que, en la actual situación, no basta solo con hablar de una conversión personal, sino de la reforma de las estructuras y el cambio de los estilos de vida eclesial. Dos aspectos que ha ido impulsando a lo largo de su pontificado, porque solo así, la Iglesia puede ser signo de credibilidad para la sociedad global. Se trata de la necesidad de una «conversión pastoral», como lo manda Aparecida. Conversión que, el entonces Cardenal Bergoglio, explicaba a su presbiterado en Buenos Aires en los siguientes términos al referirse a la importancia del documento de Aparecida para él (2008):

«la conversión pastoral se vive cuando las “transformaciones sociales y culturales representan naturalmente nuevos desafíos para la Iglesia en su misión de construir el Reino de Dios. De allí nace la necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales” (Aparecida 367)».

En el Encuentro con el Comité de Coordinación del Consejo Episcopal Latinoamericano, durante su Visita Apostólica a Río de Janeiro en el 2013, el Papa Francisco dirá que Aparecida es el camino que Dios quiere para la Iglesia hoy. Esta inspirará a su hoja de ruta en este proceso de reformas de estructuras y mentalidades que tomará forma concreta, en el magisterio universal, a través de su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, dando a conocer así su visión programática para la Iglesia Universal.

Para Francisco, la realidad global que vivimos, y los cambios que se exigen a la Iglesia, se enmarcan en un nuevo reto: el de repensar el lugar sociocultural de la Iglesia desde las periferias (Aparecida 550), desde donde están los excluidos de todo orden, incluso los de orden eclesial. Para lograr esto y en continuidad con el magisterio y la teología latinoamericana, Aparecida sostendrá que los procesos evangelizadores deben incorporar tres elementos que les son esenciales: a) la opción preferencial por los pobres, b) la promoción humana integral, y c) la auténtica liberación cristiana (Aparecida 146). En este sentido, el ímpetu de una nueva evangelización no puede estar en la recuperación de espacios perdidos, sino en generar procesos socioculturales de transformación, porque «todo proceso evangelizador implica la promoción humana y la auténtica liberación sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad» (Aparecida 399).

Tal cambio entiende a la Iglesia desde un modelo convivial que relaciona de un modo connatural la fe con la vida cotidiana de las personas. Algo que debemos aprender todos, pues permite, por un lado, superar las visiones elitistas o cerradas que puedan existir en la pastoral eclesial y, por otra, ayuda a frenar los intentos de manipulación ideológica que se hagan del hecho religioso. El espíritu de Aparecida expresa ese camino de la Iglesia Latinoamericana que hoy llega a dar frutos en el magisterio universal y nos invita a hermanarnos, a vivir incluyendo a los otros en nuestras vidas, y a vivir la fe, pero no desde ritos que nos alejan de la cotidianidad, sino compartida en donde cobra sentido, con los excluidos de nuestra época.

(Mireia Bonilla – RV)


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