(RV).- La celebración de Santa Misa de la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, presidida por el Papa Francisco con los cinco nuevos Cardenales, que creó en la víspera, comenzó con la bendición del Palio de los 36 nuevos Arzobispos Metropolitanos, nombrados en el curso del año.
En la Plaza de San Pedro, con la liturgia del día, el Obispo de Roma reflexionó sobre tres palabras fundamentales para la vida del apóstol: confesión, persecución, oración.
«La confesión es la de Pedro en el Evangelio: reconocer que Jesús es el Mesías esperado, el Dios vivo, el Señor de nuestra vida»
El Santo Padre invitó a preguntarnos si somos «cristianos de salón de esos que comentan cómo van las cosas en la Iglesia y en el mundo, o si somos apóstoles en camino, que confiesan a Jesús con la vida porque lo llevan en el corazón. Quien confiesa a Jesús sabe que no ha de dar sólo opiniones, sino la vida; sabe que no puede creer con tibieza, sino que está llamado a «arder» por amor; sabe que en la vida no puede conformarse con «vivir al día» o acomodarse en el bienestar, sino que tiene que correr el riesgo de ir mar adentro, renovando cada día el don de sí mismo. Quien confiesa a Jesús se comporta como Pedro y Pablo: lo sigue hasta el final; no hasta un cierto punto sino hasta el final, y lo sigue en su camino, no en nuestros caminos. Su camino es el camino de la vida nueva, de la alegría y de la resurrección, el camino que pasa también por la cruz y la persecución».
En la segunda palabra, persecución, el Papa reiteró que no sólo Pedro y Pablo derramaron su sangre por Cristo, sino que desde los comienzos toda la comunidad fue perseguida.
Y que «incluso hoy en día, en varias partes del mundo, a veces en un clima de silencio —un silencio con frecuencia cómplice—, muchos cristianos son marginados, calumniados, discriminados, víctimas de una violencia incluso mortal, a menudo sin que los que podrían hacer que se respetaran sus sacrosantos derechos hagan nada para impedirlo».
«La vida del apóstol, que brota de la confesión y desemboca en el ofrecimiento, transcurre cada día en la oración»
«Una Iglesia que reza está protegida por el Señor y camina acompañada por Él», dijo el Santo Padre reflexionando sobre la tercera palabra: oración.
Y subrayó «qué urgente es que en la Iglesia haya maestros de oración, pero que sean ante todo hombres y mujeres de oración, que viven la oración».
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