(RV).- Poco después de las 10 de la mañana, del primer domingo de octubre, el helicóptero en que viajaba el Papa Francisco aterrizó en Bolonia procedente de Cesena donde había transcurrido las primeras dos horas de su intensa visita pastoral a la Región italiana de Emilia-Romaña, en el norte del país.
La primera actividad pública del Santo Padre en esta ciudad fue su visita al Centro Regional de acogida de via Mattei donde se encontró con los jóvenes norafricanos que aquí reciben alojamiento y servicios de atención tras desembarcar en las costas italianas.
Monseñor Matteo Maria Zuppi, Arzobispo de Bolonia, junto al Presidente de la mencionada Región, el Prefecto de esta ciudad y el alcalde recibieron a su llegada al Pontífice.
En el Centro Regional de acogida – que antiguamente era un lugar de detención en el que se procedía a la identificación y expulsión de los ciudadanos que ingresaban en Europa de modo ilegal – unos mil emigrantes huéspedes esperaban al Papa. Y lo hacán con sus sonrisas y manos extendidas, mientras con sus teléfonos celulares se fotografiaban con Francisco para enviar inmediatamente sus “selfis” a sus familias de origen.
El Santo Padre – llamándolos “queridos hermanos y hermanas” – los saludó cordialmente asegurándoles, ante todo, su cercanía. A la vez que les explicó que él mismo quiso que éste fuera el lugar de su primer encuentro en Bolonia; puesto que es el “puerto” de llegada de quienes proceden desde tan lejos con sacrificios que a veces ni siquiera ellos mismo logran relatar.
El Obispo de Roma destacó que muchos no los conocen y los temen, lo que les hace sentir que tienen el derecho de juzgarlos, haciéndolo con dureza y frialdad, creyendo que ven bien.
Sin embargo, el Papa dijo que “no es así”. Puesto que “sólo se ve bien con la cercanía que da la misericordia”. Sin la misericordia – añadió – “el otro permanece un extraño, incluso un enemigo”, que “no puede llegar a ser mi prójimo”.
Y lo mismo sucede – prosiguió diciendo Francisco – cuando se escriben frases e insultos terribles en internet. De manera que si vemos al prójimo “sin misericordia”, no percibimos su sufrimiento y sus problemas. A la vez que añadió: “Hoy veo sólo tantas ganas de amistad y de ayuda”.
Por esta razón el Santo Padre agradeció a las instituciones y a todos los voluntarios la atención y el esmero con que se ocupan de quienes son hospedados en este lugar.
Naturalmente Francisco afirmó que este fenómeno migratorio requiere una visión y una gran determinación en su gestión, con inteligencia y estructuras que no permitan la explotación que es más inaceptable aún, cuando se trata de personas pobres.
De ahí que el Papa haya manifestado que a su juicio “es verdaderamente necesario que un mayor número de países adopten programas de sustento privado y comunitario a la acogida y que abran corredores humanitarios para los refugiados que padecen situaciones difíciles, para evitar expectativas insoportables y tiempo perdido, que pueden ilusionar”.
“La integración comienza con el conocimiento” – dijo Francisco – y añadió que el contacto con el otro conduce a descubrir el ‘secreto’ que cada uno lleva consigo y también el don que representa, para abrirse a él a fin de acoger los aspectos válidos, aprendiendo así a quererse y venciendo el miedo, ayudándolo a insertarse en la nueva comunidad que lo recibe”.
Después de algunas consideraciones, el Santo Padre los definió “luchadores de esperanza”. Mientras recordó que algunos no llegaron por haber sido literalmente “engullidos” por el desierto o el mar… Algo que, los hombres no recuerdan – dijo – pero Dios conoce sus nombres y los recibe.
En cuanto a la Iglesia el Obispo de Roma afirmó que “es una madre que no hace distinción y que ama a cada hombre como hijo de Dios, es decir, a su imagen”. A la vez que recordó que desde siempre Bolonia ha sido una ciudad famosa por la acogida.
En efecto, Bolonia fue la primera ciudad en Europa, hace ya 760 años, que liberó a los siervos de la esclavitud – recordó el Pontífice – exactamente a 5.855. Muchísimos – dijo – y sin embargo – añadió – “Bolonia no tuvo miedo”. Puede ser – prosiguió explicando el Papa – que haya sido también por razones económicas, porque la libertad ayuda a todos y a todos conviene”. Pero “no tuvieron miedo de acoger a aquellas que entonces eran consideradas ‘no personas’ y a reconocerlas como seres humanos”. Por eso “¡escribieron en un libro los nombres de cada uno!” – exclamó – y añadió: “Cómo quiera que también sus nombres fueran escritos y recordados para encontrar juntos, como sucedió entonces, un futuro común”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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