(ZENIT – 1 abril 2018).- “Y yo, hoy, en esta Pascua 2018, ¿qué estoy haciendo?” Esta es la pregunta que hizo el Papa Francisco al celebrar la Misa del Domingo de Pascua el 1 de abril de 2018. Hablando de una abundancia de corazón en su homilía desde la Plaza San Pedro, el Papa subrayó que “los anuncios de Dios siempre son sorpresas… Dios te sorprende”.
Las sorpresas de Dios, ha añadido ante los 80.000 fieles presentes en la plaza decorada con flores de Holanda, “nos puso en el camino, de inmediato, sin esperar… Las sorpresas, las buenas nuevas se darán siempre así: apurado. Pero “el Señor también tiene paciencia para aquellos que no se apresuran tanto”, observó, dando el ejemplo de Santo Tomas.
“Y yo? preguntó el Papa. ¿Tengo mi corazón abierto a las sorpresas de Dios? ¿Puedo ir a toda prisa a las sorpresas de Dios? ¿Puedo apresurarme?”
Esta es nuestra traducción completa de la homilía que pronunció.
Homilía del Papa Francisco
Después de escuchar la Palabra de Dios de este pasaje del Evangelio, me nace decir tres cosas.
Primero: El anuncio, allí hay un anuncio: el Señor ha resucitado, ese anuncio que desde los primeros tiempos de los cristianos iba de boca en boca; era el saludo, el Señor ha resucitado. Y las mujeres allí que fueron para ungir el cuerpo del Señor, se encontraron ante una sorpresa, los anuncios de Dios son siempre sorpresas, porque nuestro Dios es el Dios de las sorpresas. Es así desde los inicio de la historia de la salvación, desde nuestro padre Abraham. Dios te sorprende: “deja tú tierra, ve”. Siempre hay una sorpresa detrás de otra. Dios no sabe hacer un anuncio sin sorprendernos. Y la sorpresa es lo que nos conmueve el corazón, lo que nos toca precisamente allí, donde no lo espera. Para decirlo en el lenguaje de los jóvenes: la sorpresa es un golpe bajo; tú no te la esperas. Y Él va y te conmueve, el primer anuncio hecho, sorpresa.
Segundo: La prisa. Las mujeres corren, van de prisa: “Pero, para decirnos ¡hemos encontrado esto!” las sorpresas de Dios nos ponen en camino, inmediatamente, sin esperar, y así corren para ver. Y Pedro y Juan corren. Los pastores, en la noche de Navidad, corren: “Vamos a Belén a ver lo que nos dijeron los ángeles”. Y la Samaritana, corre para decir a su gente: “Esto es una novedad: encontré a un hombre que me dijo todo lo que hice”. Y la gente sabía todo lo que ella había hecho. Y esa gente corre, deja lo que está haciendo, también el ama de casa deja las papas en la olla – las encontrará quemadas -pero lo importante es ir, corren, para ver esa sorpresa, el anuncio. También hoy sucede, en nuestros barrios, en nuestros pueblos, cuando sucede algo extraordinario, la gente corre a ver. Ir de prisa. Andres no perdió su tiempo y fue de prisa donde Pedro para decir: “Hemos encontrado al Mesías”. Las sorpresas, las buenas noticias, se dan siempre así: de prisa. En el Evangelio, hay uno que se toma un poco de tiempo; no quiere arriesgar. Pero el Señor es bueno y lo espera con amor.
El anuncio sorpresa, la respuesta apresurada y la tercera cosa que quisiera decirles hoy es una pregunta: “¿Y yo qué? ¿Tengo mi corazón abierto a las sorpresas de Dios? ¿Soy capaz de ir de prisa a las sorpresas de Dios? ¿Puedo ir a toda prisa o siempre con este coro? “Pero mañana veré, mañana, mañana?”. ¿Qué me dice la sorpresa? Juan y Pedro fueron corriendo hacía el sepulcro. El Evangelio nos dice de Juan: “Él creyó”. Pedro también: “Él creyó”, pero en cierto modo, con la fe un poco mezclada de remordimiento por haber negado al Señor.
El anuncio sorpresa, la carrera, ir corriendo, y la pregunta: “Y yo, hoy, en esta Pascua 2018, ¿qué estoy haciendo? ¿Qué estás haciendo? ”
© Traducción de Zenit, Raquel Anillo
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