La Palabra del Domingo:Sol y barro

<div id="siam"> <p><img alt="La Palabra del Domingo:Sol y barro " src="http://www.siame.mx/apps/aspxnsmn/thumbnails/10268.gif" border="0px" height="100" width="150" /></p> <p class="MsoNormal">¿Por qué buscas la amistad de alguien?</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Posiblemente porque percibes en esa persona ciertas cualidades que te atraen.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Y ¿qué se necesita para que esa persona acepte tu amistad?</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Supongo que se necesita que también ella encuentre en ti ciertas cualidades que aprecie.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">¿Y si esa persona descubre que no tienes esas cualidades, o que las tenías pero las perdiste?</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Lo más probable es que ya no te incluya en el selecto grupo de sus amigos.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Es una pena, pero así actúa la mayoría de la gente.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Y tal vez incluso los santos.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Me gusta leer biografías de santos, y cuando estoy leyendo alguna, y me maravillan las cualidades del personaje en cuestión, pienso: ‘¡si hubiera vivido en su tiempo, me hubiera encantado ser amiga suya!’, pero en seguida recapacito: ‘uy, pero ni de chiste me hubiera considerado su amiga, no califico!’</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Por ejemplo, me temo que para ser amiga de santazos como san Pablo o san Francisco de Asís o santa Teresa de Ávila o san Ignacio de Loyola, me falta osadía, desprendimiento, devoción, caridad, total disponibilidad.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Claro por su gran misericordia, los santos se compadecen de los pecadores y admiten en su compañía a cualquiera, especialmente a quienes menos toleran (por citar dos casos, santa Teresita del Niño Jesús trataba con más amor a la monja que peor le crispaba los nervios, al grado que ésta se preguntaba: ‘¿qué cualidades ve en mí esta niña, que me quiere tanto?’, y de san Francisco de Sales se decía que si alguien deseaba que él lo atendiera con esmero, antes debían criticarlo o atacarlo públicamente, pues él era más amable y afectuoso con sus enemigos que con sus amigos), pero la verdad es que de los amigos uno espera ser amado, no sólo tolerado o compadecido. Queremos que quien acepte nuestra amistad, no lo haga pensando que así logrará ser mártir o santificarse ejerciendo con nosotros la caridad y la paciencia en grado heroico, ja ja ja, sino porque sencillamente nos aprecia como somos y disfruta nuestra compañía.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Así pues, con toda la pena del mundo debo reconocer que aunque les tengo mucha admiración y devoción a todos los santos, pido y agradezco su intercesión y les encomiendo mis intenciones y las de mucha gente, no alcanzo del todo a sentirme amiga suya porque siento que para eso, como se dice popularmente, no doy ‘el ancho’.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Ah, pero esta falta de amigos terrenos o celestiales se ve compensada y con creces por la mayor amistad que puede haber, la del Señor.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">A diferencia de como se comportan las personas en este mundo, Jesús no busca nuestra amistad por nuestras cualidades, ni se aparta de nosotros por nuestros defectos.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Para Él todos damos ‘el ancho’, a todos nos considera Sus amigos, y no sólo nos tolera, sino nos valora y disfruta nuestra cercanía.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Prueba de ello es el Evangelio que se proclama este domingo en Misa (ver Lc 7, 36-8,3).</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Allí nos narra san Lucas que estando Jesús en casa de un fariseo que lo invitó a comer, entró una mujer “de mala vida”, que con sus lágrimas bañó los pies de Jesús y los ungió con perfume.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Al fariseo le pareció mal que Jesús permitiera que lo tocara una pecadora.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Pero Jesús no estaba prestando atención a lo que ella había sido o había hecho en el pasado, a sus defectos o pecados, sino a que lloraba arrepentida, y le demostraba mucho amor.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">¡Qué maravilla que para disfrutar de la cercanía de Jesús no tenemos que tener un expediente intachable, sino simplemente un corazón capaz de abrirse a Su perdón y a Su amor!</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Jesús dijo que nos considera Sus amigos (ver Jn 15, 15), y la buena noticia es que Su amistad no depende de nuestros méritos o cualidades, porque de ser así nunca la hubiéramos conseguido o ya la hubiéramos perdido, sino que es incondicional, gratuita, total.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Tenemos otra muestra de ello al final del Evangelio dominical.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Dice que acompañaban a Jesús, además de Sus doce discípulos, “algunas mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos...entre ellas iba María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, el administrador de Herodes; Susana y otras muchas, que lo ayudaban con sus propios bienes.” (Lc 8,2-3).</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">¡Qué grupito! Había en él había varias ex endemoniadas, y de una ellas había expulsado nada menos que ¡siete demonios! Siendo el siete un número que en la Biblia significa plenitud, podemos pensar que antes de conocer a Jesús, ella había estado completamente inmersa en el mal, había sido lo que se dice una mala persona, una tremenda pecadora. Y había otra cuyo marido trabajaba ¡para el odiado Herodes!</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Sin embargo Jesús las integró al círculo de Sus allegados.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Y allí estaban, sin duda alguna felices, sabiéndose plenamente aceptadas, acogidas.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Y la buena noticia es que así como Jesús las aceptó y acogió a ellas, nos acepta y acoge a nosotros.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">No importa qué tantos defectos tengamos, qué tantos pecados hayamos cometido, qué tan negro sea nuestro historial, con quiénes nos hemos relacionado, qué hayan hecho nuestros parientes...</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Jesús no espera de nosotros que seamos perfectos, espera solamente que le permitamos liberarnos de todo lo que venimos arrastrando, que le permitamos desterrar nuestra tiniebla con Su luz.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Decía bellamente la Primera Lectura que se proclamó este viernes pasado en Misa:</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">“El mismo Dios que dijo: ‘Brilla la luz en medio de las tinieblas, es el que ha hecho brillar su luz en nuestros corazones, para dar a conocer el resplandor de la gloria de Dios, que se manifiesta en el rostro de Cristo.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que esta fuerza tan extraordinaria proviene de Dios y no de nosotros mismos” (2Cor 4, 6-7).</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">¡Qué imagen tan sugerente!</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Somos vasijas de barro, pero vino a hospedarse en nuestro interior el sol que nace de lo alto.</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Resplandece en nuestra alma Aquel que vino a iluminar a los que vivimos en tinieblas y en sombras de muerte (ver Lc 1, 78-79).</p> <p class="MsoNormal"><span class="c2"> </span></p> <p class="MsoNormal">Y aunque somos cacharritos de barro, y podemos estar más o menos desportillados, tal vez incluso con algunas rajaduras de consideración, nuestras cuarteaduras, las que hacen que otros nos vean feo y nos critiquen, a Él no lo espantan ni lo alejan, al contrario; aprovecha cada rendija para irradiar Su luz, para alumbrar nuestro camino y el de quienes nos rodean, y recordarnos que cuando más fracturas tenemos, cuando más quebrantados estamos, tanto más se manifiesta Su gloria, tanto más se cuela y sale y brilla e ilumina a todos Su luz.</p> </div><img src="http://pixel.quantserve.com/pixel/p-89EKCgBk8MZdE.gif" border="0" height="1" width="1" /><img src="http://feeds.feedburner.com/~r/noticias_vaticanas/~4/C9DCWqpHwz8" height="1" width="1"/><img src="http://feeds.feedburner.com/~r/SIAMexico/~4/xvMibR-OAps" height="1" width="1"/>
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