Palabras del Papa a los jugadores de las Nacionales de Rugby de Argentina e Italia:
Queridos amigos Buenos días,
¡Veo con alegría que entre Italia y Argentina hay diversos encuentros deportivos! Esto es bueno, buena señal, señal también de una gran tradición que continua entre estas dos Naciones.
Les agradezco haber venido a saludarme, con la ayuda del Señor Embajador, y también por la iniciativa caritativa que han emprendido.
El rugby es un deporte muy simpático, y les digo por qué lo veo así: porque es un deporte duro, hay mucho desencuentro físico, pero no hay violencia, hay gran lealtad, gran respeto. Jugar rugby es fatigoso, no es un paseo, ¡no es un paseo! Y creo que esto sea útil también para templar el carácter, la fuerza de voluntad.
Otro aspecto que resalta es el equilibrio entre el grupo y el individuo. Están las famosas “cargas”, que a veces ¡causan gran impresión! Los dos equipos se enfrentan, dos grupos compactos, que en conjunto empujan uno contra otro y se balancean. Y después están las acciones individuales, las carreras ágiles hacia la “meta”. Precisamente, en el rugby ¡se corre hacia la “meta”! Esta palabra tan bella, tan importante, nos hace pensar en la vida, porque toda nuestra vida tiende a una meta; y esta búsqueda, búsqueda de la meta, es fatigosa, requiere lucha, empeño, pero lo importante es ¡no correr solos! Para llegar es necesario correr juntos, y el balón es pasado de mano en mano, y se avanza juntos, hasta que se llega a la meta. ¡Y entonces se festeja!
Quizás esta interpretación mía no es muy técnica, pero ¡es la manera en la que un obispo ve el rugby! Y como obispo les deseo poner en práctica todo esto también fuera del campo, ponerlo en práctica en su vida.
Rezo por ustedes, les deseo lo mejor. Pero también ustedes recen por mí, para que también yo, con mis colaboradores, hagamos un buen equipo y ¡lleguemos a la meta!
¡Gracias, y que el de mañana sea un hermoso partido!
Cada uno de nosotros tiene en el corazón muchas cosas y necesita fuerza para llevarlas adelante. Así que vamos a ponernos un instante en silencio y cada uno pida la bendición de Dios, antes que yo se la dé.
¡Gracias por la visita de todo corazón y que tengan un buen partido, eh!
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