Ciudad del Vaticano, 22 de junio 2014 (VIS).- A mediodía el Papa Francisco se asomó a la ventana de su estudio para rezar el tradicional ángelus dominical con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro. El Santo Padre recordó que hoy en en Italia y en muchos otros países se celebra la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, ''Corpus Domini, o Corpus Christi'' en la que la comunidad eclesial se reúne en torno a la Eucaristía para adorar el tesoro más precioso que Jesús le dejó.
San Juan narra en su evangelio el discurso sobre el "pan de vida", impartido por Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, cuando afirmó: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”. ''Jesús -explicó Francisco- dice que no vino a este mundo para dar algo, sino para darse a sí mismo, para dar su vida como alimento para los que tienen fe en Él. Esta comunión con el Señor nos compromete a nosotros, sus discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra existencia, de nuestros comportamientos, pan partido para los demás, como el Maestro partió el pan que es realmente su carne''.
''Cada vez que participamos en la santa misa y nos nutrimos con el Cuerpo de Cristo, la presencia de Jesús y del Espíritu Santo obra en nosotros, plasma nuestro corazón, nos comunica actitudes internas que se traducen en comportamientos conformes al Evangelio. En primer lugar, la docilidad a la Palabra de Dios, después la fraternidad entre nosotros, el coraje del testimonio cristiano, la fantasía de la caridad, la capacidad de dar esperanza a los que no la tienen, de acoger a los excluidos. De este modo, la Eucaristía hace que madure en nosotros un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo, recibida con el corazón abierto... nos transforma, nos hace capaces de amar, no según la medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios :sin medida''.
''Y entonces -subrayó el pontífice- llegamos a ser capaces de amar incluso a los que no nos aman, y esto no es fácil ... Porque si sabemos que una persona no nos quiere, también nosotros nos sentimos llevados a no quererla. ¡Pues no!. ¡Tenemos que ama incluso a los que no nos aman! Oponernos al mal con el bien, perdonar, compartir, acoger a los demás. Gracias a Jesús y su Espíritu, también nuestra vida se convierte en "pan partido" para nuestros hermanos. ¡Y viviendo así, descubrimos la verdadera alegría! La alegría de hacerse don, de devolver el gran don que nos dieron por primera vez, sin mérito de parte nuestra''.
Francisco concluyó su breve reflexión invitando a los fieles a recordar dos cosas. En primer lugar que ''la medida del amor de Dios es amar sin medida'' y que nuestra vida, ''con el amor de Jesús, recibiendo la Eucaristía, se hace don''.
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