Francisco dijo que “la esperanza cristiana engloba a toda la persona, pues no es un mero deseo, sino la plena realización del misterio del amor divino, en el que hemos renacido y en el que ya vivimos. Nosotros anhelamos la venida de Nuestro Señor Jesucristo, y Él se hace cada día más cercano a nosotros para llevarnos finalmente a la plenitud de su comunión y su paz”.
El Sucesor en la Cátedra de Pedro afirmó que “la Iglesia tiene la misión de mantener encendida la lámpara de esa esperanza, como signo seguro de la salvación. Debemos preguntarnos si de verdad somos testigos luminosos y creíbles de esa esperanza, si nuestras comunidades manifiestan la presencia del Señor y la espera ardiente de su venida, si no corremos el riesgo de agotar el aceite de nuestra fe y de nuestra alegría”. Para concluir pidiendo a “María Santísima, Madre de la esperanza, nos enseñe a gustar ya desde ahora del amor de Cristo que un día se nos manifestará en plenitud”.
jesuita Guillermo Ortiz, de la Radio del Papa
Texto completo del resumen de la catequesis del Papa en nuestro idioma:
En esta catequesis nos preguntamos por el destino final del pueblo de Dios. Qué tenemos que esperar. El Apocalipsis nos presenta dos imágenes: la esposa que espera a su Esposo, y esto nos habla del proyecto de comunión con la persona de Jesús que Dios ha trazado a lo largo de la historia, y la otra imagen, la Nueva Jerusalén, que evoca el lugar donde todos los pueblos se reunirán junto a Dios.
La esperanza cristiana engloba a toda la persona, pues no es la esperanza un mero deseo, o un optimismo, sino que es la plena realización del misterio del amor divino, en el que hemos renacido y en el que ya vivimos.
Nosotros deseamos, anhelamos, la venida de Nuestro Señor Jesucristo, y Él se hace cada día más cercano a nosotros para llevarnos finalmente a la plenitud de su comunión y su paz. Por ello, la Iglesia tiene la misión de mantener encendida la lámpara de esa esperanza, como signo seguro de la salvación. Debemos preguntarnos si de verdad somos testigos luminosos y creíbles de esa esperanza, si nuestras vidas, nuestras comunidades, manifiestan la presencia del Señor y esta espera ardiente de su venida; sino, corremos el riesgo de agotar el aceite de nuestra fe y perder la alegría.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Costa Rica, Argentina y otros países latinoamericanos.
Que María Santísima, Madre de la esperanza, nos enseñe a gustar ya desde ahora del amor de Cristo que un día se nos manifestará en plenitud. Muchas gracias.
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