REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
Si bien Francisco lo dijo refiriéndose al “exterminio terrible y sin sentido” que se abatió sobre el pueblo armenio, vale también para los que han vivido o viven situaciones de extremo sufrimiento.
“La fe cristiana… ha sido el estímulo que ha marcado el inicio del renacimiento del pueblo probado. Esta es su verdadera fuerza, que permite abrirse a la vía misteriosa y salvífica de la Pascua: las heridas que permanecen abiertas y que han sido producidas por el odio feroz e insensato, pueden en cierto modo conformarse a las de Cristo resucitado, a esas heridas que le fueron infligidas y que tiene impresas todavía en su carne. Él las mostró gloriosas a los discípulos la noche de Pascua (cf. Jn 20,20): esas heridas terribles de dolor padecidas en la cruz, transfiguradas por el amor, son fuente de perdón y de paz. Del mismo modo, también el dolor más grande, transformado por el poder salvífico de la cruz… puede ser una semilla de paz para el futuro”.
“La memoria, traspasada por el amor, es capaz de adentrarse por senderos nuevos y sorprendentes, donde las tramas del odio se transforman en proyectos de reconciliación, donde se puede esperar en un futuro mejor para todos…” @jesuitaguillo
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