jesuita Guillermo Ortiz
(RV).- (Con audio)
Se repiten por millones estas situaciones trágicas de seres que son personas humanas, como tu y como yo. Son seres humanos desesperados, que mueren o agonizan largamente en el camino a su sueño de vida. ¿Porque ellos habrían perdido este derecho?
José de Nazaret golpeó puertas en vano con su mujer embarazada de Jesús. El mismo Jesús que dice: “Vengan a mí benditos de mi Padre, porque estuve sin casa y me alojaron, enfermo y preso y me visitaron, desnudo y me vistieron”. Y Jesús no pregunta de qué partido político o de qué religión es el que necesita una mano porque está muriendo o agoniza.
Papa Francisco en su primer viaje fuera de Roma, conmovido por los últimos naufragios, visita Lampedusa. Así, Francisco, hace primero él lo que nos pide a todos y cada uno: salir de nosotros mismos para tocar la carne de Cristo en las llagas de nuestros hermanos; ir a las periferias geográficas y también existenciales llevando el amor de Cristo; encontrarnos con Cristo y reconocerlo en el hermano que sufre. En su homilía del 3 de julio, el Obispo de Roma dijo: “Debemos tocar las llagas de Jesús, debemos acariciar las llagas de Jesús, debemos curar las llagas de Jesús con ternura, debemos besar las llagas de Jesús, y esto literalmente. Pensemos en lo que le sucedió a San Francisco, cuando abrazó al leproso. Lo mismo que a Tomás: ¡su vida cambió!”.
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