jesuita Guillermo Ortiz
(RV).- (Con audio)
Hace mucho que trabaja para ganarse el pan y vivir dignamente, pero el mercado del pueblo le roba hasta la vida y no encuentra en ninguno la solución a sus problemas. Arriesga agonizar de desesperanza.
Pero ya en el umbral del Santuario escucha la Voz de Francisco. Y además de entender claramente lo que el Obispo de Roma dice –porque usa su propio lenguaje, como uno más de su gente-, la Voz y las palabras de Francisco resucitan en él la esperanza para seguir adelante; para luchar con la luz y la fuerza de la fe en el amor de Jesús que vence el mal, la muerte y nos llena de Vida plena.
El milagro del santuario es que entran todos, sean quienes sean, como sean y cuantos sean. Por eso, aquellos que ayudan a Francisco tienen muchísimo trabajo y son uno con Francisco en el sacrificio por los sufrientes como él. Pero se los ve felices y contentos, porque aunque desgastan la propia vida por los demás, en ves de perder su vida la ganan, se llenan cada vez más con la alegría del amor de Dios. Y ver tan contentos a los ayudantes de Francisco, ayuda también a fortalecer la esperanza.
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