El Obispo de Roma celebra la Misa en el camposanto de la capital italiana

(RV).- (Con audio) La tarde del viernes 1 de noviembre, en la Solemnidad de Todos los Santos, el Papa Francisco celebra la Santa Misa en el ingreso del Cementerio Monumental del Verano (el más grande y antiguo camposanto de la capital italiana), ceremonia a la que sigue una oración por los difuntos y la bendición de las tumbas. Concelebran con el Pontífice el Cardenal Vicario Agostino Vallini, el Arzobispo Filippo Iannone, Vicegerente de la diócesis de Roma, los Obispos Auxiliares y el Párroco de San Lorenzo Extramuros, Padre Armando Ambrosi. (RC-RV)



Homilía completa del Papa ( Audio de la crónica radial):





A esta hora, antes del atardecer en este cementerio nos recogemos. Pensamos en nuestro futuro, pensamos en todos aquellos que se nos fueron. Todos aquellos que nos han precedido en la vida y están en el Señor.



Es tan linda aquella visión del Cielo que hemos escuchado en la primera lectura. El Señor Dios, la belleza, la bondad, la verdad, la ternura, el amor pleno. Nos espera eso. Y aquellos que nos han precedido, y han muerto en el Señor, están allá. Y proclaman que fueron salvados no por sus obras, hicieron obras buenas, pero fueron salvados por el Señor. La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono. Y Él es quien nos salva y es Él que nos lleva como un Papá, de la mano, a la fin de nuestra vida, justamente a aquél cielo, donde están nuestros antecesores.



Uno de los ancianos, hace una pregunta, ¿Quiénes son estos vestidos de blanco, estos justos, estos santos que están en el cielo? Son aquellos que vienen de las grandes tribulaciones y han lavado sus vestimentas, haciéndolas cándidas en la Sangre del Cordero. Solamente podemos entrar en el cielo, gracias a la sangre del Cordero. Gracias al Sangre de Cristo, y justamente es la Sangre de Cristo que nos has justificados y nos ha abierto la puerta del Cielo, y si hoy recordamos a estos nuestros hermanos y hermanas que nos han precedidos en la vida y que están en el cielo, es porque fueron lavados en la Sangre de Cristo, Y esta es nuestra esperanza, la esperanza de la sangre de Cristo. Y esta esperanza no desiluciona. Si andamos por la vida con el Señor, Él no nos desilusionan nunca. Él no desilusiona nunca.



Juan decía a sus discípulos “vean cuánto amor nos ha tenido el Padre para ser llamados hijos de Dios”. Lo somos, por eso el mundo no nos conoce. Somos hijos de Dios. Pero eso que seremos no fue todavía revelado, ¡de más! Cuando Él será manifestado, seremos similares a Él porque lo veremos como Él es. Ver a Dios, ser similares a Dios, y ésta es nuestra esperanza. Y hoy, justamente, en el día de los santos, antes del día de los muertos, es necesario pensar un poco en la esperanza. Esta esperanza que nos acompaña en la vida. Los primeros cristianos diseñaban la esperanza con un ancla, como si la vida fuera el ancla, allá arriba, y todos nosotros vamos, teniendo la cuerda. Una bella imagen, esta esperanza. Tener el corazón anclado allá, donde están los nuestros, donde están nuestros antepasados, donde están los santos, donde está Jesús, donde está Dios. Y ésta es la esperanza, ésta es la esperanza que no desilusiona, y hoy y mañana son días de esperanza.



La esperanza es como la levadura que te hace crecer el alma. Hay momentos difíciles en la vida, pero con la esperanza, el alma va adelante, va adelante… Mira aquello que te espera.

Hoy es un día de esperanza. Nuestros hermanos y hermanas están en la presencia de Dios. También nosotros, estaremos allí, por pura gracia del Señor, si nosotros caminamos en la vía de Jesús.



Y concluye el apóstol: “Quien tenga esperanza en Él, se purifica a sí mismo”. También la Esperanza te purifica, te aligera, te hace andar rápido, rápido, esta purificación de la Esperanza en Jesucristo.



En este pre-atardecer de hoy, cada uno de nosotros, puede pensar en el atardecer de su vida. ¿Como será mi atardecer? El mío, el tuyo, el tuyo, el tuyo, el tuyo…¡todos tendremos un atardecer, todos! Lo miro con esperanza, lo miro con aquella alegría de ser recibido por el Señor? Esto es lo cristiano y esto nos da paz.



Hoy es un día de alegría, pero de una alegría serena, de una alegría tranquila, de la alegría de la paz. Pensemos en el atardecer de tantos hermanos y hermanas que nos han precedido, pensemos en nuestro atardecer cuando vendrá, y pensemos en nuestro corazón y preguntémonos. ¿Dónde está anclado mi corazón? Si no está bien anclado, anclémoslo allá, arriba, sabiendo que la esperanza no desilusiona, porque el Señor Jesús no desilusiona.



(Traducción del italiano: Mariana Puebla -Radio Vaticano)







November 01, 2013 at 10:01AM
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