(RV).- También el último miércoles de septiembre miles de fieles y peregrinos se dieron cita en la Plaza de San Pedro para participar en la Audiencia General del Papa Francisco. Mediante la lectura de un pasaje del Evangelio de San Lucas – que relata el episodio de los dos ladrones crucificados junto a Jesús y que se dirigen a él con actitudes opuestas – el Santo Padre meditó en su catequesis sobre el perdón en la cruz.
Hablando en italiano, el Papa Bergoglio explicó que las palabras que el Señor pronuncia durante su Pasión encuentran su culmen en el perdón. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34), tal como leemos en el Evangelio. Francisco destacó que no se trata sólo de palabras, puesto que se convierten en un acto concreto en el perdón ofrecido al llamado “buen ladrón”.
De las actitudes opuestas con las que los dos ladrones se dirigen a Jesús el Obispo de Roma recordó que “uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: ‘¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros’. Y añadió que, como los jefes del pueblo, estaba impulsado por la desesperación. De hecho, este grito – dijo el Papa – testimonia la angustia del hombre frente al misterio de la muerte y la trágica conciencia de que sólo Dios puede ser la respuesta liberadora.
Por esta razón – prosiguió diciendo el Papa – es impensable que el Mesías, el enviado de Dios, pueda estar en la cruz sin hacer nada para salvarse; mientras es, precisamente Jesús, quien nos ha salvado permaneciendo en la cruz, porque allí realiza su don de amor, del que brota para siempre nuestra salvación.
Además, el Pontífice destacó que Jesús, al morir en la cruz, inocente entre dos criminales, atestigua que la salvación de Dios puede alcanzar a cualquier hombre, independientemente de su condición, incluso de la más negativa y dolorosa. Por eso este Jubileo es un tiempo de gracia y de misericordia para todos, buenos y malos, para los que están sanos o para los que sufren, puesto que nada puede separarnos del amor de Cristo. (Cfr. Rm 8, 39).
Del llamado “buen ladrón”, el Santo Padre dijo que sus palabras son un modelo maravilloso de arrepentimiento, una catequesis concentrada para aprender a pedir perdón a Jesús. Y, además, declara la inocencia del Hijo y de Dios y confiesa abiertamente su propia culpa, convirtiéndose – así – en testigo de la Gracia.
Francisco concluyó su catequesis recordando que “desde el inicio y hasta el final de su vida Jesús se ha revelado Misericordia, encarnación definitiva e irrepetible del amor del Padre”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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