(RV).- Una atmósfera marcada por cantos en lengua aramea abrió el paso a la Oración del Papa por la Paz, durante el encuentro con la Comunidad Asirio-Caldea en la Iglesia de San Simeón Bar Sabas de Tiflis, última cita del Pontífice en su primer día de visita a Georgia. En la Iglesia dedicada al santo copto de la segunda mitad del siglo X, Francisco, acompañado por el Patriarca de Babilonia de los Caldeos y por el párroco, se dirigió en procesión hacia la capilla del Santísimo Sacramento, entre centenares de fieles de la diáspora asirio-caldea, para luego orar ante la Cruz que “rescata al hombre del fracaso y de la muerte”.
El Papa elevó su oración a la Cruz de Cristo “que nos libra del pecado, origen de toda división y de todo mal” y con su gloriosa pasión “vence la dureza de los corazones, prisioneros del odio y del egoísmo” liberando a las “víctimas de injusticia y opresión”. A la Cruz de Jesús el Santo Padre encomendó “los sufrimientos de tantas víctimas inocentes: los niños, los ancianos, los cristianos perseguidos” y las heridas de “las personas abusadas, despojadas de su libertad y dignidad” sin olvidar a “los exiliados, los refugiados y quienes han perdido el gusto por la vida” para que experimenten “la estabilidad” del Reino.
El Vicario de Cristo rezó para que los pueblos en guerra “aprendan el camino de la reconciliación, del diálogo y del perdón” y dirigió un pensamiento especial por aquellos pueblos “desfallecidos por las bombas” como Iraq y Siria pidiendo al Señor que arranque “de la devastación” a estos países.
Y a María, “Reina de la Paz”, se encomendó finalmente el Pontífice: “alcánzanos de tu Hijo el perdón de nuestros pecados”– dijo – “sostén nuestra fe y nuestra esperanza” y enséñanos “la majestad del servicio y la gloria del amor”.
(MCM-RV)
A continuación el texto completo de la Oración del Santo Padre por la Paz:
Francisco en tierra georgiana,
Señor Jesús,
adoramos tu cruz,
que nos libra del pecado, origen de toda división y de todo mal;
anunciamos tu resurrección,
que rescata al hombre de la esclavitud del fracaso y de la muerte;
esperamos tu venida gloriosa,
que realiza el cumplimiento de tu reino de justicia, de gozo y de paz.
Señor Jesús,
por tu gloriosa pasión,
vence la dureza de los corazones, prisioneros del odio y del egoísmo;
por el poder de tu resurrección,
arranca de su condición a las víctimas de la injusticia y de la opresión;
por la fidelidad de tu venida,
confunde a la cultura de la muerte y haz brillar el triunfo de la vida.
Señor Jesús,
une a tu cruz los sufrimientos de tantas víctimas inocentes:
los niños, los ancianos, los cristianos perseguidos;
envuelve con la luz de la Pascua a quienes se encuentran profundamente heridos:
las personas abusadas, despojadas de su libertad y dignidad;
haz experimentar la estabilidad de tu reino a quienes viven en la incertidumbre:
los exiliados, los refugiados y quienes han perdido el gusto por la vida.
Señor Jesús,
extiende la sombra de tu cruz sobre los pueblos en guerra:
que aprendan el camino de la reconciliación, del diálogo y del perdón;
haz experimentar el gozo de tu resurrección a los pueblos desfallecidos por las bombas:
arranca de la devastación a Iraq y Siria;
reúne bajo la dulzura de tu realeza a tus hijos dispersos:
sostén a los cristianos de la diáspora y concédeles la unidad de la fe y del amor.
Virgen María, reina de la paz,
tú que estuviste al pie de la cruz,
alcánzanos de tu Hijo el perdón de nuestros pecados;
tú que nunca dudaste de la victoria de la resurrección,
sostén nuestra fe y nuestra esperanza;
tú que has sido constituida reina en la gloria,
enséñanos la majestad del servicio y la gloria del amor.
Amén.
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