(ZENIT – Roma).- Bajo el brazo, sor Rosemary Nyirumbe, religiosa ugandesa nombrada “Heroína del año” por la cadena de televisión americana CNN, durante su visita este miércoles a la oficina de prensa del Vaticano, llevaba un bolso hecho de anillas de latas trenzadas con tela. Algunas estrellas de Hollywood las han comprado por beneficencia llegando incluso a pagar 5 mil euros. Casi como una it-bag de Chanel o Hèrmes, si no fuera porque este bolso realizado con materiales reciclados tiene en realidad un valor inestimable.
Detrás de cada costura, cada anilla pintada en dorado o plateado, cada hilo anudado, hay una historia de rescate, de dignidad robada, una historia de lágrimas y sangre. La historia de las más de dos mil mujeres salvadas por la religiosas a través de la educación y del trabajo; niñas y jóvenes que han sufrido violaciones, mutilaciones, abusos por parte del grupo terroristaLRA, Ejército de Resistencia del Señor.
Se trata de la sanguinaria milicia que desde 1986, animada por una mezcla sincrética de misticismo tradicional africano, nacionalismo Acholi y fundamentalismo cristiano, devasta el norte de Uganda, Sudán del Sur, Congo y República Centroafricana. Guiada por Joseph Kony, auto proclamándose “medium de Dios”, es una entre las organizaciones terroristas más peligrosas en el mundo según el Departamento de Estado de Estados Unidos. Por su causa se cuentan 30 mil muertos, 100 mil menores esclavos, más de dos millones de refugiados.
La mayor parte de las víctimas son mujeres que, después de haber sido vendidas como botines de guerra, son adiestradas por soldados y obligadas a destruir sus pueblos y matar padres, hermanos, amigos y vecinos. Ninguna debe de hecho mantener las raíces, unidos, afectos: solo solo mercancía de intercambio en las manos de los milicianos. Mujeres invisibles.
Tanto que, hasta hace algún tiempo, pocos estaban al corriente de tales tragedias. Ni siquiera sor Rosemary sabía que esas jóvenes estudiantes que asistían en el 2001 a la escuela que dirigía, el instituto Santa Mónica en Gulu, epicentro de la violencia, llevaran estos pesos sobres sus hombros.
Hasta que, un día, preguntó a una chica por qué no la miraba nunca a los ojos. “Era una comandante”, reveló la joven contando su historia. A otra, Sharon, le preguntó una vez: “¿quieres decirme qué ha sucedido cuando vivías en el bosque?”. “No puedo, no me perdonarías nunca”. “¿Por qué necesitarías mi perdón?”. “Porque me obligaron a asesinar a mi hermana”, murmuró Sharon.
Lentamente suor Rosemary ha descubierto uno a uno los dramas de las chicas del instituto. Ella, que a los 15 años expresó su deseo de hacer monja para dedicarse a los pobres, arriesgó todo y salió de la escuela para ir a buscar chicas por la sabana, para correr la voz, poner anuncios en las radios locales. “Venid aquí, a Santa Mónica hay sitio para las que quieren empezar a vivir. Venid como sois, nadie os juzga”.
A su puerta han llamado en estos años miles de madres, mujeres embarazadas, niñas soldado, adolescentes secuestradas que huyeron o fueron liberadas. Entre ellas también una de las 60 mujeres del terrible Kony. Todas han sido recibidas con afecto, les han dado bienes de primera necesidad y sobre todo un rayo de esperanza en ese género humano que les ha saqueado de toda inocencia. Aprendiendo a coser, cocinar, leer, muchas han conseguido reinsertarse en la sociedad.
Los detalles de esta historia de horror y renacimiento son todas narradas en el libro titulado “Rosemary Nyirumbe. Coser la esperanza. La mujer que devuelve dignidad a las niñas soldado”. Publicado en Estados Unidos hace tres años, el volúmen sale ahora en Italia y será presentado en varios encuentro en distintas ciudades de Italia.
“Así nadie tiene la excusa para decir ‘no sabía nada de lo que sucede en Uganda’”, dice la hermana. “Todos deben hacer algo porque no pueden existir todavía ciertas situaciones. Es necesario tener una visión de conjunto y prevenir tales crímenes, el pasado es pasado pero hay un futuro de esperanza. Es lo que digo siempre a mis chicas para ayudarles a no sentirse víctimas sino victoriosas”.
Acompañando a la religiosa estaba el director de EMI, editorial que publica el libro, Lorenzo Fazzini, que ha explicado: “Escuchamos muchas historias de misioneras, pero así no nos había pasado nunca. Sor Rosemary no viene del occidente rico, no tiene organizaciones que la financian, ha hecho todo sola, en el lugar, a pesar de las amenazas de emboscadas y ataques”.
Actualmente la obra de la religiosa es apoyada por el abogado estadounidense Reggie Whitten, fundador de la asociación no gubernamental Pros for Africa, y recibe el ánimo del ex presidente Bill Clinton, y en particular, de la hija Chelsea, que ha viajado a Uganda para encontrarla. Para exportar sus bolsos, vendidos como artesanía de lujo, se ha creado también la empresa Sister United, que ha implicado a personajes famosos del cine y la televisión.
“Aprendí yo misma a coser para enseñarlo a las chicas”, explica sor Rosemary, “realizando estos bolsos con material reciclado transforman la basura en algo bonito. En el fondo es el trabajo que hacemos con ellas: cosemos una vida tirada y la hacemos algo bonito”.
Esta obra ha sido de inspiración para cientos de voluntarios. No es una casualidad que el Time Magazine incluyó a sor Rosemary, en el 2014, entre las cien personalidades más influyentes del mundo. Y la archidiócesis de Cracovia le entregará el 17 de octubre, el premio ‘Juan Pablo II’. Pero si le preguntan a ella dónde encuentra las fuerzas para hacer esto, responde: “De Dios, de la oración y de mi comunidad que me anima. ¡Ah, sí, también del café!”
Publicar un comentario