Gracias por la paz de Dios que gozan los humildes pastores con el niño, María y José en el Pesebre

REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz

Sí, primero nos contemplamos al niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre, después miramos a sus padres. Y vemos a los pastores que dialogan con José y con María que tiene a Jesús en su regazo.

Es curioso, pero unos humildes y pobres pastores son los que refieren a María y José, lo que los ángeles mismo les han dicho del niño: que es el Salvador, príncipe de la paz. Y María y José -que saben de ángeles-, continúan asombrándose y María “guardaba todas estas cosas en su corazón”.

Esto lo dice la escritura y lo creemos vos y yo. Por eso -más allá de lo que nos hubiera pasado durante el año, si gozoso o doloroso y más allá todavía del misterio de las tragedias y el negocio de la guerra, la comunidad católica dice: “Gracias a Dios”; Te Deumn Laudamus: “A ti Señor te alabamos”. Porque a pesar de todo y aunque el mundo se estuviera cayendo, hay un Dios y hay un lugar; un espacio que es un hogar seguro, el regazo de la Madre de Dios que abraza en su corazón al príncipe de la paz, Jesucristo nuestro Señor.

Por eso decimos gracias, porque, aunque amputados por la vida y el mal, en el regazo de la madre de Dios hay lugar para nosotros y ahí, todavía podemos ser sanados, curados del mal y revitalizados por la Vida nueva del príncipe de la paz dispuesto a derramar su misericordia sobre el porvenir. @jesuitaGuillo


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