(RV).- El programa «Tu palabra me da Vida» de esta semana tiene un título inspirado en el pasaje del Evangelio según San Juan : "Jesús, puesto en pie ante la muchedumbre, gritó: Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba" (Juan 7, 37). Es por ello, que Monseñor Fernando Chica Arellano -observador permanente de la Santa Sede ante los organismos de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación en Roma-, ha llamado a este sexto programa: "Quien tenga sed, que venga a mí".
Su Santidad Benedicto XVI, al clausurar el Año Sacerdotal, el 11 de junio de 2010, comentó este pasaje diciendo: “En la fe bebemos, por así decir, del agua viva de la Palabra de Dios. Así, el creyente se convierte él mismo en una fuente, que da agua viva a la tierra reseca de la historia. Lo vemos en los santos. Lo vemos en María que, como gran mujer de fe y de amor, se ha convertido a lo largo de los siglos en fuente de fe, amor y vida. Cada cristiano y cada sacerdote deberían transformarse, a partir de Cristo, en fuente que comunica vida a los demás”.
Tenemos sed, mucha sed de palabras verdaderas, de gestos que susciten esperanza, sed de consuelo, de promesas que se cumplan. Todo ello lo encontramos en Jesús. Jesús y su Palabra son el agua viva que buscamos. Entonces, ¿qué tenemos que hacer? Los discípulos de Emaús nos enseñan a dejarnos acompañar por Cristo, a explicarle a él lo que nos ocurre, pero, sobre todo, nos enseñan a escucharlo. Por lo tanto, ¿tienes sed de verdad? ¿tienes sed de plenitud?, entonces, sencillamente, escucha la Palabra de Cristo, sabiendo que, en el lenguaje bíblico, escuchar significa adherirse plenamente, obedecer, acoger, no poner impedimentos. Es como si nos dejásemos guiar por Dios llevados de su mano. Nos podemos fiar de Él al igual que un niño se abandona en los brazos de la madre y se deja llevar por ella. El cristiano es una persona guiada por el Espíritu Santo.
Pregúntate a este respecto: ¿Qué lugar ocupa la Palabra de Dios en mi vida? ¿Puedo decir con el salmo 118: “Tu Palabra me da vida, confío en Ti, Señor. Tu Palabra es eterna, en ella esperaré”? La Palabra de Cristo no solo te sacia. Te convierte también en manantial, de modo que, lleno del Señor, tú puedes consolar a los necesitados. Los que se llenan del Señor son personas que traducen su fe en obras. Son personas de una fe viva y operante. Son personas que ponen en práctica las obras de misericordia.
A este respecto nos dijo el Papa Francisco en la audiencia del miércoles 12 de octubre de 2016: “No es suficiente haber experimentado la misericordia de Dios en nuestra vida, debemos ser su signo e instrumento a través de pequeños gestos concretos. Estos tienen valor a los ojos del Señor, hasta el punto de ser el criterio sobre el que seremos juzgados. La Iglesia ha llamado a estos pequeños gestos «obras de misericordia corporales y espirituales», que tocan las exigencias más importantes y esenciales de las personas”.
Déjate conmover las entrañas, y desde lo más profundo de tu ser escucha que el Dios de misericordia y fuente de todo consuelo te dice: “Ve y haz tú lo mismo”; “con la misericordia con la que has sido tratado trata tú a los demás”. Así serás un manantial que beneficie a los demás, aunque sea solo un poquito. En medio del desierto, un pequeño manantial es mucho. No olvides lo que decía Madre Teresa de Calcuta: "A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota".
Confía. Lo poquito que hagas, Dios se encarga de perfeccionarlo y completarlo. Tú pon de tu parte. Dios se encargará del resto.
(Mireia Bonilla para RV)
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