(RV).- Con motivo de la fiesta litúrgica de San Esteban, la Plaza de San Pedro volvió a acoger a varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países para un nuevo encuentro con el Papa Francisco a la hora del Ángelus.
Ante todo el Santo Padre afirmó que la alegría de la Navidad también en esta ocasión colma nuestros corazones, mientras la liturgia invita a celebrar el martirio del primer mártir, quien con su sacrificio – dijo – nos ha dejado un testimonio glorioso, puesto que padeció por amor a Jesucristo. Martirio que – añadió – sigue estando presente en la historia de la Iglesia a partir de Esteban y hasta nuestros días.
El Papa Bergoglio se refirió a la contraposición que existe entre la mentalidad del Evangelio y la mentalidad mundana. Y reafirmó que “seguir a Jesús quiere decir seguir su luz, que se ha encendido en la noche de Belén, y abandonar las tinieblas del mundo”.
Del diácono Esteban protomártir el Obispo de Roma destacó obedeciendo al Señor, que es vida y luz para todo hombre, él mismo se convirtió en víctima del misterio de la iniquidad presente en la tierra, si bien ha vencido en Cristo.
De la misma manera – prosiguió Francisco – también hoy la Iglesia, para testimoniar la luz y la verdad de Jesús experimenta en tantos lugares duras persecuciones hasta la suprema prueba del martirio. Y dirigió su pensamiento de padre a los numerosos hermanos y hermanas que en la fe padecen atropellos y violencia, y que son odiados a causa de Jesús. Por esta razón, el Pontífice invitó a pensar en ellos a sentirlos cerca con nuestro afecto, nuestra oración y también con nuestro llanto.
Sí, porque a pesar de las pruebas y de los peligros – dijo el Papa – ellos testimonian con valor su pertenencia a Cristo y viven el Evangelio comprometiéndose en favor de los últimos, haciendo el bien a todos sin distinción y testimoniando la caridad en la verdad.
Francisco sugirió renovar la gozosa y valerosa voluntad de seguir fielmente al Hijo de Dios, viviendo con perseverancia según la mentalidad evangélica y rechazando la de los dominadores de este mundo. Y concluyó dirigiendo su oración a María Santísima, Reina de los mártires, para que nos guíe y sostenga en nuestro camino de seguimiento de Jesucristo – testigo fiel de Dios Padre – a quien contemplamos en la gruta del pesebre.
Después de rezar a la Madre de Dios, en el clima de alegría cristiana que promana de la Navidad, el Santo Padre saludó y agradeció la presencia de tantos fieles, romanos y peregrinos procedentes de diversas naciones, para renovarles sus deseos de paz y serenidad.
El Papa les deseó a todos ellos y a sus familias, que transcurran días de alegría y fraternidad, especialmente a quienes se llama Esteban o Estefanía.
También recordó que durante las últimas semanas recibió numerosos mensajes de todo el mundo, y dado que no es posible responder a cada uno, el Obispo de Roma expresó en esta ocasión su agradecimiento de corazón, especialmente – dijo – “por el don de la oración”, y por quienes pidió que el Señor les recompense con su generosidad.
¡Feliz fiesta! – concluyó diciendo Francisco – y “por favor – añadió – no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta la vista”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).
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