(ZENIT – Madrid).- La vida del padre Ignacio Mª Doñoro cambió hace unos veinte años al ver morir a niños por desnutrición en las montañas de Panchimalco (San Salvador). Algunos de estos pequeños eran vendidos para traficar con sus órganos. En Bogotá, vio también a muchos menores vagando por las calles, drogándose con pegamento. Conoció a chicos que se ganaban la vida ingiriendo gasolina, para luego encenderla en sus bocas, y así poder llamar la atención y pedir unas monedas en los semáforos. Sufrió lo indecible al entrar en contacto con estos niños sometidos a abusos de todo tipo. Al conocer estas situaciones de extrema miseria moral y material, a este sacerdote español no le quedó otra opción que pedir una excedencia como capellán militar y fundar en la selva peruana el Hogar Nazaret para vivir pobre entre los pobres. En esta entrevista con ZENIT, el padre Ignacio comparte su testimonio vital y recuerda a los lectores que “Dios está en los niños crucificados”.
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¿Cómo surge su vocación misionera?
— P. Ignacio Mª Doñoro: Siendo capellán militar fui destinado al cuartel de Inchaurrondo de la Guardia Civil. Aquellos guardias civiles vivían con la constante amenaza de la banda terrorista ETA, llevando el honor hasta las últimas consecuencias. El principio de cumplimiento del deber de un guardia civil limita la propia voluntad como una necesidad moral; moral que debe ser interiorizada como propia. Con un pequeño grupo creamos Anaitasun Eusko Elkartea y nos presentábamos en los ayuntamientos guipuzcoanos simpatizantes de ETA, pidiendo subvenciones con el fin de crear hogares para los niños de San Salvador. Esto nos obligaba a visitar viudas, reunirnos a cenar, salir a respirar otros aires…Y de paso, salvar vidas, dando a ese dinero, un noble destino. Cuando ves a un niño realmente crucificado te olvidas de ti mismo. Ahí creo que Dios marcó un antes y un después. La parroquia del cuartel de Inchaurrondo se convirtió en una parroquia misionera.
¿Para usted es lo mismo ser sacerdote que ser misionero?
— P. Ignacio Mª Doñoro: Siempre rezaba pidiendo ser un sacerdote santo, lo predicaba… en el fondo no me lo creía. O santos o muertos me repetía con frecuencia. Pasaban los años y me aburguesaba… Quizás estaba demasiado apegado a la lealtad de la Guardia Civil, les quería demasiado, y si me iba de misionero era como traicionarles…
La generosidad y bondad de mi obispo Mons. José María Yanguas Sanz, al que casi no conocía por haber estado ejerciendo el ministerio sacerdotal en el Arzobispado Castrense, me animó… Cuando un obispo ama de esa manera a sus sacerdotes, y es padre, qué fácil es decir que sí.
¿Qué es lo primero que pensó cuando llegó a Perú?
— P. Ignacio Mª Doñoro: Dios mío que he hecho… No podré acostumbrarme a vivir en esta precariedad y todavía peor, jamás podré tomar distancia ante el dolor. La sangre de los niños crucificados, la sangre de Cristo caía sobre mi cabeza. O salía corriendo o me quedaba junto a la cruz a los pies de Jesús… Y en la cruz siempre está María, teniendo a tu Madre al lado pierdes el miedo, no hay mejor compañía.
¿Se ha sentido en algún momento desilusionado, con ganas de abandonar?
— P. Ignacio Mª Doñoro: Todas las noches, después de rezar completas decía: Señor, mañana me voy. Cuando quieres claudicar, Dios calla… Al día siguiente, sentía su respuesta: tú te vas, pero yo me quedo aquí.
Contaré una pequeña anécdota: llevaba tan solo tres meses en Puerto Maldonado y consideraba la posibilidad de cerrar el Hogar Nazaret, al no poder soportar el sufrimiento de los niños. En veinte años había recorrido países fundado casas de rescate en situaciones arriesgadas… Pero es muy diferente ayudar desde España consiguiendo recursos, o pasar temporadas conviviendo en situaciones límite… Ahora compartía su misma suerte, siendo uno de ellos. No estaba preparado ante tanto padecimiento.
Una noche llegó Tarek de la mano de una mujer policía. El psicólogo del juzgado revela que nunca había visto un paciente tan dañado, con tan solo cinco años, lo habían utilizado para prácticas sadomasoquistas de sexo y sangre.
Pasaría una noche con nosotros. Los médicos habían decidido enviarle al día siguiente a un hospital para niños en Lima, donde fuera tratado por psiquiatras. Cuando se fueron los del juzgado, empezó a berrear. Pasaban las horas y no sabiendo que hacer, desperté a las dos de la madrugada a la vendedora de helados, le metí al niño un helado de chocolate en la boca y se calló.
Al día siguiente no vinieron a recogerlo. Pasaban los días, alargaba su estancia por la complicada burocracia. Un día le llevé al jardín de infancia cantando y bailando, y desde entonces me obligaba a hacer lo mismo cada día. Vitaminas, medicinas para los parásitos y muchísimo afecto cambiaron su aspecto físico. Recibió el bautismo, celebramos el día de su cumpleaños… Se sentía querido.
A los cuatro meses vinieron para trasladarlo al hospital. Estaba irreconocible, parecía un niño normal. La agente que lo había traído, lloró. El psicólogo no daba crédito al cambio. Preguntaron a Tarek si quería quedarse, o irse con ellos “a una casa más chévere”, su respuesta fue: “¿Quién me va a llevar al jardín de infancia cantando? Tengo que cuidar del padre Ignacio, los niños son muy traviesos”.
Yo no había hecho nada, solo quererle, sabiendo que una noche, o dos, el tiempo que fuera, tenía el privilegio de cuidar del Niño Jesús. Cómo cerrar el Hogar Nazaret, cuando Dios mostraba su voluntad con tanta fuerza. Los niños son sus predilectos, y Él, realizaría incontables milagros. Tarek estuvo un año, hasta que el juez le dio la custodia provisional a su tía. Viene con frecuencia a visitarnos, le siguen gustando los helados de chocolate.
¿Por qué decidió dedicar su vida al Hogar Nazaret?
— P. Ignacio Mª Doñoro: Sin ninguna duda, Dios está en los niños crucificados. Es Dios el que vive en la calle aterrado de miedo, es el mismo Dios el que trabaja de esclavo… Han abusado sexualmente de Él… No puedo mirar a otro lado. El Hogar Nazaret es su casa. Jesús vuelve dos mil años después a su hogar. Es una obra de misericordia de la Iglesia, que intenta restituir a los niños más pobres de entre los pobres, los derechos que les han sido vulnerados: derecho a la identidad, a la salud, a la familia, derecho a sentirse especiales y ser amados.
Por encima de las circunstancias adversas vividas, su verdadera familia no es la que les viene dada por su nacimiento, sino la que ellos, libremente, eligen. El Hogar Nazaret es una familia sobrenatural nacida del sueño de Dios, que reclama hombres y mujeres nuevos, pero verdadera familia para siempre.
Son aceptados tal y como son, no se sienten juzgados. Cada niño es irrepetible, imprescindible, único. Aprenden habilidades de comunicación y relación. No se les educa para que sean felices en un futuro, sino para que sean felices hoy. Los éxitos y la felicidad del otro, es la de todos.
No es tan solo un lugar donde crecen, es el pilar imprescindible para su entorno emocional, donde se forjará su personalidad, equilibrio interior y dominio de la voluntad. Conocen a Dios como el Padre amoroso que los quiere con locura, escucha siempre, y pueden hablar. El mejor amigo en quien pueden confiar… El Señor hace, ellos se dejan hacer.
Cuando entra un niño nuevo se sorprenden por la acogida, generosidad, buen humor y actitud de servicio. Ya es un hermano más que debe afrontar retos, en los que no le permiten auto-compadecerse y ayudan a perdonar y perdonarse. Según su edad asumen responsabilidades. Se tienen muy en cuenta sus opiniones, aspiraciones, deseos. Les pedimos sin miedo que tomen decisiones y asuman las consecuencias. Se saca más provecho de los errores que de los aciertos. Para el Hogar Nazaret los niños no son el futuro, sino el presente lleno de futuro.
¿Cómo se evangeliza cuando las situaciones son tan difíciles?
— P. Ignacio Mª Doñoro: Hogar Nazaret es el grito de Cristo en la cruz. Imposible no ver a Cristo entre los más pobres de los pobres y sentir su presencia. Te traspasa el alma una y otra vez, y hablar de lo que intentas vivir siendo uno más de ellos es muy fácil… Es obra del Espíritu Santo.
¿De dónde saca la fuerza para mantenerse fiel?
— P. Ignacio Mª Doñoro: Sin ninguna duda de la Santa Misa.
¿En qué proyectos está trabajando actualmente?
— P. Ignacio Mª Doñoro: Mons. Rafael Alfonso Escudero López-Brea acogió desde el primer momento con mucho entusiasmo el Hogar Nazaret. Era un gran deseo de la iglesia diocesana de Moyobamba atender a los niños en situaciones límite. Hemos creado un Hogar Nazaret para niñas en San José de Sisa y en unos meses terminamos la construcción del hogar para niños en Carhuapoma, Bellavista… y ya están proyectados otros dos hogares más dentro de Moyobamaba.
¿Cuál es el mensaje de la Navidad para las personas de hoy?
— P. Ignacio Mª Doñoro: Una navidad sin Jesús, no es Navidad. Y Dios al nacer en un pesebre muestra el camino a seguirHogar Nazaret es uno de los pesebres del mundo donde Dios nace. Ponte en actitud de escucha. Es Dios Bebé que acurrucado en tus brazos, pide ahora mecerte en los suyos, y confiar. Te ruego que mires www.hogarnazaret.es la ternura de Dios Bebé no te dejará indiferente. Puedes dejar tu regalo al Niño Dios en: La Caixa ES32 2100 5450 6102 0009 4211
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