(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco rezó este lunes la oración del ángelus desde la ventana de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, donde varios miles de peregrinos le aguardaban en esta festividad de San Esteban.
A continuación las palabras del Papa
“¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
La alegría de la Navidad llena también hoy nuestros corazones, mientras que la liturgia celebra el martirio de San Esteban, el primer mártir, invitándonos a recoger el testimonio que él nos ha dejado con su sacrificio. Es el testimonio glorioso propio del martirio cristiano, sufrido por amor a Jesucristo; martirio que continúa a estar presente en la historia de la Iglesia, desde Esteban hasta nuestros días.
De este testimonio nos ha hablado el Evangelio de hoy. Jesús preanuncia a sus discípulos el rechazo y la persecución que encontraran: «Serán odiados por todos a causa de mi Nombre». Pero ¿Por qué el mundo persigue a los cristianos? El mundo odia a los cristianos por la misma razón por la cual ha odiado a Jesús, porque Él ha traído la luz de Dios y el mundo prefiere las tinieblas para esconder sus obras malignas.
Recordemos que el mismo Jesús, en la Última Cena, rezó al Padre para que nos defendiera del espíritu mundano maligno. Hay contraposición entre la mentalidad del Evangelio y aquella mundana. Seguir a Jesús quiere decir seguir su luz, que se ha encendido en la noche de Belén, y abandonar las tinieblas del mundo.
El protomártir Esteban, lleno de Espíritu Santo, fue lapidado porque confesó su fe en Jesucristo, Hijo de Dios. El Unigénito que viene al mundo invita a cada creyente a elegir la vía de la luz y de la vida.
Este es el significado de su venida entre nosotros. Amando al Señor y obedeciendo a su voz, el diácono Esteban ha elegido a Cristo, Vida y Luz para todo hombre. Escogiendo la verdad, él se ha convertido al mismo tiempo en víctima del misterio de la iniquidad presente en el mundo. ¡Pero en Cristo, Esteban ha vencido!
También hoy la Iglesia, para dar testimonio de la luz y de la verdad, sufre en diversos lugares duras persecuciones, hasta la suprema prueba del martirio. ¡Cuántos hermanos y hermanas en la fe sufren injusticias, violencias y son odiados a causa de Jesús! Yo les digo una cosa, los mártires de hoy son en número mayor respecto a los primeros siglos.
Cuando nosotros leemos la historia de los primeros siglos, aquí, en Roma, leemos tanta crueldad con los cristianos; yo les digo: la misma crueldad existe hoy y en número mayor hacia los cristianos.
Hoy queremos recordarnos de ellos que sufren persecuciones, y estar cerca de ellos con nuestro afecto, nuestra oración y también nuestro llanto.
Ayer, en el día de Navidad, los cristianos perseguidos en Irak han celebrado la Navidad en su catedral destruida: es un ejemplo de fidelidad al Evangelio.
No obstante las pruebas y los peligros, ellos testimonian con valentía su pertenencia a Cristo y viven el Evangelio comprometiéndose en favor de los últimos, de los más olvidados, haciendo el bien a todos sin distinción; testimonian la caridad en la verdad.
Al hacer espacio dentro de nuestro corazón al Hijo de Dios que se dona a nosotros en la Navidad, renovemos la alegre y valiente voluntad de seguirlo fielmente como único guía, perseverando en el vivir según la mentalidad evangélica y rechazando la mentalidad de los dominadores de este mundo.
A la Virgen María, Madre de Dios y Reina de los mártires, elevemos nuestra oración, para que nos guie y nos sostenga siempre en nuestro camino en el seguimiento de Jesucristo, que contemplamos en la gruta del pesebre y que es el Testimonio fiel de Dios Padre”.
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