(RV).- La mañana del sábado 24 de junio el Papa Francisco recibió en audiencia a los participantes en el Capítulo General de la Congregación de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, los padres resurreccionistas.
Dirigiéndose a estos hijos espirituales de Bogdan Janski, apóstol de los polacos emigrados a Francia durante el siglo XIX, el Obispo de Roma les recordó que “han nacido para testimoniar que la Resurrección de Cristo está en la base de la vida cristiana, para anunciar la exigencia de la resurrección personal y apoyar a la comunidad en su misión al servicio del Reino de Dios”.
Refiriéndose al tema de este Capítulo: “Testimonios de la presencia del Señor Resucitado: de la comunidad al mundo”, el Papa notó que está estrechamente relacionado con el carisma del Instituto, de ahí que el Santo Padre se detuviese en tres expresiones. Primero: Testimonios de la presencia del Señor Resucitado: es decir misioneros, apóstoles del Viviente. Por esto Francisco propuso como ícono a María Magdalena, apóstol entre los apóstoles, que la mañana de Pascua, después de encontrar a Jesús Resucitado, lo anuncia a los otros discípulos. “Ella buscaba a Jesús muerto y lo encuentra vivo. Y esta es la gozosa Buena Noticia que lleva a los demás: Cristo está vivo y tiene el poder de vencer a la muerte y darnos la vida eterna”.
“No sean hombres nostálgicos, sino hombres que, movidos por la fe en el Dios de la historia y de la vida, anuncian la llegada del alba también en plena noche. Hombres contemplativos que, con la mirada del corazón fijo en el Señor, saben ver aquello que no ven los demás, impedidos por las preocupaciones de este mundo; hombres que sepan proclamar, con la audacia que viene del Espíritu, que Cristo está vivo y es el Señor”.
“Una segunda reflexión es esta: María Magdalena y las otras mujeres que van al sepulcro son mujeres ‘en salida’: abandonan su ‘nido’ y se ponen en camino, saben arriesgar. El Espíritu los llama también a ustedes, hermanos de la Resurrección, a ser hombres en camino, un Instituto ‘en salida’, hacia las periferias humanas, allí donde es necesario llevar la luz del Evangelio”.
De la comunidad al mundo continuó reflexionando el Papa. “Como los discípulos de Emaús, déjense alcanzar por el Resucitado, ya sea individualmente que comunitariamente, de manera particular a lo largo de los senderos de la desilusión y del abandono”, puntualizó, exhortándolos luego a ser constructores de comunidades evangélicas y no meros ‘consumidores’ de ellas; a asumir la vida fraterna en comunidad como la primera forma de evangelización.
“Que las comunidades estén abiertas a la misión y escapen de la auto referencialidad, que conduce a la muerte. Que en una sociedad que tiende a nivelar y a masificar, donde la injusticia contrapone y divide, en un mundo lacerado y agresivo, no falte el testimonio de la vida fraterna en comunidad”.
El Papa concluyó recordando a los padres resurreccionistas aquello que tantas veces ha dicho a los consagrados, especialmente durante el Año de la Vida Consagrada:
“Hacer memoria grata del pasado, vivir el presente con pasión, abrazar el futuro con esperanza. Memoria grata del pasado: no arqueología, porque el carisma es siempre una fuente de agua viva, no una botella de agua destilada. Pasión para mantener siempre vivo y joven el primer amor, que es Jesús. Esperanza: sabiendo que Jesús está con nosotros y guía nuestros pasos así como ha guiado los pasos de nuestros fundadores”.
(RC-RV)
Publicar un comentario