(RV).- «Deseo a todos una peregrinación jubilar rica en frutos espirituales», dijo el Papa Francisco a los numerosos peregrinos de tantas partes del mundo, que acudieron a la última audiencia general del mes de agosto. Con su anhelo de que – en especial en este Año Santo de la Misericordia – «su estancia en la Ciudad Eterna los confirme en el amor a Cristo». Y que el Señor «los haga misioneros de su misericordia, con especial atención hacia todos aquellos que se sienten lejos de Dios».
El Santo Padre invitó a poner «la vida de cada día bajo la mirada misericordiosa del Señor, para que Él done a cada uno la gracia de cumplir su deber y de difundir el amor de Cristo a su alrededor»:
«¡Queridos amigos, Jesús los llama a llevar la alegría y la consolación del Evangelio a todos los hombres y mujeres, y a ser sus auténticos testigos!»
«Jesús nos asegura que cuando la esperanza humana desvanece y todo parece imposible, el sol de la esperanza divina resurge para aquellos que, a pesar de la oscuridad de la prueba, conservan encendida la llama de su fe», reiteró también el Papa, haciendo hincapié en el Jubileo de la Misericordia:
«Queridos hermanos y hermanas, que en este Año jubilar de la Misericordia, experimentemos de forma especial la fuerza salvadora del amor de Dios. ¡No tengamos temor de acudir a Cristo con nuestros sufrimientos y nuestras debilidades! Que la obra de su gracia nos ayude siempre a descubrir en nosotros y en los demás la dignidad de hijos de Dios, llamados a participar de su santidad».
El Obispo de Roma recordó el martirio de San Juan Bautista, precursor de Jesús, en sus palabras de saludo y aliento a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados:
«Que el heroico martirio de San Juan Bautista, que hemos recordado el lunes, los impulse a ustedes, queridos jóvenes, a proyectar su futuro, sin componendas con el Evangelio. Que los ayude a ustedes, queridos enfermos, a encontrar en Cristo crucificado serenidad y confortación. Que los lleve a ustedes, queridos recién casados a un amor profundo a Dios y entre ustedes, para experimentar cada día la consoladora alegría que mana del don recíproco de sí».
(CdM – RV)
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